La noche del viernes es todo un espectáculo para los habitantes y trabajadores del puerto de Santa Mónica.
La bahía de Santa Mónica está iluminada como si fuese Navidad, y miles de turistas y transeuntes han venido a la fiesta organizada por la agrupación local de comerciantes. Se celebra una fiesta de máscaras.
Los locales están decorados y todos los camareros de los clubs y restaurantes llevan máscaras de todos los colores y formas. Algunos puestos invitan a los transeúntes a coger máscaras de regalo.
La fiesta, como no, ha sido subvencionada por un empresario privado para incentivar los negocios y el consumo en la zona. Incluso gente de Los Angeles y San francisco se han desplazado hasta esta zona invitadas por la fiesta y la celebración, dejando ver algunas celebridades, músicos, actores y políticos de cierta fama.
Cuando cae el sol, montones de personas con máscaras de colores caminan por los paseos de la zona, los locales se llenan de gente como hacía años que no lo conseguían.
La gente acude a las atracciones que hoy abrirán toda la noche, los restaurantes rebosan de clientes, y los juegos de seducción comienzan a prender el fuego entre los jóvenes y los no tan jóvenes.
Un yate bastante grande llega a la bahía y toma riendas para atracar. Es una zona donde se necesita pase VIP para entrar, es dónde la creme de la creme se va a reunir, alrededor del club y el yate del señor Wickham.
Un gentío se reúne alrededor de la pasarela de aquel yate. Periodistas, curiosos, invitados vestidos de gala y alguna personas del mundo de la fama se aglomeran para recibir al señor Wickham. Algunos privilegiados van a poder asistir a su fiesta privada pasada la medianoche en el local de moda: el Carpe Noctem.
El momento había llegado y un coche aguardó por mi para llevarme a la fiesta, era de alguna manera un buen gesto de su parte, tanto como el vestido y la invitación en si. Había estado trabajando en mi para lucir bonita, era consciente de mis virtudes y que me beneficiaba, así que opté por acompañar al vestido con un maquillaje suave que resalte mis carnosos labios con un rouge rojo.
Las sandalias plateadas eran unas belleza, me daba más altura y equiparaba el largo del vestido. Parecía todo hecho a medida que me llamó poderosamente la atención. El cabello lo había peinado hacia un lado, suelto pero con movimiento. El centro de atención sería mi cuerpo y ese poderoso tajo que mostraba mis piernas, algo que supe cómo lucir con bastante descaro.
La máscara era preciosa, tenía detalles en rojo pese a ser negra y combinaba a la perfección con el atuendo en general. Me sentí cómoda con el estilo, era muy parecido al mío y estaba segura de que podía desenvolverme con facilidad, pese a los nervios y el hecho de que volvería a verlo.
Ya en el coche, no dije una sola palabra y sin saber cuánto duró el viaje, con mi cartera plateada estuve atenta al entorno pese a tener vidrios polarizados que ocultaban mi identidad. Al bajar, recibí la indicación de seguir un camino, aunque iba un poco perdida. La multitud era importante, así que me tocaba creo yo, dirigirme hacia el yate, siendo ese lugar la fiesta vip que iba a asistir.
Un grupo de personas vestidas de exclusiva etiqueta rodeó el puente del Yate de lujo que acababa de atracar en el puerto, bajaron un par de hombres para asegurar el puente y desciendió una hermosa mujer vestida con un traje ajustado. La mujer supervisó con detalle que todo estuviese en orden, dio ordenes a los guardias de seguridad, e hizo que el servicio abriera un pasillo para dejar descender al señor Wickham desde su yate.
Cuando todo estuvo dispuesto, un hombre bajó por la pasarela con tranquilidad.
El señor Wickham caminaba lentamente pero con paso seguro, como un tigre avanzando por una selva y al que sabe que nada debe temer. Sonreía a algunas personas que le saludaban desde el puerto, y se quitó unas gafas ahumadas para estudiar mejor la comitiva que le esperaba. Christian Wickham llegó al puerto y dedicó una sonrisa calurosa a todos los que le recibieron entre aplausos. Su manera de sonreír invitaba a mirarle, era difícil no fijarse en él. Aunque no llevaba corbata como la mayoría de empresarios que le rodeaban y que venían a saludarle, Christian llevaba un conjunto de ropa diseñada al milímetro para su cuerpo musculado, y caminaba con comodidad entre los empresarios aunque en sus manos llevaba una máscara para usar en cuanto terminase de saludar a sus contactos. Toda la comitiva caminaba hacia el escenario que habían montado en el exterior de su club, donde esperaba una cantidad de personas considerable para el concierto al aire libre.
A pesa del calor, corría una agradable brisa que alivia el ambiente y hacía a la gente disfrutar del contacto, el baile y la fiesta.
Cualquier persona que tratase de acercarse al señor Wickham debía cruzar un estricto perímetro de gente que le acompañaba hasta el club. La guardaespaldas trató de seguirle de lejos, observándolo todo e impidiendo que ningún fisgón se acerque lo suficiente para molestar a su jefe. Alessia trató de acercarse pero le indicaron que entrara por una fila de entrada para personas vip.
Wickham se puso la máscara y llegó al club, donde muchos invitados que estaban bebiendo y bailando comenzaron a vitorear su llegada. Había donado mucho dinero para la restauración del puerto, y eso había devuelto la vida a la zona portuaria y todos los locales, la gente estaba muy agradecida. En el escenario al aire libre, subió un grupo y una solista agradeció el patrocinio de los comerciantes locales por la celebración de la fiesta.
En pocos segundos, la música comenzó a sonar. La artista y su grupo comenzaron a animar la noche con ritmos latinos, con una voz rasgada y sensual, y con un juego de luces espectacular. La gente, embriagada por la música, el buen ambiente y el alcohol, se sumergió en una experiencia de diversión, baile y juegos de máscaras.
El señor Wickham se acercó a una barra separada solo para los empresarios locales, donde un cordón blanco y un agente de seguridad impedía que nadie sin acreditación entrase. Christian no podía ver aun a Alessia, así que invitó a un hombre a pasar y tomar algo en la barra, en una zona menos iluminada donde poder hablar de negocios.
Su jefa de seguridad se mantenía en la distancia, sin sonreír lo más mínimo ni probar bebida alguna.
Alseeia se acercó al gorila del club de una puerta muy exclusiva, mientras caminaba muchas miradas la seguían de forma lasciva. El vigilante de seguridad la detuvo de inmediato y le dijo que nadie más podía pasar. Sin embargo cuando escuchó su nombre, el hombre alzó una ceja, comprobó algo en su móvil y después le hizo un gesto.
Usted puede pasar. Ordenes directas del señor Wickham.
Retiró uno de los cordones para dejarla pasar. Otros invitados trataron de seguirla, pero el vigilante los detuvo de inmediato. Estaba claro que le habían dejado entrar en la zona más privilegiada de la fiesta, desde cuya terraza podía contemplarse toda la fiesta.
Alessia seguía sin ver a Christian entre tanta gente, pero de pronto, una joven e acercó a ella con una copa.
- Hola… buenas noches. Como un cachorro al que hace mucho tiempo que nadie da una muestra de cariño, la chica desprendía timidez y su voz era muy tenue. Alessia le pareció familiar, pero le costó mucho reconocer a aquella joven sin estar casi desnuda y llena de sangre.
- Mi nombre es June, y creo que le debo la vida.
Alessia no era una experta en medicina ni mucho menos, pero juraría que había escuchado a la enfermera decir que necesitaría semanas para recuperarse y volver a andar. Y sin embargo allí estaba, sosteniendo una copa en una fiesta.
- Me encuentro... mejor, mucho mejor. Quería darle las gracias por todo cuanto hizo por mi. He dormido suficiente y estoy como nueva. Pero bueno... si usted no me hubiese ayudado...
June se sentó en la barra mientras se acicalaba un poco el pelo. La tez rosada había vuelto a su rostro, antes pálido por la anemia aguda. Pidió una copa para Alessia y el camarero le sirvió de inmediato.
- Quería agradecerle su generosidad y advertirle. - dijo con tristeza en su voz. - me temo que conoció a mi hermano el otro día. Es desafortunado, es muy intenso y muy protector… aunque no lo suficiente como para quedarse hasta que hubiera despertado, desde luego.
Cerró los ojos, como si hubiese cometido un error - No debería hablar así de él. Está siempre muy ocupado. - luego sus ojos se dirigieron a Alessia, esbozó una sonrisa.
- Es usted muy amable... me han dicho que se llama Alessia ¿verdad? Además es usted muy hermosa.
No, no es necesario que busque a mi hermano. Él sabe perfectamente donde estoy, seguramente tenga algunos de sus hombres vigilando los alrededores del local para protegerme.
La chica pegó un trago a su bebida cristalina y el camarero fue a rellenarle de nuevo la copa, aunque ella lo rechazó con un gesto de la mano..
- No me quedaré mucho rato, Alessia. Pero tengo que pedirle un gran favor. - dijo suspirando con tristeza - No debería contar a nadie lo que ha pasado. Solo le traerá problemas.
La vida de mi hermano... es complicada. No quiero que se vea envuelta en peligro. Será todo mucho más seguro para usted si se mantiene al margen.