Partida Rol por web

El fuego había arrasado casi la mitad de los cultivos de aquel jardín gnómico. El cazador seguía postrado ante el paladín aasimar pidiendo clemencia por su vida. Mientras tanto, Gudrid realizó un rápido control del estado del que creía que era Falbin. Por suerte, el gnomo sólo estaba inconsciente y sus compañeros no tenían muchas heridas que lamentar.

La sacerdotisa de piel tostada, alzó un agudo salmo en busca de la gracia de la Luz Curadora, y así fue como una descarga de energía cálida y reconfortante viajó a lo largo de aquellos que se hallaban cerca de ella. Las heridas de Obelus y Satinder comenzaron a cerrarse y sus aspectos mejoraron sustancialmente gracias a aquel divino regalo.

En cuanto al extraño gnomo, la blanquecina energía le permitió recuperar la consciencia. Cuando consiguió abrir los ojos y vio el desastre allí ocasionado, no pudo más que mirar a un lado y a otro con rostro de sorpresa y desconcierto:

- ¡¡Por todo los dioses!!... ¡¡Mi jardíííííín!!...- Exclamó con la cara desencajada - ¡¿Y ustedes?!...- preguntó mirando a Gudrid y Satinder.

- Bienvenido de nuevo - contestó el semielfo con una sonrisa de complicidad - me temo que lo que le haya pasado a tu jardín es poco con lo que te hubiera podido pasar a tí... casi pereces entre las llamas de no ser porque llegamos a tiempo. - añadió el semielfo que se acarició la pierna donde hace unos momentos tenía una herida de flecha, y que gracias a la sanación de Gudrid había desaparecido.

- Mi nombre es Satinder y somos pathfinders, nos envía el capitan Brackett. Venimos a por la astilla atávica... - dijo sin más preambulos al entumecido gnomo.

La situación ya estaba controlada. Los rufianes había sido derrotados, el fuego extinguido y Falbin había recuperado la conciencia gracias a Gudrid. El gnomo preguntaba extrañado por su identidad, lo cual era lógico pues cuando los pathfinders llegaron ya había caído.

Bien hallado, maese Falbin. Mi nombre es Elenzeran y junto a mis compañeros hemos llegado justo a tiempo para salvar su vida. Este truhán se ha rendido y será llevado ante la justicia de Wispil. Como ha dicho mi compañero, nuestra misión nos ha traido aquí en busca de información sobre la Astilla Atávica y nos hemos encontrado con este ataque.

El enemigo rendido sería puesto a disposición de la justicia del lugar, lo más lógico dadas las circunstancias. Aunque había atentado contra su propia integridad era necesario mantener la calma y dejar que los tribunales de Wispil dictaran sentencia. De todas formas el servidor de Iomedae hizo un profundo escrutinio del alma de aquel tunante.

El gnomo herborista, notablemente abatido por el trágico estado de su jardín, miró en dirección al prisionero de Elenzeran. El rufián no osaba moverse bajo la atenta vigilancia de Rampart, el oso extradimensional de Ewan, pero eso no reprimió las ganas de reprenderlo por su parte:

- ¡¡Maldito seas tú y los que han caído en tu nombre!!...- espetó el gnomo enfurecido - ¡¿Acaso no os vendí suficiente belladona que aun así decidisteis quemar mi jardín y casi toda mi hacienda?!...- añadió antes de que satinder y el paladín se acercaran hasta él. Una vez se introdujeron, el gnomo, dejando en un segundo plano al cazador.

- ¡Bien hallados seáis pathfinders!... Si no llega a ser por vosotros, este grupo de mercenarios depravados habrías acabado con toda mi hacienda y con mi vida...- dijo mientras se llevaba las dos manos al pecho en un gesto de agradecimiento. - Así que sois los enviados de Almas... 

Ewan estaba sudando por el esfuerzo realizado. Estaba claro que no era un atlético personaje, y que sus dotes tiraban vas por los arcanos derroteros. Cuando Falbin se encaró con el prisionero, atentamente aparecieron Elenzeran y Satinder, prestos a poner paz en el asunto. No se requería más violencia. La justicia se encargaría de dictar juicio.

Ante la pregunta que hizo un, ya relajado, Falbin, Ewan se adelantó:

 - Efectivamente. Somos los pathfinders enviados de Almas.

Pero en cuanto las miradas se dirigieron a Ewan, notó que quizá se había adelantado. A fin de cuentas, no dejaba de ser uno de los "nuevos" del grupo:

 - Pero mis compañeros se lo explicarán mejor. - Dijo como a modo de disculpa.

El gnomo se sacudió un poco la cabeza. Lo último que recordaba era el tremendo garrotazo que uno de esos rufianes le había propinado en la cabeza. Luego escuchó la respuesta de Ewan y suspiró aliviado. 

- ¡¡Gracias a Desna!!- exclamó claramente agradecido. - Mi nombre es Falbin, pero si venís de parte del capitán Brackett seguramente ya conocierais mi nombre.- comenzó a hablar mientras profería una mirada de "perdonavidas" al único asaltante que quedaba con vida. - El tema de la Astilla Atávica está tomando un cuerpo demasiado... cómo decirlo... ¡complejo! - se apresuró a añadir el gnomo, que se manoseaba la cabeza en busca de chichones. - Los rumores de aumento de la actividad licántropa en los alrededores de Wispil, es algo que ha ido a más en las últimas semanas. Muchos son los cazarrecompensas que han llegado últimamente a esta localidad atraídos por la presencia de piezas valiosas que cazar...- Falbin comenzó a rascarse la cabeza mientras miraba una vez más al tosco cazador. - Estas sabandijas venían con la intención de cazar licántropos... ¡¡Y de paso aruinar mi vida!!- espetó nuevamente mientras se acercaba de forma amenazadora al mercenario vencido.

Gudrid sujetó con suavidad a Falbin.
- Será mejor que se tranquilice. Lo más importante -su vida- ha sido preservado. En cuanto a los desperfectos, el huerto puede ser replantado y lo demás, reparado.
La sacerdotisa le dedicó una compasiva sonrisa; tenía todo el derecho del mundo a sentirse ofendido y furioso, pero nada bueno obtendría de la violencia.
- Deje que la justicia se encargue de él, ya no puede hacerle ningún daño.

Para desviar su atención decidió incidir en el tema que les ocupaba: - Se lo ruego, cuéntenos más sobre el susodicho artefacto, y qué debemos hacer para hallarlo.

Después de recibir la ola curativa de la clériga se encuentra algo mejor, aunque aún tiene molestias. Porfín se secan las marañas y se despegan de él con una simple sacudida. ¿Entonces estamos esperando a.....?

El gnomo miró con una mezcla de asombro e incomprensión a Obelus. El comentario del ulfen lo había dejado de piedra y sólo esperaba -por el bien del conocimiento- que la gran mayoría de la Logia no discurriera como ese gañán de pelo rojizo. Luego centró su mirada en la bella Gudrid e intentó responder a la sacerdotisa:

- La Astilla Atávica tiene la capacidad de conferir rasgos bestiales a las personas, si se encuentran cerca de ella cuando se realiza un abigarrado y antiguo ritual.- comenzó a explicar Falbin mientras acariciaba su delicada perilla. - Las personas en contacto con la Astilla Atávica, pierden gran parte de su razocinio en pos de aumentar su resistencia y fuerza... A medida que pasan más tiempo cerca de ella, aumentan sus rasgos animales y olvidan más su humanidad, pero esa gente puede volver a ser normal si se consigue detener el ritual que desde hace jornadas realizan la cábala de druidas que poseen el artefacto.- Afirmó el herborista.

Ewan sopesó las palabras de Falbin, y volviéndose a olvidar de los galones dentro del grupo, añadió:

 - Osea, que deberíamos encontrar a este grupo de druidas, solicitarles que declinen sus actividades para evitar estas "transformaciones", y pedirles que nos entreguen la Astilla Atávica. Parece fácil. - Ewan sonrió ante la ironía - Aparte de que no creo que lo hagan, tendríamos que saber más cosas, como por ejemplo: Dónde podemos encontrarlos, los motivos reales que les impilen a realizar dicho ritual, y si son conscientes del posible mal, o mejor dicho, trastorno, que están causando en los alrededores.

Ewan meditó un poco, sin todavía darse cuenta que había irrumpido como interlocutor, papel que debía estar reservado a otro integrante con más experiencia del grupo:

 - Maese Falbin, aparte de estas cuestiones, ¿no será usted un erudito versado en este tipo de rituales, verdad? Todo lo que sepamos nos podrá servir para nuestro cometido.

Supongo que ya te encargas tú de ese -comenta Obelus señalando al último cazador- mejor vamos tirando, si tienes un mapa o algo para que no nos perdamos, sería de ayuda, no queremos que se complete el ritual por habernos perdido.

El gnomo pidió educadamente unos minutos para ir a su hacienda. Allí, tenía un mapa que había elaborado en las últimas semanas. Al cabo de un rato, apareció con un papel enrollado. Al extenderlo, el grupo de pathfinders pudo ver que el camino que debían seguir se dirigía hacia el sur ahasta un lugar conocido como: Briar Henge. El sitio en cuestión se hallaba a dos jornadas de camino desde Wispil y pasaba por un pequeño campamento de leñadores.

- Los druidas llevan semanas realizando el ritual con la Astilla Atávica y sería incapaz de asegurarles de cuanto tiempo disponen, pero yo les recomiendo que hagan el viaje en dos días. La primera parte hasta el campamento de leñadores, discurre por cañadas y caminos muy buenos. - comentó sosegadamente el herborista - Además, los leñadores están en contra de la cábala drúidica y les darán una cálida recepción. - añadió con una sonrisa. La segunda jornada de viaje, no es tan buena devido a que los senderos son más estrechos, pero siguiendo mi mapa llegarán sin problema. - Acto seguido entregó el papel a Ewan, pues el invocador parecía interesado en recabar toda la información plausible.

- Con respecto a por qué lo hacen...- se dirigió nuevamente al muchacho de Taldor - ... Lo hacen para vengarse del progreso y condenar a las poblaciones cercanas al núcleo del ritual, a convertirse en criaturas ferales sin humanidad. El retorno a la naturaleza lo llaman...- argumentó Falbin. - Desconozco el radio de efecto de dicho ritual, pero podría llegar a ser demasiado grande...

Elenzeran escuchó con atención toda la conversación que mantuvieron los pathfinders con Falbin. La información que el gnomo herborista era clara como la mañana, incluso les aportó un mapa de la región donde se encontraba la Astilla Atávica. A pesar de la conocida neutralidad de las organizaciones druídicas, en aquellas circunstancias su actuación avocaba a los habitantes de la región en convertirse en bestias que a buen seguro sembrarían el terror en los pueblos de las inmediaciones. Y eso no era permisible pues forzaba la voluntad de las personas y las impelía a cometer actos malvados.

Hay que detener ese ritual cuanto antes. Maese Falbin, si dispone de alguna cuerda por ahí le recomendaría que atase concienzudamente a este rufián, no es trigo limpio y debe someterse a la justicia de Wispil. En cuanto a la información que nos ha dado hemos de darle muchas gracias, podremos ir sin dilaciones hacia el foco del problema.

El paladín aasimar comenzó a prepararse para marchar. Ya tenían un destino y cuanto antes se pusieran en marcha antes llegarían. A saber lo que aquel artefacto ya había causado....

Satinder escuchó en silencio el relato del gnomo y le perturbó aquella historia sobre druidas que trataban de convertir en bestias a otros humanos. Se suponía que los druidas debian ser guardianes del equilibrio, y no un grupo de terroristas que casuaran daño para defender su filosofía natural.

- La verdad es que esa astilla atávica es altamente peligrosa. Tomaremos buen recaudo de ella antes de que causen más mal... tal vez con esos enigmáticos druidas las palabras basten para hacerlos desistir - añadió el arquero semielfo con cierta esperanza de no tener que batirse en combate con aquellos que protegen el bosque, y por norma general, son una fuerza del bien en Golarion.

Falbin escuchó atentamente los comentarios de cada uno de los pathfinders y luego volvió a entrar en su casa para salir con una buena soga de cáñamo. Mientras Satinder hablaba, el pequeño gnomo pidió ayuda a Elenzeran y Obelus para que apretaran los nudos que acababa de realizar. Cuando el arquero finalizó, el gnomo se dirigió a él:

- Tienes razón cuando comentas que los hombres de los bosques intentan buscar el equilibrio, pero otros... se encuentran completamente desequilibrados en su manera de vivir y creen que la civilización es una enfermedad que acabará contagiando a todo Avistan. Por eso sabotean los asentamientos y buscan dañar a las razas pensantes...

- Creo que puedo comprender los motivos... yo procedo de Nirmathas, tierra boscosa, y he sido consciente de los daños que la civilización pueden causar en los reinos de la naturaleza. - comentó una vez el gnomo se hubo incorporado del todo. - He visto a ejércitos talar bosques enteros, destruyendo toda vida en él sin piedad alguna, sólo para alimentar los fuegos de sus campamentos y sus maquinarias de guerra. Así que puedo entender el recelo de este grupo de druidas... - comentó pensativo el arquero semielfo, observando con la mirada perdida el terreno calcinado donde antes parecía crecer un huerto vivo y alegre.

 - Aunque no comparta sus métodos, claro que está, así solo conseguirán una guerra que no causará bien ni al mundo natural ni a la civilización - añadió tras una ligera pausa.

Tras los comentarios, Satinder se dispuso a partir. Cuanto antes llegaran al lugar donde se concentraban aquellos druidas descarriados antes encontrarían más respuestas, y soluciones, a aquel conflicto.

Viendo que Satinder se prepara para marchar, Obelus hace lo mismo, se despide del gnomo con la mano y le dedica una última mirada al cazador. Tenía suerte de estar con vida y quería asegurarse que ese pensamiento le persiguiese de por vida para que corrigiese su conducta.

El grupo de pathfinders había obtenido toda la información necesaria para cumplir su misión. La congregación de druidas les esperaba en Briar Henge, un místico lugar que se asentaba en las mismísimas entrañas del Bosque Verduran y cuyo viaje les ocuparía un par de jornadas.

Si mayor dilación, prepararon sus cosas para introducirse en la espesura de aquel bosque milenario. No tenían más tiempo que perder. La vida de muchos inocentes dependía de que aquellos hombres, cumplieran su cometido. Los druidas podían llegar a ser personas conflictivas a la vez que peligrosas, con lo que deberían marchar con toda la cautela posible.

Parecía una paradoja traviesa y sin ningún tipo de gracias, pero aquella reliquia que sería usada para optar al triunfo en un torneo de lucha en una tierra lejana, se erigía en un arma capaz de acabar con la consciencia de aquellas razas humanoides pensantes. Sin duda un fin mucho más honorable que la simple gloria de resultar vencedor en una sucesión de combates.