Partida Rol por web

Los gaticos oyen desde la caja de arena humana los maullidos de la gatica Felicia.

-¡Fusfus! ¡Corre ven! ¡Aquí hay una vía de escape!- Maullé lo más alto que podía desde la puerta.

-¡Están aquí! ¿Por qué no se han ido? Así no terminaremos nunca. ¿Éstos gatos no tienen bastante con que hayan atrapado a dos de nosotros? Mierda, se han paseado por delante de los humanos como si nada. 

Bola de Nieve sale de entre la ropa mientras Felicia llama a Fusfus desde la puerta de la caja de arena de los humanos. 

-¡Basta, Felicia! Márchate. No podemos salir de aquí todos a la vez.

Va caminando con decisión hacia Felicia. Haciendo uso de su grave voz (o maullido), a la vez que pestañea de vez en cuando.

-He atacado a la humana. Tomarán represalias. Si hace falta me enfrentaré a ellos, pero vosotros tenéis que salir de aquí. Ofelia se encargará de que lo hagáis. Yo voy a por Fusfus. A mí no me atraparán de nuevo. 

-Bien, va siendo hora de usar aquello que usé cuando me gané la confianza de ésta gata. Inteligencia emocional.

-Eres... Bella y encantadora. No soportaría... ejem... (Mira a Ofelia) Soportaríamos que te ocurriera nada. (Vuelve a mirar a Felicia) Además habéis cumplido la misión. ¡Marchaos! ¡Weeeeoww!

Se asoma a la puerta. A penas se le ve desde el otro lado. Observa la situación en el pasillo y la posición del gatico restante. El impasible Fusfus. 

-Voy -dijo subiendo a toda la velocidad que su enorme cuerpo le permitía, que era poco más que la de un chucho pequeño al subir esas escaleras infernales, y al subir, no parecía que hubieran mucho arriba.

En ese momento, escuchó la voz de Felicia avisarles, y sin dudarlo, se lanzó a toda velocidad en la dirección en la que escuchaba la voz de su compañera. La misión estaba hecha, ahora tenían que huir.

-¡Ya voy! -gritó saliendo como si fuera un tornado en la dirección.

El gatico Bola de nieve sale a rescatar a Fusfus. Se asoma y ve como los humanos están aún mirando el daño de las heridas infringidas por Bola de nieve a la humana. El humano, tiene un pañuelo e intento secar la sangre, mientras la humana os busca con una mirada de pocos amigos. Bola de nieve no se da cuenta que en ese momento Fusfus ha emprendido una carrera en su dirección y una bola de pelo enorme le viene encima. Ambos gaticos acaban hechos un amasijo de pelo, patas y bigotes, tras topar Fusfus con Bola de nieve.

Esperaba a Fusfus y me encontré con el gato ninja tan oscuro y silencioso como una sombra. _-¡Meuw!- Pegué un respigo sobresaltada.

Sus pestañeos y maullidos me invitaban a salir de ahí. Su mensaje me hizo sonrojar, quizás me hubiese sonrojado más si mis humanos no me hubiesen esterilizado. ¡Malditos humanos!

¡Era cierto! ¡La habíamos cumplido! Asentí con convición pintada en la mirada.

-De acuerdo, pero vigilad con las trampas come-gatos.- Lo advertí antes de escapar por la ventana. 

La situación era que los humanos estaban ocupados con el anterior ataque de Bola de Nieve. -Tuviste suerte de que no alcanzara tus ojos, inmunda gigante. Pero gigante era lo que se le venía encima. Fusfus, oyendo tal vez, la llamada de Felicia venía corriendo. El gato ninja pensaba que tal vez el Impasible amasijo de carne y pelo se apartaría...

-¡Oh! Ahí está Fusfus... Eh, quieto... para, vas muy rápido... ¡Ya has llegado, para! ¡¡PAARAAAAAA!! -¡MIEEEEEWWW!

Los dos gaticos acabaron en el otro extremo de la entrada del cuarto de baño. Todo daba vueltas, el gatico negro oía las voces de sus camaradas atenuadas, como si estuvieran sumergidos en ese odioso líquido que se bebe. En sus oídos resonaba también un pitido insistente. Todo estaba borroso.

Consiguió incorporarse después del batacazo. Sus sentidos se estabilizaron poco a poco y todo volvía a la normalidad. 

-¡Por el rabo de Bastet, Fusfus! ¿Es que no tienes ojos? ¡Más cuidado la próxima vez! -Dice el orgulloso gatico con voz grave mirando al enorme gataco desde abajo. 

-Bien... Vámonos. -Mira a Ofelia, que está controlando cómo sube Felicia. Vigilaré la puerta. ¡Daos prisa!, Weeow

Sphynx dejó en un acto de caballerosidad gatuna que la pequeña gatita saliese primero, asegurándose de que Bola de Nieve no necesitase ayuda en su rescate de Fusfus, que debía haber encontrado una calva en una pata o similar, de lo contrario no podía entender cómo había ignorado las llamadas que le había hecho cominándole a seguir al gato negro (y seguramente otras llamadas que le habría hecho Bola de Nieve... pero como no estaba tan pendiente pues eso no podría asegurarlo).

-¡ya va, ya va!- dijo a Bola de Nieve en cuanto vio los extensos bigotes de Fusfus asomar por la puerta, encaramándose hasta la ventana y saliendo a toda prisa por ella en pos de Felicia.

Fusfus iba corriendo a la carga para ayudar a sus compañeros cuando embistió algo negro, dio vueltas y en ese momento vio a Bola de Nieve entre sus pelos y su cuerpo- Si que tengo ojos, pero que tú no me hayas visto a mí si que tiene delito -dijo excusándose mientras se volvía a poner en pie y se dirigía hacia la salida que le indicaban.

Se dirigió hacia la ventana y salió con toda la gracia gigantesca de la que su cuerpo le permitió hacer gala en esa situación.

La misión estaba cumplida.

Los cinco gaticos salen de vuelta al árbol por el que entraron. Cerrando filas va Bola de nieve, que vigiló que los humanos no volvieran a intentar engaños y trucos rastreros sobre ellos. El gatico callejero aún no puede creer que se haya dejado llevar ni por un momento por los arrumacos de aquella humana. Dejan atrás la casa del señor Smith, con la satisfacción de la familia cumplida. 

Del árbol vuelven al patio de la señora de la escoba y de ahí salen sin problemas a la calle, donde Apestoso les espera.

-Enhorrrabuena, gaticos... Yo mismo inforrrmarrré de inmediato al corrronel. Vuelvan a sus hogarrres y disperrrsense hasta que rrreciban un nuevo llamado a filas, sigan con sus vidas cotidianas y no hagan sospecharrr a los humanos de que prrronto tomarrremos contrrrol de todo.

Aterrizó en el patio de la señora antigatos (antigatos pero proFelicia) tal y como caían habitualmente los gatos... con una gracia sublimemente sublime, es decir, flexionando adecuadamente las patas para amortiguar la caída al tocar el suelo.

-Pfsss... Apestoso- resopló por el hocico dos veces, sacudiendo la cabeza. Aspestoso nunca era un elemento fácil de aceptar cerca, incluso aunque le fuese a dar el reporte de la misión al Coronel Bigotitos-No hay ni que mencionarlo- haría lo que mejor se le daba: ser insufriblemente indiferente a las atenciones de su humana mientras dormía al solecito que entrase por la ventana a lo largo del día.

Miró al resto de gatos y se lamió una pata para pasarla por una de las orejas.

-Ha sido una buena misión, mew , sin el líquido asqueroso y sin el putogüifi...-afirmó con la cabeza, pestañeando con deliberada lentitud. Un "beso de gato" como lo llamaban los humanos.-Nada de riesgos hasta la próxima reunión gatuna-se estiró y abrió las pequeñas fauces en un bostezo revelando los finos colmillos que al cerrarse sobre la carne resultaban punzante como agujas-mew... me espera una buena siesta- asintió pasando junto a los demás gatos con un leve roce a modo de despedida, apoyando una pata en la cabeza de Felicia, entre las orejas- cuidado con las pelusas.- le dijo casi con preocupación antes de buscar en la penumbra de aquel lugar el hueco por el que se habían colado al entrar para regresar al hogar de su humana.

Y para demostrarle quien manda en esa casa cuando llegara se dormiría en su cara. Nunca fallaba.

Bajé cuidadosamente detrás de Sphynx, intentando imitar su agilidad y destreza, pero el último instante tropecé, y caí.-*Meuw*- Me quejé sacudiendo las patas al aire, aprovechando para frotarme donde aquél líquido pringoso me escocía y moviendo la espalda para enderezarme.

Entonces, suspiré. Nunca conseguiría ser diestra como mis camaradas felinos, pero me alegraba muchísimo (a pesar de estar llena de ese polvo apestoso llamado café) de haber formado parte de aquél equipo. Sentía el orgullo creciendo como un calorcito dentro de mi moteado pecho que llené de aire orgullosa. Apestoso nos felicitaba y eso era como una medalla en sí, casi tan satisfactorio como un plato lleno de “Whiskas” recién servido.

Cuando el pelado se despidió, paseé por su lado haciéndome sentir, ronroneando mostrando mi gratitud y afecto, algo que extendí a cada uno de los que ahora eran mis hermanos de batalla. _{–PrrrrrrRRRRrrRRrrrr.-} Ronroneé satisfecha. Me lo había pasado muy bien con todos ellos e incluso perdoné el desliz de Ofélia con quién con el tiempo llegamos a ser grandes amigas. Éramos un gran equipo por el cual sería capaz de ponerme en la boca del lobo (a poder ser muerto, vivo ni loca) porqué sabía que juntos podríamos salir. ¡Lo podíamos todo!

Y cuando íbamos a separarnos, una vez limpié al menos mis orejas con mis patas, me subí trabajosamente a un pilón y les di un consejo que les cambiaría la vida para siempre. Les dije… ¡Oh! Esperad. ¿Qué?¡¿?Qué sido eso!¿Lo habéis visto? Espera, espera, espera que vuelve, sí, sí. No se va. No espera vuelve. ¡Oh!¡¡Mirad!!¡¡¡Motita!!!

Cuando llegaron donde estaba el gatico maloliente, Bola de Nieve casi no le prestaba atención. Permanecía sentado lamiéndose una pata cerrando los ojos de vez en cuando. 

-Qué sorpresa de equipo. Unos gatos audaces y valientes a pesar de todo. Si alguna vez estoy en la situación del coronel, cosa que anhelo, los elegiré para formar equipo conmigo. Sea la misión que sea. Buenos elementos. Ohhff, cómo apesta éste maldito Apestoso, Asqueroso, o como se llame...

-Camaradas, ha sido un honor trabajar con vosotros. Espero que, si volvemos a reunirnos a las órdenes de Bigotitos, llevemos a cabo la misión juntos. Tened cuidado en vuestras prisiones con los humanos. Recordad quienes sois y por qué lucháis. 

Hablaba mientras se paseaba, asintiendo con la cabeza a cada uno de ellos. Con Fusfus tuvo que mirar hacia arriba para poder verle los ojos. Luego buscó a Ofelia con la mirada. Él ahora era callejero, como ella.

-¿Qué me dices gatita? ¿Vamos a cazar algo para desayunar? Tengo en mente un par de planes que podemos llevar a cabo. Y tú seguro que conoces un buen sitio para asentarnos...

Fusfus salió por la rama como el gato más ágil del mundo, saltó de la rama al suelo y salió con la mayor gracia felina jamás vista en toda la historia. O al menos así se vio él.

En realidad, mientras caminaba por la rama, ésta amenazaba con partirse, y cuando saltó al suelo no cayó sigilosamente, sino como si hubieran tirado un bloque de cemento contra el suelo, dejando unos huecos en el suelo de la presión de su cuerpo tras la caída.

-Apestoso, asegúrate de que sepa quiénes hicieron la misión -si se intentaba colgar alguna medalla, Apestoso sería la próxima comida de Fusfus, eso seguro.

Tras eso, y mientras los demás se despedían, Fusfus buscaba con la mirada al maldito chucho al que había puesto en su sitio, puede que un día que se aburriera volviera a incordiarle, solo por divertirse.

-Ellos están prisioneros conmigo -dijo el enorme gato a Bola de Nieve- hago lo que quiero y ellos solo se desviven por mí, ¿qué más puedo pedir? -esbozó una ligera sonrisa antes de ponerse en camino de vuelta- si alguna vez os cuesta encontrar comida a ti y a Felicia, acercáos por mi casa y os sacaré por la noche algo al jardín.

Ofelia salió de la casa considerablemente avergonzada, pero aún con el delicioso sabor a atún en su adorable hociquito y la satisfacción de haber cumplido la demandante misión. Saltó tras sus compañeros y se sentó a escuchar con atención al astuto Apestoso, habitante del paraíso de basura. Se alegró al ver que los felicitaban a todos por igual, soltando un pequeño maullido de felicidad por el logro. 

En un evento tan poco frecuente como ver un campo de tréboles de cuatro y seis hojas, Ofelia ronroneó ruidosamente a sus compañeros, casi como si se tratara de un motor. Una gata grande como era, sus capacidad para hacer aquel sonido que solía omitir de su vida cotidiana era potente. Estaba feliz, porque veía a todos sus compañeros contentos y satisfechos, y Felicia incluso parecía haberla perdonado. En el momento, había pensado que jamás podría borrarse sus ojitos de decepción de la mente. No tuvo necesidad de decir nada, pues Ofelia no era gata de muchos maullidos. 

¡El mejor callejón de toda la ciudad, compañero! - exclamó, aún hambrienta y dispuesta a compartir su refugio con Bola de Nieve. Quizás hasta le presentaría a sus contactos entre los gatos callejeros más malhechores de la ciudad. - Gracias, compañero Fusfus - respondió a su oferta, pues aunque la mayoría de las noches se conseguía alimento por malo que fuera, algunas había que pasarlas escuchando al estomago rugir. - Ustedes siempre serán bienvenidos en el callejón.