Turno 4:
Moraima se apartó un poco, tratando de realizar algún tipo de actividad con su odre. ¿Beberlo? ¿Rellenarlo? ¿o bien ofrecérselo a alguien? El caso es que una vez dio dos pasos hacia atrás comentó unas palabras, las manos de la mujer comenzaron a temblar. ¿Qué estaría haciendo?
Bras lanzó una flecha, la cual golpeó la armadura del tipo que ya marchaba en carrera, pero ésta rebotó a la altura del hombro. Justo entonces Chenaro trató de golpear con el pomo de su espada en la cabeza del tipo, que la llevaba descubierta, pretendiendo así aturdirle y hacerlo caer. Sin embargo, no pudo, pues la hoja era pesada como para manejar el poco contra alguien, y se desequilibró su muñeca, errando en su intención.
Por su parte, Elvira no hizo sino atacar al tipo antes de que huyera definitivamente*, pero no logró endosarle ninguna puñalada. Mientras esto ocurría, el padre Cándido se acercó de nuevo al punto central de la lucha, concretamente hasta el cuerpo del anciano caído. Tras agacharse y cerciorarse de que estaba muerto, apartó el filo del cadáver y luego comenzó a registrarle. Al mismo tiempo, el tipo lograba huir definitivamente, perdiéndose por el camino por donde había llegado al lugar.
Motivo: Aturdir Chenaro (Pelea) al enemigo que huye
Tirada: 1d100
Dificultad: 20-
Resultado: 25 (Fracaso) [25]
Motivo: Bras localización
Tirada: 1d10
Resultado: 3 [3]
Motivo: Elvira cuchillos (HAB)
Tirada: 1d100
Dificultad: 15-
Resultado: 48 (Fracaso) [48]
Repetí o redefiní mis acciones por que creia que el turno anterior no habian sido adecuadas/entendidas.
yo sí las entendí. De hecho me sorprendió que en el siguiente declararas lo mismo dado que ya había leído eso mismo en el anterior.
En ese caso, dado el miedo que siente Elvira, hace una acción de Barrido (acción extendida) a cualquier enemigo que tenga a tiro.
*: La acción de Barrido no puede hacerse con armas ligeras. Además, cualquier enemigo "a tiro", como comenté, es el hombre de la armadura abollada (no hay más gente), el cual huye (el otro está muerto). Narraré tu intención, la cual entiendo, como un ataque con tu cuchillo al tipo que huye (antes de que lo haga definitivamente).
Para Chenaro al final he optado por que actúe su intento de Aturdir, aunque tampoco ha superado la tirada.
Fin del combate.
Cándido comenzó a registrar el cuerpo de aquel anciano. Bolsillos internos, botas, bajo los pliegues de aquí y de allá. Nada. Absolutamente nada. Aquel tipo no tenía ningún tipo de identificacion (tan sólo portaba algunos mendrugos de pan, queso, el arma ahora alejada por parte de Cándido y los ropajes puestos, aparte de sus botas). ¿Quién diantres podrían ser esos dos que habían dado muerte a esos jóvenes y querían hacer lo mismo con vosotros? Cuando el padre Cándido desistió, hizo ademán de incorporarse; entonces vio una especie de marca, como grabada a fuego en el pecho de aquel anciano (hecha cicatriz bien visible sobre la piel, encima del vello corporal). Se trataba de algo así como una cruz, una cruz con cuatro aspas orientadas a la izquierda, como si fuera una cruz cretense... Por lo demás no había pista añadida alguna.
Esto... es inaudito... -se acerco don Jimeno, quien había permanecido al margen, viendo todo en primer plano-. Observó y tanteó con sus dedos la cruz de la piel, y luego miró a los muchachos-. Esta tierra es fruto de conflicto entre reinos, pero también posee sus males y sus secretos... con sus víctimas.
Luego se levantó. Vámonos de aquí. Alaurico está cerca -añadió-.
Haced un último post de juego. Tenéis hasta el viernes 11 a las 12:00 h. Luego añadiré un epílogo explicativo y añadiré algunos secretos de la aventura, tras lo cual acabaremos esta historia.
—¡Outra vaca no millo! —gritó Bras antes de dejarse caer. Dolíale la ferida como mil demonios y una vez más, el que le había jodido era noble. Pagado por el mismo que le pagaba sus dineros pero no por ello de su misma clase, poco había por facer en tal agravio... A cabra tira ao monte.
Sentía la boca seca, suspiró y sin saber si viviría o no para contarlo, alargó el brazo buscando al padre Cándido.
—Páter, conféseme que no sé si saldré vivo de esta. Quisiera al menos ver al altísimo sin pecados. Malo será que esto quede en nada pero conviene estar prevenidos. Y agua si sus place.
Un clásico del momento, ante una ferida grave, pedir confesión por si acaso... Y ya si eso el físico (médico).
Ha estado bien la partida, en algún momento ha pegado un pequeño bajón en los combates pero me ha quedado buen sabor. Eso sí, espero que el último post sea un poco el de llegar al destino y las consecuencias que si no, queda todo un poco abrupto y todos más ignorantes que como empezamos xD.
chenaro maldice que aquel canalla escapara dsespues se vuelve junto a sus compañeros a ver como estan todos- malditos bandidos , ¿estamos todos bien? bras siento lo de la estocada el fragor del combate a veces es asi no te preocupes he visto heridas peores y creo que a esto sobreviviras - comento sin mas excusandose por su metida de pata nadie era perfecto pero al menos todos estaban vivos y libres de todo mal, ahora tocaba curar al cazador y partir cuanto antes hacia su destino- Gran razon tiene usted don Jimeno, lo mejor es que la buena moraima le intente remendar la herida al gallego y que este cabalgue mi montura todo el camino hasta Alaurico donde podra descansar mejor las heridas
una pena que se acabe ya :(
Moraima se acercó a Bras evaluando sus heridas, hurgó en su petate y sacó sus utensilios antes de empezar a trabajar. Pero sus manos todavía temblaban por el miedo que había pasado en el ataque hacía unos momentos. Así que no pudo hacer mucho por él, se atrevería incluso a decir que lo empeoró en cierta manera.
- Necesito un momento -dijo apartando las manos temblorosas del cazador-. Lo siento Bras, no he podido ser de mucha ayuda, ni ahora ni en todo el viaje -se lamentó inclinando la cabeza-. Cuando me calme lo intentaré de nuevo y sino... quizás sea mejor buscar a un médico en Alaurico.
La mora limpió sus cosas y las guardó de nuevo, intentando controlar aquel temblor de manos.
Motivo: Sanar a Bras
Tirada: 1d100
Dificultad: 70-
Resultado: 99 (Fracaso) [99]
No había sacado tan malas tiradas en mi vida!!! Dire, no me hagas matar a Bras por la pifia, please!!!! :'(
Hice bien en pedir confesión, muerto pero confesao!
- ¡Bras! - gritó Cándido al ver que este le llamaba. No se percató del mal estado del cazador. Se sentó junto a él y vio que las heridas parecían graves, aunque él no estaba del todo seguro si viviría o no, comenzó con la confesión que le pidió su compañero - sin pecado concebido, hijo. - dijo mientras le acercaba algo de agua a la boca - seguro aguantas, estas heridas no serán lo suficiente como para tumbar a un cazador norteño como tú.
Aquella última batalla le había dejado bastante desubicado, el miedo de ser ensartado pudo con él y se separó del grupo. Nunca fue bueno en las peleas callejeras, y mucho menos lo sería en una pelea con armas y armaduras. Sin embargo, sintió algo de esperanza y alivio al oir las palabras de Don Jimeno, diciendo que Alaurico quedaba cerca. Ahora tocaría arreglar las heridas de Bras para poder continuar hasta el lugar.
- Bras debería montar ahora en el caballo, sí. Podemos cargarlo cuando le apliquemos unas bendas. - dijo al grupo.- Lamento mi comportamiento cobarde, señores, pero me asusté y pensé que sería de más ayuda no encontrarme en la batalla. Quizás les hubiera sido un estorbo a aquellos que sí sabéis luchar. - intentó disculparse.
Entonces continuó su periplo hacia el final de aquella aventura. Aún debía ir a Alarcón a realizar los encargos del obispo, pero quizás se tomase un pequeño descanso para así proseguir con aquella tarea.
Bras desfalleció, tirándose al suelo por el puro cansancio de las heridas. Mientras que el páter se acercó a concederle confesión oportuna, Moraima hizo lo propio para tratar de remendar sus heridas. Poco podía hacer allí, en medio de aquel terreno árido e irregular. La estampa, desde luego, era rocambolesca: dos cadáveres colgados de un árbol, un cuerpo acuchillado (el del anciano), y Bras tomando confesión mientras la joven Moraima trataba de aliviarle de manera poco efectiva. El caso es que Chenaro se ofreció a montar en su caballo al cazador hasta llegar a Alaurico.
El hidalgo Jimeno aún se preguntaba si aquellos dos no eran sino algún tipo de espías que los esperaba, y que sabía su propósito aragonés en aquella tierra aún castellana... Sea como fuere, no tuvo ni a bien darle entierro a aquel hombre, aunque si os mandó descolgar a los otros dos muchachos, y hacer una improvisada sepultura al lado del árbol. Con todo ello, la noche apareció en el día, y lejos de sentaros o tumbaros a descansar don Jimeno ordenó apretar el paso, pues Alaurico se asomaba ya muy cerca. No entrásteis en otras poblaciones, sino que seguísteis camino hasta dar con tal lugar.
Un majestuoso castillo se alzaba allí, junto a la población de casas bajas y chozas junto a una iglesia. Aquella fortaleza pertenecía, como ya os había explicado días antes don Jimeno, a Ginés de Collera, un noble de nacimiento y único aliado de la corona aragonesa en el Reino de Murcia. El de Arguilla esperaba que don Ginés intercediera entre el resto de nobles castellanos para hacerles cambiar su fidelidad al rey castellano Sancho el Bravo en forma de algún tipo de sublevación contra él.
Llegásteis en plena noche al castillo, haciendo Bras de tripas corazón, y casi todos rezando por que acabara lo mejor posible aquel encargo. Las puertas de la fortaleza se abrieron, y finalmente, pudísteis acceder a él: don Jimeno se entrevistó de urgencia con don Ginés, Bras pudo ser atendido debidamente y el resto de vosotros descansó de una manera placentera, como hasta ahora no lo habías hecho en ese viaje. Poco o nada había aún de tranquilidad en vuestra mente, tan sólo vibraba en ellas el recuerdo muy reciente de todos los acontecimientos (algunos harto extraños) vividos en ese pedazo de reino de Castilla. Durante unos días descansásteis allí, y don Jimeno, aparte de agradeceros uno a uno y de corazón vuestra compañía, hizo acopio del pago necesario y pactados para daroslo: los setenta maravedíes restantes por hacerle llegar de una pieza a su destino, así como el de Collera agradecido por vuestro buen hacer.
Y aquí acaba vuestra aventura.
EL FINAL DEL CONFLICTO
Tras la visita de Jimeno, Don ginés movió hilos en sus dominios y trató de hacer lo posible por influenciar a la mayor cantidad posible de nobles murcianos castellanos a la causa del de la Cerda. Sin embargo, Sancho se alzó como rey sin respetar la voluntad de su padre Alfonso X, y fue coronado en Toledo es mismo año de 1284. En esos años, el infante Alfonso de la Cerda trató de recuperar el trono que las Siete Partidas le entregaban como legítimo, pero años más tarde, en 1304, la Sentencia Arbitral de Torrellas concluyó con la renuncia del Reino de Murcia por parte de Jaime II (hijo de Alfonso III de Aragón), pues le había sido concedido por el infante Alfonso por su ayuda (desde 1296), y su devolución al rey Fernando IV de Castilla, resolviéndose finalmente el conflicto territorial murciano.
FIN