- Lo tendré- le responde, y se detiene antes de salir de la habitación-. Tú también, chica.
Baja las escaleras, con aire pensativo, mientras enciende el tabaco de su pipa. Ya tiene un destino. El mismo que el de aquel grupo de engreídos e imbéciles. Parece una señal del cielo: la historia se acerca a su fin.
Tras salir fuera, camina hacia su yegua, termina de darle unas caladas a la pipa y monta, para salir al galope. Con un poco de suerte alcanzará al grupo antes de que se ponga el sol.