Todos rechazan con educación tu pipa, no parecen tener tus mismos gustos.
La cena termina pronto y el silencio empieza a reinar en el pequeño asentamiento. Los diversos grupos de mercaderes, y lo que no son mercaderes, se van callando a medida que el sueño y el descanso piden paso.
El grupo descarga esterillas y mantas de las alforjas y se disponen a dormir alrededor del pequeño fuego que se va apagando gradualmente.
Te sorprende que todo el mundo duerma al raso, que ningún grupo vigile y que exista esa confianza entre supuestos criminales o, al menos, personas alejadas de la legalidad. Es sabido que hasta cierto punto tienen sus códigos, pero cualquier que se dedica a robar puede encontrar aquí grandes botines.
Tus dudas se desvanecen cuando ves que hay algunos hombres atentos a cualquier movimiento. Por su aspecto parecen ser insectoides, lo cual tendría mucho sentido para vigilar a oscuras.
La mañana llega antes de lo que te hubiera gustado. Aunque los riscos que os rodean impiden que os alcance la luz la claridad es suficiente para despertarte, eso y el ruido de varios grupos preparándose para retomar la marcha.
Ves a Zaera y Lieth peinándose mutuamente con una coordinación digna de un malabarista y a los dos hombres del grupo recoger los pertrechos y preparar los caballos.
- Algunos mercaderes pueden atenderte pese a estar preparando su marcha. - te dice Zaera sin mirarte - Sería una buena ocasión para cambiar de aspecto y pasar un poco mas inadvertido.
Con la luz del Sol descubres que hay carros enteros llenos de ropa y armaduras. Identificar a la persona que las vende es muy sencillo, es el único que no va armado hasta los dientes. Los guardias que protegen tan valioso botín visten las mejores armaduras y las mas letales armas, en muchos casos su arsenal es mucho mejor de lo que te puede ofrecer Tribunal.
- Partiremos pronto, quiero visitar a una vieja amiga que vive a medio día de camino. No te preocupes por la comida, Sime y Keiran son grandes cazadores y algo encontráremos durante el viaje.
Imon se estira con la elegancia de un gato, y asiente ante la sugerencia de Zaera. Después de enjuagarse la boca con un poco de agua de la cantimplora, se acerca hasta el mercader de las armaduras, más pensando en comer un buen plato de arroz que cualquier otra cosa.
Sin el brazalete debería pasar desapercibido, pero nunca se sabe. -Buenos días, señor. ¿Aún tenéis tiempo para una última venta? Le gustaría llevar algo ligero y oscuro que no entorpezca sus movimientos. A fin de cuentas, no hace falta llevar armadura si eres capaz de retirarte antes de recibir el golpe.
Por lo demás, Imon cree que con su cimitarra y su daga le basta y le sobra. Al menos si es capaz de escurrirse hasta colar la hoja en los resquicios de una coraza o lanzar tajos rápidos hasta agotar a alguien menos protegido.
De repente, una idea brillante interrumpe sus pensamientos. ¿Por qué no tocarse la cabeza con un buen sombrero? Uno capaz de lidiar con el Sol y de darle un sutil toque de distinción y elegancia.
Hasta un supuesto desertor, o un desertor temporal, tiene el deber de marcar la diferencia con pequeños detalles.
Cuando está listo, vuelve con el grupo. Está listo para continuar ese extraño camino.
Por un módico precio te haces con una armadura de cuero tachonado, te protegerá de los golpes y no te restará movilidad. Además el color negro puede ser útil en determinadas situaciones.
Al fin te quitas la pesada armadura de Tribunal, mas aparente que practica y demasiado llamativa para moverte en los ambientes que te parecen esperarte con tu nueva compañía.
Otro vendedor es el encargado de facilitarte un elegante sombrero, evitará el sol y te hará parecer ligeramente mejor que la chusma media.
En cuanto terminas tus compras levantáis el campamento y os marcháis del lugar.
El viaje es más silencioso de lo habitual, durante parte del trayecto las dos mujeres conversan sobre la escuela de magia y los malos hábitos que inculcan a sus estudiantes. Parece que se aprende mucho fuera de sus aulas que dentro.
Dejáis atrás los áridos cañones para regresar a una zona con vegetación, poco a poco el paisaje se vuelve más verde y no tardas en empezar a ver animales cruzarse en vuestro camino.
Retrasáis la comida a petición de Zaera ya que no queda mucho para llegar. Y así es, el sol apenas ha comenzado su descenso cuando os alejáis del camino para adentraros en un bosque no muy poblado.
Tras unos minutos divisas una cabaña rodeada de huertos y una valla de madera que lleva años necesitando reparación.
Apenas os acercáis se abre la puerta y aparece una mujer. Debe rondar los cuarenta y cinco años y la mitad de su cara está quemada, sin embargo el daño solo parece ser estético.
- ¿Zaera? Que agradable sorpresa, no te esperaba tan pronto.
- Cleora, estábamos cerca y no podía marchame sin visitarte.
La mujer abraza a la maga, ambas parecen realmente contentas de verse. Cleora se separa de Zaera y se acerca a Lieth.
- Oh, mi niña. ¿Sigues con ellos? Te dije que buscases un marido y abandonases los caminos, tu vales para mucho más.
Lieth se limita a sonreír mientras Cleora saluda con la cabeza a Sime y Keiran.
- Más os vale no tocar a mi niña, aunque cada vez que os veo se refuerza mi idea de que hay algo entre vosotros.
Los dos hombres se miran estupefactos, cuando Sime va a replicar vuestra anfitriona lo calla mostrandole la palma de la mano mientras se acerca a ti.
- A ti no te conozco, me llamo Cleora.
Sin previo aviso pone tu mano entre las suyas y notas un repentino calor procedente de sus palmas.
- Oh, vaya, está claro que eres mucho más de lo que aparentas. Zaera tiene buen ojo para las compañías, aunque ella no puede ver tan profundo como yo.
La mujer se gira y señala la puerta de su casa. Invita a todos a entrar y no tardan en hacerlo seguidos por el olor a comida recién hecha.
A mirar a través de la puerta puedes ver una mesa con cinco platos y un enorme puchero en el centro, el vapor indica que aún está caliente pese a que la hora de comer ha pasado hace rato.
Cuando vas a entrar Cleora te detiene, los demás se sientan mientras vosotros os quedáis fuera.
- ¿Y bien? ¿Quién eres y qué buscas? Y no me mientas, se cuando lo hacen.
El tono bromista y jovial de Cleora ha desaparecido de inmediato, ella se ha quitado la mascara y parece que ahora te toca a ti.
El olor a hogar y a puchero sacuden a Imon. Su tripa ruge con alegría y sus mandíbulas se tensan tanto como se estrechan sus pupilas. Por un momento, recuerda las callosas manos de la abuela, con sus uñas amarillentas y su olor a pan recién hecho acompañándole por todas partes. Y la pequeña mesa donde comía por las tardes, al final del día.
Pero de nuevo ocurre una de esas cosas de magos.
Después de inclinar su cabeza y de descubrirse con gallardía, se queda paralizado con sus manos entre las manos de... Aquella mujer. Pero lo peor es que los ojos de Imon no son capaces de despegarse de las pupilas de Cleora. Y de su cara medio quemada.
-Soy Imon de Langralle. Traga con dificultad. -Quiero... Mira de reojo a los pucheros humeantes. -Quiero limpiar mi corazón de pena y de arrepentimiento. Llevar con orgullo mi nombre. Que otros me recuerden por mis heroicas acciones y no por ser un canalla de taberna.
Contesta en voz baja. -Pensaba acompañarles y aprender más sobre... -Se señala el pecho, donde él imagina que está esa marca. -Sobre la magia. De nuevo, mira a la mesa y a Zaera, con sus bonitas manos descansando sobre la madera por un momento. -También creo que debo estar con ellos un poco más. Creo que me van a necesitar.
Entonces, se imagina cogiendo su rollo de perganimo y añadiendo una entrada de su cuaderno de viaje. Nota para viajeros. Las magas al sur de Ciudadela tienen como costumbre leerte el alma. Mejor salir de casa con ropa interior decente.
Las formas son lo primero que se pierde. Y luego uno acaba convertido en un animal.
Vuestra anfitriona mantiene su gesto serio mientras respondes. Puedes ver como el grupo se sienta a la mesa y comienza a dar buena cuenta de ese guiso que huele tan bien y del vino que casi puedes degustar tan solo con verlo.
- Sabes a que se dedican, aunque sea por una buena causa o por algo que ellos crean ser una buena causa muchos lo juzgarán como algo horrible. Seguir con ellos, sea cual sea tu origen, solo te convertirá en un criminal a los ojos de casi todo el mundo.
Suelta tus manos y gira la cabeza para mirar brevemente al interior de la casa.
- Si haces todo esto para meterte entre sus piernas es mejor que sepas cuanto antes que eso no va a ocurrir. No puedo hablar por los chicos, pero ninguna de ellas se acostará contigo. Casi tienes mas posibilidades conmigo.
Tras su ultima broma, o eso parecía que era, se gira y hace un gesto con la mano para que entres en su casa.
La comida, tras el viaje, sienta como un banquete en la mejor corte de Praan. Curiosamente el silencio reina, el hambre apaga vuestras voces y no comenzáis a conversar hasta que el enorme caldero está vacío.
Las conversaciones giran en torno a lo acontecido desde el último encuentro entre Cleora y Zaera, básicamente se trata de la búsqueda del objeto que involuntariamente ayudaste a robar y algunos problemas en los caminos que lograron solventar de forma poco pacifica.
Durante la sobremesa, acompañada de brebajes que tan solo un herborista sabe hacer, Zaera te mira de una forma cómplice. Parece saber perfectamente que ha hecho Cleora contigo antes de comer y seguramente tenía claro lo que iba a ocurrir al traerte a este lugar.
De repente una voz te saca de tus pensamientos, Keiran te repite una pregunta mientras todos te miran esperando la respuesta.
- Imon, ¿cual ha sido tu mayor hazaña? Mi padre decía que se conocía mucho mejor a una persona conociendo el mayor logro que había obtenido. ¿Qué has hecho tú?
No puede negar que las palabras de Cleora le decepcionan. La última vez que una kani leyó la palma de su mano, pronosticó que encontraría un amor verdadero, que conseguiría un negocio honrado y que su nombre sería recordado si le compraba un ramito de hierbas sospechosamente caro. Imon acabó comprando tres y, aunque nada de aquello pasó, por lo menos durmió muy bien un par de noches.
Pero aquello era distinto. Ahí, rodeado de magos y de fuerzas contenidas, las palabras de Cleora no eran solo palabras. -No vas a meterte entre sus piernas, no vas a meterte entre sus piernas. Casi puede sentir el frío de esas crueles palabras.
Su decepción se hace visible, y toma el aspecto de un trago de licor amargo. -Bueno, en realidad quiero saber si... si estoy marcado.
Mira a la maga, a la abuela y a la vieja, sin saber aún cuál de las tres cosas es más peligrosa. -Yo no soy un delincuente. Dice con desdén. Tan solo robaba lo justo y necesario, y normalmente prefería emborracharse, cantar y bailar antes que tener que hacerlo. Y cuando no estaba muy borracho para olvidarse de las historias, incluso podía soñar con cobrar algo por contar historicuentos. -Estuve un poco... desorientado. Pero luego decidí hacer cosas por otros. Y de ahí esa loca historia de entrar en Ciudadela dormir en un cuartel rodeado de gente apestosa y trabajar en las porquerizas, con la criatura más próxima a una mujer materializada en la forma de una cabra. Una muy fea.
Una vez dentro, mastica y saborea. Planteándose de nuevo si no ha hecho mal. Sigue siendo tan agente de tribunal como hace dos semanas, es decir, poco, pero sigue decidido a conseguir un destino digno.
Entonces, ese chaval que hace apenas un día quería matarle con una ballesta, le pregunta por su mayor hazaña. A él. El Gran Imon de Langralle.
Sonríe. Entorna los ojos y se queda pensando. ¿Hazaña? ¿Qué hazaña? El sonido de las cucharas se ha detenido, y todos esperan que diga algo. -Bueno, una vez maté a un gigante. Pero supongo que no tiene mucho mérito porque me ayudaron.
Entonces, sonríe y señala con el dedo a Keiran. -He comido cosas que harían vomitar a una cabra. He escuchado historias de la boca de hombres moribundos que no decían ninguna mentira. He visto el poder del mar. Y una vez salvé una vida...
-Pero creo que tu padre se equivocaba. Se sabe mucho más de un hombre por el mayor fracaso que logra. Su sonrisa se borra, pensando en el motivo que le hizo huir, muchos años atrás. Y recordando las difíciles historias de su peculiar grupo.
¿Acaso tiene que dejarles? ¿Es que no va a poder ayudar a nadie? ¿Cómo convencerles de que se olviden de la venganza y... abran una maldita granja?
Todos te escuchan atentamente, el ambiente es distendido y todos parecen una familia feliz que nunca ha hecho nada malo.
En cuanto dices tu última frase, pese a que el animo se desvanece, Sime elimina cualquier atisbo de pesar en el grupo.
- Entonces a mi padre se le conocerá por mi: su mayor fracaso.
La mayoría ríe ante el comentario, Cleora sin embargo te mira fijamente como si te estuviera analizando constantemente.
La comida termina y los dos hombres salen a realizar algunas reparaciones en la valla que rodea la pequeña casa. Lieth está en la cocina con vuestra anfitriona y tú estas sentado en un cómodo sillón con Zaera al otro lado de una pequeña mesa decorada con un ramo de flores casi marchitas.
- Todos tenemos un pasado del que huir. - dice la maga rompiendo el silencio - O algo que arreglar para que deje de perseguirnos. Puedes seguir corriendo o darte la vuelta para enfrentarte a él, pero tarde o temprano tendrás que quitártelo de encima.
Se oye la risa de Lieth procedente de la cocina y Zaera sonríe al escucharla. Después su gesto se vuelve serio y clava sus ojos en ti.
- Se hace tarde, pasaremos aquí la noche y mañana seguiremos nuestro camino. Espero que al amanecer sigas con nosotros, has visto que nuestros métodos no son legítimos pero tampoco violentos... o al menos eso intentamos. No todo el mundo se toma bien nuestra misión, pero como ya he dicho hay que arreglar el pasado para que no nos persiga.