La patrulla los llevaba a la comisaría. France en su hombro, húmeda y temblando de a ratos, era lo único firme en el mundo. El resto- el asiento, las luces, los policías, la charla entrecortada de la radio, el tráfico- era solo un sueño, una realidad inexistente tras una cortina de algodones.
La patrulla rodaba, y por la ventana pasaba la gente. La gente, nocturna, poca gente; ignorante de la realidad. Del mundo que existía más allá de esa botella que sostenían con ansiedad, de la corta pollera de la muchacha demasiado maquillada, de la vidriera de electrónica con grandes carteles de rebajas. El mundo verdadero, el mundo que nadie quería ver. Nadie excepto Vincent.
Parpadeó y el simple movimiento le desató una tormenta de agujas por la cara. Los golpes y cortes propinados por Montesinos eran marcas vivas de ese mundo, un mundo violento donde la gente tomaba lo que quería, por cualquier medio.
La patrulla se frenó, y la puerta se abrió. Por el hueco apareció luz, y no lluvia; estaban bajo un techo. Un techo cálido; mirando alrededor descubrió el interior de la comisaría.
Un oficial lo tomó del brazo y retrocedió levemente al ver su cara, la sangre, la postura de la pierna. France dijo algo a su espalda, el policía dijo algo delante de él. Vincent vió la hilera de prolijas macetas con plantas, y no dijo nada.
La adrenalina de la noche decidió que así estaba bien, su rodilla se hizo cómplice de juerga, y los ojos buscaron observar para el interior de tan curioso cerebro.
Vincent cayó al suelo como una muñeca.
-.-.-.-
Voy a atacar el moretón en la pierna, y si es posible la cara. Cuando lo atiendan los médicos XD
... continuará...
Cuando despertó estaba en una sala limpia, de paredes grises y techo blanco. El pequeño mueble blando en la pared, y la suciedad del roce de innumerables pantalones y pies en la parte baja del piso le daban la apariencia innegable de ser una chimenea... una chimenea desde lo oscuro, la tierra, hasta el cielo.
Alguien estaba tocando su pierna. Era extraño, pero pensó que debería dolerle más. Claro, dolía... pero era un dolor sordo, como lejano. Como... de la India. Así de lejos.
Algo en el fondo de su mente le decía que tenía que correr de allí, que lo iban a drogar y hacerle estudios. No podía ver a France cerca; ella lo cuidaría. Sí, ella lo cuidaría... pero no la veía cerca. Por qué no estaba cerca? POR QUE!!??
Sus manos se sacudieron sobre la camilla, e inmediatamente la persona que estaba a sus piernas se acercó, haciendo sonidos como para apaciguar a un bebé, o a un gatito. Ese silbido sordo que quiere decir tranquilo, no pasa nada. Pero Vincent sabía que algo pasaba.
Sus manos no se sacudieron. No podía moverlas. Eran un peso terrible. Vincent descubrió, con terror, que solo podía mover un poco la cabeza hacia los lados. Bueno, más que terror, con un poco de miedo. En realidad, más que miedo... no le importaba una mierda. El techo blanco parecía lleno de remolinos de colores y formas extrañas... un caballito, una nube multicolor que lo saludaba.
Sonrió incluso cuando retiraron la aguja. No le importaba, no.
Nada le importaba.
- Tranquilo, señor Lacrue. Es solo un calmante suave. Leimos su historial, y creemos que es mejor así. Solo vamos a curarlo.
Una almohadilla húmeda limpió su cara. Vincent la notó tirante.
Cerró los ojos, pensando en las nubes de colores.
Como dije, voy contra Moratón verdoso en la pierna y eventualmente, La cara, hecha un mapa.
Tus tiradas, master.
(Estoy pensando que, si fallan y asigno razgos, tiro cosas, etc, va a ser en el mundo onírico de las drogas. Qué te parece Dennett?)
Y fue un sueño extraño.
La primera visión de Vincent no fue particualrmente exótica, pues se vio a si mismo en la camilla donde le había echado. Sin embargo, no había nadie con él, y el silencio era roto por el sonido del paso distante del tráfico. La sala parecía casi a oscuras, iluminada únicamente por lo que se colaba desde el paisaje nocturno de la ciudad por las ventanas.
Dio un rápido paseo por las salas, sintiendo algo extraño... Tal vez era miedo, o más bien apremio... Sin embargo, lo que estaba claro es que no estaba todo correcto... ¡Mierda, lo habían atrapado! Corrió en círculos, de sala en sala de hospital, buscando una salida que no aparecía por ninguna parte. El rumor sordo de los otores se elevó, convirtiéndose en un horrísono alboroto de sierras choando contra metal y pilones derrumbando paredes, y Vincent no dejaba de girar sobre sí mismo, aterrorizado, buscando lo que se disponía a caer sobre él desde las sombras.
- Vincent-, susurró una voz y toda la barahunda cesó de inmediato: el ruido, el miedo, la aprensión, no habían desaprecido, sino que más se encontraban detenidos, flotando en el ambiente como si se hubiera hecho una pausa. Y ahora de nuevo en calma, el oficinista lo que el terror había ocultado a sus ojos: en una sala de espera de ambulatorio, sentado con comodidad, había alguien con él, un hombre de aspecto extraño.
Alto y delgado, con las hechuras de un espantapájaros compuesto de codos y rótulas, lucía un cabello níveo, fino y cardado, como un Einstein, unas gafas de gruesos cristales y una gran nariz. Pero lo más llamativo de todo resultaban ser sus manos: dedos finos y largos se desplegaban revoloteando en un saludo que mostraba una extensa y pálida palma. Eran unas manos que aparentaban ser mucho más grandes que las del desgarbado cuerpo del anciano al que pertenecían, y pese a ello eran infinitamente expresivas, la clase de manos que pueden representar la sorpresa con un respingo, la maldad con un baile de yemas, o la idea del amor con el simple trazado en el aire de un corazón.
- Vince, cada noche vuelves a sentir lo mismo porque sabes que todo está mal, y luego olvidas de nuevo. Y cada noche te doy la llave para que huyas de esto porque no vas a recordar nada más, pero la recoges y olvidas otra vez. Intenta tranquilizarte y volverás a ser dueño de tus actos- dijo el anciano, antes de pasarle con una apretón de manos y una expresión de cariño infinito, una llave de hotel...
La sensación de que el el tiempo se había detenido empezó a disminuir de nuevo desde el momento en que el viejo abrió la boca para hablar y, ya con la llave en la mano, el sueño volvió a acelerarse, todo pavor y angustia interminables: estaba a punto de volver a olvidar... ¿qué habitación abría la llave? ¿De dónde era? ¿Qué número mostraba?
Tirada: 3d6
Motivo: ¿Recordará algo?
Resultados: 3, 3, 2
Ahí va otra de las tiradas de Willen, y como siempre Umbría le odia: ¡tres fallos!
Como siempre, explicación:si no asignas un éxito al primer dado no renovarás Rasgos ni te quitarás dos Consecuencias; si no asignas un éxito al segundo dado, ya te informo de la Consecuencia que te llevarás, Insomnio inexplicable; y si no asignas un éxito al tercer dado te llevarás otro Retraso, una Complicación flotante que caerá sobre ti en cualquier momento :P
Así que, venga, más te vale usar algo, un Rasgo o lo que sea, o todo va a salir esta Recuperación :P Por cierto, ¿te suena el cameo? :)
Sí que me suena ;)
Estoy hasta arriba de trabajo en este instante, y resistiendo la tentación de ponerme a escribirte, dicho sea de paso. Pero que esto sigue, sigue... aún termina todo mañana?
Las llaves en su mano se retorcían como pequeñas serpientes. Aunque a su vista era pequeña, fría y dura, a su palma era cálida, viscosa e inquieta.
Buscó al hombre nuevamente con la vista, más él no estaba. Solo un rumor de viento entre los salones y pasillos vacíos. La luz fue menguando, y Vincent aún con la llave en la mano, sin saber a dónde ir.
Tanto aumentó la oscuridad que no le quedó más remedio que extrañar su linterna. Caminó por un pasillo buscando algo familiar, algo que le ayudara a salir de este laberinto blanco, blando y gris. Por fín encontró algo inusual: una camilla de hospital. Y sobre la camilla, su linterna. Una robusta, negra, sólida linterna de trabajo que estaba completamente fuera de lugar allí.
La tomó, pero aún con ella en la mano no pudo encontrar el camino. Su luz era escasa, y lo único reconfortante era el peso en su mano como arma contra las sombras que se cerraban sobre él.
Entonces se dió cuenta que, a lo largo del pasillo, las puertas no eran iguales. Algunas eran de madera, lisas; otras tenían un pequeño visor opaco en su superficie blanca; y alguna que otra ostentaba tallas grotescas sobre su superficie oscura. Incluso, una parecía la puerta de un refrigerador: fría y metálica.
Pero todas, y cada una, tenía un número. Un número raro, pues no seguían un orden natural. Vincent miró nuevamente sus manos, y allí había ahora tres llaves. En cada una ponía un número, grabado toscamente en el metal: 53, 89, 4. Seguramente tendría algo que ver, seguramente era el secreto a su alcance...
Poco a poco su mente se fue sumiendo en capaz inferiores de sueño, o tal vez superiores de consciencia, y comenzó a cojear. Aunque él se sentía entero y sin heridas, olas de dolor y calor subían por su rodilla haciendo de cada paso una tortura. Y sobre su mano cayó una gota de sangre. La sangre, cálida le caía por su mentón, desde la sien.
Una gota roja contra la piel blanca, contra el piso blanco, contra el mundo blanco...
Tirada: 1d6
Motivo: Linterna
Dificultad: 4+
Resultado: 3 (Fracaso)
Tirada: 1d6
Motivo: Rapido con las matematicas
Dificultad: 4+
Resultado: 1 (Fracaso)
No es mi día, evidentemente :((
Piedad! Piedad!!
(para potty que dice que yo siempre tengo suerte con los dados...)
Y al elevar la vista vio cómo las luces de aquel pasillo de locura, simples bombillas pendiendo de cables mugrientos, comenzaban a llenarse de sangre por dentro, haciendo chisporrotear el filamento incandescente antes de apagarlo: una a una, todas se fueron desconectando con el sonido de un estallido leve, sumiendo a Vincent en la oscuridad más absoluta. Después todas aquellas ampollas de cristal reventaron al unísono, derramando el líquido, invisible en las tinieblas pero cálido al tacto y nauseabundo al olfato.
A ciegas buscó una salida, pero sus manos sólo tropezaban con una pared recubierta de azulejos, como si estuviera en el pasillo de unos vestuarios y la miríada de puertas que había dejado atrás hubieran desaparecido. No sabía si volvía sobre sus pasos o si avanzaba en dirección a algo, pero lo que sí que era seguro era la sangre desparramándose desde el techo, inundando sus zapatos, alcanzando el borde de las perneras y, un parpadeo más tarde, besando las mismas rodillas.
Willen... lo tuyo es increíble. Sería una pena que fracasaras, así que te recuerdo de dónde puedes sacar tu última oportunidad: crea una Ventaja con un Dado y tírala con otro Dado. Y ahora me dirás "mira, sólo me queda un Dado en la Reserva", y yo te respondo: en cualquier momento puedes gastar dos PX y convertirlos en un Dado, o 5 PX para comprar un Rasgo nuevo (aunque en este caso un Rasgo no te serviría porque ya has usado uno), o 10 PX por una Clave nueva. Así que de ahí puedes sacar ese Dado que te falta.
De modo que, si quieres, puedes intentar una tirada, a ver si salvas algo. Además tendrías la posibilidad de escribir algo relacionado con alguna de tus Claves, y esos PX que te llevarías, claro.
En fin, que a mí me gustaría dar por concluídas las Recuperaciones y empezar una nueva escena el jueves: tienes un día :) Y te recuerdo que no son necesarias muchas líneas, así que puedes ir al grano: recuerda a Patton, Mejor una respuesta mediocre ahora, que la respuesta óptima demasiado tarde. Que no te interfiera con el trabajo :P
Es verdad... el caso es que estoy bastante enfermo, ayer me retiré del trabajo temprano (sin volver a mirar la PC) y ahora miro rapidito mientras desayuno, pero no sé si volveré a la pantalla pronto.
Tal vez ponga algo hoy, y si no... mala suerte :(
Y Vincent emergió de aquel pasillo anegado con un grito que resonó por toda la enfermería de la comisaría: la enfermera en prácticas que le estaba suturando una ceja abierta a puñetazos salió despedida hacia atrás con espanto cuando vio a su paciente incorporarse con la mirada perdida antes de rodar por la camilla para intentar salir de allí.
- ¡Señor, señor, espere!- pedía la enfermera. tratando de agarrar la manga del herido-. ¡Por favor, tengo que terminar...!
Pero era inutil: el Vincent manoteaba con histeria para quitársela de encima, haciendo caso omiso de la sangre que volvía a caer por sus párpados mientras la aguja y la hebra sanitaria colgaban de su frente. Una pareja de agentes, alertados por los gritos de uno y otra, acudieron al pasillo e intentaron calmarlo, pero pronto tuvieron que reducirlo de nuevo mientras la chica volvía a la enfermería para buscar un tranquilizante.
¡Qué difícil resultó hacérselo tragar! Pero un par de forcejeos e inmovilizaciones después, Vincent fingía dormitar en un banco de una celda el sueño sin imágenes de las medicinas: no cayó en la inconsciencia ni una sola vez más, pues no dejaba de pensar que algo estaba dejando pasar, que algo olvidaba aunque estaba ahí mismo, en la punta de su lengua... Bueno, y tampoco dormía por lo que pudiera ocurrirle a manos de todos aquellos siniestros funcionarios, súbditos de un Estado vibrante de agendas ocultas y oscuras manipulaciones.
A la mañana siguiente, embotado y con la cara doliéndole por mil lugares, prestó declaración y salió a la calle y tomó camino a casa bajo un cielo encapotado y una lluvia helada de gotas finas y largas como agujas.
Primera Recuperación terminada, Willen. Tu nueva Consecuencia es Insomnio inexplicable, y acumulas un Retraso. ¡Ah, y un PX por terminar la escena, claro!