Miró a su jefe y luego a Reegan. Suspiró, electrónicamente, pero suspiró.
-Está bien. Vayamos a ver a ese tipo misterioso. Pero si no me pagan muy bien no quiero luchar para los federales.
-Supongo que habéis perdido todos la cabeza. Sabéis que hemos cometido delitos en el espacio federal, y que tenemos antecedentes allí. Brrrr. ¿Ahora vamos a ir a su casa, a picar a la puerta?
Asintió, despacio.
-Haremos un trato. Pero solo ellos pueden ayudarnos, por que sólo ellos tienen los recursos suficientes como para parar los pies a los confederados. Además, quizá ese hombre pueda ayudar a Reegan a encontrar su sitio. Enseñarnos como poder derrotar a esos cabrones. Seríamos héroes. Y a los héroes se les perdona su historial delictivo...
Reegan no suspiró, ella no sabía de aquello y la tomó muy por sorpresa, el hecho de que alguien que no fueran ellos se preocupara por ella le provocaba un sentimiento raro, no sabía decir si bueno o malo pero muy distinto. Frunció el ceño y miró a Ghabrac.
-¿Por qué no me dijiste?
Aunque más o menos intuía la respuesta y por eso, aquella era más bien una pregunta retórica. Estaba preocupada por todo lo que significaba aquello y porque además, se estaba llevando a todo el mundo entre las patas o quizás no, no todo era su culpa por eso quería ayudar, al menos en lo que pudiera.
-Lamento mucho todo esto, muchachos pero también agradezco muchísimo su ayuda y que sigan conmigo a pesar de todo lo que mi identidad les ha ocasionado.
Ya no estaba cansada, lo único que quería era ir a patear algunos culos y quedarse tan a gusto, bueno, eso hasta después de follar un rato pero mientras eso. Los miró a todos y cada uno.
-No sé si seremos héroes pero al menos lo intentaremos. Nos iremos cuando estén listos.
Era una buena pregunta. De hecho, era la pregunta que había estado esperando que ella le hiciera desde hacía mucho tiempo. Él suspiró, tomando un trago de aquella bebida caliente con una textura parecida al cacao, que tanto gustaba en su planeta.
-Ese hombre me dijo que fuera a verle solo si no cabía otra solución. Que te merecías tener una vida propia, que fueras feliz, antes de tener que cumplir con... bueno, con tu destino. Ahora que la galaxia está contra las cuerdas, es muy posible que tu seas la clave para que la Confederación desaparezca de una vez por todas.
Parpadeó, algo triste.
-No te dije nada, por que quería protegerte. Quería postergar ésto, en la esperanza de que se arreglara de otro modo. Que no tuvieras que lanzarte al rescate de nadie ni arriesgar tu vida por que te hayan creado en un laboratorio.
Ella lo miraba fijamente, en el fondo sabía, estaba muy segura de que él jamás haría nada para lastimarla y por eso tampoco estaba angustiada pero es que de haberlo sabido antes, bueno, ¿a quién quería engañar? Todo sería la misma cosa. Suspiró antes de poder responder.
-Supongo que ha llegado el momento... Y, Ghabrac, yo no te culpo de nada. Siempre me tendiste una mano y eso no se olvida.
Bebió también de aquella cosa caliente que no estaba mal y prosiguió.
-He arriesgado mi vida por otras tonterías. Si para resolver esto hay que empeñarla, suena como a algo que yo haría. No te preocupes, si es mo destino, haremos que se cumpla.
Se estiró un poco para tomar su mano, Eli no solía ser muy demostrativa en ese aspecto pero está vez, el grandote lo merecía.
-Gracias por todo.
Tras soltar aquella manaza, él supo que ella estaba lista.
Hasta Zrep dió su brazo a torcer. Reegan necesitaba afrontar aquella etapa de su vida, y ellos debían apoyarla. Tendrían que bregar con la Federación y posiblemente enfrentarse a la siempre atenta policía de sus sistemas, pero era cierto que los federales siempre pagaban bien a aquellos dispuestos a hacerles el trabajo sucio en su lucha contra los confederados. Tenían que escoger bando, y por eliminación aquel era el mal menor.
Disfrutaron del resto de aquella velada familiar, y aún compartieron una copa antes de acostarse. Gahbrac quería pasar su última noche en casa antes de afrontar una aventura incierta: su familia lo merecía. Ella se quedó un buen rato mirando por la ventana, al bonito paisaje de las colinas iluminadas por la luz de tres lunas. Finalmente, se quedó dormida.