Arqueo una ceja y miro al susodicho hombre lagarto con claro escepticismo. No sé por qué, debería de caerme en gracia porque nos ha ayudado y todo eso, pero hay algo en él que no consigue hacer brotar la confianza por ninguna parte. Suspiro con pesar. ¿Algo raro en él? ¿Hola? No sé qué podría ser... ¿Además de que es un hombre lagarto?... ¿Holaaaa? En serio, este lugar empieza a afectarme un poco.
Me pongo en pie con resignación debido a mis traicioneros pensamientos -traicioneros porque no me esperaba este nivel de sarcasmo conmigo misma- y me atuso la poca ropa y dignidad que me quedan.
- Que conste que yo no se lo pienso preguntar, pero vamos a por él -me da como un mal presentimiento cuando fijo la vista en ésa cosa. Aunque la comida no tenía ni veneno ni alucinógenos ni nada por el estilo.
Creo.
En fin, si con esto conseguimos volver a nuestro mundo... Allá vamos.
Con algo de pereza, vuelvo a ponerme en pie. -Parece que me toca a mí volver a hablar... genial, con lo poco que me gusta- lanzo un suspiro, mientras asiento con la cabeza sin decir nada más. ¿Qué puedo decir? Ella ya tiene bastante con sus propios problemas como para que tenga que cargar con la presión de este nuevo mundo, así que me conciencio con la desagradable tarea que me aguarda. De cualquier forma, supongo que esto también sirve para curtir el carácter, ¿no? No es que vaya a conformarme con menos.
Avanzando a grandes zancadas hasta el lagarto, comienzo a hablar antes incluso de que este se gire para mirarme. -Antes dijiste que te preguntáramos si necesitábamos ayuda. ¿Era cierto? ¿Estás dispuesto a ayudarnos?- Tal vez no sea la manera más fácil de caerle bien a la gente, pero si la manera más rápida de saber realmente si podemos contar con él o no.
A cada zancada que da mi compañera, yo me dedico a seguirla hábilmente pero apurada por alcanzarla. No me gustaría quedarme sola en este lugar tan raro. ¡A saber qué más cosas raras aparecen en este mundo!
Al detenerse frente al lagarto, me quedo rezagada tras la espalda de Diana. Voy mirando la situación desde mi cómoda posición, asomándome tras el hombro de ella. Pongo cara de ser un personajillo duro de roer, por aquello de dar apoyo moral a mi compañera, pero no puedo evitar sorprenderme al escuchar las palabras que Diana dirige a Don Lagarto.
“¿¡Pero así cómo nos va a ayudar!? ¡NOOOO! ¡Así NOOOO!”, me imagino zarandeándola por los hombros con cara de querer matarla, pero en el fondo ha hecho bien.
¿Qué tenemos tiempo de sobras y no hace falta ir tan directas al grano? Pues sí. ¿Qué deberíamos de ser más amables con alguien de quien dependemos –de momento- para nuestra supervivencia? Pues también, no voy a opinar lo contrario. Pero tonterías las justas.
Ya ha hecho bien, sí, sí.
- Eso, eso –digo de nuevo con la expresión de personajillo duro de roer, asintiendo, totalmente de acuerdo con mi compañera pero sin salir de la seguridad de tenerla a ella entre Don Lagarto y yo- ¿Lo decías en serio? ¿Aún sigue en pie el ofrecimiento?
Las frutas estaban deliciosas, a pesar de que muchas de ellas eran desconocidas para las chicas.
Cuando se acercaron al hombre lagarto, este dejó de hacer lo que estaba haciendo, y tras escucharlas se quedó mirándolas y soltó una fuerte carcajada.
- Sí, estoy dispuesto a ayudaros, para empezar, se os ve muy cansadas, creo que tendríais que dormir largo y tendido durante unas buenas horas. - luego miró a Max y añadió - Y creo que algo de ropa también os ayudaría. Por otro lado, mañana puedo daros algunas respuestas a vuestras preguntas, todas aquellas que sepa… ¿Os parece bien esa ayuda?
La criatura, parecía feliz de poder ayudaros.
-Tanta amabilidad resulta demasiado empalagosa- pienso para mis adentros, algo molesta. -Sí, la ropa y algo de sueño nos vendría bien, pero creo que la información nos urge más- contesto secamente, y sin esperar la respuesta del hombre comienzo a descargar toda una batería de preguntas -¿Qué es este lugar? ¿Por qué hemos acabado aquí? ¿Quién gobierna este territorio? ¿Está permitido que unos seres en el bosque te amenacen con quitarte la vista? ¿Hay algo de importancia que debamos saber acerca de como funcionan las cosas en este lugar?- me callo unos segundos antes de preguntar por consideración hacia Max -¿Hay alguna forma de volver al lugar del que venimos?
Tras escuchar a Diana ahora siento pena por el pobre bicho-lagarto-amable. Le está sometiendo al tercer grado y aunque me parece bien que lo haga, no me gustaría estar bajo las escamas de nuestro nuevo amigo.
Me echo una mirada por encima. No, decididamente no es el mejor atuendo para ir correteando por ahí por cualquier mundo que se me ponga de por medio. Si lo llego a saber me habría puesto algo más cómodo y útil. Qué cosas.
Tras aguardar un silencio tras la retalía de preguntas que Diana le hace, miro a mi alrededor. ¿Seremos las raras del lugar? ¿Estaremos llamando la atención con tanta pregunta? Tras tales deliberaciones internas, una buena pregunta se me ocurre al fin para realizarla al señor bicho-lagarto.
- ¿Cómo… se llama?
La criatura miró a ambas algo abrumado por las preguntas, pero comenzó a responder por la última, la cual le llamó la atención.
- Es cierto, aún no me he presentado chicas. Podéis llamarme Mileng.
Luego, comenzó a responder como pudo a las preguntas de Diana
- Este lugar es… un mundo donde todo se resuelve mediante juegos y cualquier cosa puede comprarse, venderse y ganarse, si estáis aquí es porque alguien poderoso os ha traído, no puedo ayudaros en eso. Sobre lo del bosque, esos eran espíritus del bosque probablemente, y pueden retaros a jugar a juegos o duelos quieran o no jugar, hay seres de esos por todos lados, pero con el resto de personas solo se puede participar en un juego o en un duelo si ambas parten aceptan participar.
Comenzó a caminar hacia la que parecía su casa.
- Probablemente hay alguna forma, todo puede comprarse en este mundo, seguro que podréis comprar vuestra vuelta a vuestro mundo con créditos, pero tened cuidado, vuestros créditos representan vuestra existencia, si los perdéis todos… dejareis de existir.
Un escalofrío me recorre la espalda durante un momento, mientras camino rápidamente detrás del tal Mileng. -Espera, ¿cómo que si perdemos nuestros créditos dejamos de existir? Eso no es...- ¿posible? ¿Acaso algo de lo que está ocurriendo hoy entra en la categoría de lo "posible"? -De acuerdo dejemos eso. Ahora, ¿cuándo hablas dices que todo puede comprarse incluyes... el alma, la inteligencia, el sentido de la vista...?- añado recordando el combate contra la extraña mujer lobo -Entonces es muy amable por tu parte el ayudarnos gratuitamente no es así- Vuelvo a añadir con algo de suspicacia.
Me giro, para asegurarme de que Max me acompaña, y me dirigo a ella -Tú peleaste directamente con lo que parecía ser un animal. Yo no definiría eso como un juego- le digo para ver que opina. -¿Y por qué crees que un "ser poderoso" a decidido traernos hasta aquí?-
Perdón por haber tardado tanto en contestar, he estado un poco liada con exámenes.
Asiento satisfecha cuando el bicho-lagarto nos dice su nombre: ¡Mileng! Ya no es necesario que vaya llamándole bicho-lagarto, aunque al serlo, será difícil no hacer referencia de ello… Vaya lío.
- ¡Encantada, Mileng! Yo soy Max y ella es Diana –le respondo bastante dicharachera, aunque el semblante se serena tras las palabras de Diana.
Veamos: un mundo mágico en donde los seres pueden desaparecer si pierden los créditos. ¿Eso me suena a un videojuego? Típico, cuando te quedas sin créditos o sin puntos, ¡paff! Game Over. Pero esos personajes no desaparecen, sencillamente vuelven al punto de inicio para volver a empezar. ¿Aquí será diferente? ¿Nos arriesgaremos a comprobarlo personalmente? ¿O nos dedicaremos a ganar cuantos más créditos, mejor?
- No sé qué decirte… Si fueras alguien muy poderoso con súper poderes mágicos, ¿no harías lo que te diera la gana? Supongo que por eso nos ha traído aquí ese ser, porque quiere más carnaza en el juego… -termino mi increíble y profunda reflexión encogiéndome de hombros, sin tener realmente ninguna idea clara de lo que está ocurriendo aquí aún, por mucho que Mileng nos explique.
Le voy siguiendo, dando por hecho que nos vamos a su casa o a algún lugar para conseguir ropa y descanso.
- Así que es un mundo de duelos y hay que tener cuidado con los seres raros como los del bosque, porque te retan quieras o no, ¿sí?
Mileng se quedó pensativo y contestó a las preguntas de las chicas
- No sé qué razones puede haber hecho que os trajera, pero menos los espíritus guardianes, todos estamos aquí arrastrados de nuestro mundo. Y si, cuando digo todo me refiero a todo, cualquier cosa.
Llega a la casa y abre la puerta.
- Por ahora lo mejor será descansar, por la noche salen los espíritus guardianes más poderosos en busca de presas a las que quedar sin un solo crédito y no, no hay forma de negarte a participar a un juego con ellos.
Asiento con la cabeza, más para mí misma que para Mileng, tratando de asimilar todo la información que he recibido a lo largo de la tarde. -Entonces significa que no solo existe nuestro mundo y este lugar, sino que puede haber una multitud de lugares desconocidos ahí fuera...- La idea me resulta ligeramente excitante, pero no termino de creérmela del todo a pesar de que los acontecimientos más recientes parecen confirmarlo.
No cabe duda de que necesito más información. Entro en la casa de la criatura y echo un vistazo a mi alrededor, antes de volverme nuevamente hacia ella. -¿Entonces los espíritus no nos pueden atacar aquí dentro? ¿Hay alguna razón para que determinadas zonas sean más seguras que otras?- Hay una idea que no deja de dar vueltas en mi cabeza, probablemente debido a que odio la situación en la que me encuentro. Hay demasiadas cosas que desconozco y demasiada incertidumbre como para que me tranquilice. -¿Y esos espíritus son los que deciden la apuesta, o puedes negociar con ellos? ¿Pueden morir?
Mileng cerró la puerta de la casa tras entrar ambas chicas, se trataba de una acogedora casa de madera, iluminada por una cálida hoguera la cual llenaba de sombras danzantes la estancia.
Había una gran cama, unas mesas donde parecía preparar comida y demás, una gran mesa central con sillas y lo que parecía un cómodo sofá que destacaba en aquella casa campestre como algo más moderno, aunque todo parecía hecho al tamaño de Mileng, por lo que las chicas se sentían bastante pequeñas.
Mileng se sentó en una de las sillas y comenzó a contestar.
- Pueden retarte donde quieran, pero normalmente no entran en una propiedad privada si no encuentran por donde entrar o haya algo dentro que les llame la atención… por lo que hay que hacer poco ruido...
- No he visto a ninguno de ellos morir, y por lo que sé, a ellos hay "algo" que les acepta los juegos y no son negociables, tu única otra opción, es decidir realizar un duelo, pero estos son más peligrosos, ya que hay que apostar a parte de créditos, algo de uno mismo, incluso la propia vida, por lo que sí, pueden morir como tú y como yo.
Max estaba cansada, y mientras Mileng contestaba a sus preguntas y su cabeza le daba vueltas con tanta información nueva, se sentó en el sofá, subiendo las piernas para que no se le viera nada y se colocó cómodamente para escuchar y descansar sus agotados músculos…
Aún desconfiaba de Mileng y tenía muchas dudas, pero estaba demasiado agotada para decir nada, por lo que le dejó el trabajo de preguntar a Diana.
Escucho las respuestas sin hacer ningún cambio en mi expresión, mientras paseo la vista por la estancia hasta que mis ojos se detienen en el fuego. Me acerco y extiendo las manos, notando como su calidez me reconforta por dentro mucho más de lo que jamás ha hecho ningún invento de nuestro mundo, como un calefactor o una estufa. El crepitar de las llamas y el hipnótico color de las llamas me devuelve nuevamente algo de la confianza que las palabras de Mileng me han hecho perder, e inspiro profundamente antes de volverme hacia él.
-Bien, gracias por todo- digo sin poner demasiado sentimiento en mis palabras, aunque demostrando por primera vez algo de agradecimiento. A fin de cuentas, visto lo visto, nos convenía tener un lugar para refugiarnos y para ello convenía mostrarse al menos algo amable, aunque todavía tuviera varias dudas acerca de él. -Me temo que ambas estamos muy agotadas- indico lanzando un rápido vistazo a mi compañera, de forma casi protectora. -Supongo que realmente hay gente que nace con mala estrella- pienso tristemente, mientras me acerco a ella -¿Hay algún lugar dónde podamos dormir?-
En el fondo ya he decidido que no es eso lo que voy a hacer esta noche, pero en un principio me conviene mantener las apariencias.
Mileng se sentó en una butaca al lado del fuego, y mientras lo observaba dijo.
- Podéis usar la cama, es suficientemente grande para ambas, yo descansaré en el sofá.
Y se quedó mirando el fuego unos segundos, antes de continuar hablando.
- Dentro de poco lo apagaré, por lo que ahora que tenemos luz seria el momento para acomodaros, más tarde, será mejor que no hagamos ningún ruido.
Max, movida por el cansancio, prácticamente dormida, asintió y se acostó en la cama, quedándose profundamente dormida. Ella normalmente no habría actuado así, pero sus fuerzas estaban al límite, aquel poder le había agotado…
Con un asentimiento de cabeza me dirijo hacia la cama y me acuesto junto a Max, cerrando los ojos pero sin permitirme el lujo de entregarme al sueño. Aun así, nada más tender mi cuerpo, comienzo a ser consciente del cansancio que me envuelve, y comienzo a lamentar realmente mi decisión. A mi lado, la respiración de la chica es calmada y constante, como la de una niña pequeña. -Vamos, Diana, tienes que hacer esto. No solo por ti sino también por ella. Necesitas comprobar todo esto por ti misma. Necesitas hacerte más fuerte.
Prestando atención al más mínimo ruido, ya sea la lenta muerte del crepitar del fuego o el crujido del sofá cuando el enorme cuerpo de Mileng se eche sobre él, me preparo para burlar la vigilancia del hombre-lagarto mientras duerme y salir al exterior. -Debo estar totalmente loca para estar haciendo esto- No puedo evitar pensar con un estremecimiento. Sé que a lo mejor me estoy jugando la vida y el recuerdo del combate entre Max y ese extraño ser todavía está lo suficientemente grabado en mi memoria como para permitirme pensar que esto es un juego.
Pero necesito respuestas y es obvio que estas no van a venir a buscarme. Así que no me queda más remedio que ser yo la que vaya a por ellas.