Partida Rol por web

Alfonso se despertó con ambos cuchillos en sus manos. Desde hacía mucho tiempo siempre había dormido con ellos, y más desde que ahora vivía rodeado de un grupo que ni si tan siquiera le había dado tiempo a conocer. En cuanto vio a los lobos encima de él, decidió actuar. Había llegado el momento de comenzar a acuchillar a esos canes. No dejaría que hiriesen a ninguno de ellos.

Aclarado queda que Mikel es un perro cobarde seguirá en el árbol y pasa su turno a Bieito.

Bieito viendo ya a los lobos encima, y como algunos compañeros se disponían a luchar, decidió hacer lo mismo. No era buena impresión ir pareciendo un cobarde delante de los hombres del marqués.

Soltó el arco y llevó la mano a su bracamante. Con el sudor resblandole por la frente, buscó con la mirada al lobo más cercano y arremetió contra él, tratando de asestarle un golpe en el cuello.

Debido al ímpetu y a los nervios, erró el golpe, sin rozar si quiera al animal.

Maldito cabrón, masculló. Voy a hacerme una capa con tu piel, exclamó mientras recobraba la guardia.

No pensaba dejar que aquellos lobos de mierda me jodieran, así que empecé a repartir hachazos a diestro y siniestro, furioso. Si aquellos cobardes no acababan con ellos, tendría que hacerlo yo. Mientras daba cojas zancadas (mi cojera se veía acentuada por el hecho de estar recién levantado), mi arma era certera, guiada por la furia que solía poseerme cada vez que la adrenalina del combate recorría mi cuerpo...

Bien es sabido por las gentes que están acostumbradas a tratar con esas alimañas, que los lobos tienen miedo o al menos respeto al fuego. Fue por ello que Rafael echó mano de un tizón de la hoguera y lo enarboló cual espada en una mano mientras que en la otra sujetaba su fiel hacha de batalla. Haciendo movimientos intimadatorios con el tizón, se preparaba para atizar al primer lobo que tuviese a tiro con su hacha.  Fue así que en uno de estos movimientos apreció que un lobo retrocedía amedrentado invitándole a atacar, ocasión que no fue desaprovechada. El hacha de Rafael describió un arco en el aire que impactó sobre el cuerpo del lobo provocando un reguero de sangre.

-¡Muere, bestia inmunda!-

El ataque había fallado, pero había asustado un poco al animal, que dudaba. Aprovechando ese momento, Bieito lanzó una segunda cuchillada, fallando nuevamente. Cagoenputa!, exclamó al fallar otra vez.

Los lobos igual podían ser cuatro o cinco que veinticuatro, no había manera de contarlos con la poca luz que había, así que la única manera de llevar el recuento era dándoles muerte uno por uno. Y en ello se pusieron varios de los bravos y aguerridos "investigadores" de la taberna de Irati.

Rafael, con un golpe lateral, rebanó la pata trasera izquierda del lobo más cercano hundiendo el hacha hasta la "tripa" del gran can dejándole fuera de combate, el lobo quedó tirado aullando de dolor y desangrándose.

Mikel quedóse en el árbol viéndolas venir mientras que Bieito sólo cortó el aire Juan se convirtió en una auténtica segadora lobuna y con sendos golpes mandó a dos lobos a varias varas de distancia de la fuerza con la que golpeó, si ambos no estaban muertos poco les faltaba.

En el fragor de la lucha sólo Mikel pudo darse cuenta de que en realidad ya sólo hacían frente al grupo dos lobos, las sombras que habían proyectado la manada y todo el follón había hecho pensar que eran muchos más. Al ser animales grupales y ver el destino del resto, los dos lobos que quedaban salieron del círculo de luz y emprendieron una honrosa retirada para volver a importunar otro día.

De momento os habíais librado de una buena, no gracias a Mikel, por cierto. Quedaba algo de noche aún... ¿alguno se atrevería a domir?

¡Ja! ─exclamé al tiempo que bajaba de las ramas de un habilidoso salto ─acabóse lo que dábase ─me quité algunas hojas secas y pequeñas ramitas que se me habían quedado atrapadas en el pelo y los ropajes durante la precipitada trepada.

Poco restaba ya para el amanecer, asi que sentado en una roca y con las piernas cruzadas, saqué del zurrón las viandas. Devoré con ahinco la endurecida y desabrida hogaza que acompañaría a mi estómago probablemente el resto de día que estaba por venir. El aire fresco de la anochecida y el aroma de la tierra bañada por el rocío me transportó brevemente a otro lugar mientras esperaba a que lorenzo, tímido y perezoso, asomara para calentar nuestros tullidos cuerpos.

Bieito enfundó su cuchillo al ver que los lobos huían. Recogiendo el arco que soltó en el suelo y comprobando que no estuviese estropeado, se giró al ver bajar al que se había subido al árbol.

Sin quitarle un ojo a Mikel, dijo, Alguien tendrá que facer guardia mientras los demás durmimos, ¿no?

Luego se puso a mirar por el bosque, no se fiaba. En su experiencia, sabe que los animales podrían volver en cualquier momento. Cuando las garras del hambre se clavan en la barriga, lo demás no importa.

Rafael limpió el hacha sobre el pelaje de uno de los lobos muertos y luego la dejó apoyada contra un árbol, cerca de su catre. 

-Más nos valdría seguir durmiendo. Mañana nos espera otro duro día de marcha. Que vuesas mercedes descansen, pues yo haré esta guardia. 

Estábais tan acojonados que ninguno consiguió volver a domirse, como mucho un par de cabezadas poco profundas y tras el amanecer algo de pereza para no ser el primero en despertar. Tampoco hubo que esperar mucho hasta que Rafael acudió a los bultos que parecían dormir para descubrir que en realidad todo el mundo estaba despierto. Ojerosos, echáronse agua sobre las caras intentando borrar las huellas de una mala noche, sin éxito alguno.

Hubo de reemprenderse la marcha y así se hizo, hacía aún más frío que el día anterior y el sol apenas era un consuelo menor, estaba allí pero parecía no calentar. Cuando avanzó la mañana sí se notó algo que el frío aflojaba, aún así estos lares eran tremebundos.

La mayor parte de aquel nuevo día camináis de mala gana, almorzando algo por el camino a media mañana, tras el almuerzo ya notáis que os pesan - y duelen - las piernas. A media tarde llegáis: