Partida Rol por web

Reprimiendo un ataque de tos Victor puso una mano sobre el hombro de su joven compañero:

- Te recuerdo que no todos han mantenido su lealtad con el verdadero heredero... De hecho... *cogh*... nosotros estamos aquí porque nadie se ha dignado a defendernos ante el usurpador... *cogh*

- No sé si será buena idea salir por ahí... -Medita el semiorco en voz alta.

-Quizas deberiamos esperar a que el camino se despeje, menjor sera no arriesgarse

- Está claro que por ahí arriba no se va a despejar...- dijo uno de los muchachos - No creo que sea casualidad que estén ahí arriba un grupo de caballeros. El propósito lo desconozco, pero es evidente que esperan por nosotros.

Suilad se apoyó en la pared, agotado tras el combate, las curas y las tensiones vividas en las alcantarillas.

- Corellon, ¿Concederás al fin un poco de paz a este fiel servidor tuyo, y permitirás que estos caballeros sean amigos nuestros, mandados para protegernos?

Tras este breve desfallecimiento anímico, Suilad logró reponerse.

- Compañeros... Deberíamos tomar una decisión. Los que nos esperan son amigos... ¿O enemigos? Sea como sea, no podemos quedarnos aquí eternamente. Propongo salir fuera, y que Pellor nos ayude si son nuestros enemigos.

- A lo mejor habría que revisar la caverna de las arañas, el fuego ya debe haberse apagado. Igual hay cosas de valor o alguna otra salida...

Los aventureros volvieron su vista hacia la caverna recién abandonada. La situación era de lo más agorera. Intentando hacer memoria recordaban que el humo salía de forma directa hacia el túnel que los había llevado hasta ella, sin duda debido a que en el tramo que se encontraban ahora soplaba una leve brisa a través de la rendija. Era difícil determinar si habría otras salidas en la gran caverna de las arañas.

-¡Al diablo!. dijo Elías en voz alta. -Si son enemigos y nos están esperando es porque saben que tenemos que salir por ahí. Si hay otra salida también estaría vigilada. Yo propongo salir.

Grok pasó su peso de una pierna a otra, y luego de nuevo a la primera. Su boca se abrió una vez, pero no consiguió decir nada hasta abrirla de nuevo:

- ¿Y si las arañas han dejado joyas y armas de otros aventureros? No creo que se las comiesen, y no parecía qeu hubiesen pasado mucha hambre últimamente...

Las últimas palabras fueron musica para los oidos de Cristín. Es cierto, puede ser se dijo a si mismo y, sin dudarlo, se volvió hacia el tunel por el que habían entrado.

- Quizás sería prudente, antes de salir verificar que no haya otra salida - les comentó a sus compañeros sin reconocer que la posibilidad de un tesoro era la verdadera razón por la que quería investigar el lugar. Tras rascarse los lugares donde las arañas lo habían mordido agregó, más para si que parael resto - Reconozco que me siento algo debil, Maldito veneno de las malditas arañas -

Esperando que alguno de los que tenía luz lo acompañara se olvidó, por un momento, de la necesidad de salir y se preparó a revisar con todo el cuidado que hiciera falta el cubil de las arañas.

- Si salimos ahora nos atacarán de uno a uno,puede ser una carniceria, dejad quesea yo, no hace falta que nos arriesguemos todos

Suilado observó a sus dos valientes compañeros, que deseaban volver a entrar en el túnel de las arañas, antes de responder.

- Está bien, si preferís enfrentaros a bichos de ocho patas en vez de dos, por mí no hay problema.

Mientras el enano realizaba su valiente ofrecimiento Cristin ya retrocedía por el túnel. El mediano se debatía entre el miedo a un nuevo encontronazo con algún arácnido rezagado y la codicia habitual de un aventurero. Tantas veces había escuchado como su tío Hector le había aconsejado más vale dejar atrás un tesoro que tu vida... Demonios, pero tío Hector había muerto sin una moneda. Cristin tenía grandes planes para su jubilación. Si llegaba a ella, claro.

El caso es que mientras se aproximaba a la caverna de las arañas, seguido a una distancia prudencial por sus compañeros, notó que el calor había cedido un poco. Ya no era tan asfixiante. Con un gesto de impaciencia indicó a Parkoz que aproximase su guadaña-antorcha. Mientras esquivaban de nuevo el cuerpo semiquemado de la enorme araña comprobaron que, efectivamente, el fuego se estaba extinguiendo al fin. Tan solo un par de fogatas provocadas por los restos de las telarañas continuaban humeantes, con tendencia a desaparecer. Al menos no se veía ni rastro de arañas...

El mediano comenzó a revisar cuidadosamente la gruta. Con cierta repugnancia se apartó de los restos carbonizados de las arañas y apartó con su estoque las matas que quedaban de detritus y escasas telarañas.

Tras unos diez minutos de afanosa búsqueda, mientras sus compañeros lo observaban, constató que no había otras salidas ocultas de las cavernas. Al menos no tan grandes como para que una criatura de tamaño superior a las arañas pequeñas pudiera salir.

Cuando estaba a punto de dar vuelta sus ojos se posaron en unas rocas al fondo. Aproximándose con cautela comprobó que había algo allí tirado: una bastón de color verde oscuro metálico. En su parte superior tenía un pequeño orbe del mismo color engarzado. Rodeando con curiosidad las rocas Cristin vió los restos de un esqueleto... No quedaba ropa alguna reconocible del mismo. El fuego lo había devorado todo a excepción del misterioso bastón...

- Vaya, vaya, vaya - el mediano se acercó al bastón a la vez que llamaba a sus compañeros.

- Parece que no somos los primeros que intentamos pasar por aquí... claro que este - dijo mientras señalaba al cadaver carbonizado - no consiguió pasar. A ver. Bastón, Orbe... parece que era mago, pero con eso no le alcanzó, jeje -

- Supongo que si lo podemos vender, sacaremos unas buena monedas... uhm, suena interesante - dijo mientras se planteaba como haría para llevar consigo un elemento tan grande - Alguien es capaz de averiguar si todavía tiene magia? - Cristín miró a todos, haciendo especial hincapié en el clérigo.

- Es un poco grande para que yo lo lleve, pero si lo vendemos podremos repartirnos lo que saquemos - preocupado por su rapto de generosidad Si hubiese sido algo más pequeño era solo mío, pero vaya a saber si ese mago no lo protegió de alguna manera esperó a que alguien se ofreciera a llevarlo.

Elías, que aprovechó la búsqueda del mediano para seguir en su poco agradable tarea de sacar flechas de las arañas muertas, acudió junto al grupo a examinar el bastón.

- ¿Magia?. pues... ni idea. De todas formas podemos llevárnoslo y pedirle a Ikamer que nos solucione la duda. Si tuviera algo de... magia... probablemente valiera bastante, ¿verdad?. Dijo con un brillo de codicia en sus ojos. -En ese caso... yo opino que es una pena dejarlo aquí.

Elías rebuscó entre las arañas muertas con la esperanza de recuperar alguna flecha, pero desgraciadamente comprobó que todas estaban carbonizadas por el fuego...

- No todos los que realizamos proezas taumatúrgicas que están más allá de la comprensión humana tenemos un conocimiento académico de la magia, compañeros... Lamento deciros que soy tan incapaz como vosotros de identificar la naturaleza de este misterioso artefacto. Pero la verdad, no creo que sea peligroso.

Razonablemente seguro de sí mismo, Suilad se acercó hacia la vara y la agarró confiadamente.

- La magia no es buena ni mala, todo depende de la mano que empuña la varita.

Y con tal apreciación sobre el fruto del bien y del mal Suilad recogió el cetro. En ese momento recordó una de las clases de sus maestros cuando todavía era un acólito en el que se mencionaban objetos malditos que, al cogerlos en ristre, poseían la voluntad de la persona. Aunque a él aquellas clases no le acababan de gustar, ya que prefería las clases de combate, no pudo reprimir un cierto escalofrío cuando tomó el báculo en su mano. Sin embargo nada extraño sucedió. Seguían siendo un grupo de aventureros atrapados, pero ahora tenían el bastón de un mago. Lástima que no tuvieran un mago...

Elías, algo frustrado después de su inútil búsqueda, volvió hacia el pasillo que conducía a la salida con un ojo puesto en el cetro que acababa de conseguir Suilad.