Partida Rol por web

Esos hijos de puta no pueden andar muy lejos. Los viste desde lo alto de la colina, corrían como alma que lleva el diablo hacia el Sur. Mas les vale correr, el pájaro no estaba mal pero era tu cena. Sin embargo la botella de Ron era de calidad, del bueno, del que te permite dormir como si nada hubiese ocurrido en esta mierda de mundo.
Puede que por eso, por dormir tan plácidamente, no te despertaste a tiempo mientras esos dos cadáveres andantes te robaban.

Te podían haber matado, pero seguro que no tuvieron huevos a jugársela. Robar y correr, como alimañas.
Seguro que no saben que los has visto y los estas persiguiendo, son tan idiotas que van siguiendo la carretera. A ambos lados hay abundante vegetación, se podrían esconder tras cualquier matorral seco o subirse a un árbol, suponiendo que las maltrechas ramas resistiesen su peso.
Oyes un río, mas tarde lo ves, avanza junto a la carretera. Tampoco se les habrá ocurrido cruzarlo, aunque parece peligroso.
Pese a que la hierba lucha por romper el asfalto la carretera se sigue apreciando, confías en que no han cambiado de ruta y tus sospechas se confirman cuando encuentras los restos de la botella que guardabas como un tesoro.
Miras a tu izquierda y ves un pequeño desvío que lleva a lo que parece ser un enorme edificio en mitad del bosque. A medida que te aproximas descubres que se trata de un complejo hotelero con lo que hace décadas fueron campos de golf y amplios jardines.
Ahora tan solo es un edifico mas, en un lugar poco habitual eso si pero como todos, sin agua corriente ni electricidad.

Un nombre tallado en piedra junto a la entrada al recinto describe lo que posiblemente fue el lugar en su época: Luxor.

Te asomas cauteloso, hay demasiadas ventanas y no sabes quien habita este lugar. Cualquiera puede acertar un disparo con tanto tiempo para apuntar.
Tras un primer reconocimiento no ves rastro alguno de presencia humana, aunque algo te dice que esos dos ladrones no andan lejos. Por suerte para ti si se han bebido media botella puede que ademas de idiotas estén borrachos, poca gente esta acostumbrada al alcohol real de antaño.

Me coloco los huevos en su sitio dentro del pantalón, a pocos pasos de la botella. El cadáver de cristales hiede a alcohol y sangra ron entre las ranuras del asfalto.

Me humedezco los labios y escupo un gargajo. Tengo la garganta reseca de caminar por la puta carretera. Tengo la garganta reseca de perseguir a dos come-mierdas. Me echo a Brenda al hombro, con el virote listo para ensartar al capullo número uno. El capullo número dos recibirá un mazazo en la frente, y seguramente muera antes que el primero. Es una suerte para él.

Echo a andar hacia el edificio. Las paredes del Luxor harán que mis pasos resuenen, más si piso las piedras y los cristales. Pero me la pela. Me la pela el pollo. Me la pelan esos dos subnormales. Todo es en realidad una cuestión de respeto.

El respeto es lo único que te mantiene a flote en este estercolero. Lo único que evita que los esclavistas te apuñalen mientras duermes o que te disparen por la espalda. Y si dos gilipollas te roban un pollo mientras estás durmiendo la mona, ni siquiera podrás respetarte a ti mismo.
 

Sin sigilo alguno te adentras en el edificio en busca de los dos tipos que dentro de poco serán cadaveres. La recepción del hotel no puede ser mas tradicional, una gran mesa con multitud de buzones detrás, un par de ascensores a la izquierda, una escalera en curva en la parte trasera y dos pasillos que nacen hacia cada lado.

La mesa se encuentra vacía, lo poco de valor que pudo tener fue saqueado hace mucho. Los buzones  han corrido la misma suerte, apenas queda el hueco en la pared y las pequeñas puertas en el suelo.

Los carteles, aun legibles pese al polvo, indican que un pasillo da al restaurante y bar mientras que el otro lleva a la zona de ocio.
Lógicamente los ascensores no funcionan, sin embargo hay una puerta abierta mostrando el foso vacío y oscuro.

Mientras decides por donde emprender la búsqueda oyes un ruido sordo que parece lejano. Jurarías que procede del hueco del ascensor. Justo cuando vas a acercarte las puertas se cierran emitiendo un sonido mecánico que dista mucho del tradicional movimiento eléctrico.

Pego la oreja a la puerta, por si oigo algo. Empiezo a preguntarme si esos dos memos no tendrán montada una fortaleza ahí dentro, o si no habrá una maldita comuna de gitanos viviendo en el hotel.

Dejo pasar unos cinco minutos, por si escucho algo.

Si hago cualquier gilipollez puedo acabar con un balazo en el estómago, así que más me vale andarme con ojo. 

Apoyo la ballesta contra la pared e intento meter los dedos entre las hojas de la puerta del ascensor. Hago poca fuerza primero, y la voy aumentando, para no hacer que esa cosa chirríe demasiado. Primero una rendija para escuchar y mirar, y luego un poco más para asomar la cabeza con mucho tiento.

Mi instinto me dice que no voy a encontrar una puta mierda en los pasillos. Y que el ascensor lleva hasta un sótano donde se refugian esos lerdos.

Sin mas noticias procedentes de ninguno de los accesos a la recepción del hotel decides intentar abrir la puerta.
Gracias a tu fuerza la puerta va cediendo poco a poco. Llega un punto en el que no requiere tanto empuje por tu parte, pero si una buena dosis de paciencia para no abrir de golpe y que haga quien sabe cuanto ruido.
De repente la puerta llega a su tope de seguridad y los resortes mecánicos que empujan hacia dentro ceden, dejando libre la puerta y abriéndose sola por completo.

Antes de que puedas asomarte al foso oyes un ruido a tu espalda. Instintivamente te giras y ves una figura en lo alto de las escaleras.
Un hombre permanece sentado en los escalones apuntándote con un rifle de precisión en bastante buen estado. Ni siquiera usa la mira telescópica, viendo que tu única arma a distancia esta a tu espalda parece sentirse confiado en poder abatirte antes de que puedas usar tu ballesta. También ayuda a su confianza los casi doce metros que os separan.

- Vaya, hoy debe ser el día de puertas abiertas. Ya hemos recibido todas las visitas que esperábamos, dame una razón para no meterte una bala en la cabeza.

Puta mierda. 

Noto una hostia en el estómago y la garganta. Es el sabor de la estupidez propia. Amargo y afilado. Familiar como la resaca que recuerda lo subnormal que se puede llegar a ser con una botella de matarratas en las manos. 

Podría haberme disparado por la espalda.

Eso ya da igual. Relajo los músculos y le miro a los ojos. 12 metros no son muchos. Pero quizás falle.

-Qué coño importa. Estaba buscando lo que me han robado.

Me preparo para saltar por el hueco. Igual puedo engancharme y no matarme como un gilipollas volador.