Partida Rol por web

No me había costado esfuerzo derribar a aquellas cosas. Aunque eran numerosas, no parecían ser demasiado inteligentes. El problema era si aumentaban demasiado de número.

Por suerte, mi compañero había derribado a los que cubrían al grandote, momento que vi mi oportunidad.

-¡Atrás! ¡Voy a lanzar la granada!

Según sabía, era débil al frío, así que cogí la granada de hielo que había comprado. Esperaba que el área fuera suficiente para afectar a gran parte del insecto, dañándolo de forma considerable. Incluso, si apuraba, a lo mejor lo congelaba lo necesario para poder bloquear lo que fuera a hacer.

La criatura parecía resistente, pero el bombardeo constante y el acoso al que le estaban sometiendo al parecer le empezaba a pasar factura. Cuando la granada dispersó los refuerzos, solo acertó a gritar de forma estridente.

Después las cosas se pusieron extrañas.

Justo al lado de la criatura la propia realidad pareció torcerse y distorsionarse, abriendo una grieta en el aire del que surgieron una docena de criaturas extrañas.

Aquellos seres eran humanoides, pero sus cuerpos estaban consumidos hasta el extremo. Su piel estaba desprovista de color y a algunos de ellos incluso les faltaban partes del cuerpo, como la nariz o músculos de los brazos. Recordaban a las historias de muertos vivientes con las que os asustaban por las noches, pero estas criaturas no parecían muertos renqueantes, sino más bien otro ser. Aquellas criaturas, cuyos ojos emitían un extraño brillo blanco se movían con una velocidad que podía rivalizar incluso con la de la veloz Iria, y en el mismo momento en que atravesaron el portal se posicionaron para abalanzarse contra cuantos enemigos pudieran.

Antes de que la grieta se cerrara, una docena de aquellos seres huecos habían llegado hasta el cráter, y después de un momento de duda, lanzaron un grito silencioso al aire antes de abalanzarse contra todo lo que se moviera frente a ellos.

La cosa parecía ir mejor... Hasta que todo empeoró...

-¿Qué... qué son esas cosas?

No estaba acostumbrada a no saber. Me había pasado mucho tiempo entre libros y todo tipo de documentos para saber sobre muchas cosas, sobre casi todo, y sin embargo no sabía qué eran aquellas cosas... 

-El ojo no funciona. No sé qué son...

Zombies, eso era lo que parecían. Muertos vivientes. De los que hay en cuentos para niños e historias de miedo. Pero no podía ser... No podía ser...

-Es hora de ponerme seria.

Observé al insecto con toda mi atención y fui notando como la energía iba imbuyendo mi cuerpo.

El hielo se abría paso por mis ropas, mi pelo, mi piel y mi espada, cambiando mi forma y mis capacidades, haciéndome más letal, más mortífera. La temperatura descendió a mi alrededor pude notar el poder corriendo por mi cuerpo. 

Había usado poco aquella habilidad, pero lo suficiente para saber que podría con aquel insecto sin demasiados problemas. O eso esperaba. 

Seguía siendo yo, pero al mismo tiempo no lo era.

Era una Iria diferente. 

-¡Yo me ocuparé del insecto!

Imbuida en aquel poder, decidí terminar con aquel combate de forma rápida.

De forma muy lenta, me empecé a mover y, poco a poco, como si fuera un reflejo en un espejo, empezaron a surgir copias idénticas a mí. Al principio hechas de hielo, hasta que su color se fue modificando hasta que fueron una copia exacta de mí. Así, poco a poco, llegaron a haber media docenas de mi misma en el cráter.

Todas nosotras, a la vez y de forma sincronizada, empezamos a correr a toda velocidad de una punta a otra, moviendo sin cesar nuestras armas. Nada se interponía a nuestro paso. Estocadas, golpes, piruetas y giros iban mermando con aquellas cosas. Cada uno de esos muertos se deshicieron bajo el frío filo de nuestras armas. Hasta que solo quedó aquel insecto repulsivo.

Todas nosotras formamos un círculo a su alrededor y, con un movimiento de nuestras manos, las dagas de hielo que nos rodeaban se clavaron en él, congelando todo aquello que tocaban. De tal forma que, sin que pudiera hacer nada, surgió una gran columna de hielo donde antes estaba el enemigo. 

Luthor se puso en pie lentamente. Contempló la devastación a su alrededor, y bajó el arma. Sin enfundarla, caminó hacia su hermana, inclinando la cabeza ante Iria al pasar frente a ella.

-¿Has visto eso, Luthor? -exclamó Lyra- ¡Ha sido genial, Iria! ¿Cómo lo has hecho?

La chica salió corriendo al encuentro de su compañera y la abrazó. Luthor permanecía cabizbajo, distante, sin pronunciar una sola palabra. Tras unos segundos sumido en sus propios pensamientos, recorrió la escena, inspeccionando los cadáveres diseminados sobre la plataforma con sumo cuidado de no abandonarla. ¿Qué clase de demonios eran aquellos seres? ¿Cómo y por qué había surgido aquel portal? ¿Acaso el Bogimoray había abierto una grieta hacia el Vacío, o se trataba de un fenómeno completamente diferente? Prefería mantener su mente ocupada en este tipo de cuestiones...

...que en recordarle a Lyra que deben evitar trabar cualquier tipo de amistad.

La impresionante estatua de hielo en que se había convertido el monstruo comenzó a derrumbarse justo un momento antes de que la tierra volviera a temblar.

De la arena surgió un nuevo enjambre de aquellas criaturas; pero lo más preocupante de todo es que había un segundo Alfa que lideraba el ataque. Este era un poco más pequeño que el anterior, pero la visión seguía siendo aterradora. Incluso podéis ver que el cuerpo de la criatura está más hinchado, con la energía en su interior palpitando con fuerza mientras sus fauces se abren y cierran furiosamente.

Apenas tenéis tiempo para prepararos cuando la impresionante marabunta se abalanza sobre vosotros. La criatura prepara un espectacular ataque con su cuerpo bombeando magia hacia el orificio que es su boca.

Solo os resta esperar a lo peor.

Y de pronto, una voz masculina resuena en alguna parte de la cima de cráter, seguida del característico silbido de una espectacular andanada de flechas que cubrieron el cielo. Los proyectiles estaban lanzados por verdaderos profesionales, y ninguno de ellos erró en su blanco, haciendo que la criatura insectoide se retorciera de dolor y perdiera la concentración.

Una nueva orden, y el sonido de un disparador de metal se hizo eco en la zona; podéis ver como un enorme virote de metal atraviesa la cabeza de la criatura, que no tiene tiempo ni para exhalar su último aliento antes de caer pesadamente sobre la arena, con su cuerpo apagándose lentamente mientras el resto de insectos, desorientados y confusos, deciden volver a enterrarse en la arena presas del pánico.

Cuanto finalmente volvéis a vuestro ser podéis ver a todo un contingente de soldados apostados en la parte más alta del cráter, liderados por un hombre de mentón marcado y armadura pesada en forma de cabeza de león que os mira con un despreciable aire de superioridad.

El hombre parece un soldado curtido en muchas batallas, y sus cicatrices parecen demostrar que ha tenido una vida intensa. Lo que os preocupa es que, tanto él como los soldados que le acompañan no visten los colores o las insignias de Puerta Dragón, sino de una de las ciudades vecinas.

Aquellos que podríais considerar vuestros salvadores son, en apariencia, soldados de Tres Ríos.

-Atrapadlos- ordenó el general a sus soldados más cercanos, con un aire de superioridad y un tono autoritario que casi sonaba como una muestra de desprecio- Y traedlos vivos. Arqueros, preparaos por si se resisten.

Obedientes a sus órdenes, cuatro soldados de infantería, armados con espadas largas, descendieron con facilidad por el cráter, seguidos de cerca por un hombre extraño ataviado con una túnica blanca y azul que ocultaba su rostro tras una gran capucha ornamentada. Mientras, en la parte superior, podéis ver una veintena de hombres preparando sus arcos y apuntándoos. Por la distribución, sois un blanco relativamente fácil para alcanzaros, y ya habéis visto de lo que son capaces derribando a la bestia.

Vuestras opciones ahora mismo son más bien pocas.

Volví a mi estado normal y me alegré de ver que había podido acabar con aquellas cosas. Pero, como iba siendo habitual, los problemas continuaron y salieron más de aquellas cosas. Venían hacia nosotros y no podíamos hacer nada, hasta que llegaron los refuerzos. 

-¿Cómo..., de dónde han salido?

Según mis análisis del lugar, solo se podía acceder por la pasarela de arena, y ellos estaban encima del cráter. ¿Cómo habían llegado allí. Pero no podíamos relajarnos.

Alcé las manos en señal de rendición y no hice ningún movimiento extraño.

Quise presentarme, y eso habría hecho en mi ciudad. Pero allí recordé que "solo" era una humana en presencia de una Perfecta. De manera que dejé a mi compañera que hiciera las presentaciones oportunas. 

Luthor se giró rápidamente hacia la segunda criatura en el mismo instante que la oyó surgir de la arena. Sujetó el arma con ambas manos y apuntó cuidadosamente a la cabeza, como había hecho con el primer insecto. A punto estaba de efectuar el disparo cuando reparó en las flechas provenientes de la parte superior del cráter, como llovidas del cielo. Buscó a Lyra con la mirada mientras intentaba predecir la trayectoria de los proyectiles y decidir si debía procurar cobertura para sí mismo o para ella.

Sintió un gran alivio al descubrir que la víctima del ataque era la criatura, pero su alegría se desvaneció al observar la actitud de los soldados.

¿Quiénes son estos tipos? -se preguntó- ¿Y qué demonios hacen aquí?

Valoró sus opciones y enfundó el arma tranquilamente. Sin hacer movimientos bruscos, se demoró unos cuantos segundos más en su inspección de la zona, como si nada hubiera ocurrido, mientras los hombres bajaban hasta su ubicación. Avanzó unos pasos por delante de Lyra, interponiéndose entre ellos y su hermana, y cruzó las manos detrás de su espalda sin decir una sola palabra.

De no ser por las armas apuntándolos, Dama Verith habría no solo replicado, sino que habría puesto a aquel pusilánime militar en su sitio.

Ella era una enviada del mismo Lord Arcturus en misión de expedición, ningún militar pusilánime tenía derecho a ordenarles nada, y más viniendo de una región extranjera que en todos los conflictos de la historia siempre se ha mantenido neutral y no se alinea con ningún bando.

Pero la Perfecta tenía que pensar en los humanos que la acompañaban; sus poderes habían fallado y ahora mismo no confiaba en ellos, y sus enemigos tenían la ventaja numérica, así que no la quedó otra que mostrar una actitud pasiva de rendición.

Uno de soldados se acerca a vosotros con una actitud de guardia, podéis ver a sus compañeros detrás preparados para cualquier tipo de resistencia.

-Por favor, no se resistan- la voz del soldado era bastante agradable y su tono dulce- Hagan el favor de depositar sus armas lejos. No queremos problemas- La mano del soldado se mantiene firme cerca del arma, cualquier movimiento rápido o intento de engañarlo haría que saltara, podéis deducir por su postura que es un soldado bastante bien preparado y os podría dar verdaderos problemas.

Con movimientos lentos depositáis las armas en la arena, y ni siquiera entonces el soldados baja la guardia. Otros dos soldados se acercan a vosotros y comienzan a realizar un cacheo bastante estricto de vuestras pertenencias, sin llegar a ser en absoluto indecorosos. Se quedan con vuestros petates y vuestras armas y en todo momento se muestran corteses y agradecidos por vuestra colaboración; era casi como si, a pesar de estar preparados para luchar, en realidad no quisieran hacerlo.

Finalmente, el hombre de capucha blanca realiza unos extraños signos en el aire mientras pronuncia unas palabras arcanas, se nota en su rostro el esfuerzo que tiene que hacer para manifestar la magia, pero finalmente la realidad se pliega a sus órdenes y unos barrotes de cristal surgen del suelo y os encierran en tres celdas diferentes. Haciendo uso de su geomancia, el hechicero eleva la jaula, seguida de cerca del resto de los soldados que suben el cráter usando unas escalas que les han cedido sus compañeros. Las jaulas pasan al lado del que suponéis es el general, que os mira con aire de superioridad y desprecio justo antes de girar sobre sus talones.

Aunque esperabais dirigiros al lado norte del cráter, los soldados os llevan hacia el lado opuesto, donde la marea baja ha descubierto una pequeña playa donde hay apostado un pequeño ejército que ha sido transportado en una docena de barcazas rápidas. Cuando os preguntáis de donde ha salido semejante contingente, os dais cuenta de que hay algo extraño en el horizonte, como si un espejismo formara una película delante de vuestros ojos.

El hechicero hace descender la jaula a la playa, donde los soldados rápidamente se han organizado para retirar su ejército. Sin que ninguno de los soldados os dirija la palabra os embarcan por separado en varias barcazas y os alejan del cráter, es entonces cuando os fijáis en una extraña sombra en el agua. Apenas os habéis alejado un par de metros que podéis sentir como atravesáis un velo ilusorio y la imagen al otro lado es espectacular.

Protegida por poderosa hechicería, se ocultaba una imponente embarcación, quizás la más grande que jamás habíais visto. Es tan espectacular que, de no ser por la magia que la oculta, seguramente sería fácilmente visible desde la base, a pesar de estar en el lado oculto del cráter. El navío tenía varios pisos de altura, y una eslora tan larga que era casi imposible abarcarlo con la mirada. La construcción era firme y estaba inmaculada, con todo el casco perfectamente limpio conservando un color blanco prístino que le daba un aspecto elegante y moderno.

Una trampilla surge del lateral del navío y varias garras mecánicas cogen vuestras celdas para llevaros al interior del impresionante buque de guerra.

En vuestro ascenso podéis ver finalmente el nombre del barco escrito en plateado en un lateral.

Os encontráis en presencia del Boa Blanca. El más impresionante navío que jamás haya surcado los mares de Arcadia.

La noche trajo la primera tormenta del otoño. El agua caía con fuerza, empujada por pesadas gotas de lluvia que enseguida llenaron las calles de charcos y los tejados de goteras. La temperatura había bajado rápidamente, y los pocos ciudadanos que salían de sus casas corrían para intentar resguardarse del imprevisto aguacero.

En algún lugar del Distrito de la Corona, donde se elevó una estatua a un regente que nunca quiso ser, Irion llora y sus lágrimas quedan apagadas por la lluvia que cae pesadamente sobre sus ropajes.

Se siente débil e impotente, como un niño que apenas acaba de dar sus primeros pasos y grita sollozante por un padre muerto.

Un extraño ruido a su espalda le llama la atención. De entre las sombras de un callejón cercano se acerca una figura vagamente humanoide; por puro instinto Irion se pone en guardia y desenfunda su espada; podrá ser muchas cosas, pero es un formidable espadachín que sabe cuando alguien o algo se acerca con intenciones hostiles. Cuando la criatura sale a la luz de los faroles, el noble queda paralizado; aquel ser era apenas humanoide, su cuerpo compuesto casi enteramente de barro o arcilla y se acercaba con paso renqueante hacia él. Un poco por detrás cuatro más de aquellas criaturas avanzaban pesadamente.

Irion tardó un momento en recuperarse de la impresión inicial y dio gracias a los dioses porque no había inocentes cerca.

Aunque las criaturas de barro parecían lentas al principio, una vez que sus ojos muertos encontraron a su presa hicieron alarde de una formidable velocidad. En apenas una exhalación cruzaron la distancia que les separaba del espadachín con sus garras aceradas buscando carne fresca. Por suerte, Irion estaba preparado, aunque no para ese súbito ataque, y consiguió escapar con una finta del primer ataque, solo para caer presa del segundo, que le abrió una fea herida en la espalda. En respuesta, trazó un amplio arco con su espada, que partió a su atacante por la mitad a la altura del abdomen, haciendo que ambas partes cayeran al suelo y rápidamente se deshicieran mezcladas con la pesada lluvia.

Hacía mucho tiempo que no sentía esa fuerza, esa emoción. Irion disfrutaba de las clases de esgrima, con un tutor que, en realidad no quería hacerle daño; pero aquello era un combate real; el corazón le latía más rápido de lo que le había latido nunca, su cuerpo rebosaba de adrenalina y sus músculos se movían como jamás pensaba que haría. Con movimientos entrenados, esquivaba y atacaba como si fuera un verdadero profesional; en realidad aquellas criaturas nunca habían tenido ninguna oportunidad y apenas había empezado el combate, Irion había acabado con ellas, con su cuerpo salpicado de los restos parduzcos de sus enemigos.

Apenas había recuperado el aliento cuando una segunda oleada de aquellos desagradables seres se le echó encima. No tuvo tiempo de pensar cuando una extraña sensación surgió de su pecho, un fuego como no había sentido antes que ardía en su corazón, que ahora bombeaba lava ardiendo donde antes había sangre. Sus ojos se convirtieron en ascuas ardiendo y su boca se torció en un grito de guerra mientras su espada, ahora cargada de poder mágico, trazaba un arco en el aire que acabó de una sola onda con todos sus enemigos.

Irion no sabía de donde había salido ese poder, y apenas podía pensar cuando oyó un aplauso lento procedente del mismo sitio de donde había surgido las criaturas. El Presidente Roxian lo miró con una sonrisa falsa en su arrugado rostro, avanzando hacia el noble con calma.

-¿Estabas mirando? ¿Por que no me ayudaste?- apenas podía articular palabra, mezcla de ira y sorpresa.

-No esperaba que unas frágiles marionetas superaran a alguien de tu linaje. Las envié solo para probarte

-¿Envió esos seres contra mí? ¿Por que haría algo así?- Irion no salía de su asombro.

-Porque no quiero ver el Trono restaurado- fue la respuesta del Perfecto que cambió su rostro por una mirada cruel.

-Entonces...- la mente de Irion ataba cabos a una velocidad extraordinaria- Entonces, ¿fue usted quien mandó que me envenenaran?

-Mientras quede un miembro del Linaje del Dragón, los disidentes intentarán restaurar el Trono y quitarnos el puesto que a los Perfectos nos pertenece. ¡El Linaje Real debe desaparecer!

-Pero yo no quiero restaurar la monarquía... ¡No es necesario matarme!

-No toleraré la incompetencia. ¡Debes morir ahora!

El Perfecto cargó sus manos de energía mágica oscura y lanzó un par de proyectiles mágicos contra el noble, pero este bloqueó el ataque con su espada, aunque parte de la magia quemó su ropa con el rebote. Una y otra vez, los ataques del Presidente Roxian eran desviados o esquivados mientras Irion se acercaba cada vez a su blanco. Cuando lo tuvo al alcance de su espada, simplemente trazó un arco ascendente que atravesó al Perfecto como un cuchillo caliente se abre paso a través de la mantequilla, inundando al noble con la sangre de su víctima que inmediatamente cayó desplomada en el suelo.

Cuando Irion se enteró de lo que estaba pasando, la familiar mano de Maese Arcturus se posó sobre su hombro sacándolo de sus propias pesadillas.

-No... no me dejó elección. Yo no quería. ¡Pero él iba a matarme!- ni siquiera se preguntaba que hacía su mentor allí. No podía pensar en nada más que en lo que acababa de hacer, el terrible delito que acababa de cometer.

-Lo sé, lo sé todo. Tomémoslo con calma, majestad. Mantenga la calma- sus palabras siempre tenían el don de calmar la alborotada mente del noble- Sepa que el Presidente Roxian ha estado recientemente en mi mansión y ha declarado que se haría con el Consejo eliminando al último de la Línea de Sangre. Noté el peligro y, a pesar de mi arresto domiciliario, escapé y vine en cuanto pude. Aún así... llegué tarde. No quería creer que el Presidente Roxian cometería tal atrocidad, no quería creer que ningún Perfecto haría eso. Usaré...- Maese Arcturus trazó rápidamente un plan- Usaré mi influencia para que se determine que ha sido un accidente. Así no sufrirá ningún inocente.

-Siempre acude cuando estoy en peligro- Irion se sentía reconfortado al saber que el Perfecto tomaba el mando.-Solo puedo confiar en ti.

-Majestad, creo que su difunto padre le vigila, y me envió en su ayuda- el Perfecto ayudó a Irion a incorporarse y le apartó la sangre de la cara con gesto paternal- Marchémonos. Yo me ocuparé de todo. Nadie sospechará de su Majestad.

El Presidente Roxian estaba tranquilamente en su estudio, preparando unos informes para presentar al día siguiente al Consejo.

El ambiente en la ciudad estaba cada vez más crispado, los insurgentes se hacían cada vez más numerosos y ruidosos, incluso algunos nobles habían comenzado a hacer movimientos abiertamente en contra del Consejo. No entendían que, sin la fuerza del Consejo y de los Perfectos, la ciudad se vendía abajo.

Hacía tiempo que Presidente Roxian sospechaba de que el Emisario de Maese Arcturus estaba conspirando en contra del Consejo, y su último torpe movimiento lo había puesto en el punto de mira; sin embargo sabía que semejante inepto no podría tener semejantes ideas, y todo apuntaba a un golpe de estado por parte del propio Maese Arcturus, que usaba al humano como una simple marioneta que caería sin duda llegado el momento.

A primera hora presentaría una acusación formal contra ambos: al humano lo ejecutarían sin dudas en al amanecer del día siguiente. Al Perfecto, le esperaba un destino peor si cabe.

Un extraño crujido en la madera le llama la atención. Debería estar solo en su mansión, y nadie del servicio tenía permiso para molestarlo a esas horas. Levantó la visto y pudo ver dos ojos rojos de pupila vertical brillar en la oscuridad.

El pánico se adueñó de él cuando una cobra titánica salió de entre las sombras, con su lengua bifurcada olisqueando el aire. El Perfecto fue a pedir ayuda, pero antes de que pudiera reaccionar, el inmenso reptil ya se había cerrado en torno a su cuerpo, aplastando músculos y huesos con un característico chasquido. Los anillos de la colosal criatura acabaron rápidamente con su presa, dejando su cuerpo inerte en una posición imposible en el suelo como un muñeco roto antes de volver a las sombras de las que había salido.

De esas mismas sombras surgía la risa malvada de Maese Arcturus.

Todo estaba yendo tal y como había previsto.