Partida Rol por web

La joven no se sentía mejor por saber que no había sido ella quién había matado al trastornado hombretón. Como fuese, había disparado contra alguien, que la bala le hubiese dado en el hombro había sido pura suerte: podría haberle dado a cualquiera de sus amigos o incluso podría haberle dado al policía. Llevaba ya un buen rato allí, había respondido a las preguntas del señor Gates y sus amigos estaban contestando sus propias preguntas. La policía necesitaba contrastar todas las versiones y que ninguna cojeara.

No era una experta en investigación policial, pero durante la investigación del intento de asesinato de su hermana hicieron preguntas, muchas preguntas, algunas de más (¿tenía algún enemigo? ¿su prometido estaba metido en asuntos de drogas? ¿tenía algún amante?) Y cuando a ella le pegaron un tiro un pulmón, lo mismo... Y después de cinco años, Cordei todavía no sabía quién había sido el cabrón que le había destrozado la vida y Dagmar no sabía quién había estado a punto de matarla. Era muy frustrante, y Cordei tenía siempre miedo a estar sola. Aquel asaltante podría volver si no era un simple atraco y esa duda hundía a su hermana en la desesperación cuando pasaba demasiado tiempo sola. Y Dagmar no veía el momento de regresar junto a ella... podía cometer una locura, como por ejemplo, salir a buscarla...

Sentada bajo el portal del motel, con el agua mojándole las zapatillas, se abrazó las piernas. Sintió un pinchazo en el brazo y se palpó el codo, para descubrirse algo clavado bajo la piel. Un dolor intenso le recorrió el músculo cuando tocó la astilla con la punta de los dedos. Seguramente había sido eso lo que había hecho que disparase la pistola. Se sujetó el brazo y fue a buscar a algún paramedico que todavía estuviese por allí.

Mientras esperaba junto a la puerta de una ambulancia a hacerse notar por alguno de los paramédicos, escuchó una voz a su espalda.

- ¿Te ayudo con eso?

Al volverse se encontró frente a la mirada escrutadora y traviesa de Roy O`Connor. Venía envuelto en una chaqueta de aviador de cuero cargada de remaches, cremalleras y bolsillos que refulgía por la humedad, y señalaba al brazo estirado en posición un tanto forzada de Dagmar.

- Estoy cubriendo la llamada... Bueno... No esperaba encontrarte aquí... ¿Cómo te encuentras?

El detective la observaba con seguridad y aplomo, pero... ¿no había tal vez titubeos en su forma de apretar los labios?

No podía negar que no esperaba encontrarse con él. Sin embargo, sí que le soprendió, aunque en el fondo lo estaba deseando. Simplemente la pilló desprevenida.

- Roy... - fue lo único que dijo, en un susurro muy leve que se perdió entre el sonido de las gotas de lluvia. Se le tiñeron las mejillas de rojo, no por estar delante del hombre al que amaba (eran palabras mayores, pero no podía quitarselo de la cabeza), sino porque su aspecto era patético y lamentable. La ropa pegada al cuerpo, mojada y llena de sangre. El pelo enmarañado, el rostro descompuesto por la situación... era el peor aspecto que podía tener. Pero bien pensado, la había visto en el hospital con su peor imagen, así que ahora no estaba peor que antes. - Eh... ¿con esto? - se miró el brazo y luego a Roy. - Pues... si me buscas un médico te lo agradecería...

Titubeó un poco cohibida, tenía el corazón acelerado y un ensordecedor latido en los oídos. Un nudo en la garganta le impedía decir cosas coherentes y temblaba de frío y de pavor.

- ¿Que qué hago? Meterme en líos otra vez... - se rió, sin gracia, con ganas de llorar. - Los problemas me persiguen, un detective me dijo que me pagaría si hacia unas fotos, algo sencillo, dijo... y como sabes no voy bien de dinero y eso... el caso es que hice las fotos y la situación se volvió irreal... Un tipo le estaba dándo una paliza a su amante y le iba a pegar un tiro con una escopeta... al final me han puesto las esposas... - su voz se fue apagando y apretó los labios, con los ojos brillantes. - Y ahora no sé cuando voy a poder volver a casa para decirle a mi hermana que no se preocupe...

-¿Me dejas?-, pidió Roy, señalando la mano dañada antes de cogerla. Después la miró con aire experto durante unos segundos en las que Dagmar no podía dejar de sentir cómo el detective acariciaba sus dedos, masajeaba su palma y pellizcaba suavemente la sueve piel del dorso y la muñeca-. Bien, cre que también saldrás de ésta-, concluyó con una sonrisa.

Y en ese momento Dagmar no pudo evitar que la idea que la atormentaba le afluyera a la mente: todo ese buen trato, ¿era el propio de un hombre protector y sensible que la quería como un hermano, o tal vez reflejaba algo más? Y otra imagen enturbió su ánimo: esa rferencia al disparo en la manifestación... bueno, la herida que había quedado no era bonita... ¿podría repugnarle? Después de todo, ella misma no terminaba de decidir si la cicatriz era o no excesiva...

- ¿Dagmar? ¿Te pasa algo?-, escuchó la chica, siendo arrancada de un segundo y medio de ensoñación.

- No, Roy, sólo pasa que no ha sido una gran noche y estoy agotada.

- Mira, me hago cargo. Yo casi he terminado mi turno, así que si quieres puedo acercarte a casa en coche y mañana, ya descansada, yo mismo iré a verte para tomarte declaración-, propuso con simpatía-. Que sepas que si no me aceptas como chofer te esperan de tres a cinco horas en comisaría, en lugar de una cama fresca y blanda, y por diez pavos más me puedo quedar y hacerte de guardaespaldas toda la noche: hago un café excelente y descongelo pizzas y donuts como lo haría tu misma abuela-, concluyó-. Lo malo, eso sí, es mi conversación...

La ansiedad volvió a Dagmar: ¿era éste el momento? ¿Así, consumida por la repugnancia y sucia, mientras Roy hacía de caballero andante? ¿O era mejor dejarlo correr, puesto que a lo mejor no estaba más que siendo amable y, en definitiva, posiblemente, ni había dicho en serio lo de subirse a casa? Todo hubiese sido más fácil sabiendo si había una señora O`Connor...

- Eh... - balbuceó la joven algo descompuesta. Aquella proposición le dio miedo, no por desconfiar de él, sino porque sintió un miedo escénico terrible. Era una mujer insegura, que él se ofreciera de esa manera la abrumó hasta el punto de no dejarla pensar. En el fondo deseaba hacerlo, pero a la vez, sabía que no podía ser y que, cómo todo en su vida, aquello sería un desastre. Con el corazón acelerado y la respiración entrecortada, no supo qué responder. - Bueno... - empezó a decir, o lo intentó, de pronto un calor abrasador propio de la vergüenza subió hasta sus mejillas, las manos le temblaban, se sentía como un flan. ¿Cómo era posible que, después de haber encañonado un loco armado con una escopeta, fuera incapaz de decirle que sí a todo lo que él proponía?. - Veras, Roy... no vivo sola... Quiero decir - se corrigió enseguida, no fuera a pensar que ella tenía novio o algo, aunque el problema no era ese, el problema era si él tenía novia. O esposa. - Mi hermana vive conmigo... - suspiró y hundió los hombros, daba igual como lo pintara, aquella situación espantaría a cualquiera. - Me gustaría que me llevases a casa, porque ella estará preocupada. No puede estar sola desde qué... ya sabes, desde que la atacaron. Y yo, bueno, yo... yo... tampoco puedo estar sola... Y ahora mismo no puedo estar cinco horas en comisaria, porque si le digo a Cordei que estoy con la policía le va a dar un ataque, y no quiero que le pase nada, ni que salga a la calle sola y se encuentre con alguien y se asuste o algo por el estilo - se le escaparon unas lágrimas sin querer. - No quiero preocuparla porque ha avanzado mucho en la rehabilitación y algo así la destrozaría y... no sé qué hago contandote esto - parpadeó rápido, para evitar que se le empañasen los ojos. - Te estoy dándo la lata, seguro que tienes mejores cosas que hacer que estar aquí conmigo aguantando mis penurias, la señora O'Connor te estará esperando y no creo que le guste que pases la noche en casa de otra chica por diez tristes dólares...

Para su sorpresa, Roy se rió, divertido.

- Dicho así, suena muy perverso eso de que me pagues por pasar la noche contigo - comentó. A Dagmar le ardieron las mejillas de un modo que nunca imaginó y miró al detective con cierto espanto. Él sacudió las manos restando importancia, algo incómodo. - Perdona este humor irlandés, a veces no tiene ni puta gracia. Por quince pavos os puedo cuidar a las dos - comentó guiñándole un ojo. - Bueno, ahora no te preocupes por nada, Dagmar. Estaré aquí contigo hasta que pienses si quieres soportarme un rato, o toda la noche... y por cierto, la única señora O'Connor que conozco es mi madre - sonrió de un modo travieso, pasando un brazo por sus hombros.

- Gracias... - murmuró ella, un poco más animada. - Me gusta estar contigo...