Tu cuerpo aún está rígido, la sangre del hada hace arder el remordimiento en tu piel y te estremece a medida que el estruendo animal a tu alrededor crece. Mantienes los ojos clavados en el Pavo Real, que te mantiene la mirada, hay algo que da miedo en él, sus párpados violáceos entre cerrados dejan sus ojos color jade brillando sobre ti y es difícil entreveer una sonrisa en su huesudo pico.
Pasa desapercibido el banquete de carnes y fruta a tu alrededor, una bandeja queda puesta frente a ti ofreciéndote toda clase de manjares pero en ese momento no podrías tragar aunque quisieras, el Rey toma manjares y habla con la víbora ambos animadamente mientras no muy lejos el búfalo se lo monta con una cebra contra una columna entre profundos bramidos.
Empiezas a relajar tu musculatura y una garra se cierra en tu hombro, la espada cae de tus manos y pierdes toda posible fuerza cuando te empujan sacándote de allí, la fiesta se vuelve salvaje a tus espaldas mientras vuelves a desaparecer de la sala principal, nadie te dirije miradas ni gestos, como si nada de lo que hubiera pasado tuviera que ver contigo, un vistazo hacia atrás y un ave carroñera recoge el cuerpo del hada, afanosa al parecer de la jugosa carne que antes estaba rodeada de un leve y mágico fulgor.
De nuevo aquellas sinuosas escaleras, de nuevo desciendes alumbrada por el fuego de una antorcha del hombro te empuja una especie de oso gris, y tras él va un caballo cuyos cascos repican sobre el suelo, sus extremidades superiores no terminan en pezuñas, sino que son humanoides y aferran la espada envainada absorbiendo tu mirada hacia sus ojos y haciendote voltear rápidamente intimidada por haber mirado, esto le sigue una nueva rabia, ganas de devolverles la sangre, ganas de darles más de lo que pedían.
Una reja se abre para acceder al pasillo de celdas y una puerta de rejas corredera se desliza gimoteante a un lado, no parece haber más guardias, sin grilletes ni cuerdas te empujan al interior... esta vez es una celda enorme... cuatro o cinco veces mayor que la anterior, sin ningún orificio al exterior... y escuchas algun murmullo entre las sombras, dos siluetas que poco a poco se convierten en total oscuridad cuando los dos guardias se marchan sonrientes con la antorcha escaleras arriba.
Unos ojos amarillentos fulguran con mucha suavidad en tu misma celda, y junto a ellos los murmullos de un segundo interlocutor.
La voz es grave, los ojos amarillentos están a tu misma altura y la voz que te habla es directamente suya, pierdes por completo durante la conversación la localización del segundo sujeto a quien no oyes en absoluto y de quien crees falsamente notar su presencia tras el ser de ojos aúreos. - ¿Quien eres tú ? ¿Donde está Dada?.... - Con tono más despectivo y incluso tal vez desafiante - ¿De quien es la sangre que llevas encima ?
Te exijo que me respondas - La voz suena muy autoritaria y cuando los ojos se aproximan puedes oír unas cadenas que llegan a su límite, por lo visto está encadenado... y muy corto, pues apenas has percibido que se moviera.
El camino le resulta conocido, no la están liberando, no la están llevando a casa, la están conduciendo hacia los calabozos para encerrarla de nuevo. El guarda la empuja con una de sus garras hacia dentro de la celda y él y su compañero se alejan mofándose con la única luz presente allí abajo. El espacio era mayor, pero también más oscuro. A penas podía ver más allá de sus pies. Escuchó un murmullo muy cerca, se tensó y se giró mirando con los ojos entrecerrados hacia el punto de origen. Eran varios, pero ¿varios qué? Eran prisioneros, pero también lo era ella, teniendo en cuenta la justicia de esa ciudad tan rara en la que se encontraba, que estuvieran presos no quería decir que lo merecieran.
Soren no puede apartar la mirada de lo único que puede ver en las penumbras, sólo puede ver unos penetrantes ojos amarillentos, brillantes como el oro y aterradores, aunque no inspiraban tanto pánico como su tono de voz.
Las respuestas a las preguntas que llegaban desde la oscuridad resonaban con odio y dolor en su cabeza. No sabía cómo ni qué responderle. Si estaba encerrado allí y preguntaba por Dada, quizás fuera uno de ellos y la respuesta que iba a darle no le haría ninguna gracia. Por suerte para ella (o no) estaba encadenado y no tenía casi libertad de movimiento. Sangre. Se miró, no se había dado cuenta, su vestido verde primaveral, ahora, a parte de rasgado se había teñido de rojo con la sangre del hada. Empezó a temblar y con tono decidido a confesar – Dada está muerta. La he matado – No dijo nada más. Ninguna explicación convencería a nadie que no fuera ella misma. Explicar por qué lo había hecho no justificaría la muerte de nadie, no explicaría la muerte de una niña inocente. El dilema entre la vida o la muerte para Soren no admitía gran complicación, ella quería vivir y si eso significaba elegir entre ella o una desconocida, su vida estaría siempre por delante aunque no le gustaran las consecuencias de sus decisiones.
Se quedó plantada ante el ser de ojos amarillos y el que se ocultaba en las sombras pensando en la muerte. No pensaba en la muerte del hada, ya no podía hacer nada, pensaba en la muerte de todos esos malvados y perversos animales y en como disfrutaba en ser ella la que se cobraba sus vidas.
Tras apenas un segundo las cadenas de la figura de amarillo suenan tirantes, al intentar alcanzarte en la oscuridad, pero sus grilletes se lo impiden por completo - ¡¡Maldita seas, te mataré hija de perra, por todo lo que quieras que te mataré en cuanto tenga la más mínima ocasión!! - Su voz era encolerizada, rabiosa, fuera de sí, sin duda Dada era muy importante para él. Trata de tirar de las cadenas alguna vez más pero estás fuera de su alcance, continua casi sin descanso mientras la otra voz permanece en silencio, tras unos minutos probando termina desistiendo y es cuando la segunda voz... totalmente asexuada y rugosa se arrastra diciendole al primero - Esos animales le habrán obligado a hacerlo, le habrán engañado
- ¡ NO IMPORTA ! ¡DEBERÍA HABER MUERTO POR ELLO! ¡DADA HA MUERTO!
¿Hemos oído que te llamabas... Soren? Oímos lo que ayer te contaba víbora.... bueno... es su versión... nosotros somos los seres del bosque... y luchamos contra los animales por nuestra propia vida... es cierto que en el pasado les utilizamos, pero ahora solo intentamos reparar el bosque... ellos se interponen y debemos defendernos
La pequeña no retrocedió ni un paso. Entendía que Dada seguramente era su amiga e incluso podían ser parientes. Los gritos encolerizados no la ponían nerviosa ni le causaban temor, lo que le producían era impotencia. Si por ella fuera no habría matado a Dada, de hecho ella jamás se habría imaginado ni siquiera el poder atacar a alguien de quien no tuviera constancia de que fuera malo.
La nueva y más calmada voz del ser oculto en las sombras parecía expresar comprensión. Parecía que había entendido perfectamente la encrucijada en la que se encontraba.
Antes de nada y aunque ya no sirva de mucho, siento mucho haber matado a Dada – Soren miró a sus pies. Aunque su rostro a duras penas pudiera verse entre las penumbras, la culpa pesaba sobre ella – Explicadme vuestra versión. Viendo como han actuado y me han tratado esos desalmados animales, no me cabe duda de que con vosotros no habrán sido menos piadosos. ¿Cuál es el motivo real de esta actual guerra?
Nosotros somos espíritus de los bosques, creados por el mismo bosque para su propia protección, creados en su día incluso por los propios animales, pero éramos insuficientes, y hace muchos años les utilizamos para salvar el bosque, para que combatieran en la guerra. - La voz rugosa carraspea y parece como una piedra que se arrastra por la corteza de un árbol. - Deformamos sus cuerpos, suprimimos sus mentes animales y les dotamos de otra conciencia distinta, prácticamente les destruimos, pero salvamos el bosque.
La otra voz le interrumpe casi escupiendo las palabras con tremendo desprecio - Ahora ellos nos culpan de su forma actual y luchan por destruirnos, sin darse cuenta que destruyen el bosque.
Nosotros tres.... - Unos segundos de incómodo silencio para corregirse en un fatídico error - ... nosotros dos somos espíritus jóvenes, nacidos de los árboles y la guerra para salvar a este bosque de la autodestrucción... pero es inútil si tenemos que luchar contra sus propios habitantes para evitar su autodestrucción.
Los árboles y la hierba mueren, y los hongos y la podredumbre crecen sobre los cadáveres del bosque dejandonos sin fuerzas y sin hogar. Creen que matándonos recuperarán su bosque... pero lo estan matando.
¿Espíritus del bosque? - Soren no puede creerse lo que le está contando. Le resulta complicado entender lo que le está diciendo - ¿Así que la guerra es por la transformación que hicisteis a esos animales? Y vosotros los transformasteis para...¿proteger el bosque de su autodestrucción? - La pequeña piensa en sus propias palabras y sigue sin comprender quién o qué es lo que quiere destruir el bosque, nadie ni nada quiere destruirse a sí mismo.
Estaba claro, que la muerte, ya fuera de plantas o animales no era buena para nadie. Y lo que decían esos espíritus del bosque tenía mucho sentido. Era como en los cuentos de la vieja tata, los espíritus de la tierra protegían los campos, los espíritus del agua regulaban los cauces del río y niveles de los lagos, los espíritus del fuego se encontraban en las llamas y los espíritus del bosque tenían que velar por la vida y conservación de éste y todos sus habitantes.
Soren no sabía qué decirles. no quería que el bosque ni sus habitantes muriera. Tenía que pensar un forma en que los animales escucharan lo que les decían los espíritus y comprendieran que lo que decían era cierto. Sentía que les debía mucho a esos espíritus. No podía hacer nada por devolverle la vida a Dada, pero haría todo lo posible para que no muriese ningún espíritu más, para que no muriera nadie más - Yo... lo siento. Quiero ayudaros a recuperar vuestro hogar y poner fin a esta guerra. Decidme que puedo hacer para ayudaros. Decidme que puedo hacer para que el bosque deje de morir.
Actualmente el bosque muere por culpa de esos... animales - Dijo la primera voz pronunciando la última palabra con desprecio para decaer en absoluta pena y añadir - Por lo que no hay otra cosa que podamos hacer que rendirnos... o destruirles a todos...
Vuelven a sonar pasos, alguien se acerca, un montón de enormes animales entran en la celda, la luz de las antorchas iluminan entonces a ambos personajes con los que has mantenido la conversación en las penumbras, el primero, el que te amenazó de muerte se parece mucho a Dada, es rubio y sus ojos parecen de oro, el segundo parece más una planta que un hombre, aunque su tamaño es algo reducido para un adulto.
Los animales los cogen a ambos de sus cadenas y los arrastran fuera, quedas a solas en la celda abierta, con el consejero víbora en la puerta observándote mientras se llevan entre bramidos y risillas a los dos prisioneros que mantienen un absoluto y digno silencio
¿Destruir a todos los animales? Seguro que había otra manera de solucionar el malentendido sin causar más muertes. Soren se gira alertada por los pasos, se tapa momentáneamente los ojos para evitar la cegadora luz de la linterna. Los animales cogen a los ahora visibles seres mágicos, no tenían el aspecto que ella esperaba, y se los llevan encadenados – ¡Esperad! No os los… - Deduce el destino que les depara, sólo espera que sea mejor que el que ella le había otorgado a Dada.
Han dejado la celda abierta pero no sería sensato correr sabiendo que la atraparían enseguida los animales que acababan de salir y menos aun teniendo la mirada de la serpiente sobre ella. Se queda mirando al consejero. Ante había parecido ser justo y darle una oportunidad con su explicación, pero el resultado y la situación en la que había acabado por decir la verdad, hicieron que perdiera algo de confianza. La miró a sus hipnóticos ojos y le preguntó -¿Qué pretendéis hacer con ellos? No les hagáis daño, por favor. Os he demostrado que no soy un hada, me habéis obligado a hacer algo horrible y... y creo que deberíais escuchar lo que tienen que decir estos seres. No pretenden hacer ningún daño, quieren salvar el bosque - Recordó vagamente lo que su hermano siempre decía a su escuadrón - Tenéis que unir vuestras fuerzas para protegeros.
Lossss van a ejecutar - Sentenció la víbora. Quedó unos segundos en silencio, estudiando tu reacción. Estudiando tus gestos y tus palabras - Essss la Ley, cuando ellossss nos ven noss matan. Lossss animales que entran en el bosque a por comida o recurssssos no vuelven, mienten y engañan y mientras que nossss sotros intentamos llegar al bossque para consseguir alimentos, ellossss intentan venir aquí solo para raptar a nuestras crías o matarnosssss.
¿Porqué las versiones de ambos eran tan contradictorias? Todo esto era muy confuso, y Soren no sabía qué hacer.
Tenemosss que esstar en la ejecución. Tú tienesss que estar durante la ejecución, puedesss morir como uno de ellos o vivir como uno de nosotrossss.
Otro momento de silencio en el que su lengua siseó varias veces - Me seguirássss, ssubiremos a una tarima y alzarásss la mano, cuando la bajesss, serán ejecutadosss
A no ser que hagas otra cosa distinta, puedes subir los escalones siguiendo a víbora, hay una tarima de ejecución montada en el patio donde mataste a Dada, vuelve a describir el salón, la tarima como la imagines y sus ocupantes aunque ahora estarán un poco más calmados.
¿Ejecutar? La palabra resonaba en su cabeza. Aunque en cierto modo sabía que pasaría algo así, no pudo evitar abrir la boca y quedarse muda momentáneamente. La joven princesa no salía de su asombro y menos cuando ahora la víbora le explicaba una versión completamente contraria a la de los feéricos y que convertía en víctimas a los animales.
La serpiente seguía hablando y esta vez la implicaba a ella - ¡Nooo! No quiero que los matéis y muchísimo menos que me matéis a mí – No entendía por qué la obligaban a soportar semejante responsabilidad, ella tan solo era una niña – Yo no soy cómo vosotros – la víbora se giró y Soren siguió replicándole – Ni tampoco soy una de ellos. Yo no pertenezco a este bosque, quiero irme a casa.
El consejero obvió lo que Soren decía y le explicó imperativamente, mientras subían los peldaños de piedra, lo que tendría que hacer a continuación. Volvían a la sala central. Seguía estando repleta de animales, esta vez no aclamaban sangre, parecían menos inquietos y más calmados tras la muerte de Dada. Las gradas que formaban un óvalo unían su madera con la de la estructura elevada a la que le indicaba la víbora que accediera. La princesa avanzó unos pasos, el suelo crujía bajo sus pies. La víbora dejó de deslizarse sibilantemente y Soren se paró a su lado. En la tarima había unos pivotes centrales, de madera también, que se elevaban desde el suelo hasta la altura de la cintura de un animal de estatura media. En la parte superior había unos grilletes sujetos por unas cadenas. Suponía que era allí dónde tenían lugar las sentencias a muerte.
La vista desde allí arriba era muy diferente a la que había tenido desde el foso de la sala. Podía recordar cómo aquellos animales ansiaban la sangre, tanto o más que unos críos pendientes de que su caballero preferido derribara a su enemigo en la justa. El cuerpo del hada ya no estaba, pero aún se podían apreciar los restos del combate. Se miró la ropa y ahora con algo de iluminación pudo ver la sangre que había vertido sobre ella. Y sangre, no quería más.
El rey estaba cerca tuyo, el verdugo esperaba tu señal - Hoy es un gran día, esta habitante del reino feerico ha decido dejar de pertenecer a él, y venir con nosotros, será hoy su glorioso día, con estas muertes Soren, se gana su ascensión
Todos los animales asienten y te señalan, el verdugo, el enorme rinoceronte con su afiladísima hacha de piedra, te espera, la víbora sisea y asiente, y el pavo real entrecierra los ojos, al ver la duda en ti, desconfiado aún y a la vez relamiendose de tu sufrimiento.
Esto sería más sencillo que dar muerte a dada, solo alzar la mano y dejarla caer, solo dar la señal, unas palabras serían ideales para disipar las dudas del rey, aunque tu corazón te pide rebelarte ante todo esto, de luchar, luchar por tu inocencia, por lo que de verdad eres y por lo que quieres ser... definitivamente no quería ser una animal.
Soren miró al rey de los animales con la boca abierta cuando escuchó sus palabras. No le gustaba que la gente decidiera cosas por ella y menos que dijeran mentiras sobre ella - ¡No! Basta ya de mentiras. Vuelvo a repetir y dejar claro que no soy un hada ni nada parecido. No pertenezco al mundo feérico, tampoco al vuestro -dijo alzando la voz para ser escuchada por todos - Y no quiero hacerlo. No me gusta cómo os estáis comportando. No quiero formar parte de esto, no quiero ser una asesina. Soy una humana que quiere volver a casa, a Ubeda, con mi familia y amigos.
La princesa no perdió de vista el hacha del rinoceronte. Sabía que estaba esperando su gesto, pero no lo iba a hacer, no podía, no quería matar a nadie más - Majestad, le suplico que escuche mis palabras y que entienda que le estoy diciendo la verdad. No he hecho nada malo y ya he demostrado que no soy un hada -Los animales expectantes de la ejecución que esperaban con entusiasmo, parecían enfadados y horrorizados por su rechazo y desobediencia - No tengo derecho a decidir por la vida de alguien, nadie debería tenerlo. Parad esta absurda guerra de una vez - Miró con gesto suplicante a la víbora que antes la había creído - Por favor, ahora llevadme a mi casa.
El pavo Real hace una señal de desprecio y te señala con una de sus alas. La muchedumbre... después de haber acabado con Dada está de tu lado y pide por ti mientras el enorme y fuerte verdugo clava el hacha en la plataforma y te agarra con dos manos enormes y callosas, con una piel gris y verrugosa tan dura que parece no ser suya, te observa con un lado de la cabeza con aquellos ojos diminutos.
No es un hadaaa - Dejadlaaa- Se escucha tímidamente entre la multitud. Puedes distinguir al gato rojo con una mueca de desagrado ante lo que está viendo y misericordia por ti.
El pavo Real vuelve a cruzar sus ojos contigo y abre su enorme cola blanca en un gigantesco abanico, jamás habías visto animal más bello y de comportamiento más repulsivo. La muchedumbre guarda un silencio sepulcral cuando el ave abre su plumosa cola y introduce en el plumaje su mano para sacar una finísima espada que resplandece como recién forjada por el más labrado acero.
Desde la espalda pincha a cada uno de los presos en la espalda. No hay sonido alguno, no hay brote de sangre, es como pinchar naranjas con una aguja. Primero introduce la espada en el cuerpo de uno de ellos que se arquea en un estertor cayendo cuando retira su afilada arma y mata al otro reo a sangre fría.
Un majestuoso león embutido en armadura recoge el arma de su Rey cuando éste alarga la espada.
Su cola se plega de nuevo despacio, aunque la muchedumbre sigue en silencio.
Lleváosla - De nuevo se escuchan quejas entre la muchedumbre, pero un saco cubre súbitamente tu cabeza y esta vez no sientes como te arrastran, el enorme rinoceronte te lleva prácticamente en volandas, interpretas que, de nuevo a los calabozos.
Una puerta metálica se abre, caes en un calabozo y te quitas el sombrero, es una habitación minúscula, la única rendija se encuentra en la puerta metálica que cierran frente a ti sumiéndote en la más profunda oscuridad. El suelo es de tierra seca y las paredes de piedra.
Aciago destino el de Soren, quien permanecerá en los calabozos del Reino de los Animales por mucho, mucho tiempo