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Carguero COR-8177

Carguero COR-8177

Sistema Sump. Borde Exterior.

La nave salió del hiperespacio demasiado pronto. En cuanto el ordenador de a bordo dio el aviso, el viejo R3-G1 se desenganchó de su estación de carga, soltando una serie de pitidos indignados cuando la rueda de su pata izquierda volvió a fallarle. Empezó a moverla furiosamente hasta que el testarudo mecanismo se destascó. Se dirigió entonces a su puesto en el puente de mando y empezó a escanear los alrededores. Los resultados le arrancaron otra furiosa serie de pitos y ruidos de protesta ¡Se suponía que debían estar llegando a Dosuun! Tras hacer los cálculos pertinentes R3-G1 determinó que aún estaban a tres días de tránsito hiperespacial de su destino. Por suerte toda la tripulación estaba durmiendo y si R3-G1 se daba prisa podría calcular una nueva ruta sin que nadie se diera cuenta.
En ese momento los sensores captaron la señal de una baliza espacial. Los circuitos lógicos de R3-G1 tuvieron un rápido autodebate. Por un lado no podía ignorar una llamada de auxilio, pero por otro lado a la tripulación podría no tomarse muy bien su error de cálculo. No quería acabar sus días en un desguace imperial o peor, en una chatarrería jawa. Finalmente decidió que era mejor avisar a la tripulación y asumir su error. Tal vez, si había una buena recompensa por el rescate, fueran indulgentes con él. Y si no... bueno, mejor no pensarlo...

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La sombra del águila

La sombra del águila

Provincia norte de las tierras Dragón

Kitsuki Soichiro repasó su ábaco y su libro de cuentas por enésima vez. Quería estar completamente seguro de que no había error por su parte. Pero no. Las cuentas estaban claras y meticulosamente anotadas con su elegante y pulcra caligrafía. El año pasado su señor, el daimyo Mirumoto Masayuki, le concedió al daimyo de la prefectura noroccidental, Mirumoto Kobo, una dispensa especial para construir una presa que permitiría a los aldeanos de Higashidani Mura construir una presa con la que podrían canalizar el agua del río Gin Hebi para mejorar sus regadíos y aumentar el tamaño de sus cosechas. En una tierra tan montañosa cada incremento de las cosechas resultaba de vital importancia para el clan. Volvió a revisar las cuentas entregadas por el contable de Mirumoto Kobo: constaba el dinero invertido en traer a Kaiu Junichi desde las tierras Cangrejo para que diseñase la presa, el coste de los materiales y su transporte, la mano de obra y todos los demás gastos. Soichiro soltó una imprecación. Él mismo fue quien evaluó el proyecto y lo alabó ante su señor, convencido de que al año siguiente tendrían que importar menos arroz de fuera. Sin embargo había llegado la época de impuestos y la cantidad de arroz entregada por la prefectura de Mirumoto Kobo no sólo no había aumentado sino que había disminuido ligeramente. El recaudador que había ido a recogerlo sólo recibió el aviso de que las cosas no habían ido bien ese año en la prefectura. Algo relacionado con ataques de los espíritus de la montaña.

¿"Espíritus de la montaña"? ¿Y eso qué demonios significaba, por todas las Fortunas? Soichiro tragó saliva. Él no era más que un funcionario, un simple contable. Y ahora tenía que acusar a un daimyo de nada menos que de estafar a su señor. Soichiro tragó saliva. Mirumoto Masayuki era un hombre paciente pero estricto, y Mirumoto Kobo tenía fama de ser un hombre temperamental. Ninguno de los dos le perdonaría jamás un paso en falso, lo que significaría no sólo su fin sino el de toda su familia. Pero las cuentas no podían estar más claras, y era su obligación informar al señor Masayuki.

Con el ánimo triste de un condenado a la horca, Kitsuki Soichiro recogió sus libros de cuentas y salió de su despacho al encuentro de su señor...

Los interesados que envíen MP a Konietzko

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Sword Art Online: Aincrad Extended

Sword Art Online: Aincrad Extended

Es el año 2022. La realidad virtual (VR) está en auge. Numerosos videojuegos para un dispositivo de realidad aumentada, llamado NerveGear, están comenzando a aflorar, puesto que este dispositivo ha revolucionado lo hasta ahora conocido en los campos del videojuego y de la VR. Este dispositivo utiliza las conexiones neuronales y el cerebro del sujeto para trasladar la consciencia de su portador a un avatar virtual, sintiendo todo lo que este siente (a excepción del dolor) y pudiendo moverse como si fuera su propio cuerpo. Un nuevo VRMMORPG ha salido al mercado, Sword Art Online, o SAO, en sus siglas. Desarrollado por el famoso e ilustre desarrollador de videojuegos Akihiko Kayaba, todo el mundo se apresuró a conseguir una copia del mismo, puesto que tenía un cupo de ventas de 10.000 personas. Todo apunta a que esto será el inicio de una nueva era en el mundo de los videojuegos.

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La Mina de Phandalin

La Mina de Phandalin

Hace mas de cien años, clanes enanos y gnomos llegaron a un acuerdo conocido como el Pacto de Phandelver, gracias al cual compartirían una valiosa mina en una maravillosa caverna conocida como la Cueva del Oleaje. Ademas de su valor mineral albergaba grandes poderes mágicos. Los lanzadores de conjuros humanos se aliaron con los enanos y gnomos para canalizar y concentrar la energía en el interior de una gran forja llamada la Forja de los Conjuros, donde podían crearse objetos mágicos. Los tiempos fueron buenos y la cercanía de la ciudad humana llamada Phandalin próspero también. Pero entonces les golpeo la desgracia cuando los orcos llegaron a través del norte y convirtieron en yermo las tierras que se cruzaban en su camino.

Una poderosa fuerza de orcos apoyados por malvados magos mercenarios atacaron la Cueva del Oleaje para hacerse con sus riquezas y tesoros mágicos. Los magos humanos lucharon junto a sus aliados enanos y gnomos para defender la Forja de los Conjuros, y la consiguiente batalla mágica destrozó la mayor parte de la caverna. Pocos sobrevivieron en el interior de la gruta por los temblores y derrumbes, y la ubicación de la Cueva del Oleaje se perdió.

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En tu sangre

En tu sangre

 

2595, Lucatore.

 

Hacía tiempo que Dana se había levantado para empezar a preparar la posada antes de que acudieran los primeros clientes hambrientos. Había comida al fuego y una gran parte de las mesas estaba totalmente limpia. Subía y bajaba por las escaleras ultimando los preparativos cuando se detuvo en una de las ventanas. El sol comenzaba a despuntar por el este, proyectando así las gigantescas montañas su larga sombra sobre Lucatore. Entonces, un cuerno sonó con fuerza a través de las calles de la ciudad, un sonido profundo y grave que la hizo estremecerse. Y cuando terminó, de nuevo volvió a sonar.

 

Dana se quedó descolocada, absorta en lo que podía significar aquello, se rasco su enmarañada cabellera ondulada y no supo que debía hacer, todos despertarían y le preguntarían. Bajó corriendo a la calle en busca de respuestas.

 

El cuerno de las lamentaciones seguía resonando y no descansaría hasta que la última de las almas estuviera en pie. Eso ya le había quedado claro.

 

Fue de las primeras en salir a la calle, pudiendo contemplar las ventanas abrirse y a algunos vecinos traspasar el umbral de sus puertas, desaliñados y aun más confusos que ella. Preguntas sin respuesta empezaron a escucharse a lo largo y ancho de la calle, nadie parecía capaz de responder a ellas. No tardaron en ser interrumpidas por unos gritos en la lejanía, que a medida que se hacía el silencio se tornaban ganaban claridad, hasta que llegó el momento en que todo cobró un terrible sentido.

 

«¡El bautista ha muerto!». La frase se repetía en cada calle, en cada esquina, la ciudad debía saberlo y los orgiásticos se estaban encargando de trasmitirla.

 

Un hombre cayó de rodillas, llorando con desesperación, mientras que su mujer miraba fijamente hacia el vacío, sin ser aun realmente consciente de lo que estaba ocurriendo. Dana los miró, frotándose los ojos e intentando evitar que las lágrimas salieran a flote. No podía ser, él no. La gente se iba aglomerando, más y más, enaltecida por las oscuras nuevas.

 

Los ascetas recorrían las calles, escoltando un ataúd y dirigiéndose hacia el claustro. Una procesión de antorchas marchaba tras ellos, dolientes que se dirigían hacia la empinada cuesta tras la estela de los anabaptistas.

 

Y tras ellos los rumores empezaron a circular por toda la ciudad. «¿Asesinado?» contestó extrañado un mercader, momentos antes de cerrar el puño enfurecido. El culpable debía pagarlo. «Al viejo lascivo le han sorbido el cerebro, quiere entregar la ciudad», despotrica un borracho en los alrededores. Una mujer ultrajada por sus palabras le lanzó una piedra y respondió con rabia: «Demos gracia porque todavía está aquí».

 

Dana escuchaba estupefacta. Altair había muerto, un héroe de guerra, un hombre santo había sido asesinado, uno de los ocho. «¿Quién podría hacer algo así?», se preguntaba una y otra vez mientras recordaba cuando se había acercado a hablar con ella, regio y a la vez familiar, había alzado su mentón y le había dicho que el futuro estaba en nosotros, en los niños de Lucatore, y a pesar de que habían pasado años. No había olvidado el tono de su voz, conmovedora y carismática.

 

¿Qué sería de todos ellos ahora que no tenían una estela que seguir?

 

Esa misma noche una estrella desapareció del firmamento.

 

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