...Toñi... ijaputa... Toñi, zorra de loh infiernoh, mala mujé y mala puta... mira lo que me hase desí, Toñi, lo que tengo que hasé pa salvá tu nombre y el de tu hijo, mi nombre...
¿Loca? Quizá. Tenía que limpiar el nombre de la familia y el llevar a cuestas el recuerdo de una malvada Toñi iba a ser difícil sin cierto maquillaje.
¿Lo otro? Jose Luis se sonría por dentro. Le importaba una polla si la Toñi cayó o fue empujada. El resultado fue el mismo, la muerte. El futuro de la Kimberly se la sudaba. No era ella su objetivo. Era el legionario, ese armario con el que la Toñi había mancillao sus polvos, traicionándole en su propia cama pensando en el soldado mientras por dentro vomitaba en la boca de Jose Luis. Ya no podía castigar a la Toñi, y no podía meterle un tiro en la polla al otro... pero sí podía tocarle los cojones. Y para eso estaba la Kimberly. Al Cagaprisas no se le toca la hombría ni la hembra.
Y de rebote, estaba dispuesto a poner a prueba los auténticos valores de Mari Cruz. La santa, la limpia. La que cree en la ley y el orden.
Si llega a arquear más las cejas se le escapan de la cara. Menuda trola.
La Castaño no había llegado hasta donde estaba siendo una ingenua ni una blanda, pero estaba visto que por ser mujer la tomaban por tonta. Por dentro estaba que echaba chispas, si por ganas fuera se hinchaba a llorar, o le metía un tiro entre ceja y ceja, o las dos cosas. Pero no. Tenía suerte el mostrenco, era clavadito al mamón de Contreras, el sargento chusquero que se la quería follar en la academia y que la quiso meter en más de un embolado para cubrir sus cagadas y sus intrigas de fracasado envidioso, clavadito, clavadito… había aprendido a distinguir el olor de la mierda de esos elementos. El mismo olor de ese momento.
En fin, el “caso Toñi” no estaba haciendo más que confirmarla en cuanto sospechó desde un principio “Ay Natacha, donde te has ido a meter…” el sentimiento de traición le vino bien, el humo ayudó, los ojos y las mejillas se le enrojecieron y hasta hubo un apunte de lagrimeo, eso le haría creer que estaba afectada y se solidarizaba con él. Mierda podrida.
“La Toñi no era mala persona. No era mala… nunca ha tenido ambiciones políticas ni ha deseado poder… no te lo crees ni tu majo.” Parafraseaba en su cabeza mientras meneaba la barbilla para que supiera que le escuchaba. Memorizaba cada palabra, bonica era ella pa esas cosas, directo al informe, en cuanto saliera de allí se lo apuntaba en la libreta. Se indignaba más y más mientras el Cagaprisas se echaba paletada tras paletada de mierda sobre si mismo “Así nos lo pagas…” Mari Cruz se preguntaba porque cojones andaba hilando esa enorme mentira ¿Honor? ¿Por su hijo? Ahí había algo más, algo que no terminaba de cuadrar… la maquinaria cerebral de la guardia civil trabajaba a destajo, entonces empezó con la segunda parte, una perorata destinada a tocarle la fibra sensible, a manipularla, a espolearla, a amenazarla… y por ahí sí que no “Aquí la has cagado del todo…”. El sentimiento de decepción la atronaba, menos mal que no puede verse el interior de las personas, la granadina era una tormenta de esas tan bestias que llaman ahora “ciclogénesis explosiva”, terrible, el Cagaprisas no tenía ni idea del error que acababa de cometer, le acababa de dar la clave “¿Justicia? Tú no sabes que es eso, tú quieres venganza”, iba a por la Kimberly, fijo. Nunca le había fallado su sexto sentido.
Sopló, le tocaba mover ficha y había de hacerlo con más cuidado que si tuviera que cortar el cable azul o el rojo de una bomba. Al fin y al cabo es lo que Jose Luis había sido siempre, una bomba de relojería.
-Vaya…- escuchó todo aquello con las mejillas y los ojos enrojecidos, torpemente con la mano izquierda incluso se enjugó las incipientes lágrimas. Estaba atónita, no podía creerse lo que le estaba contando, eso si que era alucinante y no el humo del porro. Cubrió parcialmente la cara con la mano llena de asombro, puso gesto de pensar, soltó el aire por la boca de ese modo que hace tamborilear los labios y el sonido –que fuerte…- dejó la mirada como perdida en la luz que entraba de más allá de la ventana, meditabunda.
Sacó el brazo del cabestrillo y se presionó la palma, necesitaba descansar, se estaba engarrotando por momentos –Ufff- se quejó.
Regresó la atención hacia el viudo devolviéndole una mirada cristalina y llena de decisión, respiró hondo, la ocasión requería solemnidad –Jose Luis desde que nos comunicaron la noticia en el despacho no he hecho otra cosa que investigar, lo creas o no, estas cosas cuanto antes se solventen mejor. Yo soy la primera interesada en dilucidar la verdad y que reine el orden, después de cuanto hemos trabajado todos no voy a permitir que nada lo eche por tierra- estaba eligiendo concienzudamente -Carrillo me ha hecho un informe detallado, he hablado también con la doctora para que haga un informe forense, he hablado con Natasha… y lamento decir que todo apunta a un desafortunado accidente. No obstante aún quedan pesquisas por hacer, visitaré el lugar, haremos una reconstrucción de los hechos y repasaré los datos- enumeraba para que viera que contemplaba las distintas partes implicadas y áreas a contemplar -¿Me crees? Necesito que tengas fe en mi palabra porque estoy haciendo cuanto está en mi mano para resolver este asunto-
El corazón le retumbaba en el pecho, no se le olvidaba la reacción en el despacho y temía que pudiera volver a ponerse violento si algo le resultaba insatisfactorio, Mari Cruz no conocía otro modo de expresarse en esos momentos tan graves que siendo analítica, muy profesional, aunque esperaba que la última pregunta le hiciera llegar su preocupación y compromiso. Necesitaba su confianza y que la dejaran hacer su trabajo.
Jose Luis fue claro y categórico: Claro que te creo. Quizá estaba desarrollando poderes de tía, pero creía que disimulaba de puta madre. De cualquier modo, era lógico que ante la pérdida un hombre así pensara, en primer lugar, en la venganza. Mari Cruz no perdió tiempo y habló con varias personas. Con la doctora, pues tenía varias cosas que comentarle, sobre todo acerca a la autopsia al cuerpo de la Toñi, y luego con el Tatu guiándose por su intuición femenina. Dios no quisiera que ella tuviera razón, pero claro... había datos para pensar que si. Sus sospechas se cerraron cuando habló con Titos, que había registrado la casa del Cagaprisas: ni rastro de pastillas más allá de lo normal. Jose Luis se creía que podía marcar goles a gente que se dedicaba a investigar.
Pero todo quedó ahí, al menos de momento. Había asuntos más urgentes de los que ocuparse. Como por ejemplo, preparar la operación de la señora Fulgencia y prepararse para el largo invierno. Enterraron a la Toñi en el cementerio del pueblo, un lugar paradójicamente tranquilo y despejado de criaturas. La ceremonia fue sencilla y Jose Luis gozó del apoyo de la gente del pueblo. A pesar de sus tendencias destructivas, debía admitir que la gente se portaba con él, que le querían y respetaban por el trabajo que hacía. Eso ayudaba a reparar las heridas.
Dos días más tarde, dieron el alta a Don Faustino. El Cagaprisas se lo cruzó en el bar un día más tarde, el de su inauguración oficial. Bar con futbolín, dardos y muñequita de la flamenca encima de la tele (que se usaba para proyectar películas casposas que consiguieron en una gasolinera y colecciones particulares). No había animadversión entre ambos, y el gesto fue público y notorio, calmando a los más escépticos sobre la reacción de su Hulk favorito.
Poco a poco, la gente fue dejando de murmurar y se puso de nuevo a trabajar. Había trabajo para todos, y buenas ideas que poner en marcha. Como Don Faustino había hecho trabajos sobre los castillos de Jaén, hicieron inventario de lugares áptos para la defensa. La idea era concentrar allí a la población dispersa que ocupaba torres, caseríos y refugios improvisados, implantando el Plan Baños con una especialización en cada lugar, de cultivo o cría de animales, para crear una auténtica red de puntos fuertes que, a la larga, pudieran abastecerse mediante el intercambio vía globo o mandando convoyes a lugares cercanos.
Fue difícil, pero no tanto como pensaron en principio. La clave estaba en los "embajadores". Gente de Baños que iba a ayudar a esas personas a instalarse, a encontrar sus suministros, armamento y material. Era un trabajo sacrificado, que apartaba a la gente de sus nuevos hogares. Pero también prometedor. Así se habitaron el Castillo de Alcaudete, el de la peña de Martos, el de la Yedra (en Cazorla), el pequeño castillo de la Iruela, el cercano castillo de Linares o el de Sabiote, entre otros. Además se comenzaron a llevar a cabo proyectos interesantes, como la puesta en uso del recinto amurallado de Espeluy, que estaba a media hora en coche. Un antiguo castillo, ahora propiedad particular, del que quedaba un gran recinto amurallado utilizado por el dueño como huerta y patio de recreo particular. El dueño estaba muerto, así que no iba a reclamarlo ni echarlo en falta. Allí se ideó crear unos cultivos de invernadero muy productivos, al estilo de Almería, capaces de ir sacando cosechas de hortalizas cada mes y medio o dos meses, aproximadamente. Cultivarían patatas, tomates, pimientos y otras cosas que irían alternando para no castigar mucho el suelo. Ahora la diferencia era que, en vez de en los tejados de las casas, allí se podía sacar cantidad.
Por eso los puntos fuertes de aquel sistema tenían vigilancia, no solo contra los apollardados, si no contra los que no lo eran. Nuevos miembros del somatén, dirigidos por veteranos, que vigilarían las murallas día y noche, pendientes de no llegara ningún trepa y se quisiera llevar su futura comida a punta de pistola.
Pero, en general, no hubo muchos incidentes de ese tipo. Jaén no era Estados Unidos, y la figura del "lobo solitario armado" era más propia de las películas que de la realidad. Solo había que temer a algún antiguo cazador que se le había ido la pinza al perder su familia, que malvivía consiguiendo cosas donde podía con su land rover como única defensa.
En esas tareas estuvieron ocupados nuestros protagonistas, incluido el Cagaprisas, que curró casi desde el primer día. En sus días y ratos libres alternaba entre el bar, su hijo y la Naty. Se habían vuelto a acercar el uno al otro, aunque él estaba un poco más frío que antes. Como desengañado o herido por la vida. Pero ella tenía buena mano y sabía como curar sus heridas, físicas o mentales. A diferencia de la Toñi, no era una mujer con mal fondo, y sabía ser agradecida. Esperaba de Jose Luis algo más que un macho ibérico en la cama. Un futuro padre para su hijo en común, que iba creciendo en su vientre de manera cada vez más evidente. Ella, por su parte, comenzó a ejercer en sus largos periodos fuera del castillo de madre para el Deibi, una madre cariñosa y mimosa, más ajustada a un niño de aquellas características. El Cagaprisas en principio se molestó por ésto, pero luego ató cabos. Él no estaba hecho para vivir solo, por que si no se dejaba. Si no tenía como objetivo estar presentable para la hembra al volver a casa, le importaría una polla afeitarse, arreglarse o hacer sus ejercicios. Después de todo, la Naty había estado en su pensamiento incluso cuando la Toñi estaba viva.
Pero estamos hablando mucho de Jose Luis, y conviene decir que los demás también tuvieron ajetreo. Mari Cruz, como siempre, más liada que la pata de un romano, tuvo que gestionar muchas cosas. Se prometió un "intercambio" con Segovia, algo así como un préstamo o un ERASMUS. Ellos les enviarían a un cirujano cualificado, y ellos mandarían a Don Faustino a la capital para que usara su buena cabeza en beneficio de todo el país, o lo que quedara de él. Además, tuvo que coordinar todos aquellos esfuerzos de asentamiento y repoblación en la comarca, dejando a Vílchez, nuevo sargento (ratificado por Airás en una breve visita de cortesía que hizo a Baños), al mando en su ausencia. A diferencia de Carrillo, él prestaba más atención a la gente. Procuraba atajar cualquier gilipollez antes de que se produjera, y cuando se producía la resolvía con una mezcla de mano izquierda y un poco de inmovilizador eléctrico.
Kimberly terminó de donar sangre, y la abuela recibió un "alta provisional", pues prefería esperar a la intervención en su propia cama que en el hospital. De cualquier modo, todo quedaba bastante a mano, y en caso de crisis o necesidad, bajarla al hospital era cuestión de cinco minutos usando una camilla. En general, su estado era todo lo bueno que podía desearse para un enfermo de hepatitis con graves problemas de hígado. Potaba de vez en cuando, estaba débil y no podía trabajar. Afortunadamente, ahora nadie le metía bulla para que volviera a hacerlo, y su nieta no se separaba de ella, mostrando entereza y cariño, cualidades que todo el mundo pensaba que no anidaban en su corazón.
El Zeky siguió a lo suyo, con sus gallinas. Ahora criaba más, y la cosecha de huevos crecía bien. A pesar de un amago de crisis con unos pulgones, resuelto en una semana a base de limpiar todas las putas cajas de las gallinas, pronto el flujo de huevos se reestableció, crucial como la especia en Arrakis. Ahora además tenía un bar al que surtir. Hablando del bar. En él se institucionalizó un curioso sistema para nivelar un poco el efecto del borracho habitual. Cada persona tenía asignadas 7 consumiciones semanales, que podía gastar como quisiera. Si se pasaba de ese cupo, debía meter un papel en un bol de cristal a razón de uno cada consumición extra. Al final de la semana, se sacaban los papelitos, y al que le tocaba pringar, debía hacer tareas sucias para la comunidad, como gestión de basuras, limpieza o cuidado de ancianos. No estaba mal pensado.
La Yaiza seguía a lo suyo, de aguadora, y como el Tatu a la Kimber, la Naty al Cagaprisas o el Vílchez a Mari Cruz, le daba al prójimo una carga de caballería muy de vez en cuando. Pronto los condones iban a escasear, a no ser que encontraran un sitio donde cargarlos por palés. Seguro que se haría, tenían cojones para eso y para más.