Partida Rol por web

Leyendas.

Historias dispersas a través del tiempo. La humanidad se ha desarrollado gracias a las inesperadas hazañas de héroes y villanos, olvidando fácilmente que somos resquicios, subproductos, de un pasado olvidado. El hombre, nacido del polvo, era fuerte, sabio, e ingenioso. Pero nació en un mundo implacable. Una ineludible oscuridad. Criaturas de destrucción. Las criaturas del Grimm posaron su mirada sobre el hombre y todas sus creaciones.

Estas fuerzas chocaron, y pareció que la oscuridad pretendía devolver la breve existencia del hombre al vacío. Sin embargo, incluso la más pequeña chispa de esperanza es suficiente para provocar cambio y, con el tiempo, la pasión del hombre, su astucia y su ingenio, le otorgaron los medios que le permitirían equilibrar la balanza. Ese poder fue apropiadamente llamado "Polvo". Empuñando la furia de la naturaleza, el hombre iluminó su camino a través de las tinieblas, y con la ausencia de las sombras, llego fuerza, civilización, y lo más importante, vida.

Pero incluso las luces más brillantes terminan parpadeando y muriendo. Y cuando ya no estén... la oscuridad regresará. Así que podéis preparar a vuestros guardianes, construid vuestros monumentos a un autoproclamado mundo libre. Pero recordad: No habrá victoria en la fuerza. Pero tal vez la victoria se encuentre en las cosas más sencillas que hace tanto has olvidado.

Cosas que requieren de un alma más pequeña y honesta.

Llevabais un largo tiempo en la nave que os transportaba a la academia Beacon, cada uno había subido a aquel vehículo aéreo con sus propias convicciones para convertirse en cazador. El trayecto era tranquilo y ya no quedaría mucho para llegar. Unas pantallas holoscopicas daban noticias sobre ataques Grimm repelidos con éxito en algunas zonas, antes de que terminaran de dar la noticia una nueva sustituyo a la anterior. Un atraco a una tienda de polvo. Estos habían estado siendo cada vez mas frecuentes. Todos liderados por la misma persona. Una imagen de protagonista de tales actos fue mostrada en la televisión.

La televisión siguió dando algunos detalles mas que mencionaban la banda del colmillo blanco y a esta persona como su líder. Aun no habían acabado de dar la noticia cuando esta fue interrumpida y nueva imagen se proyecto.

-¡Hola, y bienvenidos a Beacon!-Hablo mujer de la imagen proyectada, atrayendo las miradas de casi todos los pasajeros de la nave.- Mi nombre es Glynda Goodwitch.- Tan pronto como lo dijo hubo algunos cuchicheos entre la gente, mencionando que era la segunda al mando en la academia.-Ustedes se encuentran entre los pocos privilegiados que han tenido el honor de ser seleccionados para asistir a esta prestigiosa academia. Nuestro mundo está experimentando un increíble tiempo de paz, y como futuros Cazadores y Cazadoras, es su deber que siga siendo así. Han demostrado el coraje necesario para semejante tarea. Ahora, es nuestro turno de proporcionarles el conocimiento y el entrenamiento para proteger nuestro mundo.

 La mujer con un solemne saludo se despidió y su imagen dejo de ser proyectada. Otra voz diferente y, esta vez por megáfono, sono informando de que el tiempo restante hasta llegar a la academia era menor a 15 minutos. La gente empezó a agruparse en los cristales dando uso de las magnificas vistas que proporcionaba el vehículo aéreo en el que se encontraban. Tuvisteis tiempo suficiente para observar a la gente del lugar. Eran todos jóvenes, de vuestra misma edad. La mayoría de ellos portaba su propia arma y empezaban a juntarse en pequeños grupos. Habia tanto humanos como faunos, aunque estos últimos eran una minoría.  Parecia que alli no estaba toda la gente que acudiria a la academia, pero eso era normal, no todos los estudiantes a cazador irian en el mismo transporte. Seguramente os abrian agrupado con los nuevos. Ya que nadie de los de alli parecia acostumbrado a esa situacion y habia gente nerviosa donde se mirase.

En el crucero habia varias personas que destacaban sobre las demás, dos chicas hablaban animosamente como si se conociesen de toda la vida. Una rubia y la otra con el pelo castaño. Aun no habíais terminado de observarlas cuando el sonido de alguien vomitando hizo que dirijierais la mirada hacia un chico rubio que junto a una esquina hacia síntomas de arcadas. Intentando olvidar tan lamentable imagen observasteis al resto.*

Me había pasado la mayoría del viaje dormitando en los incómodos asientos de la nave hasta el punto de, en varias ocasiones, entrar en un estado de abstracción dejando la vista en alguna de las pantallas que daban las noticias, intentando descansar la mente.
Al principio, el subir a una nave y poder volar me había inundado una agradable sensación de satisfacción y asombro, eso se había esfumado en los cinco minutos de espera siguientes.

El viaje había transcurrido con comedida tranquilidad.

Un suceso pareció llamar la atención de todo el mundo, sacándome de mi semi-aletargamiento captando ligeramente la ínfima atención que podía prestar a la mujer de la pantalla. Entorné los ojos fijando la vista en la pantalla, intentando procesar los estímulos externos que se perdían antes de llegar a mi cerebro como información que entender. No llegué a comprender nada.
Así que me dispuse a volver a entrar en mi estado anterior, cuando los ligero sonidos de la nave que habían dejado de ser molestos ya hacía tiempo fueron solapados por información que se reproducía a través de los megáfonos de aquel vehículo. Eso me sacó por completo de mi ensimismamiento, provocándome un molesto y desagradable despertar, si es que se podía llamar así, viéndome obligada a taparme los oídos y poner cara de dolor. No disimulé, cualquiera que estuviera mirando en mi dirección podría haber visto a una sobre reacción a aquello, hasta el punto de parecer extraño. Los dos individuos que tenía sentados a mi derecha miraron sorprendidos. Los de mi izquierda, al otro lado del pasillo, también. Proferí un quejido extraño y me recuperé lentamente.

-Mmm… Parece que ya hemos llegado.- Sonó casi como un susurro. Me levanté e inmediatamente me encontré en el pasillo.
Mi asiento se encontraba en la quinta fila desde el inicio de la nave, así que quedaba muy cerca de la salida, me dirigí ahí bostezando sin prestar atención a mi alrededor y me planté delante de la compuerta de salida que permanecía cerrada. Empujé con la mano como si esto tuviera que abrirla “¿Cerrada?” Miré al fono de la nave intentando distinguir donde se encontraba la salida trasera. Una vez situada, crucé la nave de una punta a la otra, mientras me estiraba y bostezaba, encontrándome con la misma situación la anterior. “¿Esto es raro? ¿Porque no está abierto?” Y entonces me acordé, tenía que ir al baño.

Tras no más de dos minutos ahí dentro, salí con la cara ligeramente empapada tras haberme echado algo de agua y no haber encontrado una toalla y me acerqué a una chica que se encontraba cerca de allí, parecía una fauno, bueno, juraría que era fauno y me dirigí a ella.

-Oye… ¿Sabes porque no están abiertas las compuertas?- Hice un ademán perezoso de indicar con el dedo la puerta del frente. Seguía con los ojos entrecerrados por el sueño. -A parte ¿Tienes una toalla?- En realidad yo debía tener una, en algún lado, pero no me acordaba en cuál de las bolsas, creo que hasta me había olvidado de donde me sentaba. Si fuera muy necesario, me vería obligada a usar la bufanda.

Los últimos meses han estado plagados de acontecimientos diversos, muchos de ellos demasiado peculiares como para que tiempo atrás pudiera haberlos si quiera imaginado como parte de su día a día, pero todos ellos, desde los más comunes hasta los estrambóticos por excelencia, compartían el poco agradable aderezo que suponen las prisas. Prisa con el papeleo, prisa con la prueba de acceso, prisa con el equipaje… por no menciona la odisea que supuso encontrar la puerta embarque antes de que la nave despegara. Nada que ver con la profunda calma con la que, ese mismo alumno, pasa ahora las páginas un reducido libro de bolsillo acomodado en uno de los asientos junto al extenso cristal.

Sus dedos caen rítmicamente sobre la superficie de un modesto maletín que descansa sobre su regazo, su mirada se encuentra perdida en el océano de palabras recorriendo cada extremo del papel, sus oídos, ocultos bajo unos voluminosos auriculares negros que parecen ser el ingrediente necesario para levantar ese sólido muro de distracción que lo abstrae del exterior. Ni el más mínimo cambio puede observarse en su expresión al momento en el que el noticiero informa  sobre el aumento en el número de atracos a los establecimientos dedicados al comercio de dust, aunque es bastante probable que su inmutable semblante se deba a que ni si quiera se ha percatado del contenido de la noticia. Tragedia para muchos pero, irónicamente, un soplo de aire fresco para el “nuevo negocio familiar”.

No es hasta el momento en el que por el rabillo del ojo asoma una cuidada cabellera de oro que Sery levanta la vista del libro, creyendo reconocer a la persona que ahora les habla. Raudo, se desprende de los auriculares para no perder detalle del comunicado. Un vistazo más pausado no deja lugar a dudas, se trata de una de las caras más conocidas de Beacon junto con la del propio director y, con una templanza que solo consiguen los años de profesión, les dedica unas palabras de bienvenida que, pese a ser breves, son recibidas con ilusión por muchos de los presentes. A la transmisión le sigue el anuncio del inminente aterrizaje, que sirve de pistoletazo de salida para que los jóvenes recojan su equipaje de mano y se agolpen contra las ventanas, queriendo ser testigos de las impresionantes vistas ahora que la nave se encuentra próxima al campus. Ciertamente no ha sido premeditado, pero su elección de asiento en busca de una buena iluminación que lo ayude a disfrutar la lectura le facilita la tarea de reclamar su espacio ante la cristalera con rapidez.

El vehículo aún no ha tocado tierra y ya ha pasado entre sus nuevos compañeros el tiempo suficiente como para notar lo radicalmente distinto que es ese ambiente con respecto al que experimentó en su centro de estudios, todos parecen en cierto modo abiertos al trato con sus semejantes, conscientes de que comparten un mismo objetivo y que cada uno de ellos será un aliado irremplazable en la lucha contra el enemigo más antiguo de la humanidad. Sin haber compartido aula ya se juntan para conversar animosos como auténticos compañeros… todos excepto el chico del vómito, que lo que de verdad necesita es una palangana.

Incapaz de estar sentado, Abyss había pasado el viaje inquieto, paseando de un lado a otro de la aeronave mientras escuchaba lo que anunciaban los altavoces, intentando distraerse.

Con la retransmisión de la segunda al mando de la academia, los nervios y la ansiedad crecieron en el chico que trago saliva esperando ser capaz de afrontar los desafíos que le esperaban en el lugar al que se dirigía. Al mirar por la ventana y observar la academia se sintió pequeño e inseguro, pero no había ido hasta allí para fracasar, había ido allí para volverse más fuerte  “Tranquilo, he entrenado mucho este ultimo año, estoy seguro de que…” mientras intentaba animarse mentalmente su pensamiento fue interrumpido por los vómitos de otro muchacho que parecía llevar aquella situación peor que él. “Supongo que no soy el que peor lo lleva”.

Al volver a mirar por la ventana escuchó la respiración de su pequeña compañera, la cual reposaba acomodada en un bolsillo de su chaqueta. “No vuelvo a dejarte leer por las noches...”

-Me pregunto si habrá sido buena idea traerla.-Dijo en voz baja mientras suspiraba, como quien se pregunta si ha tomado la elección adecuada cuando ya es demasiado tarde. Sin si quiera darse cuenta sus últimos pensamientos lo alejan poco a poco de su ansiedad y nerviosismo, observando como los grupos de gente se han ido formando.

“Supongo que con los nervios he perdido la primera oportunidad de socializar…”- pensó mientras se rascaba la cabeza con una sonrisa resignada. "Bueno, ya habrá más oportunidades " 

El viaje fue sumamente aburrido. Di varias vueltas al lugar, miré el paisaje, eché una cabezadita, volví a dar una vuelta y terminé sentada de nuevo junto a mi equipaje, viendo la televisión. Un asalto a una tienda de Dust y una mala actuación de Colmillo Blanco, nada nuevo en realidad, por desgracia. Y fue entonces cuando apareció la figura de la segunda al mando de la Academia Beacon, al parecer para darnos una especie de minidiscurso de bienvenida. Aun quedaban 15 minutos para llegar.

Y entonces, un rayo de emoción se plantó frente a mi en forma de una chica pequeña con la cara mojada y que parecía bastante desorientada. Rápidamente saqué mi bolsa de equipaje, la cual parecía tener junto a ella algo alargado, la abrí y empecé a sacar cosas hasta encontrar una toalla, dejando el suelo cubierto de camisas, tops, faldas y unas braguitas blancas. Se la ofrecí a la chica.

- Las compuertas no se abren porque aun faltan quince minutos para llegar - mis ojos rasgados se clavaron en ella, y mi sonrisa era más que evidente -. Por cierto, soy Analise, ¿y tú?

Entonces vi por el rabillo del ojo que detrás nuestro habían dos chicas bastante animadas hablando. Parecía que las cosas interesantes se estaban acumulando. Recogí a gran velocidad toda la ropa esparcida, la guardé y tomé de la mano a la chica.

- Eh, parece que esas dos están hablando sobre algo interesante, vamos a hablar con ellas.

Sin darle tiempo a reaccionar tiré de ella y me la llevé hasta aquella pareja de rubia y morena, siendo bastante evidente que estábamos ahí por ellas.

- ¡Hola! Soy Analise, y ella es... mi nueva amiga. ¿De que estáis hablando? Parece muy interesante.

Las dos muchachas parecen un poco sorprendidas ante vuestra súbita aparición, la chiquilla de pelo moreno que viste lo que parece un vestido negro con una larga capa roja parece mas cohibida, pero, por el contrario, la rubia no parece achantarse.- Ey, ¿nuevas también?. -Pregunta amigablemente.- Me llamo Yang, ella es mi hermanita Ruby.- Dice mientras la agarra sin mucho reparo con el brazo izquierdo en lo que parece más un agarre de combate que un abrazo.-Esta algo nerviosa por no saber lo que pensaran de ella cuando la gente se entere que entro 3 años antes de la edad permiti… ops…- finaliza mientras mira a su hermana, quien murmura algo molesta, rápidamente Yang os dirige una mirada picara,parece que realmente disfrutaba de aquella situacion, difícilmente ese dato se le había escapado sin querer.-Bueno, voy a ir recogiendo las cosas, quédate con ellas mientras vuelvo.- Comenta mientras sin previo aviso se escabulle entre la gente de alrededor sin rumbo aparente.

Oh vamos si estabas deseando decirlo…-Comente en voz baja Ruby antes de que su hermana marche. El primer momento después de la desaparición de Yang parece algo incomodo pero finalmente  el silencio es interrumpido. –Bueno… Supongo que mi hermana ya me ha presentado. Encantada de conoceros Analise y… creo que no he escuchado tu nombre, lo siento.- Comenta intentando parecer simpática pero sin tener muy claro como hacerlo.

Los últimos minutos de viaje se antojan lentos en el interior de la nave mientras la figura majestuosa de la academia se divisa cada vez más cercana. El entusiasmo es generalizado y la más probable causa de esa ficticia sensación en la que el tiempo pasa cada vez más lento hasta que parezca congelarse. No es así en el caso de Sery que, pese a compartir esa impaciencia crónica, parece más perturbado por una escena a la que el resto del alumnado hace oídos sordos.

La gracia de ver cómo un futuro guardián de la humanidad pierde el tipo con un simple vuelo rutinario se empezaba a prolongar demasiado. El muchacho se mantenía en la esquina, con el rostro blanco como las nubes y expresión de estar pasando por un auténtico mal rato; el constante regurgitar no facilitaba la labor de hacer la vista gorda. La imagen contrasta sobremanera con el ambiente en el resto de la estancia, plagada de gente charlando despreocupada, ajena a su sufrida lucha.

“Alguien le echará una mano…”

Esa es su esperanza, pero pasa otro par de escasos y sorprendentemente largos e incómodos minutos en los que nadie aparece, consiguiendo que comience a sentir cierto apuro y vergüenza por estar ignorando a alguien que lo está pasando así de mal, llegando a preguntarse si pudiera ser que nadie haya caído en la cuenta de su situación. Toma una larga bocanada de aire que libera en un suspiro, concluyendo en que si tiene que seguir escuchando sus arcadas es probable que sea su estómago el próximo en revolverse.

Tras unos segundos de preparación silenciosa, se lleva la mano al interior de la zona pectoral de su chaqueta y extrae de ella una toalla limpia con el símbolo de Beacon en sus extremos, idéntica a las que pueden encontrarse en los baños de la nave. Seguidamente se aproxima al chico rubio con cara de no estar del todo convencido de querer acercarse más a él. El bochorno ajeno gana la batalla.

¿Estás bien? –le tiende la toalla.- Deberías asomarte a las ventanas del fondo, estarás mejor si te centras en algún punto lejano del paisaje… y el balanceo se nota menos si te mantienes cerca de las alas.

La chica empezó a reaccionar ante mi repentina pregunta. -Así que quince minutos.- Aparté la mirada como si no me interesara ver lo que se traía entre manos, pero permanecí observándola por el rabillo del ojo haciendo que pareciese aún más cansada y con una expresión de que eso no iba conmigo, aunque la verdad, aquello me resultaba curioso.
Sin prestar atención al estropicio que había provocado cogí la toalla que me había ofrecido y me la quedé mirando unos segundos antes de entender que tenía que hacer. Supongo que era mucho pedir que ella lo hiciera por mí, así que me la acerqué al rostro y me lo sequé despeinándome algo el flequillo. Era extraño ver como se fijaba en mí y me sonreía

-Linde, Linde Silbergeld- Dije, quedando amortiguada por la toalla y un bostezo que se me escapaba.

Cuando acabé, antes de que pudiera devolverle la toalla y siquiera intentar alejarme de ella, me tomó de la mano y me arrastró con lo que parecían intenciones de entretenerse de alguna forma. Dejé que me arrastrara sin oponer resistencia, simplemente que me guiara y yo le seguía el paso hasta un par de chicas que se mantenían hablando de forma entretenida.

Escuche con poco interés la conversación, prestando la suficiente atención como para saber si se dirigían a mi o no. “… ¿Hermanas…?” Levanté las cejas mostrando ese pequeño cambio en mí, por lo general, impasible rostro sin alternar ningún aspecto más de él. -Pues no lo parecéis- Dije en un tono ligeramente bajo sin pretender ocultar mis palabras.

El resto de la conversación parecía el de una hermana mayor intentando fastidiar a la menor, aunque indiscutiblemente estaba orgullosa de la pequeña, o esa sensación me daba a mí. Volví a bostezar un par de veces más. Una cuando Yang se marchaba y la otra cuando Ruby preguntó acerca de mi nombre.

-Linde, Linde Silbergeld- Me repetí como un robot.
Por unos instantes me quedé observando directamente a los ojos de Ruby con la intención de incomodarla. Como la había tratado su hermana me había dado la sensación de que si hacía eso conseguiría alguna reacción graciosa si mantenía contacto directo con sus ojos, aguantándole la mirada. Me conformaba con que simplemente apartara la mirada, aunque conseguir que se ruborizara estaría mucho mejor. Sonreí pícaramente y luego bajé mis ojos para mirar la mano que sujetaba la mía. Seguramente, si me la hubiera soltado en algún momento, ya habría desaparecido. Pero ahora tampoco tenía nada que hacer.
En la otra mano tenía la toalla que me había ofrecido Analise.

El muchacho, reprimiendo las arcadas consiguió mirar a Sery durante un breve inciso de tiempo. Agarro la toalla y en el mismo momento en el que abría la boca para, lo que parecía, dar un agradecimiento, una sistemática arcada volvió a su rostro, haciendo que sus mofletes se hincharan y apartara el rostro de la dirección del amable muchacho que le había tendido la toalla.

Mala fue la fortuna que quiso que en la misma dirección en la que se disponía a desahogar su arcada estuviese pasando la muchacha de pelo rubio que momentos atrás se acababa de despedir momentáneamente de su hermana. El pequeño reguero escapado entre la comisura de los labios del joven mareado fue a salpicar las botas de la muchacha, quien, dejando escapar un alarido de asco salió corriendo hacia el cuarto de baño con seguramente la intención de librarse de aquella viscosa sustancia.

El muchacho, ante la impresión reprimió lo que quedaba de liquido hacia el interior, haciendo que pusiera una cara de poca satisfacción con lo que acababa de hacer. Sin lugar a dudas aquello daría mal sabor de boca.- Dios… Lo siento…-Formulo mientras la rubia se alejaba.- Arg… burp… Ojale acabe esto ya… Gracias por la toalla.- Comento a Sery, que aun observaba la escena.- Me llamo Jau…- Su nombre fue interrumpido por una nueva arcada, esta vez contenida.

Linde, sin vergüenza alguna se quedo mirando a la muchacha a los ojos, unos ojos plateados que podían atraer la atención de cualquiera, los segundos empezaron a pasar, volviéndose la situación incómoda para la receptora de la mirada, quien, tras pocos instantes y después de una mueca se llevo las manos a la cara.- ¿Tengo algo? Antes estuve comiendo algo de helado, Oh dios mío dime que no estoy manchada el día de las presentaciones. Me moriría de vergüenza y… Oh… ¿no tengo nada verdad?.-Pregunta finalmente tras haber inspeccionado todo su rostro con las manos. -Esto… Bueno… ¿De que escuela venis?.- Parece que la muchacha no sabe qué tema de conversación sacar ya que sus ojos miran a ambas muchachas de manera alternativa y nerviosa.

Mi mirada se clavó sobre Ruby cuando Yang mencionó que ella estaba allí con 3 años de antelación. Mis ojos casi brillaban de la emoción. De hecho, ni siquiera me enteré de que Yang se había ido. Tras unos minutos de admiración, ignoré por completo la pregunta que evidentemente quería usar para quitar la atención sobre si misma.

- Cuéntame más, cuéntame más. ¿Como es eso de que has entrado tres años pronto? ¿Tan buena eres? ¿Quien te enseñó? ¿Fue el mismo que te recomendó? ¿De dónde eres? - dije casi sin respirar.

Tantas cosas que preguntar y a duras penas unos minutos antes de desembarcar. No era tiempo suficiente, pero desde luego iba a sacarle todo lo que pudiera a aquella nueva amiga que acababa de hacer.

Las buenas intenciones no siempre resultan como se espera, y la reacción en cadena producida a raíz del ofrecimiento inocente de un buen samaritano haría desear a este no haber movido un pie de aquel lugar privilegiado frente al mirador.

La posibilidad de una primera arcada era más que previsible dado el estado del rubio, razón por la cual Sery logró desviar la mirada a tiempo entrecerrando los ojos para ahorrar a sus pupilas cualquier tipo de visión desagradable. Sin embargo, jamás pudo prever que terminaría posando su vista en el punto exacto en el que un chorro rebelde salpicó las botas de una pobre chica que pasaba por allí y que, fuera cual fuera su rumbo, tomó un giro brusco en pos de salvar el desafortunado calzado. Pero la cosa no acabó ahí, pues aún le quedaba presenciar cómo el muchacho oprimía sus labios tratando de taponar cualquier posible escape a su bilis.

“No no no…”

Sí.

Las mejillas del enfermo se tensaron y Sery, en primera fila, pudo notar como el cuello de él se hinchaba momentáneamente para devolver los fluidos a su lugar de origen. Eso es bastante más de lo que estaba dispuesto a soportar, causando más impresión incluso que si lo hubiera derramado todo por el suelo, y en el instante en el que su umbral del asco es rebasado se dibuja en su rostro una mueca grotesca que roza el temor. El frío sudor comienza a emanar de su frente y en su garganta se forma un nudo que le insta a terminar con esto cuanto antes.

Nada, suerte.

Una frase de dos palabras a la que le sobraban cinco para estar saliendo por patas cuanto antes.

Siguiendo sus propios consejos, se voltea en dirección a las ventanas y camina a paso ligero para reclamar un nuevo espacio de cara al paisaje, luchando por borrar de su mente toda imagen y sonido nacido de los jugos gástricos de un extraño que haya podido presenciar en los últimos minutos.

Primeras impresiones, siempre tan memorables.

Esto…- Dice la muchacha mientras se lleva una mano a la nuca y se frota la corta melena.- Me enseño mi tío y la verdad no tengo muy claro porque el director decidió admitirme sin la edad requerida…- Parece molesta con el cambio de conversación cuando en ese mismo momento la misma voz que antes avisaba de la llegada a la academia suena de nuevo. Según la información que daba esta la nave estaba realizando su aterrizaje en ese mismo momento. La gente empezaba a agruparse en las salidas. Parecía haber una pequeña competición sobre quien abandonaba primero la nave.

-Ah, debería buscar a mi hermana. Seguro que nos vemos dentro. Encantada de conoceros.- Dijo Ruby, parecía que la noticia sobre la llegada a la academia parecía haberla animado, o quizá fuera por poder dejar de hablar sobre ella misma. Tras despedirse brevemente de vosotros y realizar un gesto con la mano se marcha en busca de su hermana.

Finalmente las puertas empiezan a abrirse y, sin mucha prisa por vuestra parte, finalmente decidís dejar el transporte, tras avanzar brevemente por la plataforma de aterrizaje, unos encargados os informan amablemente de la posibilidad de encargarse de las pertenencias que no querais llevar encima. Tras decidir que objetos no eran necesarios para las proximas horas y dejarlos con ellos, finalmente, salis de la plataforma. Nada mas abandonarla encontráis un largo corredor en cuyo extremo opuesto parece estar localizada la academia.

Algunas pantallas a los laterales del paseo muestran un pequeño mapa orientativo de la academia. Según lo que sabéis habra una recepción en el salón de actos localizado en la torre central de las instalaciones. Aunque para esta aun quedaba un tiempo, quizá podría ser una buena idea dar una vuelta para ver los alrededores.

Ha sido duro olvidar la imagen del muchacho tragando su propio vómito, pero el distinguido paisaje y un acompañamiento musical adecuado han obrado el milagro de calmar su propio estómago.

Llegado el momento de tomar tierra, en la salida se forma un tapón de estudiantes ansiosos por explorar la institución cuanto antes, el cual poco a poco se dispersa con la ayuda del personal de la academia que los asiste a su llegada.

Sery espera paciente su turno a la entrada del almacén en el cual previamente depositaron su equipaje, sabiendo que el suyo, por voluminoso, debía ser recogido más tarde cuando el colapso sea menor. Una vez el ambiente se calma y los hombros dejan de chocar, se adentra en el compartimento para salir poco después arrastrando lo que, a juzgar por su forma y por el par de ruedas, parece ser una motocicleta arropada con una cobertura de plástico. A ambos lados del vehículo se encuentran sujetas por correas un par de maletas que, una vez se ha apartado del gentío, comienza a descargar.

La moto queda al cargo del personal de la academia que le ofrece la posibilidad de trasladarla al garaje oeste, por otro lado, las maletas serían enviadas a sus aposentos cuando estos sean asignados. Un asistente le insta a desprenderse también del pequeño maletín con el que ha cargado durante el vuelo, ofrecimiento que declina tras agradecer el gesto. Liberado de sus más pesadas cargas, se aventura por el corredor principal camino del interior de las dependencias de la academia.

No contaba con ese lapso de tiempo libre antes de la ceremonia de apertura pero, teniendo en cuenta que se encuentra en uno de los lugares más peculiares del reino, no debería ser complicado encontrar algo con lo que paliar el aburrimiento hasta llegar la hora acordada. Así pues, echa un vistazo al mapa que se muestra en las pantallas cercanas.

En contra de lo que podría esperarse, las instalaciones están constituidas en su mayoría por salones de clase, dormitorios y el espacio recreativo formado por los jardines exteriores, lo cual por otro lado es bastante lógico tratándose de un “centro educativo”. Sin nada que le llame poderosamente la atención, decide continuar por el sendero central para así echar un vistazo al conjunto de los jardines mientras llega y no al edificio principal.

Tras pasar lo que quedaba de viaje enganchada a aquella extraña muchacha llegamos a la academia. La emoción, nervios y euforia de muchos ya era casi palpable físicamente en el aire de la aeronava y no era demasiado agradable.

Acompañe a Analise a recoger sus cosas. Luego le hice indicaciones para que viniera conmigo a recoger las mías. No tenía más que un gran petate de apariencia militar y una bolsa algo más pequeña. Las dos iban atadas de forma que pudiera agarrar el petate, colgándomela en la espalda pasando por encima del hombro, y se mantuvieran las dos en su lugar.

No hice mucho caso de las indicaciones. No iba a desprenderme de ninguna de mis pertenencias, así que iba a cargar con ellas todo el día si hacía falta. Tampoco tenía muy claro si Analise iba a hacer lo mismo, pero en el momento que me dispuse a consultar, me di cuenta de que me había soltado y había desaparecido. En realidad, era más probable que yo hubiera seguido a mis cosas sin darme cuenta de que me había soltado la mano. Pero ahora podía hacer lo que quería y si aquel iba a ser mi hogar, debía examinar con cuidado varios sitios estratégicos para llevar a cabo mis rituales.

Empecé a andar por el lugar, ojo avizor, registrando todo el lugar con cuidado, examinando cada detalle, desde la torre más alta hasta el lugar más apartado de las masas. Tenía que tener cuidado. Era de extrema importancia buscar los mejores lugares. Los más altos. Los más bien iluminados. Los que tuvieran mejor sombra, y, sobre todo, los menos concurridos. Los más alejados de los individuos de aquel lugar.
En un paseo de unos quince minutos tuve una idea general, pero no tenía ganas de estar mucho más rato dando vueltas, además el cansancio empezaba a apremiar otra vez. Así que una vez seleccionado uno de los mejores puntos que había visto en mi pequeña incursión en aquel lugar, me acerqué a dicho sitio, si no creía recordar mal el mapa de la academia, que se encontraba en los jardines de la derecha.
Era un lugar provisto de buena sombra en caso de calor, y de algún punto donde se podía tomar perfectamente el sol para entrar en calor.

Tenía algo de frío, así que me acerqué a uno de los sitios donde daba el sol. Lancé las dos bolsas en el suelo y empecé a rebuscar una de mis mantas. Cuando la tuve, me acurruqué encima del césped usando mis bolsas de viaje como cojín, me tapé con esmero quedando completamente tapada y cerré los ojos para empezar a dormir disfrutando del agradable calor que proporcionaba el sol al acariciarme.
En apenas un minuto dejé de recibir estímulos del mundo real y dormía plácidamente en aquel lugar sin importarme nada más. Ni la ceremonia de entrada, ni Anelise. Nada de nada.