Partida Rol por web

El chico, asustado, se sometió a la imposición de Narthalion. Aunque añadió con voz suplicante:

-Yo solo soy un simple mensajero, señor. Déjeme marchar.

La carta rezaba:

Vaya, a media noche, a la casa que está haciendo esquina junto a la Taberna del Corzo, en el barrio de los mercaderes. Le he dibujado un mapa para que le sea mas fácil precisar con el lugar. Poseo información que será de su interés.

En la carta no se observaba sello ni remitente, y rezaba:

Vaya, a media noche, a la casa que está haciendo esquina junto a la Taberna del Corzo, en el barrio de los mercaderes. Le he dibujado un mapa para que le sea mas fácil precisar con el lugar. Poseo información que será de su interés.

Albidion mostraba claramente su desconfianza frente al origen de la carta. Aquella era sin duda una situación extraña. Si alguien quería encontrarse con él y sabía dónde se alojaba ¿Por qué no simplemente llamar a su puerta? Era muy extraño, pero podría haberle atacado también, así que desconocía la extraña razón por la que alguien dejaría simplemente ua carta debajo de su puerta. 

Se dijo que podría acudir al lugar una vez llegada la noche, que no sería dificil, pero antes de ello le quedaba todo un día por delante para tratar de rastrear la carta y averiguar algo más sobre ella. 

Primeramente se vistió con la ropa de viaje que llevara puesta el día anterior, consistente en una camisa de lino, unos pantalones resistentes y unas botas negras que ya tenían la suela algo desgastada, y por encima de ello se puso su largo abrigo negro. Luego guardó la carta en el bolsillo y decidió bajar a la planta baja de la posada, a por algo para desayunar.

Ya en las escaleras, sin embargo, decidió que era mejor no desayunar en el comedor común, si no que se tomaría el desayuno en su habitación. Cogería la comida y subiría de nuevo, y en su cuarto trataría de investigar algo más sobre la carta.

Cuando ya estuvo sentado devorando un poco de pan y queso con un tazón de leche en la otra mano, depositó la carta frente a él y se concentró en averiguar su procedencia. Comenzó entonces a realizar un ritual que le permitiera visualizar de alguna forma a la última persona que hubiera tocado esa carta.

Se veía que el chico no sabía nada, simplemente le habían dicho que entregase la carta., le dejó ir sin más.

Leyó la carta un par de veces y memorizó el sitio, arrojando posteriormente la carta al fuego. En otras circunstancias no habría hecho el más mínimo caso de una carta así. Parecía una trampa, tenía que ser una trampa, estaba tan claro que era una trampa que no podía serlo.

El resto del día Narthalion siguió dándole vueltas al contenido. La realidad es que tenía poco que perder y nada le costaba acercarse a la casa indicada con precaución.

Poco antes de la media noche, Narthalion salió de casa envuelto en su capa y paseó dando un largo rodeo hasta llegar a las inmediaciones de la casa indicada. Durante un tiempo permaneció observando la casa hasta que se decidió a llamar a la puerta.

Albidion consigue realizar el ritual con mucho éxito.

Durante el mismo, entra en una especie de trance donde comienza a percibir visiones algo borrosas y difusas. En primer lugar aparece un chico de unos diez años. Sus ropajes denotan su pobreza. Albidion puede observar como el muchacho introduce la carta por debajo de su puerta la noche anterior. El rostro es lo suficientemente nítido como para reconocerle si se volviese a topar con él.

A continuación la imagen se va diluyendo, fusionándose con otra que se va formando. En esta ocasión, Albidion, puede observar a un anciano escribiendo sobre una desvencijada mesa de madera, carcomida por las polillas. A continuación, el anciano, mete la hoja en un sobre y se la entrega al muchacho de la primera visión. El rostro del anciano también es lo suficientemente nítido como para reconocerle si se volviese a topar con él.

Albidion despertó del trance satisfecho con lo que había visto. Al parecer era el anciano quien le buscaba y quien había escrito la carta, y después se la había entregado al niño, tal vez algún pobre niño huérfano que había contratado por un par de monedas, a juzgar por su aspecto. Después el niño había venido hasta aquí, siguiendo sin duda las instrucciones del anciano, y había introducido la carta por debajo de mi puerta. 

Ahora Albidion debía dar con el anciano, pues alguien que pudiera encontrarlo con tal facilidad era sin duda un peligro, pero parecía querer algo de él, y estaba dispuesto a averiguar qué era. Sin embargo, pensó que la forma de hacerlo sería dar con el niño y que este le llevara hasta el anciano.

Acabó con su desayuno y se puso en pie, para después conjurar los sentidos de las bestias para así rastrear al niño. Olfateó la carta y después se acercó a la parte inferior de la puerta, a la cual el niño tendría que haberse acercado para introducir la carta. Esperaba así dar con el rastro, e ir siguiéndolo hasta el muchacho.

  Zel se relajó y guardó de nueva la daga, ocultandola en la capa. Miró con curiosidad la carta que le había dado aquel muchacho, no podía abrirla allí, no era seguro, así que decidió buscar una calle poco transitada y con sombras. Una vez allí lanzó un pequeño conjuro de ocultación haciendo las sombras más densas sobre el  y una vez estuvo seguro de que nadie lo detectaba, rompió el sello de la carta y la leyó.

A juzgar por la nota, alguien quería hablar con Casandra y se estaba tomando muchas molestias en pasar desapercibido. O eso o se trataba de una trampa muy elaborada para cazar a una maga corriendo el menor riesgo posible, lo que significaba que las autoridades se estaban volviendo cada vez más astutas. Pero aún en el mejor de los casos, la información no alimenta por jugosa que sea. 

Casandra dobló el papel y se lo guardó en un bolsillo, se levantó de la silla y salió a la calle. Con el frío aire de la mañana golpeándole las mejillas, ella pensaba qué debía hacer a medianoche mientras miraba al suelo en busca de futuras "monedas". Si era una trampa y no acudía, la perseguirían de todos modos. Pero si de verdad alguien sabía lo que ella era y tenía algo que ofrecerle quizá valiera la pena presentarse. Casandra sabía dónde estaba el sitio, había pasado por allí varias veces pero no lo conocía al detalle. Ni siquiera recordaba si en esa esquina había realmente una casa particular. Desde luego lo que no iba a hacer era seguir el camino más corto del mapa, prefería dar un rodeo por si el camino estaba vigilado. 

Estaba decidido. Por la noche dejaría su casa a oscuras como si estuviera durmiendo, cogería un poco de comida y el cuchillo de la cocina por lo que pudiera pasar y saldría a buscar a su nuevo amigo por correspondencia. Casandra se agachó a recoger una pequeña piedra del suelo y, con una moneda en la otra mano, comparó su peso. Iba a comprar patatas, que duran más tiempo.

El hechizo que realizó Albidion surtió efecto. Como si de un lobo se tratase, podía percibir el olor del muchacho con bastante claridad.

Salió de la posada y avanzó a través de las calles con suma determinación. Tras unos diez minutos caminando el rastro se volvía mas intenso. Como si el niño hubiese frecuentado mucho aquella zona, su olor estaba por todas partes.

En un esfuerzo de concentración, Albidion, trató de percibir dónde éste se volvía mas intenso. Y al cabo de unos minutos de rastreo, se topó con la puerta que exhalaba el olor del muchacho con mayor intensidad.

Tras alejarse un poco para tratar de pasar desapercibido y reflexionar sobre el asunto, Albidion se dio cuenta de que la puerta pertenecía a la vivienda donde había sido citado en la carta. Mirando al cielo, y debido a la posición del sol, pudo deducir que todavía era mediodía.

Tras ocultarse, Zelgadiss pudo abrir la carta, la cual rezaba:

Vaya, a media noche, a la casa que está haciendo esquina junto a la Taberna del Corzo, en el barrio de los mercaderes. Le he dibujado un mapa para que le sea mas fácil precisar con el lugar. Poseo información que será de su interés.

  El viejo mago  guardó la carta en el sobre y luego en su mochila, dejando sin embargo el mapa en un bolsillo más a mano. Aunque aún le quedaba tiempo para la reunión decidió ir por algo de comer a la Taberna del Corzo, pues le quedaba justo al lado del lugar al que fué citado y así de paso observar la zona.

  Una vez allí, Zelgadiss recorrió con la mirada toda la zona y callejuelas, trazando con la mirada todas las posibles vías de salida por si aquello era una trampa, no sería la primera vez, más ahora con la caza de magos en ciernes. Una vez establecida sus posibles vías de escape entró a la taberna para comer algo y hacer tiempo hasta la hora de la reunión.

Zelgadiss pudo observar como la casa, haciendo esquina, formaba parte de un cruce, que permitía tomar cuatro posibles direcciones. Además, la vivienda contaba con ventanas que daban a dos calles distintas.

Al entrar en la Taberna del Corzo le llegó un suave aroma a corzo asado con especias, mezclado con otro mas fuerte que probablemente fuese cerveza. A esas horas la taberna estaba atestada de gentes que daban buena cuenta del corzo asado, que parecía ser la especialidad de la casa.

En poco tiempo, Zelgadiss, ocupó una mesa libre y pudo comer y beber plácidamente. Disfrutando del deleite de un buen plato caliente que, más si cabe en invierno, le amenizó la espera hasta cerca de la medianoche.

  Una vez acabada la cena se recostó sobre su asiento, sacó una vieja pipa de brezo, la llenó de tabaco y se dispuso a disfrutar de ella. Estuvo disfrutando del ambiente de la taberna durante un buen rato mientras hacía anillos de humo con su pipa hasta que tras mirar por la ventana y observar la posición de la luna y las estrellas se dió cuenta de que quedaba ya poco para la reunión, apagó la pipa y salió de la taberna, no sin antes despedirse educadamente del tabernero y dejarle una pequeña propina.

  Una vez fuera, Zelgadiss tomó aire profundamente, la noche era fresca y algo humeda, pero muy reconfortante. Tras estirarse un poco se encaminó hacia la casa que le habían marcado en el mapa. ¿Quién le estaría buscando y qué información era tan interesante para él?

Albidion se sorprendió al encontrarse con la casa en la que se le había citado. Eso le llevó a reformular su hipótesis. Tal vez el joven sí fuera familiar del anciano que escribió la carta ¿Pero por qué arriesgarse entonces a mandarlo a la puerta de un extraño? Tal vez la situación era apremiante. 

Albidion decidió inspeccionar el lugar y buscar un callejón cercano. Allí, tomaría asiento en el suelo, tratando de quedar fuera de la vista, y concentraría su poder mágico para canalizar su espíritu más allá de su cuerpo y viajar hasta la casa, para observar el interior de la misma, usando la técnica conocida como viaje astral.

Albidion consiguió, con esfuerzo, separar su espíritu de su cuerpo. Quizás una jornada con tantos hechizos exitosos había mermado algo sus capacidades.

Ya, como forma espiritual, logró introducirse en la vivienda en la que había percibido el olor del muchacho. Una vez dentro, pudo observar a dos figuras junto a la lumbre de la chimenea. Al acercarse mas, pudo distinguir al anciano, sentado en una mecedora de mimbre, leyendo un grueso libro. Junto a él, estaba sentado en el suelo, sobre una alfombra, el joven muchacho cuyo olor había rastreado. El muchacho se entretenía jugando con una especie de muñecos de trapo.

La escena parecía la propia de un abuelo y su nieto, pasando en compañía, una fría tarde de invernal.

A continuación, Albidion, empezó a notar como le fallaban las fuerzas. Así que decidió regresar a su cuerpo, ya que de no contar con la energía suficiente, cuerpo y espíritu quedarían separados para siempre.

Albidion regresó a su cuerpo tras observar la escena, sorprendido ante la familiaridad de la escena. No parecía que estuvieran tramando nada, y no comprendía por qué había corrido entonces tantos riesgos para citarle aquella noche entonces. 

Decidió que regresaría a la posada y descansaría hasta que llegase la hora de atender su cita nocturna.