Partida Rol por web

El tráfico de la ciudad es un infierno cuando llueve, y hace dos noches que no deja de hacerlo, así que llegar hasta éste suburbio no ha sido tarea fácil. 

Te habían dado esta dirección, estas convencido: Una asco de sitio en toda regla. Es la típica zona residencial donde vive gente pobre amontonada en pisos hechos mierda, el asfalto está en mal estado y el foco de una farola al fondo de la calle parpadea en una lucha para no fundirse del todo.

Lo que no te habían dicho es que mandarían a más gente para hacer esa tarea. Plantada delante del cartel de neón que señala la puerta de la lavandería 24h ves a otra figura bajo la lluvia. Otro vástago. 

No la conoces, pero por las pintas supones que es otra chiquilla de los recados del jefe.

- Llueve... otra vez - refunfuño, mientras me dirijo con paso veloz hacia el lugar que me han indicado, y escucho como las gotas golpean contra mi paraguas de color turquesa. No es que sea una de esas personas a las que les molesta la lluvia, pero esta noche, para variar, el tiempo podía haberme dado una tregua, sobre todo teniendo en cuenta que había tenido que dejar el coche en un lugar bastante apartado de mi destino.

- Tampoco entiendo por qué me han citado aquí. Podrían haberse buscado una zona menos cutre. - sigo murmurando, mientras observo lo que hay a mi alrededor.

Entonces la veo, me detengo a una distancia prudencial, y resoplo, mientras la observo con detenimiento. No quiero sorpresas, y menos cuando se trata de otro de los nuestros.

Cuando tus ojos se entornan sobre aquella chica que tienes en frente, un halo pálido se dibuja sobre ella como si su cuerpo emanara un vapor rojo oscuro bajo la lluvia.

¿Ella también vendría por la tarea de limpieza? ¿a caso era una trampa?

Hasta el momento, todas las misiones que te han encargado han sido en solitario y sabes que no suelen ser tareas agradables. Lo más sencillo es deshacerse de un cuerpo exangüe, pero has oído historias de todo tipo y lo peor es cuando se mezcla la policía en todo el meollo.

El traqueteo de los tacones resonaba contra el suelo mojado, un melódico compás que acompañaba a las sirenas de los coches o el bullicio de los suburbios mientras se recolocaba sobre el hombro el paraguas oscuro a juego con el elegante pero sencillo vestido que llevaba, denotando sus curvas y haciendo girar las cabezas de aquellos que pasaban a su lado.

A pesar de las dificultades para encontrar la dirección y el aspecto de la zona mantenía una amplia sonrisa en sus labios mientras sus oscuros ojos oteaban las calles, observando cada nimio detalle bajo la luz de la farola. Fue entonces cuando la vio, junto a la entrada de la lavandería otra cainita resguardándose de la lluvia y observándola.

Con el cruce de miradas ensanchó su sonrisa, ladeando el rostro y dejando caer mechones de cabello sobre el hombro desnudo, curiosa por la reacción de la cainita.

Sin embargo siguió andando, pasando por su lado y saludándola con una leve inclinación de cabeza para dirigirse hacia las escaleras. Una vez abajo, asegurándose a estar bajo cubierto, cerró su paraguas y lo dejó apoyado a un lateral de la puerta, sin importarle demasiado que no estuviera ahí a su vuelta.

- ¿No vienes?

Un último vistazo a la mujer antes de darle la espalda e internarse en la lavandería. Tenía trabajo que hacer y no le gustaba llegar tarde.

- Sí, claro - respondo a la pregunta formulada por la mujer, mientras observo como ésta se interna en la lavandería.

- ¿Tanta dificultad entraña este trabajo para necesitar a dos de "nosotras"?. ¿Estará ella aquí por otros asuntos y se tratará de una simple coincidencia el que hayamos coincido? De ser así, lo más probable es que me hubiese ignorado...- Multitud de pensamientos surgen en mi cerebro en cuestión de segundos.

La imagen de la desconocida, su sencillo, pero elegante, vestido, su sonrisa, y la forma de caer de su cabello sobre su hombro, permanece aún en mi mente cuando comienzo a bajar las escaleras en dirección a la puerta, y no puedo evitar sonreir.

- ¡Céntrate! - me ordeno mentalmente mientras cruzo el umbral y entro en el edificio.

Tan fácil como bajar las escaleras y pasar a través de la puerta abierta. Cualquier cliente o vecino podría haber hecho lo mismo y encontrarse con el terrorífico escenario que contempláis a continuación:

Un fluorescente al fondo inunda el interior de la lavandería de una luz azulada, y un terrible olor acre de heces y descomposición se mezcla en vuestras fosas nasales con el dulce y metálico perfume de la sangre. 

La sala está vacía, pero los rastros de la carnicería son evidentes en cada rincón. Unas piernas del revés, con un zapato de mujer colgando en la punta, sobresalen por la puerta superior de una secadora a medio cerrar. Mientras tanto, una de las lavadoras de la fila superior, hace un ruido extraño como si la hubieran puesto en marcha pero fuera incapaz de desencallarse y terminar el ciclo de lavado. La maquina de tabaco, cerca de la entrada, está gravemente abollada y en el canto superior de la misma se ven rastros de pelo y sangre.

Hay salpicaduras de vitae por varios de los electrodomésticos del lugar, pero su mayor exponente es evidente en las marcas del suelo. Un largo reguero de sangre recorre el pasillo central de la lavandería hasta desaparecer por debajo de la puerta cerrada que hay al fondo a mano izquierda.

El silencio sepulcral solo lo rompe el motor lejano de algún coche en la calle y la lavadora encallada. 

El olor de la sangre hace que tu estómago se encoja y tu lengua se humedezca. A pesar de que lo que tienes delante te parece sumamente repulsivo, una cosquilleante excitación se agita en tu interior. Sabes que estás en el borde, y que ahora cualquier estímulo puede querer desatar tu bestia interior. Debes estar muy alerta.

Nada más entrar, al contemplar la dantesca escena que se muestra ante mis ojos, emito un largo y sonoro silbido.

- Vaya, parece que alguien se ha divertido de lo lindo esta noche. Si alguna vez me da por escribir una novela policiaca, quién sabe, quizá utilice todo esto como inspiración - digo, mientras me quito la chaqueta vaquera que llevo, y dejo al descubierto una cómoda blusa de color negro.

Después, procurando no pisar la sangre que hay en el suelo, me acerco a la lavadora atascada, y, utilizando la chaqueta como protector de mi mano derecha, y apoyando la parte interior de la misma sobre el electrodoméstico, la apago.

- Menos mal que me han enviado a una ayudante... - continúo diciendo, sin mirar siquiera a la otra cainita.

Al entrar clavó los pies en el sitio, incapaz de mover un solo músculo.

Escuchó desde un segundo plano a su compañera hablar pero no le prestaba atención, solo focalizaba los pequeños surcos que habían dejado en el suelo, gotas de sangre carmesí que la hipnotizaron momentáneamente, un canto de sirena que atrapaba a los marineros en plena mar. Cerró los ojos y arrugó la nariz, aspirando para percibir cada detalle de su aroma, notando como aquella bruma entraba en su cuerpo y la vigorizaba, haciendo gruñir a la bestia.

Al abrir los ojos sintió los colmillos salir, acariciándolos con la punta de la lengua mientras se centraba en los movimientos de Susanne, saliendo de aquél trance en el que se había sumergido.

Sonrió a su compañera por su comentario de “ayudante” sin añadir nada al respecto, preguntándose si de verdad creía que sería una simple figurante en la escena.

Se dirigió a la máquina de tabaco con los brazos cruzados aprovechando la cercanía de la entrada para comprobar los estropicios, para después observar las paredes, buscando cámaras de seguridad*. En ese momento se percató del camino de sangre, llevando a una puerta cerrada, donde el olor a sangre era más evidente.

- ¿Te importaría abrirla? Zapatos nuevos.- Señaló primero la puerta y después los tacones, esperando que entendiera el mensaje mientras seguía buscando cualquier pista que se les hubiera escapado a simple vista.

- Si no quieres que se te manchen, quitatelos, y ve andando descalza hasta la puerta. No creo que tus ya de por sí helados píes sufran a causa del frío suelo - digo, con displicencia, en respuesta a la petición de la cainita de ojos oscuros.

La inspección de cámaras por parte de Sheeva no da resultados positivos. La lavandería es un antro viejo y decadente. No hay rastro alguno de tecnología más allá de los propios electrodomésticos y la máquina de tabaco.

Susanne hecha un vistazo al interior de la lavadora en marcha. Sospechas lo que oculta su interior cuando ves el agua rojiza removida por los tirones de la máquina encallada, y cuando finalmente haces que pare; contemplas por el cristal lo que parecen ser los dedos de una mano amputada, flotando entre grumos espumosos, otros restos de carne cortada y pelo mojado.

¡¡BAM!!

Un golpe seco interrumpe vuestra conversación.

Las dos habéis oído como algo ha golpeado la puerta con fuerza des del otro lado y las bisagras de la misma han crujido debido al impacto.

Lo que la lavadora guarda en su interior, una mano amputada y mechones de pelo, no supone ninguna sorpresa. Viendo como está el resto de la lavandería, con sangre y trozos de carne por todas partes, es de lo más normal.

- Limpiarlo todo va a llevar su tiempo, sobre todo si "doña zapatos nuevos" sigue haciéndose la remilgada - pienso, mientras, con cuidado, me dispongo a abrir la puerta de la lavadora.

Entonces lo oigo. Un fuerte golpe proveniente de la puerta hacia la que conduce el rastro carmesí, seguido del crujir de las bisagras a causa del impacto, y toda mi atención se focaliza en dicho punto. Siento como la bestia, esa bestia que acompaña a todos los cainitas desde el mismo instante de su "nacimiento" se remueve en mi interior. Tiene miedo, pero, a la vez, deseos de atacar a lo que sea que se encuentra detrás de la puerta.

Poco a poco, sin perder de vista el fondo de la habitación, retrocedo hacia el lugar en el que se encuentra la otra cainita, al lado de la entrada, preparándome para lo que sea que vaya a ocurrir a continuación.