Partida Rol por web

El Padre Sebastián ataca a dos perros del caballero a uno de ellos lo deja inconsciente ya que había recibido dos buenos tajos de Rafael, al segundo lo deja herido al darle un buen golpe en el pecho.

Los dos sirvientes atacan al perro que quedaba de la lidia con el Padre, dándole en la pata izquierda de atrás y delantera, aunque los cortes con la espada no consiguen malherir a la bestia. Los sirvientes del diácono eran débiles a la hora del ataque y además vengativos, y aunque no hacían mucho daño algo si hacían y se resarcían por ver al perro todavía vivo. Eso les valía para conservar más tiempo lidiando con el animal y así no ayudar al caballero.

Rafael al ver que sus compañeros estaban empezando a matar a los perros, él no quiso quedarse atrás y concentró toda su fuerza en el siguiente golpe ante el perro que tenía delante suya, estaba ya malherido gracias al padre Sebastián, pero eso no hizo que el joven caballero limitara su fuerza. Levantó el montante por encima de su cabeza y asestó un potente tajo descendente que alcanzó la pata derecha trasera del can, destrozando en su caída la cadera del animal y cualquier tejido u órgano que se interpusiera en el recto camino de su certera espada. El animal salió despedido tras el fuerte impacto, y el caballero estaba seguro de que no volvería a levantarse.

Sin embargo en su segundo ataque no consiguió acertar a su víctima, había puesto demasiado empeño en conseguir atacar al anterior perro y ahora no gozaba de las mismas fuerzas, por lo que no pudo repetir su brillante acción anterior.

El caballero da un temible tajo al perro con su montante que casi le corta la pierna, ya estaba herido por el padre Sebastián y el tajo ese lo acabó de tumbar. 

Con la sed de batalla encendiéndose levemente en su interior tras el gruñido lastimero de su víctima, Grabiel se relame el labio superior cuando arranca de un movimiento seco el cuchillo del cuerpo del perro.

El frío y el miedo son emociones que van relegándose a un lugar secundario en su mente, aunque sabe que hasta eso es una ilusión, pues él simplemente remata a los canes heridos que dejan atrás los otros más duchos en el combate, pero cuando blande el cuchillo se permite fantasear con los tiempos en los que él todavía corría entre soldados peleando a muerte para poder retirar y atender a los heridos.

Cuando ve como uno de los perros recibe una herida bastante sangrante, decide que ese va a ser su próximo objetivo, y rápidamente apuñala al animal con su herramienta de trabajo en los cuartos delanteros.

Grabiel consigue darle una tremenda cuchillada a la bestia en el lomo, pero todavía el animal no caía y a pesar de sus heridas el condenado se mantenía en pie. 

Allí, a lo lejos, se iban acercando una manada de unos diez perros que con sus ladridos atemorizaban a todo el pueblo mientras corrían calle abajo hacia ustedes.

Los dos perros restantes atacan al caballero y al médico, el caballero recibe solo un ligero pinchazo en la pierna debido a una pequeña mordedura, mientras que Grabiel la recibe en el pecho. Ambas mordeduras no han llegado a agarraros y son leves mordiscos dignos de soportar en el combate. Ambos perros están malheridos aunque ya deberían de estar muertos, últimas estocadas o porrazos o tajazos según las armas que portéis le quedan a esas malditas bestias que deberían de estar ya en el imperecedero sueño de la muerte.

Enardecido por sus recientes éxitos, el buen padre acometió a los dos canes que quedaban y que habían cometido el desafuero de continuar atacando al caballero. En su mente cualquier consideración que no se ciñera a la obtención de la victoria en el combate había desaparecido y ya no paraba en mientes de si la muerte de los canes acabaría por suponer un problema para sus dueños.

Con la borrachera de la furia del combate en sus venas volvió a lanzar sendos ataques según una rutina similar a la que había utilizado previamente con su fiel maza.

Lanzando sendos golpes crueles liquidó por fin aquella amenaza a la espera de nuevos atacantes.

El Padre golpea con su porra en la pata trasera derecha del animal destrozando varios tendones del pie, el animal no puede soportar las heridas recibidas y cae bajo el yugo de su arma. Después hiere al otro animal en el pecho rompiéndole varias costillas, que muere debido a las numerosas heridas que le han inflingido.

La manada baja adelantándose cinco de ellos a los demás y os atacan en carrera.