Partida Rol por web

El ladrón limpió su espada contra una tabla y se la enfundó mientras se acercaba a los otros. Se peinó un poco con los dedos y miró a la taberna de Shen —Vale, sin nos damos prisa interrogando a la rata muerta nos dará tiempo a dormir algo antes de salir mañana...— De repente cayó en la cuenta de algo —¿Y el elfo? ¡Eh Jingel! Sal que ya no quedan malos vivos.

Gülf se comprobó los ropajes: ni rastro de flechas o quemaduras; había salido bien. Lamentaba no haber podido pasar a la acción con su maza, pero sabía que habría más ocasiones. Si esos licántropos* los habían atacado era porque poseían algo de valor. ¿Sería por la pieza? Si así fuese, tendrían diversión para rato.

El clérigo se acercó hasta doña Golo y Gromenauer y procedió a atender las heridas de la mujer chamán.

—Primero tengo que quitar la flecha. Será mejor que muerdas algo de cuero o madera para evitar hacerte daño en la lengua. Te va a doler, pero confía en mí.

Tras un examen concienzudo, se frotó las manos. Dio un tirón. La flecha salió limpiamente y, antes de que la chamán tuviese tiempo para articular siquiera el primer aullido, aplicó ambas manos sobre la herida. Doña Golo tuvo una sensación altamente desagradable, como si su carne empezase a borbotear. Era como si cada una de las escamas de su piel cobrase vida propia y se moviese a voluntad. Lo primero que le vino a la cabeza fue una orgía de gusanos rosados y rollizos retorciéndose dentro de su brazo. Apenas se percató de la inquietante plegaria que murmuraba Gülf durante todo el proceso.

—Con esto debería bastar. Será mejor que no te acostumbres demasiado, porque si me paso… Bueno, digamos que podrían crecerte extremidades extra. Y no humanas, precisamente —dijo, antes de volverse hacia Gromenauer—. ¿Necesitas ayuda tú también, camarada?
 

—Bah, lo mío solo ha sido un rasguño. Nada que un enano no pueda soportar —comentó Gromenauer al adorador de Choló. No obstante, aunque se estuviese muriendo, no estaba seguro de si aceptar la ayuda de uno de estos clérigos. ¿Curarse a cambio de recibir durante días sueños y visiones angustiosas del dios loco y haragán? Mejor que no...

Tras esto, y mirando a la anciana, dijo—. ¿Y bien? ¿Qué dicen el espíritu de esta cosa? Tenemos cosas más importantes —y suculentas— que hacer que ponernos a limpiar un nido de hombres rata...

La vieja Golo estaba satisfecha por su cacería. Era un espíritu inquieto y no quería permanecer en su sitio¹. Aunque el enano parecía seguro de eso el caso es que un espíritu atrapado de esa manera no era interrogable. ¡Ni siquiera podía intentar hablarle como sucedía con sus otros totems!

A todo esto el elfo acababa de salir de la casa después del temporal.

- Os manejáis bien ¿eh? - dijo simplemente.

Nadie había visto al explorador después de que lanzase las flechas ¿habría ido ya camino de la taberna de Shen?

Bueno... no estaba mal: habían pactado algo con un espíritu, conseguido una pieza mágica, habían sido atacados por unos teriántropos²... Ahora sólo quedaba remojar el gaznate y quizás pasar la noche mientras planeaban que hacer al día siguiente.

- ¿Alguien sabe que pintaban esos teriántropos? ¿Y el encapuchado? - preguntó Asindara observando la taberna donde los aventureros cenaban tan copiosamente como bebían.

- Los caminos de los dioses son inexcrutables.- dijo muy seriamente Haron mientras se apoyaba en su espadón para dárselas de entendido.

- ¡Nosotros somos los dioses zopenco! - le dijo la diosa dándole un amistoso codazo en su armadura completa.

- Bueno... pues eso. Nosotros los inexcrutamos...- dijo el dios de la Guerra dándose cuenta que se metía en un terreno resbaladizo - Además fueron atacados por hombres ratas, no por teritrantopos.

Random, que últimamente estaba más silencioso y hosco de lo normal, lanzó un bufido de enfado:

- No sé... no sé... creo que mañana deberían ponerse en marcha. Cuanto antes. Si no me temo que algo terrible les puede pasar.