Partida Rol por web

-Pero puedo jactarme que bebí eso- dije sin querer dar el brazo a torcer, aunque es cierto que fue lo mismo que beber acido de batería, gasolina y orines de gato… sin contar con la pelea de salón que encendió aún más mi sangre. Si. No me arrepiento de nada-. Fue divertido- le guiñe el ojo, conteniendo la respiración y preparándome en cuanto vi que tomó el escudo. Vendría esa sensación tan horrible de ser despedazado y por mucho que la sintiera no lograba acostumbrarme. Le tenía mucho aprecio a mi cuerpo como para que me agraden esas prácticas masoquistas-. Theá Afrodíti, evlogísei to taxídi mas.*

Volvimos a esa sala inmaculada. Desde ahora comenzaría a asociar lo blanco con el fracaso o al menos con el fin de la  aventura y volver a la normalidad. Gire mirando la habitación en toda su extensión, aunque no esperaba ver algo diferente. Espero que la próxima vez que volvamos, sea con una sonrisa en los labios y la sensación de victoria.

-Japón ¿no?- dije como sin querer la cosa y con media sonrisa cansada en los labios. No sé por qué, pero siento que esto será más difícil que todas las que pasamos antes. Arrancamos muy bien en el oeste, pero luego fue una caída en picada. Siempre estábamos tan cerca y la victoria nos esquivaba en cada ocasión-. Honor y acero… Será divertido.

Conozco poco del periodo, solo lo visto en algunas películas viejas. Como en el lejano oeste. Pero no me parece tan divertido como el otro periodo, todos son tan estrictos y serios que resulta deprimente. Veremos que nos depara esa infernal máquina. Lo peor es que luego tendremos que enfrentarnos a balas de verdad y gente mala de verdad. Casi había olvidado ese detalle.

Daphne regresó cogiendo aire violentamente por la boca y llevándose las manos al pecho. Aquello había sido demasiado real. Podía estar acostumbrada a ver soldados rivales cargando con un arma contra ella y los suyos, pero no una criatura mitológica. Aún podía sentir el hedor de su aliento y el brillo de sus oscuros ojos clavados en ella.

No dijo ninguna palabra durante unos largos segundos. Esperó a poder recuperar una respiración normal, y también que su corazón marcara un ritmo tranquilo. Escuchó a Brian, lo miró y asintió. No quedaba otra... Lo hizo con los hombros hundidos, señal clara de desesperanza. Ya tenía en su cabecita el pensamiento de que iban a volver a fracasar.

- Ya no me está resultando tan divertido - comentó mientras volvía a apoyarse en la mesa de exposición, como de costumbre cada vez que regresaba. - Sin esas habilidades que deberíamos ganar aquí nos será mucho más difícil detener a esos terroristas. Lo sabes, ¿No? - Detenerlos y además salir con vida. Estaban jodidos, sí, ellos y las víctimas del futuro atentado.

Se giró para mirar la katana que relucía con un precioso brillo en su afilada hoja. No podía negar que le emocionaba tomar el papel de un samurái y empuñar ese arma pero a esas alturas le costaría disfrutarlo. La agarró de la empuñadura, y la sostuvo con firmeza.

En el momento que le dieron náuseas supo que regresaba. Ni siquiera le dio tiempo decirle nada a Brian, que lo diera todo por conseguir acabar la prueba con éxito, o una breve despedida, nada. Le ganó la frustración y su mal perder. Cuando recuperó el control de su mente y cuerpo volviéndose a ver en la sala blanca, gritó de rabia, y su primera reacción fue ir hacia la mesa ya vacía y echarla abajo. Ya en el sitio le dio varias paradas hasta que empezó a hacerse daño.

Resopló y se fue a una esquina de aquella cuadrada habitación. Se agachó hasta sentarse al suelo y se sujetó la cabeza.

La familiar sensación me arrancó de esa otra realidad, volviendo a la magnificencia de la sala blanca, donde todo parecía puro y aunque artificial. En mi cuerpo no había sangre y mi mano no sostenía la espada. Solté un suspiro y busqué con la mirada a mi compañera, encontrándola al instante.

-¿Daphne?- mi voz suena serena, aunque hace unos instantes estuviera metido de lleno en una brutal pelea a muerte. Me acerque a ella, con rostro serio.

Me siento muy raro, cambiado, más rígido… No me gusta. Así no soy yo y debo quitarme todo ese rollo del honor y  la lealtad. El papel ya terminó, aunque costará sacarse de la mente el espíritu del guerrero que tanto me esforcé en armar.

-Espero que no me hayas extrañado- mi sonrisa desbarata lentamente la seriedad de mi rostro, rompiendo los diques del hombre honorable. Quizás algunas cosas ya no fueran como antes, pues nadie podría hacer ese viaje y terminar siendo el mismo, pero lo esencial seguía ahí y eso no me lo quitaría ningún programa.

Daphne no sabía exactamente cuánto tiempo había pasado desde que se encontraba sola, pero escasos minutos. No dejaba de pensar, de torturarse con su propio fracaso una y otra vez. Autoculpándose y autocastigándose con toda clase de insultos dirigidos a sí misma sin ningún tipo de contemplación.  Era lo que solía hacer pues nunca, jamás de los jamases se había permitido errar de ninguna manera. Lo había aprendido en casa a causa de su severo padre por lo que no era capaz de verlo de otra manera. Era normal para ella. Pero entonces la voz de Brian la despertó de aquel bucle autodestructivo y se fijó en él con los ojos muy abiertos.

— ¿Lo has conseguido? — Preguntó sin responder a su jocoso comentario mientras salía de la esquina donde se había metido de aquella blanca sala y se puso en pie. Brian le daba una sensación un tanto diferente pero no le dio mucha importancia pues en esos momentos le preocupaba más el éxito de la misión.

-Si- dije con suavidad-. Derroté al Samurái Negro con tu espada- por costumbre incliné un poco la cabeza, en señal de respeto. Lo único que lamenté fue no poder decir unas últimas palabras a Saotama, pero logré cumplir con el objetivo de mi maestro. Aún sigo pensando en que era una persona real… este programa es demasiado realista-. Agh…- me estremecí exageradamente-. Aún hay mucho honor en mi cuerpo, que no te extrañe que comience a decir tonterías para ir purgándome.

Se veía triste o frustrada, el haber sido rechazada por el programa fue demasiado y creo saber porque. No fue una batalla o por estar en colgado de una montaña, falló por no tener ciertas capacidades. Si digo algo con respecto a ello, se molestará, ya lo veo venir, pero no quiero dejarlo estar.

-Lo hiciste bien Daphne y sé que, cuando las balas sea de verdad y tengamos una sola vida, no querré tener a ninguna otra persona que a ti- quizás no lo necesite o le haga peor, pero es verdad, ha demostrado muchas veces su temple. Simplemente hemos tenido mala suerte.

El silencio se hizo dueño de su garganta cuando la mejor de las noticias salió de la de su compañero, y la sorpresa se abrió paso en su rostro. Sentía una mezcla de alivio que ayudaba a paliar su desesperanza y una alegría que a causa de la impresión no era capaz de demostrar, aunque aquella chica nunca había sido muy expresiva. La represión de sus emociones y sentimientos desde el inicio de su adultez le hacía perderse entre todas las que estaba sintiendo en ese momento.

No le importó que hubiese vuelto cambiado, ¿cuánto tiempo habría pasado? ¿Semanas? ¿Meses? Porque, definitivamente, eso no le hacía ser mejor hombre ya que su objetivo siempre fue el mismo desde el principio; sin honor, o con honor, daba igual.

Las palabras que le dedicó hicieron desaparecer el estado de conmoción que la tenía presa, y como acostumbraba hacer, se esforzó por no demostrar el estremecimiento emocional que agitaba ligeramente su labio inferior. No entendía como él podía tener esa percepción de ella después de sus fracasos, pero eso se debía porque la joven no era capaz de valorar todo lo bueno que hacía si no salía todo perfecto — algo imposible—.

No le salían las palabras, así que dio un paso al frente para acortar las distancias con su compañero y le dio un abrazo. Tenían una segunda habilidad gracias a él, se acordó de ella hasta el único momento cuando clavó la espada que portaba Daphne en el cuerpo de aquel Samurai. Y nunca se cansó de su negatividad, sino que la animó siempre que pudo a pesar de los gruñidos que le dedicaba en respuesta. Le estaba agradecida en muchísimos de los sentidos y esa era la única forma que tenía de demostrarlo, aunque fuese luchando contra lo que le habían inculcado.

— Entonces vamos a por ellos — comentó casi con timidez y con la mirada cohibida que  se dirigió hacia la puerta de salida. La expresión de ese tipo de emociones la hacían avergonzarse bastante.

Se me acercó, enarqué una ceja porque sinceramente no sabía que iba a hacer y cuando sus brazos me envolvieron en un cálido abrazo, me quedé de piedra por unos segundos. En verdad me había sorprendido, no esperaba esto de ella, quien siempre se mostraba molesta por todo lo que yo hacía, algo normal vamos. Superada la sorpresa inicial, correspondí al abrazo, incluso acariciando su cabello. Nos separamos, ella avergonzada y yo algo incómodo, muchas cosas se agolpaban en mi mente, las cuales salieron a la luz por ese momento emotivo.

-Voy a necesitar papel, un bolígrafo y unos seis sobres- dije al aire, esperando que me oyeran los científicos que nos exponían a esas pruebas. Miré a mi compañera con una sonrisa-. Debo despedirme de ciertas personas- levanté una mano-. Solo por si acaso- solté un suspiro y bajé la mirada, como nunca suelo hacer. No debería avergonzarme, pero no quiero que piense lo peor de mí-. Son para mis hijos. Están en distintas partes del mundo…- porque son de diferente madre, a quienes amé de diferente forma y que, por diversos motivos, me sorprendieron de alguna forma. La relación no prosperó, nunca lo hacen, pero eso no quita que no intenta estar bien con mis hijos-. La mayor se parece a ti. Me mira arrugando el ceño y adivina lo que pienso. Es escalofriante. También se esfuerza en todo lo que hace. Desde un pie de manzana hasta su carrera- nos vamos encaminando hacia la puerta, donde nos espera una misión que puede ser sin retorno, pero de la que planeo volver.