Partida Rol por web

Caerwyn se había mantenido en un hosco silencio durante poco más de media hora. Pero la Joya de Mittlemarch no era el tipo de persona que podía estar enfadada mucho tiempo. Se echó la capucha un poco hacia atrás, para que sus compañeros vieran que sonreía.

—¿Sabes, Helmuth? Creo que a partir de ahora te voy a llamar Palabras Melosas —dijo, soltando una risita—. Has sido más educado con esa elfa de lo que merecía. Aparentemente, hago enemigos con tanta rapidez como hago amigos. Pero es que pierdo los nervios. Ojala tuviera tu elocuencia, o la paciencia de Dalits para tratar con esa chusma.

Echó una mirada de soslayo a Kiras.

—Aunque mis amigos vayan luego dando mis flores a la primera desconocida que encuentran.

Aunque siempre era muy charlatana, Caerwyn tomó el papel de observadora callada en cuanto llegaron a la ciudad. Se caló bien la capucha para que no le vieran el rostro destrozado y dejó que sus compañeros se ocuparan de hablar con aquel hombre.

Sonreí de lado al escuchar a Caerwyn. Me encanta que me adulen, sobre todo cuando he culminado una buena actuación. Cuando no lo hago también me gusta, pero reconozco que me lo merezco menos.

-Toda persona que tenga tu vida en sus manos merece educación Princesa, al menos mientras no tengas claro si vas a salir vivo de ésta. Pero créeme cuando te digo que mis respuestas son mucho más efectivas que una burda respuesta cuando hablas con personas como Lianna. A un borracho de taberna con decirle que va destrozando los marcos de las puertas con su cornamenta, ya tienes el trabajo hecho.

Empiezo a reír antes de añadir:

-Por cierto, preferiría un apodo más masculino que “Palabras Melosas”, ya tengo suficiente con pelear como una niñita.

Al llegar a Winterhaven nos dirigimos hacia la posada. Tras oír los precios empiezo a sacar algunas monedas. Mientras hago mis cuentas miro al extraño anciano y le digo:

-Me estáis saliendo un poco caro anciano. Hay prostitutas en Parvek que me hubieran hecho tocar el cielo con el dinero que llevo invertido en ti. Así que más vale que todo esto merezca la pena. Que para eso me conocéis tan bien y me habéis espiado mientras me bañaba.

El anciano, ya molesto se giró hacia vosotros.

- Dejad de hablarme como su fuese un cualquiera, Helmuth Von Kerceus, ni soy vuestro amigo ni debo pagar por las actuaciones de Lianna. Si fuese por mi no estaríais aquí, os lo aseguro, así que ahora ir a descansar y mañana estar preparados a la hora acordada.

Llevó su montura hasta un par de muchachos que lo llevaron calle arriba.

- Y si tan caro os parece volver a vuestras mundanas aventuras, dignas de un cualquiera y no luchéis por lo que merece este reino. Esto no va sobre vosotros o sobre mi ni nadie de los que estamos aquí, es sobre todos y cada uno de los habitantes de este maldito continente. Yo he sido educado con vosotros y os pedí perdón por las actuaciones de la chica, cosa que no tenía porque hacer. Por lo que dejémonos de bromas baratas y de niños y actuemos como adultos. Si mañana no os gusta lo que veis podréis volver a la taberna donde os encontré, tranquilos.

Se puso la capucha e invitó a su compañera a que soltase las riendas de los caballos de vuestro carro.

- Y ahí tenéis vuestro carromato, hacer lo que queráis con él y sus pertenencias. Pero si por la mañana al hacer algo indebido tenéis a todo el pueblo y a la guardia contra vosotros no será asunto mío, ya os he salvado la vida una vez hoy. Buenas noches.

La pareja comenzó a alejarse y doblaron una esquina.

Dalits contempló la acalorada respuesta del anciano sin apenas inmutarse. Podía entender hasta cierto punto el enfado por los mordaces comentarios de sus compañeros, pero el enano jamás había llegado hasta el punto de enfadarse y menos de esa manera.

Una vez el hombre se alejó lo suficiente, Dalits dedicó una mirada a cada uno de sus compañeros. -Voy a dejar a Romo en las cuadras. Nos vemos en la posada.- Dijo con un tono seco que acusaba cierto cansancio, tanto físico como mental a causa del apresurado viaje hasta Winterhaven y el inesperado encuentro. Así que sin más dilación, el guerrero guió a su montura para que su compañero animal descansase como es debido.

El viaje no fue muy agradable, viajar de noche no me gustaba porque uno se perdía lo mejor de los viajes: ver el paisaje, ver el mundo por el que caminan tus pies. Explorar el mundo es algo que deseo hacer, y es un buen motivo para venir a Winterhaven. Si estalla la guerra, no podré estar tranquilo y no podré explorar el mundo, aparte de que acabaríamos en algún aburrido regimiento en lugar de viviendo aventuras.

-Palabras melosas... ¡te queda bien Helmuth! -comento ante la ocurrencia de Caerwyn. Pero la referencia a las flores me coge a contrapié -Oye oye... en ese momento me preocupaba más que nuestro pellejo no acabase ensartado, pero te lo compensaré de alguna manera princesa -digo haciendo una pequeña reverencia.

Tras las palabras del hombre que aún no conocíamos su nombre, seguí los pasos de Dalits para llevar el carromato y las bestias a la cuadra y asegurarme que quedasen en buen recaudo -Espera Dalits, voy contigo. Os veo en la taberna, no empecéis aún con la fiesta.

-Adoro a los ancianos humanos, son todos tan calidos y entrañables- Digo con un marcado sarcasmo mientras me acerco a coger mis armas del carro- Dios me e sentido desnudo durante un largo rato- Digo mientras cojo mi espada y me ajusto el cinto en la cadera. Luego cojo las riendas de mi pony me me acerco al establo- Voy al establo a dejar a mi montura junto a Daltis, ahora nos vemos dentro.

Camino junto al enano que tiene un aspecto cansado, no lo culpaba habia sido un dia largo y con mucha tension. Al llegar al establo pregunto en voz alta:

-¿Cuanto cuesta dejar ami montura bien alimentada y seca?

Miro a mis compañeros y sonrío de lado.

-Lo dicho chicos, ni idea de quiénes somos. Esto es lo que se conoce como el “Maestro liendre”, de todo sabe pero de nada entiende. Por norma general es un término que se aplica al que sabe un poco de muchas disciplinas, pero en este caso viene como anillo al dedo.

No me había gustado nada el cariz que habían tomado las cosas. Una cosa es que yo fuera un imbécil y un soberbio, lo reconozco. Pero nuestros interlocutores se pasaban de largo. Si esto seguía así no acabaríamos en buen puerto.

Bueno, siempre nos quedaba ponernos del lado de Beaver. Seguro que pagaba mejor y era igual de imbécil. Me había puesto de mal humor.

-Muchachos, yo me voy a dormir. Y Tejón, deja la espada en el baúl, no me apetece que amanezcas sin cabeza.

Finalmente parecía que todos se preferían cercionarse de la seguridad del carro, así que el grupo al completo se dirigió hacia las cuadras. Dalits escuchó en silencio las palabras de Helmuth mientras guiaba a Romo. Realmente compartía la opinión que el recién apodado 'Palabras melosas' parecía tener sobre aquel anciano. "Demasiado misterio y demasiadas molestias." Pensó el enano en la misma sintonía que su elocuente compañero. Pero el día había sido muy largo y el guerrero no tenía ni fuerzas ni ganas de comenzar ahora una discusión sobre lo poco que se fían de esta gente. Y una conversación con Helmuth podría prolongarse bastante...

Ya en los establos, Dalits esperó a que llegase algún mozo para asegurarse de que cuidaran de Romo. El inquieto Tifón enseguida se adelantó a preguntar por los precios y el enano enseguida soltó un bufido molesto. -Deberías escuchar de vez en cuando, pequeñajo.- Dijo Dalits en un tono de reprimenda a la vez que le entregaba al mozo un par de monedas de cobre. En realidad el tono del enano no suponía nada especial pues casi siempre sonaba a reprimenda y más teniendo en cuenta el cansancio acumulado. Pero el hecho de que el enano hablase y además hiciese uso de un apelativo amistoso siempre era buena señal, pues normalmente el enfado del guerrero iba acompañado de un tenso silencio. Lo cual, irónicamente, a veces daba la impresión equivocada cuando simplemente no tenía nada que decir.

Cuando Helmuth se despidió, Dalits le devolvió un gesto a modo de despedida. -Yo iré a la taberna antes de dormir. Nunca es bueno dormir con el estómago vacío.- Dijo sin poder ocultar el cansancio en su voz. Pero eso enseguida se solucionaría con una buena cerveza y un buen trozo de carne.

Caerwyn puso una mano en la cadera en un gesto peligroso. Si por ella fuera, le ensartaba a ese anciano una flecha entre los omóplatos. Estaba harta de aquella condescendencia con la que los trataba.

—¿Alguien me puede recordar por qué seguimos a este tipo? Cada vez me entran más ganas de volver a nuestras antiguas aventuras. Empiezo a estar harta de que nos regañe como si fuera nuestro padre cada vez que decimos algo que no le gusta —comentó Caerwyn—. Y empiezo a estar cansada de que me amenacen a punta de espada cuando no he hecho nada. Ya puede decir ese anciano lo que le de la gana. No me vuelvo a separar de mi arco, ni me voy a callar si me atacan a mi o a alguno de vosotros.

Tras el viaje llegasteis a las habitaciones de la posada. Pronto encontrasteis las camas muy apetecibles pese a que estas tenían un lamentable estado. La noche transcurrió tranquila por lo que descansasteis mejor que hacía mucho tiempo y al despertar os encontrabais en forma.

Al ir a revisar la habitación de Tifón, pues tardaba demasiado en salir, econtrasteis que la habitación estaba vacía y tan sólo había una nota que decía que todo este asunto le sonaba turbio y había decidido buscar un nuevo camino durante la noche.

A pesar de las evidentes carencias de la posada, la noche de descanso había resultado particularmente reconfortante. Dalits se levantó con la primera luz del día que asomó por entre las juntas de las contraventanas de madera. Se tomó el despertar con calma y, una vez en pie, estiró sus articulaciones para activar su cuerpo. Era una costumbre que tenía de cuando casi no tenía barba, pues sus entrenamientos como futuro defensor de su gente siempre eran a primera hora de la mañana. El enano se equipo con calma y con cuidado de no olvidarse nada.

Una vez preparado, bajó hasta la taberna para pedir algo para el desayuno y encontrarse allí con el resto del grupo. Pero había algo que no encajaba. Alguien que faltaba. "El pequeñajo, ¿dónde se ha metido?" El tabernero no les pudo ayudar así que acudieron a su habitación. Dalits fue el primero en entrar en el cuarto para llevarse la sorpresa de que estaba vacío y recogido. Enseguida le llamó la atención una nota en la mesilla de noche. El enano la cogió y la leyó temiendo adivinar lo que en ella ponía. Tras terminar caminó hacia afuera entregándole la misiva a Helmuth con cierta brusquedad fruto del enfado. -Os espero abajo.- Dijo en un tono seco. Dalits no era dado a mostrar mucho sus emociones, pero el mediano le caía bien y su marcha le afectó más de lo que le gustaría admitir. Pero no le quedaba otra que aceptar y respetar la decisión de Tifón.

Recojo la nota que me tiende el enano y comienzo a leerla con el ceño fruncido. Antes de leerla ya sospechaba su contenido, pero eso no evitó que al terminar me pusiera de mal humor. Mientras Dalits bajaba las escaleras comencé a maldecir y blasfemar.

-¡Por los sagrados calzones de Pelor y le enorme virilidad de Kord! ¡Maldito seas Tejón! ¿No eramos compañeros? ¡Tenías que hacerlo así! ¿No podíamos hablarlo? ¡Púdrete en los infiernos!

Golpee con una patada la puerta de la habitación y me hice daño. Arrugué la nota y la tiré al suelo sin ni siquiera molestarme en enseñársela a mis compañeros.

-¡Por la mano podrida de Vecna y todas las putas  de Olidammara! ¡Ojalá consigas tu ansiado torreón y te quedes allí encerrado!

No debía de faltar mucho para tener que reunirnos con el anciano. ¡Lo que me faltaba hoy! Un anciano omnisciente y tocanarices. Solo había una cosa que podía hacer para digerir lo que me quedaba de día. Beber. Beber lo suficiente como para soportar al viejo. Y más le valía que lo que tuviera que contarme fuera interesante o me iría directamente a alistarme al ejército real en el lugar más próximo. Sin decir ni una palabra más, bajé las escaleras para pedir toda la cerveza que me diera tiempo a tomar.

Dalits se alejó por la escalera escuchando los improperios de Helmuth al enterarse de la partida de Tifón. El enano compartía en parte los sentimientos implícitos en aquellas palabras 'no tan melosas' que el hombre estaba profiriendo. Su gesto ceñudo y su mandíbula apretada daba fe de ello. 

El enano bajó hasta la taberna para desayunar algo con la esperanza de que su ánimo mejorase con el estómago lleno. Se acercó a la barra directamente. -Una jarra de vino caliente y unos panecillos.- Dijo en tono seco. En otra situación lo habría pedido con más educación e incluso con un por favor al final de la frase. Pero esta no era esa clase de situación. El solitario guerrero había encontrado un grupo en el que podía decir que se encontraba a gusto. Al principio quizás se tratase de una relación meramente profesional, pero con el tiempo lo habían aceptado a pesar de su aire taciturno e incluso su silencio les servía de réplica para sus incesantes y vanales comentarios. Sin duda el carácter del enano no iba a cambiar de la noche a la mañana, pues el pasado de Dalits pesaba mucho su corazón, pero había un entendimiento tácito que creaba cierta armonía en el grupo. De lo que si estaba seguro el enano era de que su alma sentía cierto alivio al encontrar lo más parecido a una amistad que había tenido en años. "Y ahora el pequeñajo coge y se larga." Piensa con amargura mientras contempla sin mucho entusiasmo el veteado de la madera de la mesa. 

Realmente esperaba que la comida despejase su mente, pues todavía tenían un día muy largo por delante y muchas cosas que resolver con sus poco comunes anfitriones...