Partida Rol por web

La puerta de la iglesia se empieza a abrir con un pesado sonido metálico, propio del chirriar de las bisagras. En su interior se puede ver una luz titilante, que es fácil identificar como la luz de alguna vela o candelabro que ilumina la estancia. Además, hay una cierta luminosidad latente, debido sobre todo a la poca luz que puede entrar desde las pequeñas ventanas, o desde el rosetón.

Tampoco se puede ver mucho más pues Vincel no llegó a entrar en la iglesia, esperando que Trinovantes tomara la iniciativa. 

Marcus observa a la camarera, y le sonríe de una forma un poco siniestra.- Hola encanto, quería saber si podrías darme una cerveza y si podías contestarme a una pregunta. Busco a un par de hombres bastante llamativos, algo más bajos que yo y uno de ellos con armas, el otro es algo más discreto. – Marcus espera a que le sirvan la cerveza y ver si la mujer podía darle algo de información. Mientras observa la gente que se encuentra en el bar por si conoce a alguien.

En el bar no encuentra a nadie conocido. La verdad es que hay mucha variedad de gente, desde pequeños hombrecillos que en una pelea saldrían corriendo antes de meterse en problemas, hasta hombres altos y fornidos que bien podrían meter una paliza a cualquiera que se enfrentara contra ellos. Pero, ni rastro de los hombres que Marcus estaba buscando.

Sin embargo, la posadera se acerca con una pequeña nota, mientras le sirve la cerveza.

-Creo que sé a quién te refieres, dejaron esto para usted.

Y tras dejar la cerveza en la mesa, se introdujo en la trastienda.

En la nota había un mensaje escueto. En una buena caligrafía, aunque un poco infantil se veía el siguiente texto.

Marcus, hemos ido a averiguar cosas sobre el padre de ella. por favor, espéranos aquí en la posada. Si a medianoche aún no hemos vuelto, trata de encontrarnos, empieza por la casa de Dios.

Marcus acariciaba su barbilla mientras leía la nota. La casa de dios? Se referirán a la iglesia… o al menos es lo único que se me ocurre… Marcus bebe de la cerveza mientras sigue en sus pensamientos. Lo que no se es por que tienen la estúpida idea de que les voy a dejar con toda la diversión mientras espero en la posada, deben ser un poco idiotas los pobres. Marcus acaba la cerveza y se aparta de la barra directo a salir por la puerta, consciente de que no había pagado la cerveza, pero la camarera era quien se había ido. Cuando sale (si es que llega a salir) se dirige hacia la iglesia para ver si había deducido bien.

Pero en ese momento, una duda aparece en su cabeza. ¿Cómo ir a la iglesia? La verdad es que no sabía la localización exacta de ese lugar, pero al menos podría preguntar a los transeuntes cual era el camino. Y es lo que hizo, y tras un rato caminando llegó a la iglesia. La verdad es que no estaba lejos de allí, como mucho fue un cuarto de hora de camino.

- Adelante -invitó a Trinovantes a pasar, haciendo un gesto con la mano- yo esperé un rato y luego entraré a hablar con el sacerdote -añadió, guiñándole un ojo.

Trinovantes paso al lado de Vincel que sugetaba la puerta sin dirigirle la palabra.

Espero que el echo de que Vincel me ha abierto no ponga en peligro el plan.

El guerrero al entrar se dirigio derecho al altar mirando a su alrededor para ver si habia alguien allí. Al llegar cerca del altar se detuvo y se arrodilló para rezar.

Si el cura piensa que rezo a lo mejor es mas facíl conseguir mi proposito.

Estubo cerca de un minuto de rpdillas aparentando que rezaba mientras repasaba su plan mentalmente y pensaba en que si algo salia mal tendrian que largarse de esa ciudad en el acto.

Cuando Trinovantes pasó, Vincel dejó que la puerta se cerrara, y caminó por el perímetro del edificio un rato, apreciando su arquitectura mientras recordaba las lecciones de James, y de vez en cuando escrutando a la gente que pasaba por los alrededores.

Después de esperar varios minutos, volvió a dirigir sus pasos de vuelta hacia la entrada del edificio, sin prisa, como si estuviera paseando tranquilamente.

Trinovantes entró en la iglesia, y se puso a rezan. No se podría decir que la entrada fuera sigilosa pues el sonido de sus armas repiqueteando y de su armadura resonaba por la iglesia. Al parecer el único sonido que se escuchaba en el interior era un leve murmullo que provenía del ala este de la iglesia.

Y además, era fácil observar como el cura no estaba por ahí. Al menos, eso parecía.

Despues de un rato de hacer que rezaba se levanto y fue hacia donde oia las voces con pasos tranquilos, intentaba no hacer mucho ruido, cosa que no deberia costale mucho ya que solo habia llebado con sigo la espada ancha y la armadura de cuero, ambas ocultas por la capa.

Mierda parece que hay mas de un cura. Penso intranquilo el guerrero. Tranquilizate hombre, seguro que es algun fiel que ha venido para confesarse o para hablar con el sacerdote, no pasara nada, el plan saldra bien. A medida que iva pensando esto el hombreton se fue relajando.

Trinovantes se dirigió hacia el lugar donde escuchaba murmullos con cuidado, pero lo único que encontró al llegar fue a una mujer mayor, arrodillada junto a un confesionario fínamente labrado con intrincados dibujos florales. Desde su interior sonaba una voz masculina.

Trinovantes al comprobar que solo es una mujer confesandose vuelve hacia el altar y busca la puerta de la sacristia.

A lo mejor hay alguien mas en la sacristia, asi no tengo que esperar a que la mujer acabe.

Cuando llegó de nuevo a la puerta, esta vez entró en el templo. Una vez hubo cruzado el umbral, se santiguó, como sabía que hacían los fieles, principalmente para guardar las apariencias. Respetaba las creencias de los cristianos, pero no las compartía, no del todo al menos. No comprendía ese concepto que tenían de un Dios magnífico y benevolente, que cuidaba de ellos. Durante toda su vida, Vincel no había visto nada más que la maldad de los hombres, la avaricia entre ellos, muerte, codicia, sufrimiento... si ese tal Dios veía todo el mal que hacían sus hijos, destruyéndose entre ellos, no parecía importarle demasiado, pese a ser tan benévolo.

No obstante, iba pensando el muchacho según avanzaba despacio hasta sentarse en uno de los bancos, tampoco creía que el mundo era una ruina. No desde que James le hubiera aceptado como discípulo. No después de haberla conocido a ella. Si alguien como Sophie existía, pensaba, el mundo no podía ser tan malo.

De pronto cayó en la cuenta de que había estado cavilando demasiado en vez de centrarse en su misión. Desde su asiento, escrutó el interior del templo con la cabeza ligeramente agachada, para no llamar la atención, buscando al sacerdote.