Partida Rol por web

Había llegado el momento. Tras cruzar la puerta metálica aparecisteis directamente en la entrada del rascacielos de Detroit.

Existía un cordón policial que separaba a los ciudadanos y la prensa del perímetro de seguridad, aunque si realmente en aquel edificio había una amenaza de bomba ese perímetro era tan solo una broma de mal gusto.

Los helicópteros sobrevolaban el edificio a gran velocidad y notabais que todo el mundo se fijaba en vosotros, dos personas armadas y con chaleco antibalas que iban a dirigirse a la boca del lobo a resolver la situación.

De repente un mensaje de radio llegó a vuestros diminutos auriculares.

“Es la hora, el éxito o el fracaso del proyecto de Imperus depende del resultado de esta operación. Recordad, en una planta de este edificio se encuentra la hija del presidente de los EE.UU la cual está siendo retenida al igual que otros civiles"

Esto no es una simulación, esto no es “La Barca”, esta es una misión real. Vuestras prioridades son las siguientes:

• Rescatar a la hija del presidente a toda costa.
• Desactivar la bomba, recordad que intentan liberar un arma biológica.

Neutralizar a los terroristas o liberar al resto de los rehenes es secundario mientras no se consigan los objetivos principales

¿Ha quedado claro?

Confiamos plenamente en ustedes...”

Entrasteis en el edificio, su interior era como cualquier otro centro de negocios, bien decorado, amplio y con ascensores. Había que tomar una decisión sobre qué hacer. Ahora no estabais en la simulación, notabais vuestro corazón palpitar a toda prisa...

¿Habrá servido de algo todo lo que se ha aprendido?

No era dada a esos gestos, para nada, pero después del estrés que se había sometido a sí misma y el alivio que sintió cuando su compañero le dijo que lo había conseguido, logró recomponerse, y ese fue su modo de darle las gracias. Pero había que reconocer que el post abrazo resultó raro, hasta para él.

Le sorprendió en qué quería dedicar unos minutos antes de que los mandaran a la misión, y por qué no, loable, porque responsabilizarse así de sus hijos que habría tenido con cada mujer que se habría cruzado… (Y los que tendría por ahí sin saberlo). Ella en cambio no quería despedirse de nadie, no tenía intención de morir ni pensaba que podría pasar. Prefería alejar ese pensamiento de su cabeza para que no la invadiera el miedo una vez se encontrara en peligro.

No dijo nada en el momento que mencionó a su hija y el parecido que tenía con ella, pero le intrigó el por qué lo había hecho. Sin embargo no hubo tiempo de preguntar, pues cuando cruzaron la puerta se encontraron frente al edificio. El gentío que se acumulaba alrededor de la cinta policial, el sonido de los helicópteros sobrevolarles y verse armada y protegida por un chaleco  antibalas provocó una repentina sensación de ahogo que trató de calmar. No era bueno ponerse nerviosa, no en un momento tan delicado.

Escuchó atentamente las indicaciones que les estaban dando por los auriculares, y se confirmó lo que pensaba desde el principio de todo; le iba a dar prioridad a la vida de los rehenes incluyendo a la hija del presidente, la misma importancia, porque todos por igual merecían salir de allí con vida. Por lo cual, se le notó en la cara lo poco que le gustaba que el rescate del resto les pareciese secundario. Pero sí que era cierto que… si no desactivaban antes la bomba, todos morirían.

— Muy claro — Miró a su compañero y se dispuso a entrar en el edificio. Estando dando varios pasos al frente y con una beretta como arma. — Tenemos que encontrar la bomba y desactivarla, porque de nada servirá buscar a los rehenes para salvarlos si vamos a acabar envenenados. ¿Te parece correcto? — porque la idea de separarse no la veía, pero Brian también podía escoger otra ruta.

Por suerte el momento emotivo terminó rápidamente, metiéndonos de lleno en la acción: justo en frente del edifico abarrotado de terroristas y coronado con una bomba letal para toda forma de vida de los alrededores… Y yo me pregunto: ¿Por qué tanta gente rondando esa trampa mortal? Uno creería que tendrían ganas de alejarse todo lo que pudieran de un sito así.

-Menos mal que nos aclararon que aquí moriremos de verdad, casi me había olvidado de ello- dijo tomando la katana entre mis manos, verificando su peso y equilibrio. Me siento muy seguro con ella, aunque no fuera el mejor elemento contra tipos bien armados. Sonreí a los presentes, regalándoles mi mejor perfil. Si vamos a salvar a media ciudad, que mejor que recuerden nuestros rostros. Y si fallábamos… no tendríamos que preocuparnos por nuestra fama-. Estoy de acuerdo, la bomba es prioridad- controlé los latidos de mi corazón, imaginando que ese edificio era una enorme cascada y sus aguas todos los peligros que nos caerían. Dejaré que resbalen por mi cuerpo y mente, para lograr superarla-. Comencemos…

Con un movimiento fluido guardé la katana en su vaina, para disponer de ella cuando sea necesario. No debo sacarla a menos que su acero deba abatir a mis enemigos…. En serio, tengo que despejarme de ese rollo de Japón. Cuando termine, organizaré una orgia. Sí, eso ayudará.

Decidisteis ir en búsqueda del artefacto explosivo. Según el informe de inteligencia debería encontrarse en la zona baja del edificio para que así el daño estructural sea más grave. Eso implicaría ir registrando cada una de las plantas entre la 1 y la 20, empleando un tiempo del que probablemente no dispondríais, debíais usar la lógica y la intuición para llegar hasta el lugar a tiempo antes de que todo se vaya al traste.

Tras un par de plantas registradas os disteis cuenta que debíais concentraros ¿dónde la habrían colocado? Solo teníais unas pocas referencias... aquello era más complicado que encontrar un tesoro perdido.

Llegasteis incluso a entrar en plantas que estaban en reformas.

Entramos al edificio y me sorprendí que nadie comenzara a dispararnos. Pronto supe por qué no había vigías ahí: dejaban que perdiéramos el tiempo buscando la dichosa bomba, sabiendo que estaría muy bien escondida. Luego de pasar un par de pisos los ánimos no eran los mejores.

-Podría estar en cualquier sitio- era algo obvio, pero hablar en voz alta podría ayudar-. Suponiendo que su tamaño no es más grande que una valija, los sitios donde sería fácil de ocultar son muchos, pero no menos obvios- sería más fácil si al menos pudieran darnos un piso en el cual buscar, pero no, solo nos dijeron que estaba en la parte baja de un enorme edificio-. Solo podemos ser meticulosos y rápidos.

Aunque eran dos palabras que casi se repelían, no teníamos otra opción. Algo me decía que estaría mucho más arriba, casi en los últimos pisos, para que si o si tuvieras que revisar todos los anteriores, pero era una apuesta muy peligrosa.

Demasiado espacio donde buscar y escaso tiempo para llevarlo a cabo. Daphne pensaba y pensaba dónde podrían haber colocado la bomba pero sinceramente, no era capaz de meterse en la mente de un criminal. No tenía idea de en qué lugar haría más daño así que solo le quedaba la esperanza de que Brian sí supiera e intuyera donde podía encontrarse.

Las bromas de Brian no lograban calmar el nerviosismo de Daphne, porque era justo lo que decía, aquello era la pura realidad y ya no habría segundas oportunidades si fallaban. — Es como buscar una aguja en un pajar… — murmuró con preocupación mientras buscaba — No tenemos mucho tiempo.

¡Fue imposible encontrar la bomba! Eso significaba que si todo se iba a ir al traste había que encontrar un plan alternativo. Si todo iba a saltar por los aires y se iba a liberar un virus letal las prioridades cambiaban. ¡Había que buscar a los rehenes y sacarlos del edificio cuanto antes! Sin más tiempo que perder dejasteis la idea de explorar las plantas intermedios para buscar a los rehenes... tan solo rezabas para que tuvieseis éxito o toda la misión habría sido un fracaso.

Ahora la prioridad que os habíais marcado era clara: teníais que salvar las vidas inocentes que estaban retenidas en aquel edificio.

Según el informe de inteligencia los rehenes estarían en cualquiera de las últimas plantas, así que con premura decidisteis usar las escaleras para no alertar innecesariamente a los terroristas junto con el ascensor.

Por desgracia existía un problema, el rango de posibilidades era demasiado alto y teníais en contra tanto el tiempo disponible como el hecho de que os puedan descubrir. Teníais que concentraros en ser sigilosos y astutos a la hora de rastrear a los terroristas y al lugar donde tenían a la hija del presidente y resto de civiles.

Sentía la presión en mis sienes, como si algo estuviera apretándome la cabeza con cada habitación que revisábamos. Esto no nos llevaba a ningún lado, fallamos en encontrar la bomba, por lo tanto esta estallaría sin que pudiéramos hacer nada. Solo podíamos intentar encontrar a los rehenes y ponerlos a salvo.

-Estamos en las mismas, debemos encontrar a los rehenes sin ser vistos- no temía comenzar una pelea, pero podría poner en peligro la vida de los que debíamos proteger. Curiosamente me siento más preocupado por esto que por luchar a muerte. Aunque lo de la barca fuera una simple simulación, la tensión a morir era bastante real, aunque no así sus consecuencias.

Intenté ser tan sigiloso como cuando me colé en el castillo del Samurái Negro, pero debo decir que mi cuerpo no es el mismo que el de esa vez. Lo confieso, estoy un poquito más gordo, un poquitito más lento y quizás un poquito menos fuerte… pero mi encanto sigue inalterable. Hasta diría que se ha maximizado con las canas.

La desesperación empezó a aprisionar el pecho de la muchacha, que sin descanso, subía los pisos después de inspeccionar la planta interior. Pero nada, no había ningún rastro de la bomba, así que habría que sacar a todos los rehenes de allí para salvarlos. El problema es que en un inicio tampoco estaban siendo capaces de encontrarlos.

— Donde… ¿Dónde están? — Ascendían para encontrar a las víctimas del secuestro, según los informes debían estar en las últimas plantas pero por allí no había ni un alma. Miró a su compañero con la cara pálida como el papel y con una expresión que reflejaba claramente la agonía por la que estaba pasando. — Deberían estar aquí, nos quedan pocas plantas para llegar a la última — murmuró a la par que jadeaba, algo lógico después de haber subido tantas plantas.  

¡Fue imposible encontrar a los rehenes! Y lo peor era que la bomba tampoco se había localizado en todo este tiempo que se había invertido;  dedicar más en encontrarlos sería una locura. Si todo iba a saltar por los aires y se iba a liberar un virus letal las prioridades cambiaban. ¡Había que intentar encontrar la bomba de nuevo para ganar algo más de tiempo! Rápidamente dejasteis la idea de encontrar a los civiles para buscar los explosivos... tan solo rezabais para que tuvieseis éxito o toda la misión habría sido un fracaso...

Pero de repente se escuchó una explosión ¿qué demonios era eso? ¿Era ya demasiado tarde?

Ya lo único que podíais hacer era escapar, escapar con vida.

Empezasteis a bajar las escaleras esquivando obstáculos continuamente. Lo peor era que se había desatado humo por todo el edificio y la visibilidad era reducida. Vuestra capacidad de orientación sería clave para lograr escapar a tiempo de aquel edificio antes de que suponga un problema de verdad.

Habíais descendido unas diez plantas, pero notabais que cada vez los pasos eran más torpes, cometíais más errores ¿era la presión? ¿Era el cansancio? Teníais que concentraros, recordar las pautas del edificio, ¡si no lograbais salir de allí a tiempo el edificio se convertiría en vuestra tumba!

Además, al haberse liberado el gas letal, notabais como la respiración era cada vez más ajetreada. Un picor en la garganta indicaba que estabais sufriendo las consecuencias de estar expuestos a esa nociva bomba. No sabíais si sobreviviríais pero no ibais a dejar de intentarlo.

Había que tener en cuenta que al haberse producido explosiones adicionales el edificio estaba a punto de colapsar. Grandes fragmentos de hormigón caían a vuestro alrededor, el ruido era ensordecedor y eso provocaba que el estrés fuese más contraproducente. Aún había opciones de salir, no ibais a rendiros, pero si no encontrabais la salida pronto caeríais.

Nada, no importaba cuando intentáramos encontrarles, nos era imposible siquiera intuir en donde ocultaban a los rehenes. Fallamos. Esa palabra se repetía constantemente en mi cerebro, como un partillo golpeando un yunque una y otra y otra vez, como las manecillas del reloj. Porque el tiempo también se nos acababa. Intentamos buscar una vez más la bomba, cuando oímos la explosión y el edificio se estremeció como un gigante moribundo. Me apoyé en una pared, buscando conservar el equilibrio.

-Salgamos de aquí- le dije a Daphne muy serio. Conociéndola, intentaría buscar cualquiera de los dos objetivos, pero ya era tarde, no podíamos hacer nada ni por los rehenes ni por la bomba. Ni siquiera por la ciudad. Solo quedaba intentar conservar nuestras vidas.

Pedazos de la estructura comenzaron a caer sobre nosotros, creí percibir que el edificio se ladeaba. Lancé una risita cínica, el edificio se caería sobre nosotros, sobre la ciudad y los rehenes. Miré mi katana, impoluta e inútil en mis manos, el maestro estaría muy decepcionado. No sería la prime persona a la que decepcionaba y espero que no fuera la última. Sí, no es un pensamiento noble, pero ahora mismo todos mis instintos de auto preservación intentar mantenerme en el juego un tiempo más. Se podría decir que volví a esa época donde no me importaba nada, donde solo quería sobrevivir, hasta que aprendí que quería vivir.

-Piensa Brian- me repetía una y otra vez, buscando una solución racional que no fuera sacada de una película de acción. Intenté recordar si el edificio estaba cerca de otro, para intentar saltar al tejado del vecino. Eso creo que lo vi en una película. Bajar era sencillamente una locura, lo mismo que usar el ascensor, pero las escaleras deberían ser el sitio más seguro, la estructura más fuerte. Me encantaría haber sido ingeniero en vez de fingir ser uno para seducir estudiantes de arquitectura.

Daphne sentía las carcajadas limpias del fracaso, como si las oyese adentrarse en sus oídos, y la voz de la muerte diciéndoles que les esperaba con los brazos abiertos y la guadaña lista. Fue un error pensar eso cuando se disponía a subir porque aunque estuviera bastante entrenada físicamente, la ansiedad no hizo otra cosa que empeorar su respiración ya agitada por el ejercicio. No era para menos, no habían encontrado la bomba, ni tampoco los civiles. Éstos estaban condenados, pensaba, al igual que ellos, pues sabía que no habría tiempo de abandonar el edificio antes de que la bomba estallase. En ese instante sí que se arrepintió de no enviar ninguna carta o haber hablado por teléfono al menos con su madre. En ese sentido Brian fue el más maduro y razonable de los dos.

Una explosión la sacó de sus pensamientos, quitándole de la cabeza el intento de buscar de nuevo la bomba. Había que marcharse, pero estaban demasiado lejos de la salida, además, vinieron para salvar a los rehenes, ¿iban a echar a correr, a intentar salvarse sin ellos? La respuesta era sí porque no había más opciones, aunque tampoco le quedaban muchos. La muchacha notaba como se le sumaba una dificultad añadida a su tarea de respirar, y era el gas que se había empezado a propagar por el lugar. Se cubrió la nariz con la camiseta que llevaba bajo la camisa y continuó bajando agazapada, era lo único que se le ocurría para tratar de soportar el efecto del gas.

Se detuvo en uno de los descansillos, pensando que sería mejor que el derrumbe les pillara ahí en vez de en medio de las escaleras. — Tenemos que buscar refugio, esto podría aguantar, pero es más fiable adentrarnos en alguna oficina y ocultarnos a un lado de un mueble — lo suficientemente fuerte como para cubrirles con el conocido “triángulo de la vida”. — Pero dudo que tengamos tiempo. Todo se viene abajo. — Le miró de una forma que le daba a entender que no seguiría descendiendo, pues sabía que aún quedaban plantas que bajar y el edificio parecía estar a punto de echarse abajo.

Apenas pudisteis sentir la muerte llegar hasta vosotros. Había que reconocer que os habíais esforzado al máximo, que habíais hecho verdaderas proezas en el viejo Oeste y en Japón, pero llega un momento en el que las fuerzas fallan o simplemente la suerte deja de acompañar.

Cerrasteis los ojos cuando aceptasteis que ya no había nada más que hacer. Ni siquiera sentisteis dolor, tan solo como todo se apagaba... ya había finalizado el proyecto para vosotros... ¿o no? De repente empezasteis a sentir náuseas, ¿qué demonios estaba pasando? ¿no era éste ya el mundo real?

Era el fin, por mucho que intentara mostrarme tranquilo y frio, la realidad era que debía estar pálido como un muerto y con los ojos apagados de todo brillo. Morir era algo que nunca era tenido en cuenta por mí, pero que al estar tan cercano a ese momento, no dejo de plantearme muchas cosas que dejé a medias. Aunque eso de que toda tu vida se te recuerda a modo de película es una total mentira.

Lo que más me arrepiento era de no haber reunido a mis hijos, que ellos se conocieran, que hablaran, parecernos a una verdadera familia. Al menos en las cartas dejé todo armado para alguna reunión, dando a entender que si no aparecía, era porque nunca lo haría. Ni siquiera pude explicarles nada, quizás pensarían que morí por mis propios pecados… Pues casi que sí, pero hubo muchas oportunidades de huir. Hice eso porque quise.  

-Lo siento- le dije a Daphne cuando ya no había a donde ir o la idea de buscar refugio en una oficina me pareció irrisoria. El edificio caería y si no lo hacia el gas nos mataría. Lo peor es que ella era tremendamente joven, con mucho por delante, eso era lo verdaderamente triste-. Nos veremos en la próxima vida – sonreí y le guiñé el ojo, justo antes que todo se oscureciera y mi mente fuera arrastrara a la nada…

Entonces las tan conocidas nauseas, las mismas que venían de cuando éramos llevados de un lugar a otro en el tiempo, para luego darnos misiones endemoniadamente difíciles. Aun veía oscuridad, pero al menos sentía algo. Esperaba que eso no fuera el infierno, porque si lo era estaba sumamente decepcionado. No sé por qué, pero siempre lo imaginé como un lugar cálido, donde hermosas mujeres vestidas de rojo estarían ansiosas de conocerme.

Después de escuchar las palabras de su compañero, Daphne simplemente negó con la cabeza, no aceptaba sus disculpas; ambos habían fracasado a pesar de haberse esforzado todo lo posible. Así que no tenía por qué sentirse mal.  Agachó la cabeza y se encogió, tensando el cuerpo para esperar la muerte inminente que caería sobre ellos en pocos minutos. Se acordó de su madre, la cual nunca estuvo convencida del destino que la chica había escogido por el peligro que suponía pero en cambio siempre la apoyó, con miedo y angustia, pero lo hizo.

Sintió lástima de que no pudiera volverse a reencontrar con ella, y rabia de que si no podía, al menos que se le considerara la heroína que salvó a todos los rehenes y la ciudad entera. Ahora moriría convertida en lo que más despreciaba y temía, como una fracasada. Sintió la fatiga, aquella tan común de La Barca, pero estaba convencida que esa vez se debía al gas, que ya comenzaba a hacer estragos en su cuerpo.  

El pitido del electrocardiograma mostraba que vuestras constantes vitales eran estables, por lo menos eso era lo que decía el doctor ahora.

- Bienvenidos, agentes Cooper y Brown – comentó un tipo en bata blanca y con una barba oscura que hacía creer que su edad rozaba más la juventud que la madurez.

Estabais confundidos, no entendíais porqué habíais vuelto a sentir náuseas, eso tan solo ocurría cuando regresabais a la sala blanca... mirasteis a vuestro alrededor y todo era blanco... impoluto... impecable. El doctor sonrió.

- Hemos conseguido muchísima información gracias a vuestros progresos, a vuestras decisiones, a vuestros fracasos y también a vuestros éxitos... – observasteis horrorizados como la bata tenía escrito el nombre “Caronte”. ¿No era ese el nombre de la banda terrorista? ¿para quién estabais trabajando?

- Quizás ahora os encontréis un poco confusos... pero debéis saber que en pocos minutos recuperaréis la memoria... ¿verdad agentes?... tan solo tened paciencia – poco a poco iban llegándoos los recuerdos, sobre como en mitad de una misión en la agencia unos terroristas provocaron un tiroteo y acabaron con todos vuestros compañeros y... también con vuestras vidas.

El electrocardiograma empezó a pitar con más frecuencia, vuestro ritmo cardíaco subió por encima de las 100 pulsaciones. ¿Qué pasaba? ¿dónde estabais? ¿qué era entonces el programa? ¿la barca? ¿Imperum?

- Ahora debéis relajaros... tomad... – con la velocidad de un rayo el hombre administró un potente sedante para que estuvieseis más tranquilos.

- A estas alturas ya deberíais haber recordado que técnicamente tendríais que haber muerto agente Cooper, al igual que usted agente Brown... sin embargo, lo que ha quedado funcional de vuestro cuerpo ha servido para un propósito mayor, para el proyecto Caronte. Gracias a su colaboración hemos extraído los patrones que pueden llevar a un soldado a mejorar sus habilidades tales como la orientación, la destreza en combate, el liderazgo, su percepción... estos resultados nos harán salvar muchas vidas – os sonrió afable.

- Vuestros seres queridos han recibido un cheque muy cuantioso por el compromiso con nosotros. Espero que las simulaciones, incluida la del atentado de Detroit hayan sido como mínimo, entretenidas – así que esa era la realidad. Todo había sido una simulación, incluso Detroit... ahora tan solo eráis un conejillo de indias a manos del Estado.

- Por desgracia, me temo que el tiempo se agota, no podemos mantener vuestro cerebro y corazón funcionando mucho más, de ahí que aprovechásemos el tiempo al máximo, una vez pasadas las primeras 48 horas desde la resurrección cerebral el organismo empieza a deteriorarse... así que tan solo puedo daros mi más sincero agradecimiento por parte del país y de su presidente: sois unos héroes – dicho aquello el científico hizo un saludo militar mientras notabais que aún tenías fuerzas para moveros y hablar... si es que realmente queríais hacerlo.

—Las segundas oportunidades son mejores y definitivas—

Cuando abrió los ojos y escuchó el típico pitido que medía sus constantes vitales pensó que había sobrevivido de aquel desastre, ¿pero cómo? Debió ser un milagro, el cual aprovecharía al máximo, porque una segunda oportunidad así no se obtenía normalmente. Lo normal era estar muy confundida pero esa sensación le llegaría momentos más tarde, en el momento en que se diese cuenta que las cosas no eran como ella creía.

Escuchó las palabras del científico con mucha atención, pero no eran las que habrían esperado de un doctor. Ahí comenzó a extrañarse pero supuso que era lo más obvio si se tenía en cuenta quienes eran y qué habían estado haciendo dentro de La Barca bajo la atenta observación de Imperus. Era halagador oír sus agradecimientos pero lo que realmente le importaba a la joven era saber qué había ocurrido con los rehenes, y con la ciudad. Supuso que habían fracasado estrepitosamente pero quería escucharlo de la boca del integrante de la organización.  

Los ojos de la chica descendieron ligeramente por aquel hombre hasta poder leer la palabra “Caronte” en su bata. ¿¡Estaban siendo atendidos por el enemigo!? ¿Qué estaba pasando? Daphne trató de zarandearse sobre su camilla.

Y en ese proceso recordó, recordó una misión en la que no había estado Brian en ningún momento, sino aquel joven de “dedos ágiles” que comentó una vez en una de sus aventuras simuladas. Lo que fue un pensamiento completamente inusual, pues no debía recordarlo pero su subconsciente había sido más fuerte que la sustancia que les habían suministrado para olvidar su pasado, eso debía significar algo. Tal vez que valoraba a aquel hombre más de lo que nunca había esperado y que debió haber hecho que su relación perdurara antes de que aquellas balas les atravesara el cuerpo a la misma par. Muerta. Estaba muerta.

Soltó un grito ahogado al conocer aquella cruda verdad, pero su voz se apagó por el sedante que les introdujo en el organismo, lo que la obligó a relajarse completamente. Era muy doloroso oír que había muerto, ¿Cuánto hacía de eso? ¿Cómo estaría su madre? ¿Toda su familia? Era difícil de asumir, aunque conocer que sus errores y aciertos podían ayudar a luchar contra el crimen podía aliviar, pues lo que más temía en el mundo era haber muerto para nada, en vano, sin haber salvado una maldita vida como ocurrió en aquella nefasta misión en la que murió. Así que finalmente si tuvo una segunda oportunidad para cambiar las cosas.

Nadie más que el gobierno y su familia sabrían lo que había hecho, en que había muerto como una heroína, que era lo que realmente le importaba, no por lo que significaba para los demás, sino para ella misma, que era el de ayudar a los demás; salvar vidas. El reconocimiento no le importaba, mucho menos cuando una estaba muerta.

— Entierren mi cuerpo junto al de Warren J. Cunningham… — murmuró con un timbre de voz frágil y tembloroso dada la emoción. Luego se giró hacia Brian, el cual tenía un aspecto totalmente diferente al que él siempre había escogido. Siempre le había asustado “La Nada” de la muerte, pero allí le daban la oportunidad de vivir para siempre en una simulación, así que no estaría mal vivirla con alguien conocido si él aceptaba. Así que quiso acomodarse y adaptarse a la que él deseara, porque a ella le bastaba la compañía, pero supuso que su destino sería Japón. — Prométeme que me ayudarás a soportar el peso de la cascada sobre mis hombros, perfeccionar mi mente… Prométeme que serás mi Señor Miyagi — esbozó una leve sonrisa a quien fue su compañero. Estaba claro que esa fue un asunto pendiente que dejó en Japón y que al regresar no dudaría en superar.  

Abrí los ojos como quien despierta de una pesadilla, aunque mi cuerpo parecía estar pegado a la cama, siendo incapaz de incorporarme. Como en esas pesadillas inacabables donde jamás despertabas del todo, teniendo que vivir un horror tras otro. Y en este caso mi cerebro parecía estar especialmente sádico. El doctor apellidado Caronte, ese constante pitido contando mis latidos, la historia de nuestra “muerte”, tenía que ser una muy mala broma… Pero poco a poco, recuerdos de mis misiones y vida se abrieron paso en mi cerebro, como sin un  dique se hubiera desbordado. Mucha información y solo podía concentrarme en ese funesto final, del cual ni siquiera me detuve a recordar con precisión, y en mi compañera, a quien conocía desde hace mucho más tiempo. Me giré hacia ella, mostrando el mismo aspecto lamentable que debería tener yo en esos momentos. Dejé de oír la perorata del médico, no soy de los que hacen algo por un motivo tan elevado, sino más bien por la emoción del momento. Recordaba bien lo que habíamos vivido y no pude menos que sonreír de costado cuando me pidió acompañarla a Japón, para terminar con las malditas pruebas.

-Terca, eres muy terca- reí con cautela, sintiendo como algún órgano se quejaba por el esfuerzo-. Te ayudaré a pasar las pruebas y luego recorreremos los caminos. Siempre me gustó eso de los Ronins solitarios- iba a morir, de un momento a otro, pero el estar acompañado hacia todo mucho más placentero-. Solo recuérdame no ser muy honorable. Se me pegan mucho los papeles que hago y quiero ser más… encantador. Como soy normalmente.

Otra risa que provocó una tos muy dolorosa, pero que logré controlar para continuar esbozando una confiada sonrisa. Siempre fui un amante de la vida, disfrutando de cada instante, lograr aquello luego de morir era una bonita forma de terminar todo.

-Nos vemos dentro de un rato. Me reconocerás enseguida…- solté un suspiro, dejando relajar mi cuerpo, sintiéndome una hoja o un pétalo de cerezo siendo llevado por el viento. Sí, me gustará viajar por Japón con Daphne. Mis ojos se cerraron, aun con una sonrisa en los labios.

Al abrir los ojos otra vez, estaba de nuevo en una tierra desconocida, pero en donde se respiraba un aire familiar. Tenía mi katana en la cintura y otra en mi mano, reconociéndola al instante. Seguramente Daphne querría recuperar su arma. Me giré y la vi ahí, parada con su aspecto de siempre, sonriendo. Sin decir nada, le tendí el arma, guiñando un ojo.