Partida Rol por web

Aguaprofunda: Ciudad de Esplendor y Pecado

[Partida] 3.0: Nunca pactes con un dragon

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19/12/2014, 16:25
Khemed

Khemed se tapó la cara con la palma de la mano, en señal desaprobatoria ante la explosión del cuerpo de la sectaria. Si alguien se dedicaba a un culto, era verdad que consagrar su vida a éste resultaba un gesto noble; pero para cometer un asesinato a una salvaje semiorca en mitad de una civilización, y luego evitar acabar inculpada, un suicidio era excesivo. ¿De qué había servido pues, tanta muerte en aquel momento? De hecho, lo único que consiguieron respecto a la orca y a aquel grupo, fue proferir una amenaza.

-Genial, más enemigos –dijo con tono exasperado-. Ahora sólo por hacer bien nuestro trabajo y proteger a PoGah, estamos amenazados. Bien merece esto una buena explicación, sí. Por lo pronto, cúbrete –dijo hacia el bárbaro, prestándole su capa-. Deberíais adquirir ropa nueva para viajar por la ciudad. Pero encarguémonos de lo sucedido ahora en primer lugar.

Ya no se trataba solo de proteger a la semiorca, sino de que aquel ataque había sido peligroso para ellos, y había víctimas ajenas a todo esto. Más vale que no dejaran ningún cabo suelto ante las autoridades, y se ocuparan en primer lugar de aquello.

-Con respecto a las autoridades, a mí me es igual si he de ir inmediatamente a personarme ante ellas, o si ayudo a los visitantes a pasar desapercibidos. En cualquier orden, habrá que hacerse cargo de ambas cosas tarde o temprano.

Por otra parte, el méfit de la maga ya estaba hablando sobre el aire, y olvidaba que pese a que los mortales lo necesitásemos (al igual que los otros elementos), él era una criatura hecha con la esencia del mismo elemento.

-Asorazoklyn, el humo se intensifica con el aire, así que no me vengas ahora a decir que el aire es benigno. Hasta el aire puede utilizarse para provocar la furia de la naturaleza, y la ausencia de éste también es negativa para los mortales. ¿Acaso son virtudes? No, son las distintas maneras en que se puede emplear el aire, y no me parece tan distinto del fuego. Además… el fuego se intensifica con el aire, así que no me pinches –dijo al pequeño compañero medio divertido y medio picándolo, aunque sabía que tratar con una criatura de aire e intentar llevarle la contraria solo era un gasto de tiempo. Tenía una naturaleza muy distinta a la de los mortales.

-Y hablando de a dónde vamos a ir… mi capilla podría servir como refugio rápido e improvisado. Pero solo para una emergencia. No hay apenas devotos en la ciudad, y suele tener un ambiente bastante solitario, pero no deja de ser lo que es, un lugar de adoración y respeto a uno de los cuatro elementos. Así que aconsejaría que buscásemos un lugar distinto, ya sea un refugio temporal o algo para más tiempo. Una capilla es una capilla, y no quisiera que cualquiera que se interesase en Kossut se encontrase en riesgo por nuestra presencia –ya resultaba extraño para algunos agundinos que un extranjero se hubiese establecido en una ciudad en sequía, adorando al dios ígneo, como para meter más leña al fuego-. Así que busquemos otro lugar.

Notas de juego

Pues eso, las prioridades en mi caso son: 1º autoridades, 2º buscar un lugar donde tratar todo esto con calma, y no me importa si nos dividimos para realizar ambas cosas simultáneamente.

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24/12/2014, 17:58
Director

Segundo día de la primera decana de Tarsaskh del Año de la Vara (1366 CV)

Terminado aquel horrendo espectáculo Ilhares y Khemed salieron empalidecidos de aquella casa dispuestos a presentarse inmediatamente a la Vigilia. PoGah les siguió no muy convencida, según su experiencia los guardias humanos tendían a desconfiar de ella por algún motivo. Y el grandullón les siguió tratando de poner peros que no escucharon ni la maga ni el clérigo.

No os costó mucho encontraros con los miembros de la Vigilia que ya habían acordonado la zona para impedir que la destrucción se extendiese. Más difícil fue hablar con ellos. Después del despliegue de vísceras y destrucción que se había desplegado en esa callejuela, pacifica hasta hace unos minutos, no parecían muy dispuestos a atender a razones. Nada más veros procedieron a rodearos y a reclamar que arrojaseis vuestras armas. Además al identificar como conjuradores a Khemed e Ilhares les conminaron a no decir nada y mantener las manos bien a la vista con los dedos extendidos.

Antes de daros cuenta os habían colocado grilletes y amordazado, y las cosas aun se iban a complicar más cuando un sargento de la Vigilia reconoció a vuestro nuevo "amigo".

- Ese de ahí es Trancas señor.- Le dijo el sargento a un capitan de la guardia que se había desplazado desde las murallas con parte de la guarnición.

- ¿El bandolero? Creía que había muerto.

- Si señor por lo menos en dos ocasiones, aunque por lo visto consiguió salvar el cuello.

- Bueno, pues asegurémonos de que no lo consiga esta vez. Ninguno de ellos.

Os encerraron en una celda oscura y muerta para la magia, pero bastante limpia para ser una mazmorra. En los guardias que os habían traido hasta ahí flotaba un afán de linchamiento que, por suerte, no llegó a materializarse. La Vigilia parecía bastante airada por lo que había ocurrido en esa calle, pero eran profesionales y más pronto o más tarde darían con la verdad. La cuestión, pensabais más de uno, es si se darían más prisa que los espías del Culto.

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25/12/2014, 14:26
Ilharess de la Runa Argéntea

Ilharess quedó consternada cuando tropezaron con la patrulla. Su intención no había sido entregarse a una patrulla cualquiera: para eso se hubieran quedado en el lugar de la emboscada. Ella quería hablar con Amaundra: con alguien que la conocía y la escucharía, y se ocuparía de encauzar la investigación oficial. Definitivamente, aquello era un desastre. Maldijo a su mala suerte; con aquellos acompañantes era imposible pasar desapercibidos. Maldijo su arte poco desarrollado, que no le había permitido teleportarles a todos ellos lejos de allí y cerca de su maestra.

Buscó rostros conocidos entre la patrulla, pero suspiró al no encontrar ninguno. No se resistió ante la detención. Sabía que ante situaciones tan graves como aquella la vigilancia estaba autorizada a tomar medidas letales y a investigar después; las resurrecciones de inocentes corrían a cargo de las arcas de la ciudad, posteriormente, pero a Ilharess no le parecía aquello una opción atractiva. Lo peor de todo, sin embargo, era que no les dejaran decir una palabra. Entendía el miedo de la patrulla hacia un conjuro mortífero, pero ¡si al menos hubiera podido identificarse y pedir que transmitieran un mensaje a Amaundra!

De modo que se dejó amordazar e inmovilizar, aunque giró levemente la cabeza hacia arriba, en una silenciosa indicación a su familiar.

-Cometéis un error. Mi ama y sus amigos son inocentes -intervino el méfit, desde el aire, a una distancia prudencial-. Poneros en contacto con madre Amaundra Lorgra. Ella responderá por mi ama.

Y tras decir esto, el méfit salió disparado volando. Ilharess confió en que fuera capaz de llegar a Aumandra y que no le pasara nada en el camino, empezando por la amenaza que suponían los propios vigilantes. Consideró una pequeña concesión el que la patrulla no usara con ellos las capuchas de captura, al menos. Hubiera sido una incomodidad adicional. Aunque aquello le permitió dedicar al bárbaro con una mirada ceñuda no exenta de sorpresa. Por los siete misterios de Mystra, ¿qué demonios hacía un bandolero (des)vestido de aquella forma, lo cual equivalía a llamar la atención de mala manera? ¿Y por qué se había mezclado en el combate? Claro que por lo poco que había visto de él, podía haber sido simplemente porque no pudo resistirse a la emoción de una pelea fuerte.

Se quitó la mordaza tan pronto la empujaron hacia la celda, y se volvió hacia la puerta.

-¡Somos inocentes, maldita sea! ¡Dejad que nos expliquemos! -gritó, aunque desistió de seguir vociferando, sabiendo que sería inútil. Se frotó las muñecas doloridas por los grilletes que acaban de quitarle, para acabar masajeándose los dedos, intentando recuperar su flexibilidad. No es que allí fuera a conjurar nada, pero un mago que no cuidase sus manos estaba buscándose problemas.

Tras dar un par de vueltas furiosas por la celda, mascullando maldiciones en voz baja, se dejó caer sentada, con la espalda apoyada en la pared. -Bueno -le dijo al bárbaro-, Trancas o como quieras que te llames. ¿Qué tal si nos conocemos un poco mejor? ¿Quién eres? ¿Qué tienes que ver con los tipejos que nos atacaron? ¿Qué es eso de que has "muerto" en dos ocasiones?

Sonrió cansadamente, indicando al desconocido que le agradecía su oportuna intervención. Luego miró a Khemed.

-No temas. Los Túnicas Negras no nos condenarán sin pruebas. Además, incluso si los magistrados cometieran un error aun quedaría la opción de una audiencia con Piergeiron -suspiró, siguiendo frotándose los dedos más por hacer algo que por otra cosa. Tuvo que parpadear para alejar las lágrimas, de modo que agachó rápidamente la cabeza para que nadie se diera cuenta. Se sentía muy frustrada. Parece que no haga nada bien.

Finalmente se controló y miró hacia la puerta, ausentemente, preguntándose si el siguiente que la abriera sería de la vigilancia o un miembro del culto. Deberían mantenerse alertas, se dijo.

Pero en ese momento no logró moverse. Se sentía muy cansada. Era un cansancio más psicológico que físico, aunque la enorme cantidad de magia que había usado en el combate no ayudaba mucho. Tampoco el sentirse aislada del Tejido, algo que no le había pasado desde que había lanzado su primer cantrip. Ilharess había estado una vez en una auténtica zona de magia muerta; la sensación había sido tan debilitante que casi se había desmayado y apenas pudo salir de ella por su propio pie. Al menos aquello no era tan malo, se dijo, meditativa. Era simple antimagia. Pero aun así la sentía como un agujero negro; no paraba de tenderse en busca del acogedor tacto de la Urdimbre para encontrarse únicamente con una pared inamovible. Era frustrante y enloquecedor, y lo peor era que no podía dejar de hacerlo, en un impulso no muy diferente a la tentación de tocar el diente cariado con la lengua, pero cien veces más irresistible. Sabía lo que iba a encontrar, pero aun así, no podía menos que intentar tocar la Urdimbre, y frustrarse cuando encontraba el acceso vedado. Y adicionalmente a todo eso, estaba la preocupación por Asorazoklyn; no poder sentirlo era lo peor de todo.

-Deberíamos… estar preparados y alertas. Por si acaso -dijo al fin.

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26/12/2014, 10:45
Trancas

Aunque el bárbaro sonrió de forma poco comedida cuando Illitha le propuso conocerse mejor acabo bufando de fastidio cuando vio a donde quería llegar la maga.

 

- Bha, a los civilizados les gusta considerar a alguien muerto sin ver su sangre. Mala costumbre.- Respondió el bárbaro como si aquello le ofendiese profesionalmente.- La primera vez que dijeron que había muerto estaba encerrado en Luskan, pero se equivocaron de preso y ahorcaron al que no era.- Añadió con una mezcla de consternación y humor negro.

- En cuanto a los chalados también es una historia graciosa, el caso es que encontré una de sus guaridas cuando era joven. Pero claro, no había ninguna forma de saber que aquello era suyo y a decir verdad ni siquiera sabia quienes eran. Así que la saquee, total aquellos guardias eran unos debiluchos. En fin que tuvimos un encontronazo y los tipos estos parecen rencorosos. Y desde entonces pues hemos tenido nuestros tropiezos, son unos tipos impetuosos eso hay que reconocérselo.

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26/12/2014, 19:21
Ilharess de la Runa Argéntea

Ilharess pareció por un momento sorprendida ante la sonrisa del bárbaro, pero luego le devolvió una mirada entre coqueta y burlona. No se inmutó ante el fastidio subsiguiente; estaba acostumbrada a que la gente reaccionase de buenas a primeras así ante su curiosidad, y por regla general conseguía salirse con la suya. A aquellas alturas, tirar de la lengua a la gente le parecía una entretenida diversión.

-Pareces tener un curioso pasado -repuso ella-. Tuviste mucha suerte en Luskan, entonces.

Inclinó la cabeza. Quería decirle que sentía que lo hubieran capturado por culpa de ellos dos, pero no sabía muy bien cómo hacerlo.

-Y tuviste mala suerte al cruzarte en el camino de los cultistas, también. Y tanto que parecen rencorosos. Aunque no sé apenas nada sobre ellos, apostaría cualquier cosa a que no son de los tipos que olvidan con facilidad. Mucha gente me considera poco menos que suicida, y aun así me asusta un poco habernos convertido en su blanco. Me gustan las emociones fuertes... pero estos tipos prometen más bien ser agobiantes. No me haría gracia vivir día tras días temiendo un ataque por su parte. -Ilharess parpadeó, incapaz de entender cómo demonios habían acabado implicándose ellos con aquella gente-. Fuiste… muy valiente. Al ayudarnos, te arriesgabas a crearte todavía más problemas con ellos. ¿Has venido a la ciudad huyendo de ellos o persiguiéndolos? Perdona que te lo diga, pero aquí pareces estar un poco… fuera de lugar -tanteó Ilharess, rehuyendo en cambio preguntarle directamente sobre si su llegada a la ciudad implicaba otros negocios. Si había una razón no relacionada con el culto, ella prefería no conocerla. Pero si había acudido a la ciudad por el culto… sería bueno poder contar con un posible aliado. Confiaba en que así fuera, después de todo hubiera sido demasiada casualidad que el tipo se hubiera tropzado con la emboscada sin más.

Si conseguían salir de allí a tiempo. Si además de eso, conseguían arrebatar al bárbaro de las afiladas zarpas de la justicia.

Suspiró. -Lo siento, de verdad. Veremos qué podemos hacer para que todos salgamos de aquí lo antes posible -recalcó el "todos"-. ¿Sabes algo útil sobre esos chalados? Estoy tan confusa. Ni siquiera entiendo qué pretendían al intentar matar a Pogah. Por cierto… aunque sea un poco tarde… me llamo Ilharess. Hay quien me ha apodado Ilhita -añadió, pensando en Elatha, quien había acuñado el diminutivo.

Volvió a suspirar, y se puso en pie, acercándose a la puerta, preguntándose cuánto tiempo pensaban dejarlos allí.

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26/12/2014, 22:02
Khemed

La guardia parecía que ya se encontraba acordonando la zona cuando querían buscar a la conocida de Ilharess, pero claro, correr en ese momento hubiera sido una muy mala idea que daría más motivo de sospecha que de otra cosa. Y para colmo, amordazado. No es que quisiera hablar y no pudiese, sino que no podía aunque quisiera, y eso era mucho peor que querer decir algo. El sacerdote se resignó aunque sentía cierto nerviosismo por el mero hecho de sentirse coartado.

Durante el camino hasta la celda, Khemed fue cuestionándose cuan molestas podían ser las órdenes de Khelben; tan escuetas y a la vez muy relacionadas con peligros invisibles y otras promesas peores. Maldito fuese Khelben y sus tareas tan importantes que no le dejaban explicarse como es debido. Y seguro que si le replicase algo, la culpa sería de ellos por no tomarse en serio el tema de la escolta…

Cuando se cerró la puerta de la celda, Khemed sentía que le ardía por dentro la sangre, y no pudo sentarse hasta que pasó un buen rato dentro de la celda. Ahora más que nunca quería salir de un espacio tan reducido, y dar un paseo al aire libre, pero se tenía que contentar con caminar de un lado a otro dentro de la celda.

Por supuesto, una curiosa Ilharess se adelantó a la hora de preguntar al hombre semidesnudo (del cual juraría que de reojo le había visto algo más de lo que le gustaría al oscilar su taparrabos mientras caminaba), y éste contestó hablando sobre sus idas y venidas. Al menos él conocía al culto del dragón, pero PoGah no parecía saber gran cosa, o al menos no se pronunció. 

-Sí, ahora creo que ambos estamos bastante confusos –dijo refiriéndose a Ilharess y a él-. De buenas nos llega un mensaje de que tenemos que escoltar a un extranjero, y nos encontramos directamente con toda esta situación. Entonces, ¿esos chalados solo venían detrás de la semiorca? ¿Cómo que te decidiste a ayudarnos si tu historial no es precisamente el de un chico "bueno"?

A Khemed le parecía que todo aquello difícilmente podría ser una casualidad, y tendría tiempo suficiente para amenizar la espera preguntando y hablando en aquella celda. De hecho, si no ocupaba aquel tiempo hablando, pensaba que los nervios lo alterarían hasta casi el punto de intentar subirse por las paredes. Y para colmo, no podía invocar a la llama, para verla arder y deleitarse con sus múltiples formas; su magia no servía de nada en aquel lugar.

Khemed dio otro par de vueltas por la celda, escuchando las conversaciones, participando en ellas, y se decidió a preguntarle a PoGah:

-Dijiste que tenías que hablar con alguien más o menos con cierta prisa, ¿verdad? Cuéntanos algo más sobre tu visita, que seguimos sin saber por qué hemos terminado en esta situación… -dijo aquello con cierto tono sarcástico, debido a los nervios que no lo dejaban tranquilo allí adentro-. Seguro que a ti tampoco te gusta esta celda, de acuerdo, pero debemos reunir bien todas las piezas para que cuando mostremos el puzzle, esté completo. Nosotros no hemos sido los fanáticos que se han puesto a atacar a alguien en medio de la ciudad, pero no tenemos grandes pruebas de ello.

Aunque de manera un poco tosca, el sacerdote quería mostrar preocupación más que enfado con la semiorca, ya que su enfado en realidad lo provocaba más la sensación de cautiverio que cualquier otra cosa.

Luego, al fin Khemed se sentó, pero no paró de mover las piernas como si de un tic nervioso se tratase. Se negaba a permanecer tranquilo y encerrado. Aquellos dos conceptos no podían ser compatibles, o al menos así lo creía.

-Desde luego que ninguno de nosotros debería encontrarse ahora en esta celda, y siento que te podamos haber involucrado, Trancas, aunque conste que ha sido cosa tuya por meterte en mitad de la pelea. Igualmente si quieres que te lo agradezca, utiliza mi capa para taparte un poco hombre. Por aquí no tenemos costumbre de que los varones enseñen tanta carne y escondan tan poco, salvo los de algunas casas nocturnas que ofrecen servicios para damas. Y disculpadme, pero me encuentro un poco nervioso en este lugar -dijo solo esto para dejar claro que él no siempre era tan tajante.

De hecho, tuvo que forzar los últimos comentarios para intentar que aflorase alguna sonrisa en los presentes, y que se le contagiase. Seguía estando incómodo con la opresión de la celda antimagia, y necesitaba distraerse. Se encontraba indignado, pero si no comenzaba a tomarse aquella situación con tranquilidad, se le haría larga la estancia, por corta que fuese. 

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30/12/2014, 18:14
Trancas

 

- “Hombre-tostado.”- Dijo el bárbaro observando a Khemed, después de que este le llamase “chico “bueno”” con un gesto de concentración que aniñaba sus rasgos y os hacía pensar si podía quemársele algo por sobreesfuerzo ahí arriba.- No me resulta fácil entender a los civilizados con todo ese rollo de decir lo que no se quiere decir para no decir lo que se quiere decir que ni es lo que se piensa. Da dolor de cabeza tan solo pensarlo...- Se detuvo un momento el salteador de caminos haciéndoos creer que aquello no era una metáfora.

- Así que si lo que quieres es tener sexo conmigo, no me interesan los hombres. Si quieres pelea la respuesta es sí. Y si la mujer es tuya no es mi problema, podemos pelear por ella o que elija ella.

- Oh, bueno, tranquilo uno se acostumbra.- Dijo el joven cuando Khemed se disculpó- ¿La primera vez en prisión? Ya me parecías algo enclenque para una buena pelea. Bueno tranquilo, las palabras son aire, no entiendo por que los civilizados os las tomáis tan a pecho. En cuanto a eso, siento lo de la capa, creo que se la quedo una de las guardias tan amables que nos cachearon.

- Y por que os ayude... bueno esa también es una historia divertida. El caso es que había venido a la ciudad para destripar a un tipo cuando me encontré por casualidad con una vieja conocida. El caso es que una cosa llevó a otra, y supongo que debí entenderla mal, o quizás me deje llevar por la costumbre, pero cuando ella volvió en vez de con menos ropa lo hizo con un esposo de más.

- Y típico de los civilizados, en vez de sentirse honrado por que apreciase las gracias de su mujer, o por darle algunos consejos sobre lo que le pone, va y se me cabrea. La verdad es que parecía un tipo un tanto histérico, gritando amenazas por aquí y por allá...

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30/12/2014, 18:25
Khelben Arunsun

- No recuerdo haber gritado. Pero lo que si recuerdo es haberte dicho que te pusieses algo.- Dijo Khelben Arunsun mientras entraba en la celda, a lo que el bárbaro se limito a señalar su... ceñido taparrabos.

El archimago consiguió rápidamente que os soltaran (y por la puerta de atrás) y ya de paso que le consiguiesen ropa a Trancas. Veinte minutos después estabais “cómodamente” instalados en el estudio de Khelben (o lo que es lo mismo, de pie frente a su escritorio).

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04/01/2015, 13:15
Ilharess de la Runa Argéntea

-¡Eh! No soy un juguete por el que pelearos, muchachitos -regañó a los dos varones, aunque no sin divertida indulgencia. Ilharess, juerguista de mil noches, gustaba de practicar el juego de la seducción a menudo, una afición habitual en su círculo de amistades. La caza era lo más divertido, por supuesto. A ella le gustaba coleccionar trofeos, pero luego nunca dejaba que las cosas avanzasen más allá. La realidad es que, una vez conseguida la rendición de un admirador, empezaba a aburrirse. Ninguno de los jovencitos (y no tan jovencitos) que había encandilado hasta ahora había conseguido retener su atención más allá de ese punto. Su único amante había sido hasta ahora Ramalvik, y ella aun se preguntaba, no sin cierta perplejidad, cómo era posible que aquello hubiera ocurrido. Ambos eran tan diferentes. Pero Ramalvik suponía un factor estabilizador para su enfebrecido carácter. Se preguntó si ella suponía lo opuesto para el taciturno raumathari.

Ilharess meneó la cabeza, burlona, ante la anécdota de Trancas sobre el marido enfurecido, pero antes de que pudiera decir nada dio un respingo al oír a la voz conocida. Y cuando procesó sus palabras se quedó en cambio, congelada, paralizada entre el asombro y la risa. Por toda la suerte de Tymora, hombretón, sí que te gusta vivir peligrosamente. Mira que intentar ligarte a Laeral…

-Vaya tino -le susurró al bárbaro, irónicamente. Aunque algunos de los aprendices que llevaban más tiempo con los señores magos de la ciudad aseguraban que Khelben tenía sentido del humor, ella todavía no había visto tal faceta del archimago. Y si lo tenía, estaba segura de que no lo mostraría en algo que afectaba a su adorada Laeral. Era una lástima… aquella era una gran anécdota para una noche de parranda. Ilharess se preguntó ociosamente si se atrevería a usarla.

La joven no volvió a decir nada más. En realidad, hubiera deseado poder hacerse invisible, o enterrarse en un agujero en el suelo, o... o estar a medio mundo de distancia. Había esperado que el encarcelamiento no llegara a oídos de Khelben hasta después de que todo hubiera sido solucionado, y con suerte, que no volviera a ver al archimago hasta que hubiera pasado un tiempo para que otras preocupaciones desplazasen aquel asunto de su ocupada mente. No había habido suerte. Siguió a Khelben en silencio y sin ganas de hacerse de notar.

Salir de la celda antimagia fue una auténtica liberación. Ilharess lanzó un quedo suspiro al notar de nuevo podía tocar a la Urdimbre, y buscó frenéticamente la conexión con su familiar; aunque no querría reconocerlo en voz alta, había echado de menos a ese pequeño liante. Pero aun así permaneció en un discreto segundo plano (ella hubiera querido que fuera terciario) mientras el archimago se las entendía con los funcionarios de la prisión.

Y cuando finalmente llegaron a su despacho y llegó el temido momento de la (regañina) reunión, Ilharess se quedó mirando sus pies, en vez de su habitual pose desenvuelta y algo descarada. Normalmente solía discutir las reprimendas de su maestro, que consideraba injustamente exigentes, pero esta vez no estaba nada contenta de su actuación.

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07/01/2015, 18:15
Director

LOG DE ESCENA

-Desde luego, tenéis talento para que las cosas se salgan de quicio. Menuda matanza que han organizado esos fanáticos -dijo finalmente Khelben, aliviándoos un poco de vuestras preocupaciones.
El archimago estaba furibundo, pero era porque alguien había atacado SU ciudad.
-Pero, bueno, no sabíais que las cosas podían ponerse así, y a decir verdad yo tampoco -añadió Khelben aumentando varios grados su furia, incluso juraríais que la electricidad estática de la sala comenzó a aumentar.
Ilharess asintió, algo mortificada. -Yo tampoco creí semejante cosa. Si hubiera pensado algo semejante... -su voz se fue desvaneciendo, pensando en todas las precauciones que podría haber tomado y no tomó
-Aquellos cultistas asesinaron previamente a la gente de aquella zona para emboscarnos... lo que no sabía era el tipo de peligro que se nos echaba encima -dijo Khemed, justificando todo lo sucedido
-No es culpa vuestra. Subestimé al Culto y lo que estaban dispuestos a hacer para boicotear la cumbre -respondió el archimago.
Khelben miró al bárbaro. -Como abras la boca te la vuelvo a coser -replicó el archimago cuando Trancas (mucho más vestido) fue a hablar, consiguiendo que se parase en seco.
Ilharess esperó a que su maestro hubiera terminado con el bárbaro, no quería meterse en medio de las trifulcas que tuvieran. -¿Cumbre? -preguntó al fin
-¿Cumbre? -preguntó al mismo tiempo Khemed-. Creo que algo se nos escapa, y me temo que debe de ser bastante más importante de lo que me esperaba
Khemed no pensaba agachar la mirada ni mostrarse como un chaval cuando le regañaban; aquello había sido un desastre, pero en verdad no sabía dónde se había metido. Era consciente de que bastantes inocentes murieron, y por ello pretendía remendar todo lo que pudiese de aquí en adelante
Ilharess estaba más tranquila ahora que veía que el maestro no los culpaba, y su curiosidad empezaba a crecer rápidamente
-Es normal que no lo supieseis, nos ocupamos todo lo posible de mantenerla en secreto. Pero por lo visto hay un topo -dijo Khelben, y su voz se iba tensando a medida que hablaba. Ahora sí estabais seguros de que los pelos se os ponían de punta por la estática y que la temperatura de la sala había bajado varios grados de golpe-. Un topo en mi propia casa.
Ilharess miró a Khelben sin intentar disimular su sorpresa, pero esperó con una paciencia inusual en ella a que se explicase
-Por eso os mandé a ese payaso. Y por no matarlo -añadió Khelben, mirando a Trancas, que se había acercado a un armario de una esquina y comenzaba a abrir cajones y cotillear en ellos.
Ilharess meneó la cabeza al mirar al bárbaro
Khemed imitó a la maga al ver el comportamiento del bárbaro
Al sentirse observado Trancas se quedó mirando a todo el mundo con cara de niño bueno, desconcertado de por qué le miraban así.
-Trancas, ven, anda, a los civilizados no les gusta que otros hurguen en sus cosas -le dijo Ilharess en voz baja. Y a Khelben, con diplomacia-: Es... una persona muy peculiar
Khemed pensó que quizá hasta la semiorca tuviese mejores modales, aunque no pondría la mano en el fuego por ello
-Grfsss -masculló Trancas, lo que sonó a algo así como a "puñeteros civilizados y sus secretos". Pero hizo caso a la maga y se acercó a ella.
-Ya... mi señora esposa parece que coleccionaba gente peculiar en otra etapa de su vida -dijo Khelben.
-Creo... que puedo entender eso -repuso Ilharess, pensando en sus propias locuras
-Supongo que no hemos venido a hablar mucho del bandolero -intervino Khemed, para evitar tocar un tema ajeno que ni le iba ni le venía
-Sí… volviendo a esos cultistas... ¿hay algo que debamos saber, maestro? -a Ilharess le habría encantado cotillear sobre el pasado de Laeral, pero se resignó a perder aquella oportunidad dadas las prioridades actuales.
-En fin, me alegro que estés a salvo... -dijo Khelben a Ilharess, deteniéndose- estéis a salvo... -al mirar a Khemed, se notaba que el mago estaba apunto de perder los estribos, pues normalmente Khelben no pasaba nada por alto-... o por lo menos algunos -finalizó, lanzando una mirada gélida a Trancas que estaba meneando un jarrón con un pie.
Ilharess pensó que Trancas tenia un umbral de atención realmente bajo. Menos mal que al menos era útil de tener cerca en situaciones de tensión. Pero se desentendió del bárbaro y lanzó una rápida mirada intrigada a Khemed y a Khelben… ¿por qué Khemed irritaba al maestro? Khemed era tan… tan… correcto siempre.
Khemed esperó a recibir más explicaciones sobre el tema; aun era todo un misterio aquella cumbre para él. Aunque el bárbaro lo estaba distrayendo con sus payasadas
-Sí, estamos bien. Aunque por poco... -Ilharess aun se sentía incómoda al pensar en lo mal que había tejido su magia con la hechicera
-Se está organizando una cumbre de los dragones del Norte. Una cumbre que pretende que esas histéricas lagartijas pagadas de sí mismas lleguen a un acuerdo común (por primera vez en su historia), y declaren no gratos a los agentes del Culto en todo el Norte -explicó al fin el archimago.
Ilharess no pudo reprimir su sorpresa
-Eso sería un golpe de efecto que nos permitiría olvidarnos de ellos, y al parecer el Culto no solo lo sabe, sino que además están dispuestos a sabotear la cumbre -finalizó Khelben.
Khemed de repente sintió cierta curiosidad; ¿tendría oportunidad de conocer algún dragón dorado? ¿Rojo? Se decía que ellos eran propietarios de su propio fuego
Ilharess pensó que no era de extrañar entonces que los del Culto estuvieran tan desesperados. -Entiendo que los del Culto quieran detener eso. E imagino que la situación será inestable, ¿no? Me refiero, a que tal y como son los dragones, no me parece que haga falta mucho para hacerles retractarse en sus intenciones... -A Ilharess le parecía más fácil hacer que las cosas cayesen hacia arriba que lograr que un puñado de dragones llegasen a un acuerdo
-Eso mismo me temía. Y lo que deciden los dragones, puede repercutir en gran medida en el norte -concordó Khemed.
-Yo me preocuparía más si la reunión se frustra y alguno decide "divertirse" por aquí -murmuró Ilharess
-El problema es que decidan reunirse, aunque sea mediante representantes. Que es lo que estaban haciendo -puntualizó Khelben-. No son muchos los dragones que están dispuestos a presentarse, y obviamente es lo mejor para todos. Esos no pueden ni olerse sin pelearse.
-Ah... ¿eso era la semiorca, entonces? -Ilharess asintió a las palabras de su maestro, tenían lógica
-Sí, es la representante de uno de los más activos señores dracónicos del Norte, y uno de los que más detestan al Culto -explicó el archimago.
-No podríamos haberlo imaginado antes, aunque sí que la veíamos fuera de lugar cuando se presentó a las puertas de la ciudad -repuso Khemed.
-Entiendo -dijo Ilharess, lacónica. Aquello solventaba la mayor parte de sus interrogantes respecto a la semiorca. Hubiera querido preguntar más, pero sabía que al maestro le molestaban aquel tipo de preguntas curiosas
Khemed guardó ahora silencio para saber más sobre el tema, prestando atención
-Ya, no estaba previsto que viniese aún, pero por lo visto hace algunos días varias tribus orcas decidieron casualmente reunirse para asaltar la tribu de PoGah -explicó Khelben.
-Oh... ¿incitadas por algún dragón disidente? -preguntó Ilharess. Aunque aquello no parecía importar ahora...
-O por el Culto -añadió Khemed, e Ilharess asintió a aquella puntualización
-Quien sabe, ya no queda nadie que pueda decir nada al respecto. Los dragones pueden ser increíblemente estúpidos para lo inteligentes que son -sentenció Khelben.
Ilharess no tenía experiencia tratando con dragones, así que se encogió de hombros, aceptando la apreciación de Khelben. -¿Y qué cabe esperar a partir de ahora? -preguntó en cambio
-El caso es que tenemos un topo, y una cumbre en ciernes que no puede ser pospuesta o retrasada sin herir egos ya de por sí demasiado sensibles -resumió el archimago-. Quiero que encontréis al topo y me lo traigáis. A poder ser con vida -puntualizó, en un tono que os puso los pelos de punta y no por la estática.
-Encontrarlo... -se sorprendió Ilharess. ¿Cómo, si no sabían ningún detalle?
-Os puede ayudar el inútil ése -añadió Khelben, señalando a Trancas, que estaba apoyado en la pared y saludó en respuesta-. Y según me han dicho, PoGah estará encantada de ayudaros también.
Khemed acarició su barba, pensativo. ¿Por dónde empezar?
Ilharess miró dubitativa al bárbaro, admiraba su porte, pero no parecía de mucha ayuda en nada que no fuera una pelea. -¿Sabe algo de utilidad? -preguntó a Khelben, sorprendida.
-Trancas sigue vivo precisamente por eso. Al parecer el Culto en pleno lleva veinte años tratando de cargarse a ese esperpento… y eso por no mencionar las autoridades de Luskan, Lunaplateada, Aguaprofunda, Mirabar, Sundbar... y no lo han conseguido -respondió Khelben.
Ilharess aceptó aquello con un resignado encogimiento de hombros, y volvió a su preocupación inicial. -Bien... pero… bueno, maestro, es que no sabemos nada sobre este asunto... ¿hay algún detalle que podamos conocer? ¿Algo sobre la gente implicada?
-Tiene que ser alguien de esta casa, pues se enteró de que ibais a buscar a la representante y yo mismo os avisé al enterarme -especificó el archimago.
-¿Alguien... de la torre? -Ilharess abrió mucho los ojos. Alguien conocido suyo… quizá algún amigo… le parecía increíble-. Mystra bendita
-O sea, ¿que posiblemente el topo sea algún aprendiz suyo? ¿O un sirviente? ¿o...? -Khemed empezó a enumerar, pero se detuvo. Todavía no sabía muy bien quienes pululaban por aquella torre
-No hay sirvientes en la torre. Los aprendices realizamos algunas tareas de mantenimiento, y la magia se ocupa del resto -replicó Ilharess, y añadió-: También pudo ser uno de los correos que nos trajeron la nota
-Sí, alguien en quien confiaba me ha traicionado. Y quiero saber quién es y por qué es tan estúpido. -Khelben entrelazó los dedos-. Mi señora esposa está en este momento de visita en Sembia. Dando a las células del Culto de allí nuestra opinión sobre este ataque a Aguaprofunda.
Khemed sonrió levemente al pensar en la posible furia desatada de una poderosa hechicera; eso seguro que incluía espectaculares fuegos
-Espero que sea una opinión muy cálida -deseó Ilharess, pensando en todos los muertos. Y a su maestro, intentando no parecer tan perdida como se sentía en ese momento-: Lo intentaremos. Investigaremos.
Khelben extendió una hoja de papel escrita de su puño y letra. -Estos doce nombres son los posibles culpables. Encontrad al traidor antes de tres días o tendré que cogerlos a todos y leerles la mente quieran o no.
Ilharess alargó la mano automáticamente para coger la hoja
-¿Algo mas que *necesitéis* saber?
La maga reprimió una mueca al oír el tono de voz de Khelben. -Ahora mismo, no se me ocurre nada. Las preguntas siempre surgen en los momentos más inoportunos -suspiró
-Bien, de otra manera no sabría por donde empezar. Por lo pronto deberíamos encontrarlos y tomar algunas precauciones. Y sobre algo más... supongo que Ilharess puede hacer de guía en sus dominios, así que poco más. Deberíamos localizar y controlar a cada uno de los sospechosos -dijo Khemed.
Ilharess leyó la lista, por si tenía que preguntar algo acerca de algún sospechoso
-Entonces, id y traedme a ese desgraciado para que le enseñe a qué sabe la traición -declaró Khelben en un tono que asustaba
-Y la muerte de inocentes -murmuró Ilharess, asintiendo con la cabeza
-Necesitaremos información adicional sobre los sospechosos. Deberíamos comenzar a encajar piezas, saber qué han hecho últimamente, por qué círculos se han movido, si se han comunicado directamente o mágicamente con el Culto, o cualquier indicio irregular por el que se pueda sospechar de ellos… -reflexionó Khemed en voz alta.
-Ella sabe todo lo que hay que saber de esta torre -dijo Khelben, señalando a Ilharess
-Eso... podemos averiguarlo. Lo de que han estado haciendo, me refiero -repuso la maga, dirigiéndose a Khemed-. Me encanta cotillear. A nadie le extrañara que me ponga a hacerlo ahora... -se encogió de hombros, irónicamente
Khemed por un momento se planteó en donde se había metido; de repente, pasó de tener problemas con drows, a tenerlos con una entidad exterior demoníaca, luego perdido en distintos planos, y ahora, en casa, con dragones...

cortesia de Iridal

 

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09/01/2015, 21:22
Ilharess de la Runa Argéntea

Ilharess se demoró un momento antes de abandonar la reunión.

-Maestro, ¿cómo recibisteis el aviso de la llegada de Pogah? Me refiero, ¿Cómo es posible que alguien se enterara de ello? ¿Pudieron interceptar el mensaje, u os pudieron escuchar hablar después de él? Sería interesante situar el momento del día en que el traidor se enteró…

-Fue un mensaje mágico del patrón dracónico de Pogah -contestó lacónicamente Khelben, descartando con un gesto que aquello pudiera haber sido interceptado-. Pero más tarde lo hablé con Laereal, en el salón. Estuvimos discutiendo qué agentes había disponibles para encargarse del asunto.

Ilharess asintió con la cabeza, satisfecha de ubicar el momento en el que el traidor se había enterado. Si es que había tal traidor… miró la lista de nuevo.

-Realmente se me hace muy difícil creer que algunos de estos puedan ser culpables, siquiera. Antes me imagino a Aleena enrolándose en una orden mendicante que colaborando con el Culto, sin ir más lejos -dijo, lentamente-. Pero quizá el supuesto traidor no esté colaborando de buena gana. Quizá le estén usando… quizá esté influenciado mágicamente...

O el Culto le había engañado de alguna manera… aunque aquello parecía más difícil de creer, se dijo ella. Los habitantes y visitantes de la torre solían ser gente de considerable inteligencia. Solían… Ilharess miró al bárbaro de reojo, sin duda aquel no ganaría ningún premio al respecto, y era posible que alguno de los visitantes tampoco. A algunos apenas los conocía de vista.

Ilharess se despidió una vez más con una cortés inclinación de cabeza, y salió de la habitación. Automáticamente condujo a su variopinto grupo hacia una de las salas de estudio cercanas, un lugar donde podrían hablar un momento en privado. Se sentó encima de la mesa, desdeñando las sillas, y volvió a releer la lista.

-Me pregunto si con algunos no convendría iniciar una aproximación indirecta… cotillear algo con ellos, para tirarles de la lengua, antes de entrar en materia. Con Harrin, por ejemplo… ha sido aprendiz en la torre tanto tiempo como yo tengo de vida… y mi profesor en algunas ocasiones, como es costumbre con los aprendices de más edad con respecto a los más jóvenes… no creo que le guste el que le investigue. O con Olive, por ejemplo…

Y miró a Khemed, con una sonrisa socarrona. -Es una aprendiz casi de mi edad, solo un par de años más joven que yo. Una cabeza loca… creo que pretende batir mi fama, y al paso que va, es posible que lo logre, pese a que no lleva mucho tiempo en la ciudad. Dicen las lenguas envidiosas que tiene mucho mejor gusto que yo con la moda, lo cual es absurdo, porque yo nunca me rebajaría a ponerme a la altura del rebaño y llevar las ropitas que llevan todas las niñas bien. Yo marco tendencia, no dejo que me la marquen… -Ilharess suspiró, pensando en cómo habían quedado sus ropas tras el combate mágico. Si la maldita hechicera no se hubiera inmolado le habría hecho pagar el coste del sastre-. Pero lo importante, querido Khemed, es que estoy segura de que ella estará encantada de hablar contigo, me ha preguntado más de una vez si es verdad "eso" que se dice de los calishitas.

Le guiñó un ojo al sureño, pícara. -En realidad, creo que está convencida de que somos amantes, pero se la ve muy deseosa de probar platos exóticos… -añadió, mirando risueña al clérigo.

Pero luego volvió a estudiar la lista.

-Pero lo de empezar siendo indirectos no funcionaría con otros. Con Danilo, por ejemplo… si quiere colarnos una trola, nos la colará, tiene un piquito de oro maravilloso… pero bah, en el fondo no puedo creerme que sea él… por favor, si hasta hemos salido de parranda juntos… su prima es mi mejor amiga… -Ilharess suspiró, diciéndose que debía ser objetiva-… de todas formas, el Danilo que yo conozco incluso se tomaría a guasa el que le pidiéramos una interrogatorio bajo magia de verdad. Y aun aprovecharía para embromarnos con las preguntas…  uff, al clérigo de Azuth dejádmelo a mí. Creo que soy la única persona en el mundo además de Khelben que sabe manejarle. Muchos le consideran el viejo más cargante del mundo, pobrico, en realidad es que no le entienden… incluso a Laeral, que probablemente sea una de las personas más bondadosas del mundo, le oí decir en una ocasión que debería pasarse a Loviatar, que le pega mucho más

Miró ceñuda a los otros, como retándoles a que dijeran nada malo del pobre viejo. Pero luego se encogió de hombros. -A algunos de los otros les conozco… Jhem, por ejemplo, solo lleva un año menos que yo en la torre… a otros, apenas de vista. ¿Cómo preferís vosotros que actuemos? -miró a Pogah, que había estado insólitamente callada durante tanto tiempo-. ¿Te encuentras bien? Espero que todo esto no te haya recordado lo que pasó con tu tribu -se interesó, preocupada.

Ilharess lanzó una exclamación de asombro cuando algo se arrojó contra ella, en una maraña efusiva de brazos, piernas y alas (y cola). Se rió levemente, intentando deshacerse del abrazo de su familiar.

-Sí, muchacho, yo también te he echado de menos…

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11/01/2015, 00:05
Khemed

Khemed relajó al fin los músculos. La charla con Khelben no sabía por dónde iba a partir, como cualquier cosa que estuviese relacionada con el mago. Pero desde luego no podía negar que mantenerse firme en sus creencias y actitud, era una manera razonable de dar la cara en un momento delicado.

El sacerdote, convocó a Zoraklyessen; el méfit que a veces actuaba como compañero y sirviente del clérigo. Lo hizo una vez que entraron a una de las salas de estudio para hablar tranquilamente sobre la lista de sospechosos. Khemed hizo los gestos requeridos para la llamada y…

-Bienvenido de nuevo, Zoraklyessen –dijo en cuanto éste apareció en la sala, en un espacio abierto-. Intenta no quemar el mobiliario, que somos invitados y tenemos que comportarnos. Aunque créeme, que ver algo de fuego ahora mismo me relajaría sobremanera –dijo mientras dejaba que la influencia del pequeño y nuevo acompañante caldease un poco el ambiente.

El méfit por un momento se vio esperanzado, hasta que escuchó aquello de no quemar nada. Así que comenzó a entretenerse revoloteando por la zona, curioseando un poco la habitación, pero no tocando aquello que pudiera prender rápido.

-Bueno, respecto a esa lista… yo verdaderamente no conozco a los posibles sospechosos. Me parece buena idea la de cotillear, salvo para los que se consideren “invitados”. ¿Qué tal preguntar y cotillear sobre los invitados, con otros que parezca que llevan más tiempo en la torre o que son de más confianza?

El sacerdote del fuego contemplaba las idas y venidas del méfit, sin distraerse de la conversación, le resultaba relajante ver cómo ascendía y descendía, cómo una llama llena de vida se paseaba a voluntad por la habitación, e incluso miraba curiosa a los nuevos invitados: la semiorca y el bárbaro.

-Mencionaba lo de los invitados, aunque también cabe la posibilidad de que sea uno de los aprendices el que haya filtrado la información, pero por su bien, espero que no pretendan buscarse ese tipo de problemas con Khelben. Pero era por establecer una manera correcta de curiosear con cada uno de los sospechosos. Y respecto a Olive… quizá sería interesante que hablase con ella; puede que esté predispuesta a hablar conmigo. Y si cree que somos amantes, ¿has pensado que lo mismo es un juego para ella querer probar los platos exóticos ajenos? ¿Comer del plato que no es suyo? –Khemed pensó divertido en cómo de “cabeza loca” podría ser esa tal Olive, aunque por otra parte pensó sobre la posible idea de que él e Ilhares…-. Y oye, ¿qué es eso que se dice de los calishitas? –preguntó picajoso a la maga, con cierta sonrisa socarrona.

La maga comentó algunos datos sobre las personas de la lista, y pareció especialmente propensa a contestar ante algún comentario respecto al clérigo de Azuth, a lo que Khemed, que en esos momentos pensaba en el fuego de los placeres de la carne, relacionó el comentario sobre Loviatar de una manera un tanto peculiar.

-Bueno, no tiene nada de malo que un sacerdote de una deidad quiera apaciguar a otra en concreto. Si pese a su avanzada edad, aun siente el fuego de la pasión, y le gustan los azotes… -Khemed se dio cuenta de cómo se quedaron el resto mirándolo raro ante aquella asimilación tan extraña que acababa de hacer-. Uy, ¿lo decías por la forma de ser? –el sacerdote no mostró ningún tipo de remordimiento por aquel comentario; en realidad no se había metido con el sacerdote, solo sacó de contexto el comentario de la maga que parecía propensa en ese momento a defender a Kham. Después de todo, él no veía nada malo que la gente no se reprimiese y mantuviese una vida sexual sana, incluso a edades avanzadas, siempre que el fuego de la pasión aun ardiese…

-Bueno, creo que me he desviado de lo que quería decir. Tendremos que tratar de manera distinta a cada uno de los de la lista. Pese a que crea que los invitados puedan tener más posibilidades de ser infiltrados que los residentes, deberíamos dar importancia a cada uno de esos nombres, y hacer las averiguaciones pertinentes. De todos, incluidos los que menos creas que pueden ser. Solo por asegurarnos –Khemed quizá pudiera sonar muy desconfiado, pero creía justo que hasta que no se demostrase lo contrario, habría que sospechar de todos por igual-. Además, no hay que juzgar a nadie por su procedencia, o si son residentes o no de la torre –dijo para dar más peso a su última afirmación.

Por otra parte, tenía ganas de escuchar lo que los otros presentes pudieran aportar, aunque solo fuesen ideas. Desde luego que de parte de un bárbaro y de una semiorca de tribu, no esperaba grandes sutilezas, pero nunca se sabía; lo mismo se les ocurría alguna buena idea.

-¿Vosotros qué opináis? –dijo al resto, mientras vio cómo el méfit de la maga la saludaba efusivamente. Para chinchar, el méfit de fuego comenzó a llamar la atención del de aire, para quitarle algo de atención. 

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11/01/2015, 01:06
Ilharess de la Runa Argéntea

Ilharess consiguió que su familiar dejase de estrangularla (realmente tendría que educarlo sobre la importancia de la respiración en los mortales), y tras apartar al pequeño cuerpo de su cuello, siguió con la mirada al méfit recién convocado por Khemed.

-No es tan fácil provocar un incendio aquí dentro. La torre está protegida contra esos pequeños accidentes, o no podríamos ensayar muchos conjuros aquí. Por aquí han pasado seres más problemáticos que un méfit de fuego -murmuró, distraída, pero ante el comentario de Khemed sacudió la cabeza, pesarosa-. No descarto a ninguno de mis compañeros aprendices, a mi pesar. Es solo que de algunos me resulta difícil de creer… ¿te puedes imaginar a una meapilas de Tyr aliada con el Culto? Pues eso es lo que es Aleena. Y Danilo… si es familia del mismo maestro… para su eterno disgusto, diría yo, Danilo es problemático en el mismo sentido que lo soy yo… -añadió con una sonrisa-. Conozco a Jhem desde hace siete años… son muchos años, Khemed… llegó a la torre justo cuando el año de caos… fue un año delirante, nos reconfortamos mutuamente…

Pero se encogió de hombros. -Pero algunas personas engañan. Soy buena induciendo a la gente a hablar, pero no soy tan buena jueza de caracteres, lo reconozco. Tampoco podemos descartar la posibilidad de que el informador no colabore voluntaria o conscientemente, como dije antes. En fin… -se encogió de hombros.

Pero sonrió ante la respuesta de él a lo de Olive. Había querido picar un poco a Khemed, pero parecía que no se dejaba chinchar. -¿Qué ella querría robarme un ligue? Oh, ni idea, pero a mí me pareció más bien que estaba deseosa de obtener un chisme jugoso. Y que lamentaba su propia falta de experiencia con "platos" calishitas -repuso, de buen humor-. De todas formas te gastaba una broma, pero creo que Olive podría sentirse lo suficientemente interesada para relajar un poco la atención contigo, sí… si tú te sentirías inclinado a coquetear con ella y jugar a los equívocos, ya es otra historia… la verdad es que es mucho lo que desconozco de ti.

Ilharess se quedó un momento pensativa, preguntándose cómo podía conocer tan poco a alguien en quien había confiado (y volvería confiar) su vida. Cierto que le había llevado a fiestas, cierto que se habían relacionado socialmente en alguna ocasión, pero aun así, seguía sin saber qué le gustaba hacer para divertirse. Khemed era tan serio muchas veces, pero ella sabía que frecuentaba la Sirena Sonrojada. Bueno, tampoco es que ella esperara que un varón de su edad y planta viviese como un monje célibe…

Pero casi enseguida retornó su expresión pícara. -Y en cuanto a lo de que se dice de los calishitas… -Ilharess esbozó una sonrisa maliciosa-, mi querido Khemed, ¿no pretenderás que vaya diciendo en voz alta esas historias picantes, verdad? ¿Qué clase de chica crees que soy yo?

Ilharess puso cara de inocente, parpadeando exageradamente al mirar al sacerdote. Pero se echó a reír ante la suposición de Khemed acerca del pobre Kham.

-Creo que el comentario acerca de Loviatar venía más bien porque la mayor parte de las personas consideran un suplicio hablar con él. Es obsesivo con sus estudios, increíblemente espeso a la hora de transmitirlos (incluso los expertos tienen dificultad en seguir sus disertaciones), y tan quisquilloso como sólo puede serlo alguien de más de noventa años que no ha visto prolongada mágicamente su juventud. Pero ya os digo que en realidad hay que entenderle. ¿Cómo os sentiríais vosotros si en vuestra vejez no os quedaran amigos ni parientes, solo vuestro trabajo, y nadie lograse entenderlo, es más, si no lograseis que nadie se interesase por escuchar lo que tenéis que decir acerca de él? Es muy triste, si lo pensáis fríamente. Y, la verdad, con lo que he sufrido para hacer que algunos magos suelten prenda de sus estudios, como para ponerme a despotricar de alguien que solo pide que le escuchen…  a mí me cae bien. Solo hay que saber reencauzar sus divagaciones cuando se vuelven demasiado ininteligibles… y cuanto a lo de gruñón… oh bueno. Lo prefiero al estereotipo altanero o avaricioso, y no tienes ni idea de cuántos magos de esos tipos he tenido que perseguir durante años para conseguir datos para mis investigaciones…

Miró a Khemed con la ferocidad de una madre osa defendiendo a su retoño, osándolo a contradecirla, pero luego se frotó el cuello magullado por el ansioso abrazo de su familiar, con disimulo, mientras asentía al intento de Khemed de reencauzar la conversación a su propósito original.

-No descarto a nadie -repitió, con un suspiro.

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15/01/2015, 22:00
PoGah

-Si hubiera habido un traidor en mi clan, los guerreros lo habrían desollado vivo.-Dijo la semiorca con una dulce sonrisa.-Aunque también se les puede engañar para que confiesen, es más limpio.-Apostilló.-De todas formas, la opción del dolor da resultado más pronto y una purga completa puede ser la opción más viable... ¿Cómo lo veis? ¿Les tenéis mucho aprecio?

 

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15/01/2015, 22:24
Ilharess de la Runa Argéntea

-Eeehhh... es mejor adoptar una vía más diplomática... -repuso Ilharess, dando un respingo sobresaltado al imaginarse torturados a los aprendices e invitados de la torre. Suspiró-: Mejor hablaremos con ellos Khemed y yo. Vosotros esperad, que volveremos y os contaremos lo que hayamos averiguado... y veremos qué se puede hacer según eso.

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16/01/2015, 13:40
PoGah

-También puedo seguir a alguno, si preferís un método más sigiloso.-Añadió la semiorca con una carcajada. Desde que había visto la cara de la maga había caído en que ese no era su estilo.-Me vendría bien algo de ayuda mágica... cambio de aspecto, de tamaño, invisibilidad... esas cosas.