Observó morir a aquel hombre con indiferencia y cierto grado de sadismo.
Luego, apoyó el pitillo encendido en su boca entreabierta, y la cerró con los dedos. Parecía como si las últimas palabras del pordiosero le hubieran causado gracia. Se levantó luego, desempolvándose los pantalones.
-Jesús no -dijo al cabo- Randall Flag.
Sonrió de nuevo, alejándose por las calles llenas de muerte, mientras volvía a tararear aquella canción de "Nena, ¿Entiendes a tu hombre?"