Partida Rol por web

El mayor peligro de celebrar una victoria con un funkotroniano reside en que para ellos coordinar la danza, el canto y una exhibición con algún instrumento de cuerda o percusión es pan comido. Ventajas de la hiperactividad salvaje, dirán los biólogos. Por ende, el clímax del jolgorio, la cúspide de la fiesta liderada por un funkotroniano, puede resultar fatal para tu pelvis.

La épica de la victoria, rematada por el rescate in extremis de la sandía legendaria conocida como Josefina, alias Pepita, gracias a una recepción que valía un número uno del draft de la cadete Nova Eris, había sacudido por completo al hiperbólico Drevlin, que poseído por esa emoción inclasificable denominada funk empezó a bailotear y a canturrear por todo el aula mientras enseñaba los oportunos pasos de baile al escuadrón.

La canción que entonaba resonaba sincera, sencilla y pura, tan pura que resultaba contagiosa, conectando con el sentimiento primigenio que latía entre los allí presentes en mayor o menor medida. No era nada fácil vencer en un simulacro amañado al cainita de Whataperry y a sus delirantes adláteres. Habían tenido que sobreponerse a innumerables -y desconcertantes- obstáculos, sufrir dolorosos sacrificios y contener la respiración en el último momento hasta que el Dr. Zoidberg cayó de brblblbluces en el Punto de Control entre una miríada de explosiones, a lomos de una desvencijada patoneta y con Tofu Banzai cortando el cielo de Punk City con un glorioso y letal Tiger Uppercut.

Aquella era una gesta de las buenas, oiga.

—I'M SHAAAAAAKING! I'M SHAAAAAAAAAAKIIIIIIING, BAAAAABY! —exclamó un poseído Drevlin, entregado al festejo en cuerpo y alma.

No se recomendaba emular algunos de sus movimientos rompepistas, salvo quizás a osados nonagenarios acompañados por su padre.

La victoria también mostró el rostro silente y contenido de la cadete Aponi, una mujer dura como un material aún no descubierto de algún planeta congelado en el sector Nicte, satisfecha con el mero hecho de vencer, muy distante a su sacrificio, uno que ni siquiera se planteó si podría haberse evitado. Hizo lo que hizo para dar una ventaja a los suyos. Y así lo volvería a hacer de ser necesario. No tenía otra opción. Estaba diseñada para ello.

Fue la única de la escuadra que se permitió un instante para reflexionar sobre qué habría ocurrido de ser aquella una misión real y suicida tal y como la había planteado el puto Tharkan. No estaba muy segura de que Huxley fuese un excelente estratega militar, pero sí de que tenía la pasta que había que tener para tratar con un puñado de inadaptados y bichos raros como aquella y salir airoso. La Flota Estelar a veces necesitaba hombres tranquilos como Huxley. Tipos que sabían sacar lo mejor de su equipo en las peores situaciones imaginables.

Correspondió al saludo de Huxley con la mirada del halcón que te está diseccionando vivo. Era una mirada que Aponi clavaba a la perfección. Luego estudió al resto del equipo. Joder, Nova Eris se había ganado su respeto. La joven le había echado huevos y había ido a por todas, igual que ella. Ganar a lo grande o morir en el intento. The Aponi Way. Drevlin era otro cabronazo mucho más diestro de lo que podría intuirse para ser un cerebrito. Y hasta el bocazas de Acid había demostrado que al menos había una puta cosa que sabía hacer de maravilla.

Moriría joven, lo tenía claro. Pero quizás no moriría como una jodida pringada, tal y como pensaba justo antes de arrancar el simulacro.

Epsilon se le acercó, esperando reproches colmados de bilis. Aponi le decepcionó.

—Olvídalo, pedazo de chatarra. Ganamos. Y lo hicimos a lo grande. Lo demás no importa una mierda. Se te fue la olla y casi nos matan a todos. Tienes algo en tu programación que a veces me hace pensar que tuviste un pasado en la Robomafia [*]. 

Lo cual era literalmente cierto. ¿¡Pero cómo podría saberlo Tala Aponi si este era el episodio piloto!?

—Tengo que hacerle unos ajustes a tu chasis. Esos cables tuyos... Casi me estrangulan, ¿sabes? Joder, los odio. A partir de ahora, recuérdame que si alguien me ofrece tofu le dé un puñetazo en las pelotas, ¿vale?

Aponi le ajustó la ushanka a Epsi y le dio un suave puñetazo a Epsi en el mentón.

—Mejor aún: si alguien dice tofu, enchúfale el táser en las pelotas. Hazlo por mí, pequeño.

Se abrieron las puertas del aula y entró la sobrecogedora presencia del Jefe Tharkan seguido por el Dr. Miyazaki y el sargento McMurdoch. Este último parecía estar conteniendo una atropellada sucesión de improperios contra Acid. Todo en orden en la galaxia.

—Descansen —dijo Tharkan con su voz mortuoria, emergente de algún profundo agujero negro.

—Este ha sido, sin lugar a dudas, el simulacro más impresionante que he presenciado en esta última semana —dijo, su efigie hecha puro estoicismo. Si se atendía a los matices del comentario de Tharkan, el kaspiano debía estar acostumbrado a ver auténticos espectáculos en la Sala de Control.

—Bah. El Escuadrón Negro lo hizo mucho mejor —dijo McMurdoch por lo bajini, crujiéndose los nudillos mientras evaluaba dónde golpear a Acid por su reiterada falta de disciplina. —Tú y yo nos vamos a hacer unos miles en cuanto acabe de hablar el jefe, Sugar Spike de los cojoncios —añadió apretando los dientes hasta que empezaron a temblarle.

Tharkan prosiguió.

—Han vencido a un enemigo superior en una auténtica misión de pesadilla. Se han adaptado al terreno. Han sabido sacrificarse para vencer. Han actuado... mayormente... como auténticos soldados. Y por eso... Les doy mi sincera enhorabuena.

Miyazaki murmuró:

—Tsk. Han aprovechado un pernicioso bug para vencer a mi jefazo. Cuando saque mi nuevo simulador, Elden Odyssey, o Space Ring, que todo puede ser, Tofu Banzai será...

*ZZZZZZZZZZZAAAAAAAAPPPPPPPPPPPPPP*

—¡Uuuuuugggggghhhhhhhhhh! —El Dr. Miyazaki cayó al suelo incapacitado para desarrollar más jefes finales tras ser taseado en las gónadas por Epsi ante la mirada anonadada de Aponi.

Tharkan miró a Huxley con sus ojos azul glaciar entornándose lenta, muy lentamente.

—Oficial, le espera un largo camino disciplinando a sus hombres.

Tharkan se cuadró y saludó a su nuevo Capitán de la Flota con una elegancia fuera del alcance de cualquier mortal. Para saludar así, con esa precisión mecánica y esa áurea majestad, uno debía ser un dios de la guerra.

—Bienvenido a la Flota Estelar, Capitán Huxley.