Memoria...
Que cosa más extraña…
Algunas veces parece imposible retenerla. Como cera caliente que se derrama entre tus manos y que te es imposible no derramar un poco aquí y ahí. Otras veces la memoria te sorprende con detalles tan lúcidos como si te corta con un cuchillo afilado.
La noche que resistimos las embestidas de los Germanos envueltos en pieles mal olientes atrapados en un poblado en llamas… La noche que le alcancé a Él mi cuchillo y miré como cortaba a mi hermano y lo lanzaba al caldero hirviente. Su cara burbujeando en el vino que se derramaba por el borde de la marmita... Mi primera muerte, una joven sirvienta con aliento de pescado… ¿O fue aquel Magistrado liberto el que primero cayó por mi hambre? Incluso ahora Chiquillo mío, mi memoria ya no es lo que era.
Otras veces en cambio, después de que me levante de un largo sueño, recuerdo que tengo una caja fuerte con detalles de león grabados y cerradura de hierro. Cuando soy capaz de recordar eso, como lo soy ahora, voy a la caja y la abro con la llave que llevo colgando de mi cuello. Y leo lo que he escrito tratando de encontrarle un sentido a todo.
Si me permites vivir una noche más mi querido chiquillo te escribiré algunos sucesos que han marcado se sepa o no toda la historia de nuestra Estirpe y de los humanos y de los que fui testigo de excepción…
Apenas la moribunda luz del candil llegaba a iluminar el repleto y abarrotado scritporium, los libros podridos por la humedad del lugar eran ahora solo el hogar de unas ratas negras y regordetas que husmeaban nerviosas el aire. En el centro, una figura encorvada por la edad. De manos arrugadas y ojos velados por las cataratas escribía como si poseído estuviera, en forma de apretadas telarañas de palabras la historia real de un Imperio que gobernó el mundo conocido. Mira hacia atrás, aún no han venido por él.
Continúa escribiendo.
Continúa escribiendo.