El posadero correspondió al abrazo, acariciando tus delagdos hombros.
- Yo también te echaré de menos, incluso más que Josep y Pau que vienen aquí solo pro que estás tu jejeje.- Rió quedamente.- Pero no te puedo retener... y de nada serviría. Por cierto, habrás avisado a Robert y a María, verdad? Sé que no debe haber sido fácil.
La muchacha se separó entonces y esta le arrancó otra sonrisa.
- Bueno, portarme bien, portarme bien... depende de a quién preguntes, hay quien dice que lo de ensañar a abrir cerraduras y birlar carteras no es nada demasiado bueno jejeje.- El hombre se lleva de nuevo la pipa a los labios.- Pero descuida, estaré aquí cuando vuelvas y esperaré ansioso el relato de las maravillas que verás.
Asintió con la cabeza. Claro que se había despedido de sus padres. Y claro que había sido duro. Pero, debía de ser así. Quería comenzar una nueva vida donde ella fuera la dueña y tomara las decisiones y que, si se equivocaba, aprendería, pero no escondería la cabeza bajo las faldas de su madre.
-Sí, sí, me despedí- respondió, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano, sintiéndose un poco avergonzada por su comportamiento-. Está ya todo hablado. A mi padre le ha costado un poco más llegar a comprenderlo, pero, en el fondo, quiere lo mejor para mí y quedarme aquí no es lo que yo deseo.
Por un momento, estuvo tentada de aclarar lo último que dijo, pero no lo consideró necesario. Sabía que Albert entendería que no lo decía por su trabajo en la posada, sino por que la ambición y el deseo de saber más de Violant, el querer ir más allá, era lo que de verdad la conducía tomar esa decisión.
-Te contaré todo, Albert- aseguró, sonriendo, deseosa ya de comenzar ese principio, el principio de su historia. Y así narrarlo de igual manera que narran los juglares las heroicas y valerosas batallas de los caballeros-. Todo- reafirmó.
Su corazón latía nervioso, ansioso, igual que su dueña, por que comenzara un nuevo día y así comenzar a retener todo lo que viera u oyera para, más adelante, contárselo a Albert.
-Quizá, me lleve algo para escribir y así contarlo todo- meditó en voz alta, con el dedo índice en el mentón, pensativa- No sé- se encogió de hombros, sonriente-. Ya veré qué hago.
Miró una vez más a Albert y le sonrió, dulce.
-Ojalá vinieras con nosotros, Albert- confesó-. Temo echarte tanto de menos que tu ausencia me impida marcharme lejos y vuelva corriendo aquí como una cría que echa de menos a su padre.
Albert sonriendo hizo un gesto de pausa, con las manos alzadas ante él, con las palmas mirando a Violant.
- Quita, quita... yo ya tuve mi ración de noches al raso con piedras en la espalda, frío, calor y hambre. Nah, creo que ya me he acostumbrado demasiado a las comodidades de la vida en el pueblo.- Termina diciendo con una pícara sonrisa.- Pero te tomo la palabra y estaré esperando esos relatos.
Entonces el hombre hizo una mueca reprimiendo un bostezo.
- En fin, ya es muy tarde... y pronto lamentaré haberme ido acostarme tan tarde. Buenas noches Vio.
Rio ante la respuesta de Albert y se lo quedó mirando. Realmente, lo iba a echar de menos. Había sido como un padre para ella y el hecho de separarse de él, sin saber para cuánto tiempo, hacía que le encogiera el corazón.
-Tendrás esos relatos- prometió, asintiendo con la cabeza.
Le contagió el bostezo y Violent hizo lo máximo por reprimirlo. Hubiera querido estar hasta tarde hablando con él. Rememorando todo lo vivido juntos hasta ese momento, recordar los buenos y malos tiempos, las risas, también las lágrimas, pero, quería, sobre todo, alargar ese instante hasta lo máximo para poder retenerlo en su mente y recordarlo cada vez que tuviera dudas o sintiera deseos de volver. Tenía su apoyo y era suficiente para dar un paso más cada día.
-Buenas noches, Albert- se despidió, somnolienta.