Partida Rol por web

     De la misma guisa, Blaine continuó vadeando aquel hediondo cenagal para unirse a la refriega, jurando por lo bajo. Los orkos estaban ensañándose con los oficiales, mal rayo les partiese, pero pronto darían buena cuenta de ellos, a pesar de la mala espina que le había dado ver aquel aparato xeno sobrevolando el campo de batalla... De repente algo se alzó de entre el fango. ¡Era uno de esos malditos komandos! Ademas parecía armado con algo bastante peligroso. Sin pensárselo dos veces, disparó su arma desde la cadera casi a quemarropa y una feroz lluvia de postas voló certera hacia él con ansia asesina.

Blaine lanzó un cono de perdigones sobre el komando orko, que no pudo hacer nada para esquivar los proyectiles, sin embargo, tampoco le hizo falta pues apenas lograron causarle arañazos en su dura piel. Todo aquello iba a ser muy difícil, estaba claro que muchos de los oficiales no lo lograrían, aunque a los catachanes solo les interesaba uno de ellos. La definición exacta de los escintilanos sería "inútiles" lanzaron una descarga láser conjunta sobre los orkos y sólo uno de ellos logró rozar, ¡rozar! a un orko.

Aunque lo mismo pasó con los catachans y el sargento Dryak. Nadie lograba abatir al orko, y ninguno se atrevía a avanzar hacia él por miedo a volar por los aires.

¡SEGUID DISPARANDO EXCREMENTOS DE GROG! - bramó Striker mientras avanzaba flanqueando a sus supuestos hombres mientras abría fuego con su escopeta a muy corta distancia... Striker era un temerario o sencillamente buscaba una muerte limpia y en combate.

El oro no vio lo que se le echaba encima; el cañón de la escopeta de Striker modificó la ya de por sí espantosa cara del orko al añadirle un acné con base de plomo. Sangre oscura brotó de las numerosas heridas que aparecieron en su carne, heridas que hubieran matado a un humano cualquiera. Lo que hizo ese orko fue avanzar con asombrosa velocidad por el pantano y detonar la bomba que llevaba en cuanto se acercó a los humis, convirtiéndose en una masa de carne mezclada con el fuego de la explosión.

Una columna de agua, humo y sangre ocupó el lugar donde los combatientes habían estado un segundo antes, ante la mirada horroriada de Hellbast, quien veía que las únicas tropas que podían rescatar a los oficiales estaban siendo diezmadas.

     Mascullando un juramento, Blaine avanzó a duras penas a través del fango a la vez que descerrajaba una descarga contra uno de los comandos que intentaban desbordar al séquito de su objetivo. Las posibilidades de recuperar al oficial con vida se reducían segundo a segundo y cualquier ventaja que pudiese aportar contaría en la balanza. Las postas volaron certeras hacia su blanco buscando la carne del piel verde.

La explosión suicida mató instantáneamente a dos soldados, y dejó a otros dos heridos. Striker pudo refugiarse bajo la sucia agua de la ciénaga justo a tiempo, y la onda expansiva no llegó a herirle, pero cuando emergió a la superficie, con el agua chorreándole por la cara y la barba de seis días, con algas sobre sus rostro y los ojos enrojecidos pudo ver la sangre de sus compañeros cerca de él, y sus cadáveres flotando en el agua.

Quizá la pérdida de sus "camaradas" fue inspirador para los escintilanos, pues esta vez, la primera vez desde que se habían embarcado en aquella absurda carrera, probaron tener algo de entrenamiento, y una certera andanada acabó con la vida de dos orkos, liberando presión sobre los oficiales. Insuficiente, uno de ellos se quedó sin cabeza cuando una choppa orka le alcanzó en el cuello, por encima de la nuez.

Striker corrió como un poseso hacía el frente, en la búsqueda de aquellos asquerosos y podridos xenos... los putos pielesverdes. Escupió al suelo mientras corría y en su momento, antes de hacerlo gritó hacía los soldados que estuvieran con vida - ¡ADELANTE COBARDES! - los exultó a seguir hacía delante - ¡QUE TODOS TENEMOS UN SITIO CERCA DEL EMPERADOR PERO AÚN ES PRONTO! ¡POR EL TRONO! 

Todo quedó sentenciado. La turba de orkos asesinos superó por completó a los oficiales y los convirtió en pechugas y pulpa con sus toscas y poderosas choppas. La sangre de los nobles oficiales escintilanos cubrió los restos de su aeronave derribada y llegó hasta el agua, formando un gran charco de sangre. Adiós a su posibilidad de un pase libre hasta una fortaleza segura.

¡Retirada!

El mayor Hallbast ordenó a los hombres que volvieran al mismo tiempo que ordenaba al timonel que pusiera en macha la barcaza. ¿Serían capaces de irse sin los de Catachán? Qué pregunta más absurda.

     Blaine apretó con fuerza su mandíbula al ver como todo su plan se desmoronaba como un castillo de naipes y, para colmo, aquellos hijos de mil putas de la barcaza pretendían dejarles allí como pasto de las sanguijuelas. Sin pensarlo dos veces, comenzó a "correr" (tan rápido como se podía vadear aquel lodazal hediondo) en pos del alero de la embarcación. Con algo de suerte podría llegar hasta ella y encaramarse... - ¡Esperadnos joder! Les increpó.

Volver a la barcaza no fue fácil, los de Escintila no parecían tener intención de quedarse y arrancaron motores con la intención de abandonar ese pantano repleto de orkos. La mayoría de los de Catachán lograron subir antes de que se alejara demasiado, para Striker no fue tan fácil: era quien estaba más lejos de la embarcación y quien estaba más cerca de los orkos, por lo que fue el blanco de sus disparos. Volver a la barca fue todo un desafío para él, columnas de agua se alzaban a su alrededor cada vez que un proyectil dirigido a él impactaba en el agua; los orkos no eran grandes tiradores, nunca lo fueron, pero bastaba una sola bala para, si no le mataba en el acto, causarle una herida que le impediría llegar a la barca. Y él no podía hacer nada, ni siquiera agacharse, sólo correr hacia la barcaza antes de que le abandonaran.

Lo hizo. Con un esfuerzo supremo lo hizo, y aferrado al casco de la nave logró subir a bordo, con la ayuda de los de Escintila, mientras sus compañeros de Catachán, los que quedaban, trepaban por la borda. Los de Catachán habían teñido el agua del pantano con su sangre, una vez más, y no había servido de nada, una vez más. Sangre en el agua, ese era el legado que un soldado imperial dejaba a su paso por esta vida.

Sangre en el agua
Cualquier puerto...

El resto de la travesía por el pantano acabó sin más novedad, viajaron a la máxima velocidad que pudieron, zigzagueando para esquivar pequeñas islas o minas flotantes. Viajaban sin hacer ruido, procurando no delatar su posición a más comandos orkos, que infestaban esa zona y seguían combatiendo con desperdigadas tropas imperiales. Se preguntaron cuántos soldados seguirían luchando por sus vidas, aun sabiendo que sin transporte jamás llegarían a una base segura antes del bombardeo. Como les había pasado a cuantos habían dejado atrás en el embarcadero.

Al mirar hacia atrás, con esos pensamientos, observaron lo que traía el amanecer. La luz había sustituido a las sombras, el sol de Horon iluminaba aquellas ciénagas con una débil luz matutina, pero el amanecer traía también otro tipo de luces. El bombardeo orbital había comenzado y avanzaba persiguiendo el amanecer. Enormes esferas de fuego surgían del horizonte a sus espaldas, grandes bolas de energía ignífuga a lo que nada ni nadie podría sobrevivir.

Alcanzaron el extremo opuesto del pantano. El campamento Ciénaga negra está muy cambiado desde la última vez que habían estado allí, (sólo 10 u 11 días antes); por aquel entonces era un lugar ordenado. Ahora era un auténtico Caos, con tiendas en llamas, destrucción por doquier; los soldados saquean el lugar o se matan entre ellos por una plaza en un transporte, incluso algunos abren fuego sobre vosotros creyendo que sois tropas orkas. Hay oficiales presentes, pero no hacen nada por mantener el orden.

Veis como Halbast habla con el timonel de la embarcación, valorando la posibilidad de desembarcar en ese endemoniado lugar o rodear el campamento hasta el Gamo, límite de la zona de bombardeo.

Striker se acercó a aquel despreciable oficial y con la mirada cargada de ira le golpeó el hombro para que le escuchara - escuche de una puta vez, ni se le ocurra desembarcar aquí, que el puto vehículo siga adelante - Striker no conocía los limites de bombardeo, ni la zona afectada ni nada, solo tenía claro que no quería ninguna cruz negra en su historial - deje que esos desgraciados se maten entre ellos, no quiera participar en eso ¡diablos! ¡sáquenos de aquí! - le gritó al timonel 

Timonel...-el Mayor Halbast se había visto intimidado por un sargento cualquiera, aquello desde luego no era algo que le hiciera gracia, pero aquellos destellos en el horizonte no le dejaban mucha alternativa. No era difícil imaginar cuánto le costó dar una orden que había recibido de un sargento, aun cuando compartiera la misma opinión; bajo cualquier otra circunstancia hubiera dado una orden completamente distinta, especialmente si ponía en riesgo la vida de Striker, pero esta vez era su pellejo el que estaba en juego- llévenos al Gamo cuanto antes.

Así fue como evitaron aquel caos de soldados descontrolados, luchando entre ellos por los últimos transportes o intentando robar algún objeto de valor que poder vender en el mercado negro. Rodear l base fue largo y tedioso, pero parecía mucho mejor que haber atravesado aquel campamento donde las granadas y las descargas ´láser volaban en cualquier dirección.