Partida Rol por web

El resoplar de las puertas neumaticas del metro era siempre insoportable, pero hoy mas. Antaño, un viernes hubiese significado muchas cosas. Hoy, era como un jueves, pues tambien trabajabas los sabados.

Otras personas se encargaban de barrer, fregar y adecentar todas las salas del hotel antes de que el grueso de huespedes las empleasen. Tu trabajo consistiria en atender el bar durante el ultimo turno de la sala Matinada, que cubria la noche y la primera hora de la mañana.

Pensabas que tu padre habia tenido algo que ver en todo esto.

No es extraño que en tu trabajo de la mañana no te encontrases con nadie. Antes ocupabas el tiempo leyendo, hasta que el gerente te reprendio y te exigio que estuvieses siempre atento a quien pudiese entrar, no pudiendo estar distraido si aparecia un cliente. Pero hoy no seria una mañana tranquila. Seis jovenes, cuatro chicas y dos chicos venian de after. Ellas eran muy guapas, y ellos iban muy bien vestidos. Dada tu dilatada experiencia nocturna, sabias que ellos tenian la esperanza de mojar con alguna de las cuatro amigas, pero que probablemente solo hacian los pardillos y les pagarian los excesos que quisiesen.

Dos de las chicas se acercan a la barra con una sonrisa picara y las mejillas ruborizadas por el alcohol. Los otros cuatro se iban a un sofa enorme que hacia esquina en un sitio discreto.

Ponles unas cervezas y a nosotras lo que tu quieras, guapo.

Jaime estaba pasando el trapo a la barra del bar por décima vez, ¿o era la undécima? ¡Bah! ¿A quién le importa...? Los turnos de madrugada eran la cosa más aburrida en lo que uno podía trabajar en un hotel. Además, su jefe parecía tener un interés especial en que así fuese pues más de una vez había recibido una reprimenda por no estar 'siempre atento'. Pero Jaime no tenía demasiadas alternativas, por no decir ninguna, así que no le quedó más remedio que aceptar la tediosa realidad de trabajar con ese horario.

Pero hoy la amarga rutina de Jaime se vería ligeramente trastocada. Como decía, el camarero estaba pasando el trapo a la barra por... undécima vez cuando un grupo de jóvenes que habían decidido seguir la fiesta en cualquier sitio disponible entró por la puerta de la cafetería. Al contemplar la escena, una serie de recuerdos afloraron en la mente de Jaime que terminaron por causarle una dolorosa punzada en el pecho. Al fin y al cabo, ver a esos chicos no hacía más que recordarle la vida que había dejado atrás y la razón por la que ahora estaba detrás de la barra y no entrando por aquella puerta.

La voz de una de las chicas que se acercaron a la barra lo sacó de sus pensamientos. -Si, ahora mismo.- Respondió casi como un autómata. Sacó las cuatro cervezas y las iba abriendo a medida que las ponía en la barra. En cuanto a la petición de las chicas, algo en su cabeza pareció divertirse buscando una de las múltiples mezclas que había probado alguna vez. La cafetería no estaba especialmente surtida para esta clase de bebidas, pero tenía lo básico. -Vamos a ver... Ron, patxarán y algún licor de frutas... ¡aquí!- Hablaba para sí mismo mientras terminaba de coger las botellas para hacer el combinado. Cogió dos vasos de chupito y, sin mucha ceremonia, sirvió la mezcla. -Aquí tenéis. No me acuerdo del nombre pero tenéis mi palabra de que está bueno.- Dijo al tiempo que les acercaba los vasos exhibiendo una sonrisa. Puede que fuese por lo atractivo de las dos chicas o por la graciosa situación de ver a aquellos dos pagafantas pensando que van a pillar cacho esta noche o simplemente el hecho de romper con el aburrimiento durante un instante; pero el humor de Jaime se había recompuesto un poco tras un poco de actividad en un trabajo bastante insustancial.

Sin motivo aparente, uno de los chicos empieza a alzar la voz cada vez mas, gritando algo sobre Vegeta. Fuera de tu vista, no veias como reaccionaban el resto, pero parecian tranquilos. Unos segundos despues, las dos chicas de la barra empiezan a reirse, cuchicheando algo sobre un puto friki cuando se ahogaban sus risas.

Despues de varias rondas sirviendo a los cuatro de la esquina y a las dos chicas, te enteras de algunas cosas. Las dos se llaman Laura y habian conocido a esos dos en una discoteca.

La Laura mas alta se levanta de la mesa y llama en voz alta a Miguel. El chico se tambalea en direccion a la barra mientras la Laura mas bajita se inclina hacia ti y entre risitas te dice que busques medio gramo para cada uno.

El tiempo pasaba y Jaime estaba empezando a extrañar las horas de tranquilidad que solía tener. No es que no echase de menos estar hasta las tantas de fiesta y terminar en un after en ese punto en el que la borrachera empieza su vertiginosa cuesta abajo; pero tenía que admitir que ver la situación desde el punto de vista que la sobriedad le proporcionaba le hacía plantearse ligeramente su perspectiva.

Sin duda esos dos pobres diablos se lo estaban pasando bien, pero a qué precio. Jaime se sorprendió al encontrarse en un punto entre la risa y la compasión. Recuerdos fugaces de momentos que ahora recordaba con cierto bochorno pasaban por su mente abotargandola con remordimientos que se negaban a desaparecer a pesar de la insistencia de Jaime. "¿Pero qué narices me pasa?" Piensa al tiempo que tira una balleta al fregadero con cierto despecho. De alguna manera toda esta situación hacía una síntesis de su vida y de una manera un tanto irónica le daba una amarga lección. 

La voz de una de las chicas lo sacó de sus pensamientos. El momento parecía cebarse con el camarero y ponerlo a prueba constantemente. "¿Acaso tengo cara de camello?" Sin duda Jaime había tenido sus experiencias con las drogas, pero no tenía un distribuidor personal para ello. -Lo siento. Si ya me ha costado encontrar bebida para haceros un combinado, me temo que no voy a poder ayudaros con lo que me pedís.- Le dice con una sonrisa sin poder evitar un tono de broma por lo absurdo de la situación. ¿Quién espera encontrar droga en la cafetería de un hotel tras preguntarle a un desconocido?