El posadero se deshace en elogios y os hace servir cerdo asado, embutidos y un buen vino.
Os cuenta que los dos bandidos a caballo estuvieron el día de antes por allí. Esperaban a alguien y mientras tanto se emborracharon y empezaron a molestar a las mujeres, por lo que les invitó cortésmente a que se fueran. Como no lo hicieron, les sacó a rastras y hoy han venido con su banda a vengarse.
Al cabo de un rato aparece el alguacil, pregunta a los testigos, se lleva a los prisioneros vivos y os dice que podéis seguir camino, que habéis actuado en socorro del posadero.
Turibor os comenta antes de la hora de dormir:
Supongo que vais hacia el norte. Yo voy camino de Tharbad, si no os importa os podría acompañar un trecho.
- Por mi parte no hay problema. - respondo.
Todo lo disimuladamente que he podido he intentado percatarme de que tipo, si las tiene, de armas lleva. No me fío de el. Si tengo un momento a solas con alguno de mis compañeros de viaje le comento que si no les parece sospechoso que apareciese justo al final de la refriega.