Partida Rol por web

El descanso le vino estupendamente a una Daphne agotada por las heridas y también reparó ligeramente la frustración que llevaba consigo desde que habían perdido contra el hombre de la armadura azabache. Fue el recuerdo de aquel tipo lo que la hizo levantarse rápidamente en cuanto el gallo cantó. Ya estaba en pie cuando el anciano llamó a su puerta. No tardó en prepararse para salir con arma en mano y mirando a Brian de una manera  que él ya conocía, una mirada que significaba “no fracases”. Dicho mensaje también se lo repetía a sí misma.

Siguió al anciano hacia el patio y en el momento que vio el melocotonero pensó en una absurda idea pero rápidamente la desechó porque necesitaba concentrarse y no echarse a reír por un chiste malo de los Simpsons. Aunque no lo pareciera, muy escondido en su ser había cierto humor. Carraspeó, atendió a la explicación y finalmente hizo una mueca de desagrado al enterarse de que iba el entrenamiento. Era un reto complicado, pero ella se esperaba otra cosa, se sentía como en los típicos juegos de reflejos de las tablets en la que eras un ninja y tenías que cortar las frutas antes de que cayeran al suelo. Igual.

— Lista — dijo justo antes de que el viejo comenzara a agitar el árbol. Los melocotones comenzaron a caer rápidamente, y Daphne no tardó nada en reaccionar. Empujada por las ganas de vencer al hombre de negro, comenzó a cortar por la mitad cada uno de los melocotones que estaban a la distancia de su espada, pues en el otro lado se encontraba su compañero haciendo lo mismo. Y tras un rato pudo decir que había conseguido el objetivo deseado, que ningún melocotón entero cayera al suelo.

Los días pasaron como si fuesen horas, poco a poco os ibais dando cuenta que los reflejos estaban a la altura de lo que esperaba el pescador, podíais notarlo con su mirada, con su expresión severa pero cálida.

Llegó un punto en el que erais capaces de cortar todos los melocotones que caían sin llegar al suelo, e incluso sabíais gestionar vuestra fuerza para aguantar hasta el atardecer sin tener que parar a descansar: habíais superado la primera fase del entrenamiento.

- Enhorabuena, habéis cumplido lo que pedía… sin embargo esto no es más que el principio… la prueba que comenzaremos mañana será igual o más importante así que descansad bien y recuperad vuestras fuerzas –mientras se marchaba escuchasteis como se reía levemente.

Siguiendo sus instrucciones regresasteis a los aposentos para descansar ¡oh bendito descanso! Parecía que no pero existía fatiga real en vuestros músculos. Dormisteis como si fuerais un bebé, sin interrupciones, sin sueños…

Amanece un nuevo día, ya no hace falta que el viejo Aoshi os despierte, ya sabéis cuál es el horario del entrenamiento.

En esta ocasión al salir de la choza no visteis al nuevo maestro ¿se habría escabullido?¿le habría pasado algo? De pronto notasteis como un melocotón salió volando en vuestra dirección, lo esquivasteis con normalidad y comprobasteis aliviados que el pescador estaba lejos de la choza, como dispuesto a irse.

- ¡Vamos! ¿A qué esperáis? – gritó desde la lejanía.

Os apresurasteis a seguir el rastro. Teníais curiosidad por saber cuál sería el nuevo reto.

Fue entonces cuando el anciano os llevó hasta la cascada, la cual fluía con fuerza y elegancia ¿un reflejo de lo que buscaba en ustedes?

Poco a poco le iba cogiendo el ritmo, logrando alcanzar un poco el nivel de Daphne, la cual parecía haber nacido con una espada en la mano. El ejercicio de apariencia simple y vulgar demostraba ser sumamente difícil, sobre todo si querías darle a todas las frutas y exactamente a la mitad. Se debía controlar la fuerza y rapidez del golpe, el ángulo, tu resistencia y otras variables que dependían de la experiencia que fueras tomando. No serviría para ir tajando enemigos, pero para evitar golpes y aprovechar oportunidades era ideal. Puse todo mi empeño en lograrlo, sobre todo al ver la mirada que me dirigió Daphne. Asentí en su dirección, pues estoy seguro que prefiere mi silencio antes que mis palabras. Ella se lo pierde.

El cansancio era marca registrada del entrenamiento, aunque con cada día nos acostumbrábamos un poco más, así que al llegar a nuestros lechos me limitaba a caer en él y cerrar mis ojos. El programa era sumamente realista y eso me resultaría fascinante de no ser por lo cansado que estaba. No recuerdo cual día fue, pero al despertarnos el anciano no estaba donde siempre. Un proyectil naranja fue la única pista de donde se encontraba.

-Supongo que no mas fruta- dije con una sonrisa apresurándome a seguirle. Habíamos pasado la primer prueba, acercándonos un poco más a cumplir nuestra venganza… y los objetivos del programa. Me gustaba más pensar que buscábamos venganza, me ayudaba a meterme en el papel. Al ver una hermosa cascada, murmuré-. Me trae recuerdos. Románticos recuerdos- no puedo evitar sonreír brevemente, para luego suspirar-. Luego de esto solo recordaré el dolor y lo que fuera que quiera enseñarnos- me adelanté un par de pasos, bajando la cabeza hacia nuestro maestro-. Estamos listos para la siguiente lección.  

Para Daphne aquel entrenamiento fue coser y cantar, desde un primer momento fue capaz de llevarlo a cabo a la perfección pero repetirlo una y otra vez cada día la ayudó a dominarlo de tal manera que nada lograba desconcentrarla. Y no fue la única, pues Brian también adquirió esa perfección con el tiempo.

Tal como indicó el anciano, se fueron a dormir. Daphne no inició ninguna charla antes de eso, no, estaba agotada, así que simplemente le dio las buenas noches a su compañero. Al día siguiente se levantó con las energías renovadas, y como todas las mañanas, se preparó para la dura jornada aunque sentía cierta curiosidad de lo que les prepararía. Esperaba que no hubiera más fruta que cortar, ni tampoco cazar peces con las manos desnudas….

Pero no ver al anciano por los alrededores de la cabaña la tensó, y echó la mano a la katana. — ¿Dónde está el viejo? — Se tensó al instante, aquel cambio no era normal, y temía que las cosas hubieran cambiado y que el programa les estuviera preparando un asalto. Sin embargo, tras esquivar el melocotón que les había lanzado descubrió que allí estaba, parecía que los quería llevar a algún otro lugar.  Miró a su compañero de reojo pensando que había sido la única que se había inquietado más de lo normal. Desde luego… era incapaz de relajarse. Que bien le vendrían unas termas…

— Mejor… ya estaba harta de mermelada y tartas de melocotón — murmuró a su compañero. Tras un rato caminando, Daphne observó el bonito paraje donde los había llevado. Una cascada. Rodó los ojos en el momento en el que Cooper comentó los momentos que había vivido en un lugar así. Cómo no… — Pobrecito, van a suplantar esos recuerdos agradables… Espero que superes el trauma. — Se permitió el lujo de bromear antes de volver a serenar su rostro frente al anciano — Cuando quiera.

El anciano se colocó justo a un lado de la cascada y la señaló.

- Vamos, colocaos justo debajo, dejad que el agua golpee vuestra cabeza, que turbe las ideas y convertidlo en la fuente de vuestra concentración – dicho aquello asintió con la cabeza.

- Tan sencillo como lo veis… quedaos sentados y cerrad los ojos… y pongamos a prueba la paciencia y la concentración – al parecer la prueba consistía simplemente en colocarse debajo de la cascada, dejando que el agua fluyese sobre vuestro cuerpo pero… ¿por cuánto tiempo?

En el momento que os colocasteis donde indicó el viejo pescador empezasteis a entender la prueba: lo que al principio parecía algo relajante e incluso refrescante en cuestión de minutos se convirtió en algo tedioso. Notar el impacto del agua constantemente en el cuerpo no era tan agradable como parecía a simple vista.

- Deberéis quedaros así durante medio día, ni más, ni menos. Si abandonáis la cascada aunque solamente sea para cambiar de postura habréis fallado ¿lo entendéis, verdad? – os miró con ese semblante serio.

- Que comience entonces la siguiente fase del entrenamiento –

Daphne me acaba de hacer un chiste. Casi que ni recuerdo cuando hizo alguno o dejó que su ceño se relajara por medio segundo. Pobre joven, si sigue así tendrá arrugas desde muy tempana edad. Se exige de forma continua y eso se nota en su tecina. Pero, como siempre digo, a veces se debe conseguir un equilibrio entre el trabajo y el placer. Suelo inclinarme más por lo segundo y eso es algo malo… En algún momento me molestará, pero por ahora seguiré por ese camino.

-Algún día te contaré esa historia- dije de costado mirando la cascada con preocupación.

La siguiente prueba era algo que sin duda vi en alguna película, pero que aun así no lograba entender su significado. Le dediqué un asentimiento respetuoso al anciano, para luego colocarme justo debajo de la cascada. El agua estaba cálida, golpeándome la cabeza y los hombros con fuerza, pero no resultaba muy desagradable. Casi era como un masaje… Luego la cosa se puso bastante más fea. El constante roce hacia parecer que la carne se te desprendía y caía por tu cuerpo. Era como esa tortura en la que te van golpeando en la frente con una gota de agua constantemente. Parece una tontería, pero el cuerpo comienza a reaccionar a ese efecto como si fuera un ataque, volviéndose insoportable.

Distraer la mente, concentrarse, lograr un estado de absoluta calma es algo que llevo haciendo desde hace años. Por lo que pronto estaba en otro sitio, en otra cascada, con la que se convertiría en mi primer gran amor. Luego vendrían otros grandes amores, pero eso no le quitaba el ser la primera que me robó el corazón de verdad. Para que luego no digan que no soy un romántico. La prueba es difícil, pero creo que mi mente logró superar las distracciones físicas, pudiendo concentrarme totalmente.

La explicación que les estaba dando el anciano cada vez le fue gustando menos a Daphne. Era muy poco tolerante a ese tipo de cosas. Años atrás le habían aconsejado practicar yoga, y el primer día que acudió le fue tan mal que se marchó lanzando maldiciones de la sala Y ahí le estaba pidiendo mantenerse quieta durante horas mientras el agua le caía encima… ¿Qué tipo de tortura era esa? Le iba a costar muchísimo pero sabía que no podía echarse atrás. Frunció los labios y no pudo evitar mirar a su compañero, el cual no parecía muy preocupado.

Hubiera preferido que le contara la historia antes para tener algo en lo que pensar aunque fuese eso, cualquier cosa sería buena para no pensar en los litros y litros de agua que le estaba cayendo encima. Ya a los cinco minutos estaba deseando que hubiera pasado ese medio día que el anciano pedía. En su interior estaba poniéndolo vestido de limpio por imponerles una prueba tan complicada. Hasta sintió ganas de echarse a llorar, porque no conseguía mantenerse ni diez minutos, tampoco los siguientes días, estaba claro que en anciano la expulsaría al no considerarla digna.

Intentaste hacer todo lo posible por soportar esta nueva prueba pero había que reconocer que había límites que no se podían superar.

Notaste que el pescador entendió que te esforzaste al máximo pero que no fue suficiente, poco tardaste en empezar a sentir de nuevo las náuseas que indicaban que regresarías al mundo real, a la sala blanca… ¿habrías estado cerca de alcanzar tu objetivo?

Ya era tarde para saberlo…

A pesar de que os habíais enfrentado a esta prueba en conjunto, el maestro pescador indicó a tu compañera Daphne que no podía seguir con el entrenamiento. Sabías que eso a ella le carcomería por dentro, pero el programa era exigente y parecía que en esta ocasión tan solo tú podías seguir adelante.

Finalmente, tras una semana que pasó como si fuese un solo día, sentiste que tu concentración y tu resistencia había llegado a un límite que jamás soñaste alcanzar. Cuando saliste por última vez de la cascada notaste que la percepción del tiempo era distinta, sentías armonía con todo lo que había a tu alrededor, hasta el aletear una mariposa parecía ser fácilmente reconocible aleteo a aleteo, como si la percepción hubiese llegado más allá y la paciencia se hubiese endurecido.

El maestro pescador estaba satisfecho, muy satisfecho… su rostro no podía disimularlo. Habías superado ya dos de las pruebas, a falta de una tercera que podía ser la más difícil de todas.

- Estoy orgulloso de lo que has alcanzado… sin embargo ahora debes aprender la lección y no dormirte en los laureles. Queda una última prueba que determinará si realmente has sabido poner en práctica todo lo que se ha entrenado en estas semanas – Se acercó y te dio una palmada en la espalda

Con la sensación de satisfacción aún en el cuerpo decidiste que era un buen momento para irse a descansar a la habitación. Después de haber superado las dos pruebas notabas que tu mente y el cuerpo estaban más curtidos pero también más agotados así que reposar las horas necesarias se había convertido en un aspecto clave.

Un nuevo día amaneció, ya casi sentías que aquella choza era tu nuevo hogar y que el viejo pescador más que un entrenador podría haber sido perfectamente un padre.

Al salir al exterior comprobaste que Aoshi estaba esperando (como siempre) con una sonrisa en los labios. Ahora tan solo había que seguir nuevas instrucciones.

- Bueno, no voy a andarme con rodeos. Acompáñame hasta el lago, allí tendrá lugar la última prueba. Espero que no la infravalores puesto que es más importante de lo que parece – acto seguido te llevó a un lago que estaba situado a casi medio kilómetro de la choza. Era un lago hermoso, digno del mejor cuadro, con aguas tranquilas y ambiente agradable ¿la prueba? Toda una incertidumbre…

- Y aquí se encuentra el último desafío… te preguntarás de qué se trata y sorprenderá seguramente la respuesta: debes capturar a Yenyi - ¿yenyi? ¿qué clase de criatura era?

El viejo pescador se rió al comprobar tu rostro.

- Yenyi es una carpa peculiar, rápida como el rayo y escurridiza como las algas. Todo lo que te he hecho entrenar es para un cometido: pescar a Yenyi haciendo uso de tu paciencia, dureza y reflejos ¿podrás conseguirlo? – dicho aquello te lanzó una caña vieja que llevaba con él junto con una bolsa llena de cebo vivo.

Mi mente logró que creía imposible: Superarse a sí misma, logrando una claridad que rosaba lo inverosímil. Me jacto de captar detalles que a otros se les escapan, sutiles cambios en los alrededores y en las personas que me permitieron ser quien soy… pero nunca me había dado cuenta de lo mucho que perdía en el camino. Cada vez que salía de esa cascada era como si la realidad me diera una bofetada y dijera “Mira”. Pero eso también me permitió ver la molestia en mi compañera. Cada vez que salía de la cascada ella estaba ya afuera, con cara refunfuñada y la incertidumbre bailando en sus ojos. No lo estaba consiguiendo y no importaba cuanto intentaba animarla. Un día, al salir de la cascada, ella ya no estaba. Sabía bien como era su testarudez y deseo de superarse, así que suponía lo doloroso que era esa derrota para ella. Tan joven y con una mochila tan grande a sus espaldas, sería más feliz si aprendiera a ser más paciente o quizás a disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Me recuerda un poco a una de mis hijas, siempre buscando la perfección y trabajando arduamente en ello. Eso lo sacó de su madre seguro.

-Haré mi mayor esfuerzo- dije al aire, aunque no podría oírme. Y así lo hice, pude completar esa fase de las pruebas, llegando a apreciar a ese viejo pescador. Curiosamente nunca tuve una figura paterna o materna que me inspiraran confianza, quizás por eso siempre fingí ser otra cosa… o era más divertido imaginar que mi vida era diferente, más importante y destacada. ¿Cómo habría sido mi vida de tener a alguien que me apoyara? Nunca lo sabré y tampoco me preocupa, cada paso que di me llevó a este momento y no me arrepiento de nada.

Al día siguiente de terminar la segunda prueba, me encontré otra vez con Aoshi, quien me revelaría la última prueba, donde debería poner todo lo aprendido en práctica. Una vez más, la sencillez de la prueba era engañosa. Atrapar a un animal salvaje es muy difícil, hacerlo en su medio y casi sin herramientas añadía mucha dificultad extra.

-Haré mi mayor esfuerzo- dije otra vez, repitiendo mis palabras tanto a mi maestro como a Daphne. No podía rendirme, sobre todo al ver todo el esfuerzo puesto en llegar hasta ahí. Si había algo que aprender de esa joven, era a no rendirse… Siempre se aprende algo de los demás. Era una filosofía que me permitió llegar a lo mas alto.

El anciano intentó resolver las dudas que pudieran surgir.

- Vamos, no pierdas el tiempo. Coge la caña y tráeme a Yenyi. Si logras pescarlo habrás conseguido todo lo necesario para saber los secretos que te llevarán a la victoria – dicho aquello te dejó a solas en el lago. Miraste en las cristalinas aguas para comprobar que allí no había nada ¿o sí que lo había? Observaste como un escuálido pececillo se movía de un lado a otro como un relámpago incansable ¿sería Yenyi?

Rápidamente entendiste que para completar esa última prueba necesitarías buenos reflejos y la paciencia suficiente para no rendirse ¡era la prueba definitiva!

Asentí hacia el anciano, tomando la caña, los gusanos y buscando donde tirar el anzuelo con la carnada. El lago parecía desierto, no se movía la menor briza en él, mucho menos un pez que debiera… Y ahí estaba. Un pequeñísimo pez, rápido como el diablo y sumamente escurridizo yendo de aquí para allá. Lo primero que hice fue buscar un sitio adecuado, desde donde no pudiera verme o que me permitiera abarcar tanto espejo de agua como pudiera, luego arrojé un poco de carnada, lo suficiente como para tentarlo un poco. Después venia lo divertido, arrojar el sedal y esperar a que se dignara a picar. La caña me transmite cada sensación, cuando el viento hace vibrar le hilo, alguna hoja cayendo a mi lado o cuando pequeño pez le da alguna mordida a la carnada. Me tentaba a darle un tirón o recoger el hilo, pero esto no se trata de apurarse, se debe tomar el tiempo justo para que esto salga bien. De todos modos, cuando creí que lo tenía, no fui lo suficientemente rápido, logrando que escapara. Me tomó mucho tiempo el que volviera a confiar en la carnada. Ya ni siquiera sabía en tiempo que había estado ahí, sentado y con la caña en mi mano, la vista fija en el agua y los movimientos imperceptibles de mi presa. Se podría decir que mi mente estaba totalmente enfocada en ello, ni siquiera sentía muestras de cansancio, aunque seguramente lo sentiría luego. Cada día de entrenamiento se remitían a ese momento así que, cuando sentí que mordía con fuerza en anzuelo, mi mano se movió instintivamente, logrando enganchar a Yenyi.

-Tranquilo- me dije atrayendo el pez hasta la orilla-. Con suavidad. Eso es- mi corazón latía con fuerza, aunque intentaba parecer calmado, la sensación de logro era tan grande que no podía evitar sonreír-. Te tengo pequeño- el pez terminó fuera del agua y lo coloqué luego en un cuenco con agua. Por alguna razón no quería que muriera boqueando fuera del agua, no me parecía correcto.

¡Lo lograste! No podías creerlo pero era realidad. Yenyi, esa condenada carpa más rápida que el viento estaba bajo tu poder. No sabías si fue realmente suerte con el conjunto entre habilidad o azar. No pudiste contener la emoción de la victoria antes de que se escuchases un carraspeo detrás tuya.

- Enhorabuena – sonrió el viejo pescador

- Has superado mis expectativas, no solo superando poco a poco todas las pruebas que he estado imponiendo sino que has sabido aceptarlas y llevarlas a cabo con disciplina. Quizás vaya siendo hora de que sepas la verdad, toda la verdad – después de aquellas palabras Aoshi te lanzó tu arma.

- Prueba a luchar, atácame, ahora sentirás las consecuencias de tu entrenamiento – en cuanto cogiste de nuevo el arma, sentiste un gran poder en ella ¿le había hecho algo el pescador? ¿o era tu determinación?

No querías atacar a tu maestro, pero él lo había pedido y no ibas a desobedecerle ahora, pero para tu sorpresa comprobaste que en un abrir y cerrar de ojos desapareció de tu vista. Cuando te giraste para reaccionar, recibiste un golpe brutal en el costado. ¿Ese viejo había sido capaz de moverse tan rápido?

- ¡Vamos! ¿Qué creías?¿Qué solo era un pescador? ¡Concéntrate! ¡Fíjate en mis movimientos! ¡Imagina que soy Yenyi! – y tras decir aquello el viejo se abalanzó contra ti a gran velocidad, pero esta vez pudiste ver cada paso que daba, cada zancada ¡podías prevenir su siguiente golpe!

Tan solo tuviste que anteponer tu arma ante su ataque para bloquearlo ¡habías tenido éxito! Y jamás pensarías que hubieses sido capaz de algo así.

Fue entonces cuando Aoshi se colocó de nuevo su caña a la espalda y te hizo una reverencia.

- Enhorabuena, finalmente estás preparado para derrotar a mi discípulo caído - ¿su qué?

- El samurai de la armadura negra no es más que Saotama, mi primer alumno, el cual usó todo lo que le enseñé para hacer el mal, para servir a los codiciosos y humillar a los débiles. Cuando supe que atacó al Daimyo temblé ante las consecuencias que tendría para esta tierra... así que recé para que alguien de corazón puro llegase ante mí para darle la oportunidad de instruirle, sería mi redención... – el semblante del pescador era serio, había mucho sufrimiento en su ser.

- Ahora marcha, busca a mi anterior discípulo y mátalo con honor, es lo máximo que se merece – esas últimas palabras las comentó mirando directamente a tus ojos y sujetando tu hombro.

Y ahí estaba el viejo, justo cuando pensaba en ir a buscarlo se me apareció de la nada. Lucía contento y aprobador al ver que tenía en mi poder al esquivo pez. Pero eso no terminaría ahí, faltaba aun la última prueba o la penúltima si tenía en cuenta el siguiente enfrentamiento contra el samurái negro, debía luchar contra Ahoshi. Cuando me arrojó la espada, que atrapé con rapidez y sin pestañear siquiera, pude notar su peso, la textura del mango, como cortaba el aire con cada movimiento. Pero aun así, el viejo era extremadamente rápido y preciso, logrando darme un golpe de quien sabe dónde. En ese momento me concentré, logrando ver cada uno de sus movimientos y sabiendo como atacaría. Nuestras armas chocaron, logrando contener su ataque. No continuamos porque él ya había demostrado los beneficios del entrenamiento, notándolo con solo un par de movimientos y ataques.

Me confiesa que el samurái era su discípulo, lo que me sorprende y a la vez no, después de todo nunca me pareció un simple pescador. Nosotros dos éramos la forma de arreglar su error, las herramientas que lo conseguirían, que se ocupó de afinar y pulir. Lo raro es que no puedo decir nada, mi normalmente desbordante labia esta atenuada, quizás porque no hace falta.

-Será un honor acabar con su existencia y liberar al pueblo de su yugo- quizás un poquito de labia.

Tomé mis cosas, aunque solo fuera mi armadura y mi espada. Era un viaje de ida, de una forma u otra. Mis ojos se detuvieron en la cama de Daphne, deseando que esa mujer estuviera a mi lado, siguiendo esa senda. Tomé la espada de mi compañera, para utilizarla en su honor…

-Agh… Me estoy dejando llevar por el personaje, ella esta aburrida en una sala blanca- pero lo sentía de otra manera, como si en verdad la hubiera perdido. A veces me suelo meter demasiado en el personaje, como un Christian Bale, pero con mejor actuación. Salí de allí con determinación, donde Ahoshi me dio las ultimas indicaciones para llegar sin ser visto al refugio de Saotama. Me despedí muy brevemente de él, de mi querido Sr Miyagi particular, para ir a terminar con mi misión.

Tras más de media jornada de camino, llegaste a los exteriores del castillo feudal. Allí se escondía Saotama, tu objetivo y estabas convencido de que no iba a ser fácil dar con él y acabar con su vida ¡pero debías intentarlo!

Avanzaste hasta el lugar donde indicó el maestro, se trataba de un pozo abandonado que al introducirte en él conducía por unos pasadizos secretos que conectaban con el subsuelo del edificio. Con la visión reducida por la falta de luz continuaste el camino hasta llegar a una escalera demasiado rudimentaria como para soportar demasiado peso, así que con el cuidado suficiente lograste subir por ella y acceder por una trampilla oculta que transportaría inmediatamente al interior del castillo.

Llegaste con éxito a una sala común, parecía ser un pequeño salón de reuniones adornado con motivos florales y armas de madera. De repente escuchaste un ruido, se trataba de un grupo de guardias que estaba patrullando la zona...

Infiltrarse en un sitio peligroso, en medio de la noche, era algo que había realizado en alguna ocasión. A veces por un motivo ruin, lujurioso o totalmente amoral. Pero nunca me escabullí en un lugar para matar a nadie, no importaba el motivo. Se sentía muy raro. El que fuera algo “falso” apenas tenía cabida cuando podía sentir mi transpiración o cada detalle estaba tan detallado. Yo en verdad estaba ahí y de no ser por mi entrenamiento me plantearía darme la vuelta. Mi filosofía siempre fue: Haz el amor y no la guerra.

La oscuridad me recibió con los brazos abiertos y me deslice entre ella, apenas haciendo el menor ruido, maravillándome de todos los detalles que captaba con mis nuevos sentidos. Por eso, en el momento en el que puse un pie en el castillo, mi instinto más primario tomó el lugar de la razón, por lo que antes de darme cuenta la espada de Daphne estaba fuera de su vaina en cuanto oí venir a un grupo de enemigos.

Caí entre ellos como una sombra, moviendo mi espada sin pensar, por puro instinto. No era muy diferente de cortar melocotones, incluso era más sencillo al tener sus cuellos casi a la misma altura y sin mucho movimiento. Sus cuerpos cayeron al mismo tiempo, desplomándose como marionetas sin hilo. Se siente diferente a las otras veces en las que tuve que matar en el programa, aunque me cuesta darme cuenta el porqué. No importa. Tengo que cumplir con mi misión.

Después de superar aquel imprevisto con los guardias, continuaste avanzando hasta llegar a lo que sería una doble puerta ornamentada con dragones en relieve y grullas doradas. Escuchaste voces desde el interior, parecía que dentro estaba llevándose a cabo algún tipo de reunión o encuentro pero todo cambió cuando reconociste la voz del samurai de la armadura negra, Saotama estaba allí y tan solo había una puerta que os separaba.

Irrumpiste en la sala sin miedo a nada, con la convicción de que estabas haciendo lo correcto, de que un buen hombre iba a ser vengado... y sobre todo que un alumno descarriado encontraría su final definitivo.

En cuanto entraste se escuchó como varias voces de sorpresa te señalaban. Un rápido vistazo hizo comprobar que allí estaba el objetivo, Saotama se encontraba allí de rodillas junto a dos mujeres en Yukata y cuatro guardias que rápidamente se interpusieron en mitad de la sala para proteger a su líder.

- Vaya... esto sí que no me lo esperaba... así que has regresado y... ¿vienes directamente hacia mí? ¿en mis aposentos? Que necio... ¿o debería decir valiente? –

Las mujeres rápidamente se escondieron en una de las habitaciones contiguas y los guardias bajo una orden rápida no dudaron en abalanzarse sobre ti mientras Saotama contemplaba sentado y expectante.

Continué avanzando, sintiendo una seguridad diferente, pues siempre me manejo con seguridad en todo entorno, pero ahora iba con intensiones asesinas, aunque fuera el honor lo que me guiara. ¡El honor! Era un concepto totalmente desconocido para mí y que ahora estoy adoptando como bandera y lema. Había una frase bastante apropiada sobre el camino de la espada:

Si están detrás de ti, protégelos

Si están a tu lado, respétalos

Si están en tu contra, no tengas piedad

Con eso en la mente, entré en los aposentos del samurái, del primer aprendiz de Ahoshi, el que traicionó sus enseñanzas para usarlas a su favor, al que debería enfrentarme. Sus esbirros me rodearon, pero mis ojos estaban puestos en los suyos, pues todos los demás poco podían importar ahora. La espada estaba en su vaina, pero salió de ella con un fluido movimiento, el cual no terminó hasta que los cuatro enemigos estuvieron tirados en el suelo.

-¿Prefieres que hubiera venido con un ejército, matando a todos, ejecutando a un hombre desarmado y luego hable de honor? No, prefiero hacer esto de frente- podría ser un poco más sarcástico o burlón, pero sencillamente no me sale. Siento que mi maestro, mi Sr Miyagi particular, aprobaría que dejara de lado mi antigua vida, aunque sea por unos instantes, para honrarle-. Saca tu espada Saotama, que los aceros decidan esto.

Presentarme ahora mismo me pareció extraño, por eso de llamarme Brian Cooper en un lugar donde cada nombre suena regio dicho en su idioma y con ese tono. Mi espada está limpia de sangre luego de dar un rápido movimiento a un costado, dejando la sangre de los cuatro esbirros manchando un jarrón que seguramente valdría una fortuna.

Saotama se quedó impresionado, reconoció la técnica que habías usado para acabar con sus esbirros.

- Ah... el viejo Aoshi te ha instruido... por eso has sido capaz de llegar hasta aquí. ¿Sabías que éste era antes su castillo? Justo antes de arrebatárselo por mi propia fuerza... al igual que hice con tu señor, y al igual que haré con otros señores en esta época de caos y desesperación – mientras decía eso desenvainó su katana, aquella que tanto había arrebatado.

- Ahora... ahora que solo estamos tu y yo... pongamos fin a esto. Solo podrá sobrevivir una persona, y ése seré yo. No podrás conmigo por mucho que te haya entrenado ese vejestorio ¿lo sabes verdad? Ahora prepárate y ¡lucha! –

Con un estilo mucho más agresivo, Saotama corrió hacia ti, ahora pudiste comprobar que él usaba el mismo estilo de lucha que el pescador, o lo que es lo mismo, tu mismo estilo de lucha. Dos iguales estaban a punto de batirse en un duelo sin igual ¿quién ganaría?

Sus palabras querían ser hirientes, pero no lo lograban, una era por mi entrenamiento, pero otra mucho más importante era mi propio egocentrismo que permitía tener el mismo rostro en cada uno de los sitios a los que fuimos. Se necesita mucho para poder herirme con palabras. Solo lancé un suspiro, controlando mi respiración y palpitaciones, mientras mi enemigo se acercaba a toda velocidad.

Nuestras técnicas son idénticas, quizás su estilo es más agresivo, queriendo terminar con aquella batalla cuanto antes. Me duelen los brazos luego del primer cruce de aceros, no pensé que una espada tan delgada pudiera descargar tanto poder, aunque eso es mérito de mi contrincante. Me deslizo a un lado y ataco otra vez, aprovechando que sus golpes son tan brutales, quizás le cueste recuperarse si no tiene nada a lo que darle

Pero no caería en un truco tan simple, pues todo su cuerpo parecía estar preparado instintivamente para detener mis ataques y contraatacar al instante. Estaba templado en muchas batallas y eso se notaba. Volvimos a cruzar aceros, pero esta vez hubo sangre derramada: la mía. Mi hombro tenía un muy feo corte, pero pudo haber sido mi cabeza. Puedo imaginar su sonrisa a través de su máscara, como si la pudiera ver en mi mente. Pero, aunque quisiera arrojarme sobre él de forma violenta, me controlo. No como Saotama que continúa atacando con frenético deseo de matar, como si el olor a sangre desatara sus más bajos instintos. Y ahí aprovecho para cortar el costado de su cadera, lanzando una estocada en un ángulo casi imposible. Ahora él retrocedió un par de pasos, como midiéndome verdaderamente, dándose cuenta que no sería tan fácil acabar conmigo.

Otra vez luchamos, pero ahora es casi una danza contra un espejo, imitando los movimientos del otro de forma instintiva, dejando de pensar y moviendo nuestras armas al compás. Los metales sueltan chipas cuando hacen contacto, se tiñen de sangre cuando tocan la carne, vibran en nuestras manos luego de cada golpe. Ambos estamos heridos en diez lugares distintos, mezclando la sangre con el sudor, pero ninguno emite el menor gemido de dolor, no hay tiempo para el dolor. Saotma alzó su espada para evitar un golpe, yo imprimí la fuerza justa, como si estuviera partiendo un melocotón. Mi espada apenas encontró resistencia, atravesando el arma enemiga partiéndola por la mitad y enterrándose profundamente en la carne de mi enemigo.

Mi acero fue mejor que el suyo, mi espada más afilada, mi ingenio más agudo, mi entrenamiento y propósitos más nobles. Yo, el que nunca había sido noble, me encontraba luchando con honor en Japón. Di un paso atrás, dejándole decir sus últimas palabras.