Partida Rol por web

¿Usar el qué? Fue la pregunta que Daphne de hacía después de haber escuchado a Brian, pero cuando se echó un vistazo lo entendió, soltando un bufido. Murmuró un discreto "idiota" y se tomó tiempo para recuperar el aliento. Mientras lo hacía no quiso perder el tiempo y se dedicó a observar aquello que tenían que escalar para alcanzar el templo de Zeus. Al hacerlo, se percató de que otros encabezaban al grupo y eso no lo podía permitir. Tenían que ganar ellos. Dio varias palmadas para darse ánimos, porque sinceramente, estaba agotada.

Se movió rápido y comenzó a escalar, al principio despacio, teniendo en cuenta donde ponía los pies y luego las manos, pero a medida que iba cogiendo altura fue esforzándose para ganar más velocidad. Notaba que de nuevo volvía a estar empapada pero de su propio sudor. Esa carrera le estaba resultando espantosa. Se le bajaron todos los humos después de darse cuenta que estaba al límite habiéndose creído que estaría "chupado" para ella por su preparación.

Y si nunca se hubiera esperado tal nivel de carrera y competidores, tampoco aquel acto despreciable de quién estaba por delante suya y de Brian. - ¡Nooooo! - gritó justo antes de aferrarse a los salientes de la roca para no caer pero fracasó. El dolor se concentraba en su brazo derecho y en su cabeza, la notaba húmeda, seguramente le habría provocado una brecha pero lo importante era que había conseguido volverse a agarrar en la fría pared. Había descendido un poco pero la rabia que sentía por dentro la haría recuperar aquella distancia en un tiempo récord.

Buscó con la mirada a Brian, que pareció haber preguntado por ella una vez logró también mantenerse agarrado. - Estoy bien, pero él no lo va a estar - Dijo con enfado. Como ella, Brian también resultó herido pero no era tiempo de preocuparse por las heridas.

Daphne deseó gritarle a aquel malnacido que iba a morir a sus manos pero no quería que la descalificaran (si eso era posible), pero le bastaba con llevar a cabo lo que la ira le reclamaba. Solo tenía que lograr ponerse a su altura.

Y así fue, como contra todo pronóstico, fuisteis capaces de seguir adelante escalando por aquella montaña que fue testigo tanto de lo mejor como de lo peor de las personas.

Los últimos 50 metros fueron arduos, y más sabiendo que a pesar de todos vuestros esfuerzos no llegasteis a ser los primeros ¿pero qué más daba? En el fondo habíais conseguido alcanzar la cima siendo uno de las cinco primeros que era lo realmente importante.

Junto al templo de Zeus se encontraba Jason, el cual sonriente empezaba a estrechar su mano a todos los que habían llegado hasta la cima con éxito, haciendo especial honor a aquellos que lo lograron en primer lugar.

De pronto, ese momento de celebración se tiñó de violencia cuando empezaron a sonar gritos:

- ¡¡¡Axos es un tramposo!!! – gritaron algunos.

- ¡Deshonra esta prueba, intentó tirar a los compañeros al vacío! – aclararon otros.

Parecía que más de una persona presenció el acto de vileza que habían cometido contra ustedes, y aquello no pasó desapercibido para el maestro de ceremonias.

 - Axos, en base a la violación de las reglas de esta competición y con el juicio de la atenta mirada de  los dioses, quedas descalificado de por vida de los juegos olímpicos... para llegar a lo más alto  hay que saber ver a los demás desde lo más bajo... estos no son los valores que intentamos  transmitir aquí – y finalmente señaló el camino de regreso a casa, el cual siguió el infame griego que “condecorado” con abucheos abandonó la competición.

 Después de aquel suceso todo regresó a la normalidad.

- Campeones de Grecia, ahora estamos aquellos que merecen participar en la 2ª y última parte de esta competición. La cornucopia de oro está más que lista para ser recibida por sus posibles ganadores. Arrodillaos ante ella puesto que es un regalo del mismísimo Dionisio, y escuchad atentamente en qué consistirá la prueba final. -

Las palabras de venganza proferidas por mi compañera entre dientes me hicieron sonreír, aunque pronto el dolor del labio roto me hizo cambiar de gesto. Ella estaba a salvo y salió mejor librada que yo. En verdad ese tipo merecía ser arrojado desde lo alto de la montaña por ese pecado vil: nadie golpea mi rostro y sale indemne… A menos que sea un tipo muy peligroso y deba huir por mi vida. Aunque siempre encuentro la forma de devolver el golpe, así no sea de forma física, logro darle donde más le duele.

En fin, no puedo regodearme mucho de una posible venganza cuando aún me faltan muchos metros por llegar a la sima. Daphne continua como si fuera una sensual cabra de montaña, estoy imaginando su cara de rabia pura mientras escala y sueña con darle mucho dolor al idiota tramposo. Ese tipo de trampas las veo muy mal, las mías no hacen daño o provocan la muerte. Estas personas no tienen límites. Solo pude continuar detrás de ella, intentando estar más o menos a la misma distancia. Cuando al fin logré llegar a la cima, sentía que mi pecho estuviera a punto de explotar y mis articulaciones se hubieran soltado, como si mi cuerpo fuera el de un muñeco de trapo.

Jason comenzó a parlotear, pero la verdad que ni siquiera le oí, incluso cuando me dio la mano entusiastamente solo le sonreí de forma mecánica, fruto de mis bastas habilidades sociales. Ni siquiera siento la mano. Pero, cuando comenzaron a abuchear y delataron al traposo, mi sonrisa se hizo más amplia y asentí muy distinguido cuando fue expulsado de allí. Esperaba que le cayera un rayo o le pisara una carreta.

Me arrodillé con más fuerza de la que pretendía, siendo más un desplome que algo premeditado. Pero rendí homenaje a esa hermosa y tentadora joya que parecía llamarme con su fulgor. Sentía que mis manos cosquilleaban ante la idea de tener todo ese oro entre ellas. Casi me parecía oír el repiquetear del metal al ser golpeado suavemente por mis dedos, como el canto de una hermosa sirena de enormes pechos.

-Nos vemos pronto bebe- le susurré por lo bajo con una sensual sonrisa en los labios.

Daphne se aferró a las rocas con todas sus fuerzas, ahora su objetivo era llegar a la cima pero sinceramente se olvidó un poco de la misión que le habían encomendado. Sentía el rencor retorciéndole las entrañas y hasta que no hiciera algo con aquel desgraciado seguirían así, torciéndose en su interior como fieras serpientes.

En cuanto subió, miró a su alrededor para darse cuenta que aun habiendo sufrido aquel ataque, lograron llegar a la cima. ¿Era entonces necesario darle una paliza de muerte a aquel tramposo? ¡Sí, claro que sí! ¡Su cuerpo se lo pedía! Necesitaba desfogarse, pero se tomó varios segundos para recuperar el aliento y las fuerzas pues notaba que las piernas le temblaban.

De pronto varias voces empezaron a acusar a aquel mísero de tramposo, Axos se llamaba, y Daphne no perdió la oportunidad de dedicarle una mirada de puro odio, una de esas miradas que te sentenciaban a muerte. Y antes de que la mujer hiciera nada, Jason habló para descalificarle justamente. Lo expulsaron sin darle tiempo a Daphne desquitarse… pero se fijó hacia donde marchó porque de verdad que necesitaba darle un buen traspiés cosa que haría después de ganar, al fin y al cabo no quería echar todo por tierra lo que habían conseguido.

Escuchó atentamente a Jason mientras miraba la cornucopia de oro. Eso de arrodillarse frente al premio le pareció ridículo pero así lo hizo para no diferenciarse del resto. Hincó la rodilla y mientras mostraba así “su respeto” escuchó el susurro de Brian. Le miró de reojo extrañada creyendo que se había dirigido hacia ella pero descubrió que no, que se lo había dicho al tesoro que tenían en frente. Rodó los ojos y esperó pacientemente a que le contaran de qué iba la segunda y última prueba.

Ahora, dentro del templo de Zeus, Jason os reunió a los finalistas en una sala iluminada por una única antorcha, haciendo que la escenografía fuese más lúgubre de lo necesario.

Tan solo quedabais cinco, os mirasteis cara a cara con satisfacción y orgullo pero a la vez con algo de nerviosismo por pensar que la última prueba pueda suponer un desafío demasiado complicado o quién sabe si peligroso.

- Ante todo felicitaros por haber llegado hasta aquí – esputó Jason rompiendo el silencio de la sala.

- La segunda y última prueba no será sencilla, puesto que tiene como objetivo superar la mayor de las creaciones de Dédalo. Justo bajo este templo, oculto en la montaña que acabáis de escalar... se encuentra una recreación del laberinto del minotauro escondido en Creta. Muchos habéis oído los rumores sobre dicho laberinto y la criatura que mora en él... cabe decir que todas las historias son ciertas y que para conmemorar tan magnífica obra de la arquitectura, tendréis que competir para alcanzar el centro del laberinto y adquirir el pañuelo que os distinguirá como campeón de estas olimpiadas – dicho aquello los allí presentes comenzaron a murmurar, algunos sorprendidos por la prueba, otros con temor de que el minotauro exista realmente. Solo uno de ellos se lo tomaba a risa y no parecía sentirse amenazado.

- Ahora escuchad atentamente, en el momento que crucéis esta puerta – señala una gigantesca puerta de madera que se encuentra al final de las escaleras que descienden en el interior del templo – se encuentra la entrada al laberinto. Una vez dentro solo podréis salir una vez se haya completado la prueba ¿lo entendéis, verdad? Solo podrá ganar uno y tan solo os deseo la mejor de las fortunas -

Dicho aquello los hombres empezaron a bajar las escaleras y se prepararon. En breves segundos comenzaría la prueba y eso implicaría analizar cómo afrontar este desafío... ¡La suerte estaba echada!

Finalmente entrasteis en el laberinto, para vuestra sorpresa estaba todo exageradamente limpio y pulido, como si fuese una construcción reciente. En las paredes y en el suelo había mosaicos que representaban la figura del toro, pero también la de otras criaturas de la mitología griega como Hidra, las gorgonas o incluso Pegaso.

Como era de esperar, aquel laberinto no era lineal, sino que disponía ya de inicio con distintos caminos a elegir. Los participantes sin pensárselo dos veces se dividieron con idea de encontrar el centro del laberinto, ahora tan solo quedaba pensar cuál iba a ser la estrategia a seguir...

Me despedí brevemente de la Cornucopia, pensando que era una dama que pronto recibiría todo mi cariño. Ahora venía la parte más difícil, o eso creía yo. Un laberinto puede ser muy difícil o muy fácil, todo dependía de la atención que pusieras y como comenzaras. Volver sobre tus pasos puede ser una tarea titánica. Observé a mis compañeros, algunos parecían nerviosos.

-¿Oíste las historias sobre el Minotauro?- me incliné sobre uno, el más joven, susurrando apenas-. Dicen que mide más de dos metros y come carne humana. Ni hombre ni animal, un ser de pesadilla que los dioses arrojaron sobre nosotros…- un escalofrío bien calculado recorrió mi cuerpo, lanzando un suspiro de tensión pocos segundos después. Un poco de guerra psicológica puede ayudar. Cualquier clase de ventaja era bienvenida. Luego de ese pequeño engaño, mis ojos fueron hacia el que parecía más confiado, como si eso no fuera más que una tontería para él. ¿No le temía a las leyendas o sabía algo que nosotros desconocíamos? Lo evalué con la mirada, como solía hacer cuando quería saber que ocultaban los gestos y las poses, intentando descubrir la verdad que pocos podían percibir.

Jason señaló una enorme puerta, casi que parecía ideal para albergar a un enorme monstruo de dos metros mitad hombre y mitad todo, en donde se encontraba el laberinto. Bajamos y me coloqué al lado de Daphne, pasando un dedo por mis perfectos y varoniles bigotes.

-No importa quién de los dos gane, mientras sea uno de los dos- mi cara era seria… pero no la puede mantener-. Aunque recuerdo la apuesta, así que voy a ganar yo.

Ya no dependíamos enteramente de la fuerza, destreza o resistencia, ahora requería también un toque de ingenio. Esperaba estar a la altura de las circunstancias. Miré una vez más al confiado, pensando en seguirle y arrebatarle el premio, estoy casi seguro que algo sabe… pero si me equivoco terminaré siguiendo a un idiota que terminará corriendo de aquí para allá como pollo sin cabeza. Podría simplemente confiar en mi pericia y adentrarme en el laberinto, usando mi ingenio e instinto. Intentemos seguir mi instinto…

Sintió escalofríos una vez se adentraron en el templo con la sola iluminación que Jason portaba bien sujeta en su mano. Escuchó atentamente todo lo que tenía que decirles pero no perdió el ojo a cualquiera que estuviera a su alrededor, cualquiera que pudiera ocasionarle algún daño o impedimento como el tal Axos. Pero pronto volvió a centrarse plenamente en Jason cuando fue comprendiendo de qué iba todo... Daphne no se le había dado bien orientarse en la vida, hasta había zonas de su ciudad en la que seguramente se perdería si no tuviera la app de google maps en su teléfono móvil. No lo dudaba, se pegaría a Brian para que él la salvara de esa situación. 

La idea de llegar al centro del laberinto la emocionaba, era la última prueba pero no estaba muy esperanzada, más que nada porque no entraban en sus facultades la orientación. Miró de reojo a su compañero, que en esos instantes se dedicaba a asustar a los competidores. Ya les dio pie a adentrarse en el laberinto cuando señaló aquella puerta. Daphne se acercó a Brian y lo siguió. — Solo nos queda esta prueba... una y conseguiremos la habilidad — Sin presión... por supuesto, claro que no. Solo de ellos dependía salvar a un buen puñado de ciudadanos y la "princesita".

— No voy a despegarme de ti, eres al que mejor se le da esto — murmuró mientras lo seguía aunque no dudaría en cambiar de dirección si su instinto se lo pedía. Observó los mosaicos que adornaban sus muros y lo cierto era que se quedó bastante prendada de ellos, tanto que comenzó a distraerse y a buscar desesperadamente a su compañero. Pasaron varios minutos, y otros tantos más — Oye... ¿no hemos pasado ya por aquí? — apretó los labios cuando sospechó que se habían perdido. De pronto, vio pasar a un tipo por otro lugar y parecía ir muy directo, sin dudar. — Ese parece que sabe donde ir... No podemos perder más tiempo. Si no nos vemos en el centro, nos veremos en la sala blanca. — Se despidió y dio varios pasos hacia el tipo que había visto para seguirle. 

Tras varios minutos en el laberinto, creísteis que avanzabais hasta el centro con éxito, sin embargo el tiempo demostró con pavor como había distintos motivos en la decoración que se estaban repitiendo. Al principio no quisisteis darle importancia ya que considerasteis que simplemente se repetía la decoración pero cuando llegasteis a la conclusión de que llevabais casi una hora dando vueltas entendisteis que quizás la mejor opción ahora era buscar otra estrategia a seguir.

No voy a despegarme de ti, eres al que mejor se le da esto​

-Curiosamente esa frase la he oído muchas veces- dije sin poder contener una sonrisa y enarcar ambas cejas mirando a mi compañera. No puedo evitar tomarle el pelo a veces, sobre todo siendo que ya hemos pasado por tanto y creo que nos conocemos más. Mi humor está bastante alto, pero pronto comienza a ir remitiendo cuando soy consciente que me he perdido. Sé hacia donde está el centro del laberinto, pero me he confundido en algún momento, errándole por muy poco-. Ok, estamos perdidos- solté un suspiro apoyando mis manos en mis caderas, tratando de deducir como volver sobre nuestros pasos y retomar la ruta correcta.

Asentí a la proposición de mi compañera, poniendo un dedo en mis labios para sugerir prudencia. Esperaba que es sujeto nos guiara correctamente y no nos topemos contra otra pared.

La chica no tuvo otra reacción que rodar la mirada hacia otro lado y con hastío. Cansada de sus tontas tomaduras de pelo que siempre tocaban el mismo temita picante. ¿No había más intereses en su cabeza? ¿Solo riquezas y sexo? Mientras las mujeres evolucionaban, los hombres seguían igual, y lo peor de todo es que siempre eran los líderes. - Dime de qué presumes y te diré de qué careces - porque Daphne no se creía sus supuestos éxitos, o sería que acostumbraba a mezclarse con féminas a la que le fallaba algún engranaje ahí arriba. En todo el tiempo que habían compartido había descubierto que era todo un superviviente, dueño de una gran inteligencia y buena percepción para calar a la gente pero sus comentarios subiditos y los dobles sentidos que sacaba de sus propias palabras le sacaban de sus casillas y con más razón cuando las cosas no les estaban yendo bien. A veces se preguntaba si de verdad era así o era solo un personaje creado para protegerse del mundo.

- No puede ser... Ya lo teníamos hecho. Dos fracasos con este, Brian. No nos lo podemos permitir. - Habló una Daphne angustiada con la situación. Observando con desesperación los mosaicos que tantas veces había visto por haber pasado por ahí demasiadas veces por error. Chasqueó la lengua en señal de molestia y se puso a seguir al contrincante que habían visto pasar.

Habíais perdido por completo la noción del tiempo. A pesar de que intentasteis seguir varias estrategias diferentes ninguna de ellas os dio resultado. Notabais como vuestra moral estaba por los suelos después del gran esfuerzo físico que habíais tenido que demostrar en la primera prueba. Ahora, lo único que podíais hacer era seguir adelante, escuchando vuestro entorno, buscando nuevas alternativas para llegar al centro de un laberinto que en esos momentos parecía imposible de resolver.

Fue entonces cuando escuchasteis un sonido. Alertados subisteis la guardia y fuisteis a inspeccionar ¿se trataría de otro de vuestros rivales? Pero os sorprendió encontrar otra cosa: una pequeña piedra.

Cuando os percatasteis de que aquel ruido había sido una distracción ya fue demasiado tarde, os girasteis tan solo para comprobar horrorizados a un hombre que casi llegaba a los dos metros de altura, adornado con una máscara de toro.

Lo siguiente que notasteis después fueron las intensas nauseas que indicaban que vuestro paso por la Grecia Clásica habían llegado a su final...

No me esperaba menos. Aunque si algo mas original que atacar la sexualidad de un hombre. Es demasiado simple. Y no funciona con alguien que se tiene tanto aprecio como es mi caso. Debo enseñarle a golpear donde verdaderamente duele, aunque conociéndola seguro que prefiere golpear al pobre desgraciado en la entrepierna. Como no quiero eso, no dije lo que acudió a mi mente, no había sobrevivido a tanto por dejarme llevar por esos impulsos.

-Lo sé, lo sé. Yo también estoy mosqueado- no hacía falta que me recordaran que habíamos fallado dos de las cuatro pruebas, era al que más le molestaba eso. Odio perder, en cualquiera de sus ámbitos. Estoy acostumbrado a ganar-. Aunque aún no hemos sido derro…- un sonido acalló mis palabras, algo llamó nuestra atención. Una roca. Me giré al notar el cambio en el aire, del asfixiante ambiente del laberinto al pútrido del aliento de nuestro verdugo. No tuve tiempo a hacer nada, fue mucho más rápido que ambos. Otra vez morir… Maldita sea.