Dónde... está... ¡¡MI PEINEE!! -os gritó la criatura de piernas bovinas fuera de sí-.
Hay dos post antes que éste (no se te vaya a pasar).
Lanza por IRR. Si la fallas, perderás 1d10 de RAC (y ganaras de IRR).
Lanza por Memoria (PER).
Lanza iniciativa (1d10+AGI), es un combate. La criatura se abalanzará (te adelanto, sobre Martín).
- ¡ZULEMA NOOOOOOOO! -gritó de puro horror al ver como degollaban a la conversa como si fuese una gallina. Tardó apenas un segundo en percatarse de lo que estaba viendo, las piernas de la mujer...
¡ESA MUJER NO ES HUMANA!
Si ya me lo decía mi abuela que había cosas en los bosques, criaturas del Averno y otras criaturas que no eran malvadas pero tampoco eran de Dios.
Se colocó detrás de Martín temblando de puro terror.
Motivo: IRR
Tirada: 1d100
Dificultad: 50-
Resultado: 64 (Fracaso) [64]
Motivo: Ganancia IRR
Tirada: 1d10
Resultado: 7 [7]
gano 7 puntos, modifico la ficha.
Te faltan tiradas (más arriba): la de iniciativa y la de Memoria.
Motivo: INI
Tirada: 1d10
Resultado: 5(+20)=25 [5]
Motivo: Memoria
Tirada: 1d100
Dificultad: 15-
Resultado: 40 (Fracaso) [40]
Perdón he leído en diagonal xD No me puedo creer que metas a mi pj en un combate.... a todo esto ¿llevo el cuchillo encima? no he declarado que me lo llevaba :facepalm:
Motivo: INI criatura
Tirada: 1d10
Resultado: 2(+20)=22 [2]
Motivo: INI Martín
Tirada: 1d10
Resultado: 10(+15)=25 [10]
Motivo: Esquiva
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 32 (Exito) [32]
Motivo: Espadas
Tirada: 1d100
Dificultad: 65-
Resultado: 46 (Exito) [46]
Motivo: Daño
Tirada: 1d8
Resultado: 7(+1)=8 [7]
Motivo: Bonus
Tirada: 1d4
Resultado: 1 [1]
Motivo: Localiz
Tirada: 1d10
Resultado: 9 [9]
Motivo: Ataque Garras Criaturas sobre Martín
Tirada: 1d100
Dificultad: 65-
Resultado: 17 (Exito) [17]
Iniciativas:
Martín: Esquiva y ataque con espada
Urraca: declara 2 acciones (o 1 extendida). Luego lanza dados Puedes repasar las acciones en la escena "acciones de combate".
Criatura: se abalanza sobre Martín y ataque con Garras
Puedes ver los resultados de los ataques de la criatura y Martín, cuando declares y lances dados (si lo haces), narro este primer turno de combate. Por cierto, sí: llevas tú cuchillo encima (digamos que no te has desprendido de él, por mera intuición, desde que se marchó la Reina).
Muevo y muevo, en dirección contraria a la bestia. Huyo, vamos.
Huiste del lugar, allá quedaste en el claro, junto al arroyo en lo profundo del valle y barranco, a Martín, la criatura de cabellos rubios y patas bovinas, y el cuerpo de Zulema. Corriste en dirección contraria a la lucha (Martín comenzó a luchar contra el ser), y por ende, al mismo tiempo, desandaste tus pasos, volviendo hacia arriba, subiendo el barranco, en dirección al monasterio de Valvanera. La columna de humo seguía estando sobre su tejado, visible desde tu posición.
Huyes sin problema (ya que la acción está ahora entre ellos de momento). Estás a medio camino ahora de la batalla y el monasterio. ¿Entiendo que regresas al monasterio?
Corro como alma que lleva el Diablo al monasterio. Primero para avisar de que Martín está en peligro y segundo para ayudar en la medida de lo posible con el incendio.
Dios mío pobre Martín pero no podía hacer nada, yo sólo soy una muchacha. Seré más útil sofocando el incendio ahora que Zulema... ahora que ya no puedo hacer nada por ella.
- ¡SOCORRO! ¡ AYUDAAAA!
Subiste lo más rápido posible. Una vez que viste los contrafuertes del monasterio, sabías que el acceso estaba cerca. Una vez llegaste a él, accediste al patio principal de Valvanera, justo delante de la entrada de la iglesia. Entonces visteis que ésta estaba en llamas... Los monjes salieron en grupo en ese momento, cargando un pesado bulto en sus propias manos: era la imagen de la Virgen de Valvanera.
¡¡Sacadla aquí!! -gritó el abad Ximén-. Entonces los monjes la colocaron en el patio. Tu presenciaste todo. Todos los monjes entonces se te quedaron mirando, extrañados. Muchos de ellos llevaban un pañuelo en la boca. El fuego seguía inundando la iglesia, y algunas lenguas de llamas sobresalían por un ventanal del templo santo. ¡Urraca! -exclamó el abad-.
¡Ha sido por ella, abad! -señaló el benedictino portero-. Se ha cumplido un mal augurio, esto ha sido por la mujer... ¡por esa mujer! -no entendías absolutamente NADA de porqué te señalaban-. En pocos instantes, todos los hermanos de la orden que vivían allí, ahora en el patio te miraban-. El abad Ximén no sabía qué responder...
Haz un último post de partida.
Me llevé las manos a la cara horrorizada, herida en lo más profundo. Pero sí había estado allí antes. ¿Cómo podía ser ella la causante de aquella desdicha? si además la propia Reina había tenido el sueño y ella misma. ¡No era responsable, en todo caso era una visionaria!
Ahora me sentía culpable de no haber avisado, de no haber ayudado al caballero. ¿Pero qué podía hacer yo en aquel combate? y en cuanto al incendio ¿quién me iba a creer? ¿los monjes? si no creí yo a la Reina. Pobrecita de mí. ¿Qué me esperaba ahora?
- ¡TENÉIS QUE AYUDARNOS HERMANOS! JURO QUE NO HE SIDO YO... YO... YO SOÑE CON EL INCENDIO. LA REINA ISABEL SOÑÓ CON UN INCENDIO. ¡ SI HA HABIDO YA MUCHOS INCENDIOS EN EL MONASTERIO! YO ESTUVE AQUÍ MISMO EL AÑO PASADO, NO PASÓ NADA, NADA SE QUEMÓ. NO PODÉIS HACERME RESPONSABLE DE ESTE... DE ESTE HORROR.
Mirad- le costaba respirar por el humo cof cof -allí abajo, Zulema, la criada de la Reina. Allí hay una criatura... una criatura de satanás, ha matado a Zulema y el caballero lucha contra ella en estos mismos momentos. Yo.. he huido para venir a visar a la congregación del peligro y para ayudar en todo lo que pueda. Pero Martín necesita ayuda con esa criatura, un crucifijo, agua bendita, una oración en nombre de Nuestro Señora para que esa criatura sea destruida o al menos combatida. ¡POR FAVOR HERMANOS! ¡ DEBÉIS CREER LO QUE DIGO! ¡HACEDLO! JURO QUE SERVIRÉ HASTA EL FIN DE MIS DÍAS A LA VIRGEN. ¡PERO SALVAD A MARTÍN!- rompí a llorar desconsoladamente. Todo había salido mal: no escuché a la Reina, no me fié de mi instinto, abandoné al caballero en la lucha y ahora había dejado arder el monasterio. Todo era culpa mía. Sentí que me hundía más y más en un oscuro pozo de amargura y de derrota.
Los monjes se miraron entre sí tras tus palabras, y comenzaron a murmurar en bajo. El rumor en el patio, delante de la Virgen, inundaba toda la escena. El abad no entendía sobre lo que estabas asegurando del incendio y los sueños. No había oído nada parecido. El caso es que pareció horrorizarse también. Cuando hablaste de Martín y del peligro que corría, fray Ximén tomó aire, levantó su cabeza y cerró los ojos un instante. Era como si supiera de qué hablabas... exactamente.
Es ella... está aquí de nuevo -dijo, y los monjes se horrorizaron-. Un mal que acecha a este Monasterio, un mal que nos atañe, y que a veces se cobra una o varias vidas... -tu insistías en que debía ayudar al caballero, inmerso en esos momentos en una lucha-. No lo haremos, no somos guerreros, y esa "mujer"... Lo siento, muchacha.
Entonces algo impresionante ocurrió.
A la vista de todos los presentes, estando la Virgen en el centro del patio, ésta comenzó a girar sobre sí misma. Aquel suceso hizo palidecer a los frailes benedictinos, incluido su abad y el portero Ambrós. Tu tampoco entendías muy bien qué pasaba. Entonces, tras varias vueltas de la pieza pétrea sobre su eje, quedó mirando en la dirección que señalabas, justo en el fondo del barranco, de donde habías venido, donde había quedado el hombre enamorado de tí. Los Enseguida te percataste de que justo en lo más profundo del valle comenzó a caer innumerables copos de nieve. Nevaban justo en el lugar de la lucha, pero descargando justo en forma de columna, como una nieve muy concentrada en ese profundo punto del valle. Por último, las lenguas de fuego que sobresalían del monasterio por una ventana se apagaron por sí sola, cesando el incendio (no así el humo todavía) de la iglesia del complejo.
El abad Ximén abrió sus ojos y te miró. Luego se giró hacia el resto de los clérigos. En esos momentos la Virgen comenzó a llorar un par de lágrimas de sangre.
Hermanos... ¡es un milagro! ¡Es la Virgen de Valvanera! -dijo con euforia-. Ese caballero Martín... ¡Bajad pues, y prestos, y ahora, a ese barranco! ¡Id por él! ¡ID POR ÉL Y TRAEDLO AQUÍ! ¡Es deseo de la Madre de Dios! -entonces los clérigos, entre asustados y obedientes, se colocaron unas capas y bajaron todos a socorrer al caballero-. Tú quedaste allí, en el patio, junto a la Virgen.
Unos quince minutos después viste una comitiva oscura subir del valle en medio de la blanca nieve. Eran los benedictinos, y llevaban en volandas hacia el monasterio un cuerpo, el de Martín. Pronto llegó al patio, tú lo viste, y comprobaste que tenía los ojos cerrados y estaba herido en su cuello con unas terribles marcas de arañazo. Las prendas del joven estaban ensangrentadas. Entonces lo metieron en el monasterio y lo llevaron a una de la celdas.
Tú seguiste su camino, no sabiendo si estaba vivo o muerto. Una vez en en la celda, fray Teodosio, quien sabía de ciertas enfermedades y era diestro con las curas, determinó que sólo estaba inconsciente, tal vez del desangre de las heridas. Durante todo el día los monjes y tú misma estuvísteis pendiente de Martín, cuidándolo en todo lo que necesitaba.
Cuando despertó, cerca de las nueve de la noche, la primera palabra que pronunció fue "¡Urraca!". El caballero se alegró de verte allí. Esa misma noche, aún sin dejarle descansar del todo, el abad comenzó a preguntarle qué había pasado. Por lo visto, los monjes le habían encontrado tendido en el suelo, con sangre en su cuerpo y sobre la nieve.
Logró huir... -dijo con dificultad-. La espada atravesó su costado, y creí que la había matado. Pero se perdió en el monte. Para entonces mi cuello ardía, me había arañado con sus garras y me vi incapaz de seguirla. Entonces no recuerdo más... -acabó diciendo-. Me honra que estéis aquí, Urraca -te dijo esbozando una sonrisa-. Soy un afortunado.
Esa noche le dejásteis descansar. Sería mejor hablar con él de nuevo al día siguiente. Fray Teodosio quedaría en vela esas horas para cuidarle en la noche. Por tu parte, el abad Ximén te contó cierta historia relacionada con la criatura que viste, que según él era leyenda, aunque era tomada por cierta entre los miembros del monasterio. Tú te horrorizaste por todo ello, y sabías si creerla o no. Lo único que pensabas entonces, antes de irte a la alcoba de la torre, era que Martín se recuperase, por un lado, y volver al lado de la Reina Isabel, por otro.
Y en unos días regresó.
Martín no habló demasiado más allá de la lucha, ni tan siquiera contigo.
Y cuando Su Majestad te miró, extrañamente, viste el mismo recelo que los monjes te dedicaron en el monasterio. El mismo recelo, pero tú seguías sin entender nada. Por supuesto, no te atreviste a preguntarle, puesto que una reina mira a sus súbditos como le place. Te limistaste a callar y asentir ante la aparente alegría de volver a verte en el Monasterio de Valvanera.
EPÍLOGO.
SOBRE LA VIRGEN DE VALVANERA
Según la leyenda, la imagen de la Virgen de Valvanera fue encontrada en el interior de un roble por un bandido arrepentido de nombre Nuño, quien supo de ella gracias a una revelación durante su retiro eremítico en la cueva de Tómbalos, cerca de Anguiano, junto al clérigo Domingo. Claro que, otra leyenda nos cuenta (y de ésta Urraca no supo nunca nada) que Nuño tenía una hermana llamada Columba, quien decidió visitar a su hermano en su retiro espiritual, pese a la restricción surgida de no acercarse al valle. Pese a ello, se internó en los terrenos cercanos al Monasterio, y sus ojos se llenaron de pústulas. Al enterarse de los hechos, Nuño y Domingo rezaron a la Virgen para devolver la salud a la hermana (como así fue). Lo que nadie sabe es que antes del suceso de Columba, ésta encontró un peine dorado en la falda del monte Umbría, cerca del monasterio, la cual lo guardó muy contenta.
El objeto pertenecía a una criatura terrible, salida de los más profundos infiernos (según contaban algunos): lamia asentada en esos valles desde hacía varios siglos, quien no se veía afectada por la prohibición. Largo tiempo hubo de buscar el peine, y cuando la lamia supo quien lo había tomado, juró acabar con cualquier mujer que se acercara al lugar hasta que recuperara el peine. Como eso nunca ocurrió, la lamia siguió aterrorizando a las mujeres, atrayéndolas con su canto hasta los límites profundos de la sierra, con la intención de recuperar lo que era suyo. Y eso es lo que ocurrió con Zulema. La joven, se despertó una noche con voces en su cabeza y, sin poder responder a su cuerpo, un cántigo llegado sólo a sus oídos la hizo bajar al patio y precipitarse al barranco. Tras salvar la vida así, siguió siendo atraída hasta el claro del arroyo, donde la lamia tenía pensada requerirle su peine... Ni tan siquiera un caballero o su mejor amiga pudieron salvar su vida.
SOBRE LA VUELTA AL MONASTERIO DE LA REINA
Lo que en realidad tenía preocupada a la Reina Isabel era la “maldición” que pesaba sobre el monasterio, referente a la historia de Columba: cualquier mujer que pasara más de ocho días entre sus muros, perecería. Y su intención no fue sino, desde un principio, hallar la veracidad de la misma, dejando allí a una de sus doncellas para comprobarlo. Esa doncella no era sino su más preciado Tesoro: Urraca. Si la maldición era cierta, el fervor demostrado a la Virgen de Valvanera haría que la propia Virgen deshiciera el entuerto, revocara la maldición, y la doncella sobreviviese. Y así fue. De ahí su gran sorpresa al verte de nuevo, puesto que en lo más profundo de su corazón creía que no volvería a verte con vida.
Para lo que no hay explicación posible son los sueños de la Reina y de Urraca, ni tampoco los incendios en ellos. ¿Un fuego espontáneo? ¿Un intento de dañar a la imagen de la Virgen? Jamás se obtuvo explicación. Tal vez fuera parte del plan divino de socorrer a Martín, pero es algo que forma parte del velo de la Fe.
FIN