Partida Rol por web

Estaba un poco cansado con la tecnosacerdotisa, realmente la encontraba bastante chalada. Entendía y creía en el Emperador, pero también sabía de los horrores del Imperio, por lo que tomar una posición centrada e imparcial era lo mejor que se podía hacer, no me quería dejar llevar por su ‘’fanatismo’’ y terminar haciendo un error garrafal. Suspiré un poco y escuché con atención las palabras del Sargento, y me puse a recordar todo lo que sabía, y de pasada, sacando mí libro del soldado perfecto.

Por una parte me puse a recordar el momento cuando enfrenté el demonio y toda la información que obtuve después por parte de entrenamiento Inquisitorial, y sobre todo, por ver con mis propios ojos como mis compañeros se habían puesto y muerto sobre lo sucedido. Después de eso me puse a revisar en el manual del soldado perfecto y en mis conocimientos del Imperio sobre cómo se enfrentaban a los mutantes, cuáles eran los mayores peligros enfrentándolos, también leí sobre el lugar donde estábamos, intentando hacerme una idea de cómo los habían enfrentado. Una vez terminado de pensar, hablé con voz calmada pero firme, y unos ojos con gran determinación al Sargento;

-Sargento. Le agradezco mucho la información que compartió con nosotros. Pero como agentes de la Inquisición tenemos un trabajo que hay que hacer, y aunque nos cueste nuestras vidas, llevaré a cabo la voluntad de la Santa Inquisición para hacerlo. Sargento, me gustaría que me contara como es el lugar allí abajo, y en un sector como sucedió el ataque. Finalmente, me gustaría preguntarle si nos da permiso para ir al a armería del regimiento y reabastecernos antes de ir allí abajo. –

Dije, con determinación. Luego de eso continúe mi camino. Observé al hombre en la locura y me hice la señal de santificación del águila, pues sabía que la locura era un mal que se extendía, y me preguntaba como el comisario aún no se habría encargado de acabar con la vida de ese pobre diablo. Luego cuando pasé por las rejas me imaginé que algo de los mutantes podía tener relación con los motines, sobre todo por la cantidad de cosas que podían suceder en un motín, intenté aclararme la mente y seguir camino al Comisariado, para hablar directamente con el comisario.

Syagro permaneció reflexivo mientras marchaba con sus compañeros a encontrarse con el comisario. Todos los testimonios de los guardias coincidían en marcar el orígen ruinoso de las fuerzas que acechaban en las oscuras galerías de la mina abandonada. Aquello hubiera sido suficiente para que el monje entrara de inmediato en el lugar repartiendo espadazos a diestra y siniestra hasta que quedar cubierto de sangre impura, pero la burocracia iba a retrasarlo un poco más. Aún tenía que oír la voz del mandamás de aquella panda de flojos. Luego daría inicio el asalto.

El Comisario les informara de todo y decidira si les equipa con algo mas. No tenemos excesos precisamente. dice de camino al edificio.

Acompañais al Sargento al Cuartel general donde os recibe un hombre bajito y rechoncho con un espeso bigote, la cabeza afeitada y un tatuaje del águila imperial en el cuello; va ataviado con un chaleco antifragmentación y armado con una pistola láser guardada en una funda al cinto.

El ordenanza se saca un puro muy masticado de la boca y os invita a reunirse con el comisario de inmediato.

El cuartel general ha sido instalado en un bloque habitable, una estructura prefabricada depositada sobre la
superficie del planeta. Construido con aleaciones metálicas y pintado con un práctico color rojo, el bloque ha sido marcado con el número del Batallón y decorado con el águila imperial. Una única escotilla de acceso situada en la parte frontal
de la estructura franquea el paso al interior. Una vez dentro, veis que el lugar tiene una decoración espartana, y tan sólo cuenta con un escritorio para el ordenanza y otro para el comisario.

Nihilius, el comisario, tiene casi cuarenta años, un cabello negro como el carbón, ojos del mismo color y un rostro huraño. Viste un uniforme negro decorado con los galones propios de su rango y algunas medallas de condecoración. Su gorra de
comisario descansa sobre una percha situada tras su escritorio, encima de su largo abrigo de cuero negro. El comisario os invita a tomar asiento y luego hace otro tanto, cruzando los dedos al tiempo que los examina detenidamente. 

–Bien, supongo que han sido enviados por la Inquisición, ¿no es así? Me dijeron que pronto acudirían en nuestra ayuda, pero he de admitir que nunca dejo de sorprenderme al ver el tipo de agentes de que disponen. Estoy seguro de que están ustedes sumamente cualifi cados para la tarea que nos ocupa, así que vayamos al grano y terminemos con esto cuanto antes, ¿de acuerdo? Como puede que ya sepan, este planeta es esencial para los intereses comerciales del sector, y todo lo que ponga en peligro a este mundo supone una amenaza para la comunidad galáctica. Por eso, cuando las actividades de los renegados de este planeta provocaron la destrucción de instalaciones valiosísimas y, en opinión de ciertos individuos, irreemplazables, se juzgó necesaria una exhibición de fuerza y la erradicación de todos los insurgentes de la mina Gorgónida y sus inmediaciones –al decir esto, describe un amplio gesto a su alrededor con el brazo.
–Como era de esperar, encargarnos de un puñado de rebeldes fue tarea fácil; esos granujas carecían de agallas, liderazgo y entrega a su causa. En cuestión de horas ya habíamos asegurado el lugar, capturado a algunos prisioneros y preparado nuestro regreso. Pero en una de mis inspecciones del terreno reparé en algo curioso. Uno de los rebeldes llevaba consigo un fajo de documentos. Los examiné por encima y me parecieron bastante extraños, seguramente copias de originales, pero el caso es que en ellos se describían actos inenarrables. Era evidente que aquellos rebeldes no eran más que soldados de infantería de una fuerza mucho peor.
–Conozco bien mi deber, así que envié a una docena de mis hombres a la mina. Muchos de nuestros enemigos habían huido de una muerte segura ante nuestra superior potencia de fuego y se habían resguardado en las galerías de la mina. Todo fue tal y como me temía. Los guardias imperiales descendieron a las entrañas del lugar, y regresaron al cabo de tres cuartos de hora con numerosas bajas y la moral por los suelos. Me informaron de la presencia de mutantes deformes, demonios y seres aún peores, por lo que decidí cerrar la mina y aguardar la llegada de refuerzos y ayuda capacitada.
–Está claro que el inquisidor no comparte mi preocupación… sin ánimo de ofender. Es sólo que esperaba un grupo más… numeroso para encargarse de esta situación. Pero en fin, ¿quién soy yo para cuestionar los métodos del Ordo, no? Eso decía. Aquí tienen un mapa. Si siguen las indicaciones, les llevará a través de los niveles superiores de la mina Gorgónida. Mis hombres no encontraron nada de interés en ellos, pero cuando entraron en la zona conocida como la Escombrera –dice señalando un lugar en el mapa– fue cuando todo empezó a ir mal.

–He de advertirles de que se requiere mucho tiempo y esfuerzo para levantar el sello. Huelga decir que les dejaremos salir cuando terminen, pero tardaremos un buen rato, así que procuren no venir con prisa. Supongo que irán armados, ¿no? La verdad es que no parecen llevar encima gran cosa. Es una lástima. Vayan a ver a nuestro furriel, él se encargará de equiparles convenientemente.
Reúnanse conmigo en el sello dentro de una hora; pueden verlo desde la puerta. Hay una media hora de caminata hasta él, así que más vale que no se entretengan.

Por lo que estan describiendo parece que algo demoniaco habita en los niveles inferiores de la mina y que ha podido corromper a los que habitasen en aquellos sitios.

Eso si, no ha sido algo rapido si no que parece llevar años operando y corrompiendo.

Cuando estes sobre el terreno podras obtener mas informacion pero por lo que has escuchado y analizado de los pobres soldados aterrorizados no intuyes mas.

Durante todo el discurso del comisario, Isabella escucha y asiente... Las cosas pintan mal, muy mal... Y su grupo carece de orden, de estructura y de espíritu... Temía por la supervivencia y por la misión... Definitivamente necesitarían la Luz del Emperador y su ayuda hoy...

¡Gracias Comisario, y puede estar seguro que realizaremos nuestro mejor esfuerzo por el Emperador y la humanidad...!

Me acerco y verifico el mapa, me tomo un momento e intento memorizarlo...

Comisario, ¿podría realizar una solicitud especial? Si su equipo de medicae pudiera concederme un botiquín, agradecería imensamente su ayuda... Mis habilidades son más enfocadas a aliviar los padecimientos físicos, que a la destrucción...

Por otra parte, ¿se tiene la certeza que este mapa es realista o podemos encontrarnos con sorpresas además de los mutantes dentro de la mina...?

Miro largamente al comisario, esperando una respuesta...

Escuché con atención al comisario. El obviamente era un hombre con experiencia, y eso nos hacía mucho más fáciles las cosas. Mis conocimientos me indicaban que las cosas se pondrían bastante feas, por lo que debía emplear bien los recursos de los cuales el Comisario nos dispondría, lo miré y añadí un par de preguntas;

-Agradezco mucho su comprensión y rapidez a la hora de actuar, Comisario, es justo lo que necesitábamos. Verá, solo tengo dos preguntas, la primera es, ¿Interrogaron a los prisioneros? Y la segunda es, dado que presumo que aquellos impuros nos estarán esperando por la puerta principal, ¿No hay una ruta más pequeña, y menos conocida por la cual podamos entrar a la Escombrera? Por mi experiencia puedo decir que todos estos eventos tienen apariencia de no ser un problema actual, sino algo que tiene años…recomiendo ver con cuidado hasta donde se ha extendido la corrupción, Comisario. –Dije, con seriedad y determinación.

Mientras mis compañeros abatían al comisario a preguntas, yo me decidí a mantenerme en silencio. Tomé notas mentales de todo aquello que mencionaba, pues bien se sabe que el conocimiento es poder en el Imperio. Esperaré a que decidan que hacer, aunque si ellos no lo hacen me pasaré por el armero. La fuerza bruta nunca está de más, sobretodo cuando se trata de purgar asquerosos mutantes.

Syagro escuchó con excepticismo el testimonio del comisario Nihilus y el interrogatorio de sus camaradas. Estaba claro que no compartía los temores del resto. Tenía demasiada fe en sus capacidades y en que el poder del Sagrado Emperador velaba por su victoria. Además, el fracaso de un puñado de guardias imperiales en las profundidades de la mina no significaba nada para él. Ese batallón distaba mucho de ser una tropa confiable a sus ojos.

- La Guarrdia Imperrial... Buenos, sí. Parra masacrrar sierrvos arrmados con picos y palas. - Le murmuró irónicamente a su compañero Merek, que anteriormente ya la había reprochado cierta irreverancia hacia el Martillo del Emperador. Syagro tenía su historia con la Guardia Imperial, y los prejuicios del pasado difícilmente sanarían.

El Furriel les equipara adecuadamente en breve, hablelo con él. Con respecto a si es o no fiable, lo es. De haber algo mas escondido solo es posible si los rebeldes escondian maquinas de construccion abajo. La mina no es tan estable como andar trasteando sin equipos adecuados.

Los prisioneros ya estan interrogados y seran ejecutados mañana. No hay mas entradas,usaran la que tenemos preparada pues tenemos montado alrededor armas pesadas para cualesquiera cosa que pueda estar esperandoos en la puerta. De ser necesario haremos una andanada de recibimiento aunque lo mejor seria que entrasen con sigilo... ya dedidis vosotros.

Si aceptan mi humilde opinion los rebeldes formaban parte de una organización mayor conocida como la Hermandad de la Malicia.
Se cree que la Hermandad podría estar asociada a otras actividades sectarias mucho más antiguas... se penso que estaba erradicada pero tras estos eventos... nada se sabe.

Hago una leve venia al comisario con intenciones de retirarme... Pero luego me giro en el ultimo instante... Comisario con el respeto que su autoridad planetaria merece podríamos solicitarle que no ejecute aun a los traidores... Puede que necesitemos sus abominables conocimientos al volver de la mina, para gloria del emperador y compresión de estos oscuros cultos...

Escuché con atención lo que me respondía el Comisario. Lamentablemente parece que no habría forma por la cuál entrar sigilosamente al lugar. Observé bastante impresionado como la tecnosacerdotisa pedía ‘’piedad’’ para esos herejes, siendo que si el comisario ya los había interrogado no había nada que hacer, esperaba que el comisario le negara la solicitud y los ejecutara como debía ser. Una vez estuviera listo diría;

-Gracias por todo, Comisario. Iré a ver a vuestro furriel para poder equiparme. Con su permiso, nos vemos en una hora. –

Y luego agradecerle y despedirme, vería quienes querrían ir conmigo inmediatamente a ver que nos podíamos equipar, para luego salir de ahí en dirección a donde estaba el furriel.

El comisario os despide con un gesto breve de cabeza mientras se dirige a las escaleras. Le sigue cerca su ayudante enseñandole mapas del planeta. Tenemos que terminar con esta maldita plaga... dice mientras es va. Son muchos los frentes con los que lidiar.

Salis del centro de mando en direccion a donde se encuentra el Furriel. Tras veinte minutos preguntando, perdiendoos y volviendo a preguntar llegais al puesto del buen hombre.

Se encarga de supervisar la distribución de suministros a los guardias imperiales. Además de uniformes, provisiones y otros artículos generales, también es el responsable de las armas, los blindajes y la munición.

Buenas tardes señores... ¿ayudantes? ¿siervos? de la Sagrada Inquisicion... ando escaso de suministros de guerra y no estoy autorizado a distribuiros mas que lo que me han dicho sin la correcion del comisario... me ha autorizado a daros esto: 15 metros de cuerda resistente, cuatro linternas eléctricas, raciones de campaña para tres días y cantimploras llenas de agua para todos. Y esto... dice enseñandoos una caja con 4 granadas de fragmentacion. Imagino que saben como usar estas bellezas

Podeis ir directamente al Sello o dar una vuelta... vosotros direis.

Miré al Furriel al ver todo lo que nos ofrecían y suspiré un poco, y mirándolo le pedí;

-Caballero…sabe usted lo que sucedió abajo y los horrores que debe enfrentar la Santa Inquisición… ¿Sería mucho pedir, si por favor, podría añadir un par de cosas a lo que os ha indicado el comisario? No me gustaría pedirle mucho, solo me gustaría pedir si podría añadir alguna munición de escopeta y una linterna de equipamiento para escopeta, solo eso. No sabemos cuántos enemigos encontremos allí abajo, y puede que nuestra munición sea insuficiente. Por lo demás…en caso de que realmente sea incapaz de ayudarnos con esta pequeña tarea, ¿Sabe si hay lugares de suministro dentro de la mina, más allá del sello donde podamos encontrar armamento? –Pregunté, mirándolo.

Llevais estas  cuatro linternas eléctricas... mas no puedo daros. Tomad algunas municiones mas (os da 1 cargador completo a cada uno de vosotros para vuestra arma principal)

Mierda... No vamos a encontrar nada más aquí... No le cayo en gracia al alto mando planetario que seamos solo unos simples acólitos.. Por el Emperador...

Tomo mi correspondiente linterna, raciones de campaña, agua, cargador de pistola láser y una granada de fragmentación... Muchas Gracias Furriel...

Tomando prisa me dirijo al puesto de Medicae, en un último intento...