Partida Rol por web

Heian salió de su ensimismamiento tras escuchar las palabras de Silbido. Había aprovechado la ocasión para investigar un poco el lugar, pero sin duda se había ido con las manos vacías. Algo a lo que no estaba muy acostumbrado. Entonces, al ver las miradas de sus compañeras puestas en él. Las gritó: ¡Esperad un segundo! Y después agarró su mochila y metió unas cuantas herramientas que podrían serle de utilidad a un artesano como era él. Sin duda aquello le serviría cuando regresase a casa de su señor para ayudarle en sus peticiones.

Después de cerrar la mochila y colgarla al hombro bajó al túnel hallado. Aquella pista no se le hubiera pasado a él de haber buscado en el lugar adecuado. De eso estaba seguro.

Con la mochila al hombro, su sombrero como siempre perfectamente colocado y una sonrisa de oreja a oreja, alegre por el descubrimeto, se colocó en la última posición del grupo. Cada paso que daba buscaba si había algo de interés y por si alguno de sus compañeros hubieran pasado algún detalle por alto.

Os internáis en la húmeda cavidad, iluminados por la lámpara de aceite que Bronas lleva en una de sus manos. Las escaleras están formadas sin mucho tino, utilizando tablones de madera sobre la pendiente de tierra, y cuando llegáis abajo os invade el olor de la tierra mojada.

Abriendo la marcha, Bronas comienza a caminar por el oscuro pasaje, seguido de Ugdush, Ark, Mitheithel, Silbido y finalmente Nailo. Vais en fila india, pero en realidad podríais ir de dos en dos; el túnel es lo suficientemente ancho. No parece que existan bifurcaciones ni cámaras en el túnel; no es más que tierra horadada y apuntalada con maderos anchos, como si alguien hubiera estado cavando apresuradamente para llegar al taller. Sin duda, el rumor del molino, que todavía escucháis, camufló el golpeteo de los picos y de las palas.

Vuestros pies se hunden en la tierra arcillosa, mientras seguís adelante y empezáis a ver raíces asomando por el techo. El bárbaro que abre la marcha alza los ojos hacia ellas, cuando con un chasquido descubre que el suelo ya no es tan sólido como hacía un momento. Ugdush, que va detrás, puede observar como su compañero desaparece rápidamente, tragado por un foso de tres metros de profundidad cubierto por una frágil cubierta de madera camuflada entre el barro.

Aterrizando estrepitosamente de bruces, el hombretón expulsa el aire con fuerza cuando se da un planchazo estupendo, (3 puntos de daño), algo atenuado por el hecho de que casi no cabe en el agujero. Tendrá que gastar su acción de movimiento en levantarse, y superar una tirada de Trepar (Dif. 15) si quiere salir de ahí por sus propios medios.

La lámpara, que ha caído con él, se estrella en el fondo del agujero derramando su aceite, (aunque afortunadamente no llega a prender al bárbaro), e ilumina algo espantoso. Heian, que va detrás, comienza a ver cómo el suelo detrás de él bulle como los rápidos del río Ashaba. Mientras los ecos de los ladridos del perro de Mitheithel llenan el túnel, de entre la tierra removida se levantan cuatro seres esqueléticos, de huesos amarillentos y cráneos astillados, que todavía poseen algunos mechones de cabello caduco pegados en sus cabezas medio podridas. Apenas tienen piel o carne sobre los huesos: son horribles esqueletos que se montan como puzzles ante vuestros ojos, y en sus manos llevan cimitarras que parecen estar dispuestos a usar.

El camino por delante está cortado, (ya que hay un agujero y un Bronas en su interior), y por detrás las cuatro criaturas, de dos en dos, atacan haciendo chasquear con fuerza sus huesos como si fueran los mecanismos de un títere. Sus blancos inmediatos son Heian y Silbido, que se encuentran detrás, aunque Ugdush y Ark pueden apostarse en su lugar si consiguen una tirada de iniciativa alta, atravesando la columna. Bronas, desgraciadamente, tendrá que salir del agujero antes de hacer nada.

¡Es vuestro turno!

Avanzamos por el extraño túnel un poco a la ligera, y pronto nuestra imprudencia se paga. Antes de que nos podamos dar cuenta, Bronas cae a través de una trampa que si bien es bastante rudimentaria, resulta ser de lo más efectiva a juzgar por el pesado sonido y el grito de dolor que se le escapa a Bronas inconscientemente.

En un primer momento mi intención es acércame a ayudar al bárbaro, pero un extraño sonido hace que me gire y ante mis ojos surge el horror. Aunque había oído hablar de ellos y había leído sobre ellos, es la primera vez que me enfrento con los engendros de la muerte, y apenas puedo reprimir una fuerte arcada ante la visión de los huesos amarillentos y sus jirones de pellejo y carne colgantes. Incluso casi podría decir que el terrible hedor de la muerte asalta mi olfato , aunque no estoy muy seguro si es real o producto del miedo.

Con algo de torpeza manoseo mi símbolo de la media luna, que parece no querer salir de su seguro refugio bajo la armadura. Cuando por fin lo tengo en las manos, casi me parece sentir como una oleada de calor ahuyenta el temor infundiéndome fuerzas. Con gesto resulto alzo mi mano para que esas criaturas puedan ver bien el símbolo de mi fe mientras a mi boca acuden las palabras de uno de los exorcismo aprendidos en mi adiestramiento.

-Me envuelvo y ato a mí la fuerza del Selune, su luz guía mis pasos en la oscuridad pues yo no temo a la noche, ella me protege, tu nada puedes hacerme. Huye ser impío pues yo soy el vehículo de su fuerza. Prepárate para seguir tu camino alma desgraciada, yo te librero para que puedas seguir hacia el Juicio de Eternidad.

No me siento muy a gusto bajo tierra pero sigo detrás de Ark caminando con ganas de llegar a alguna salida al otro lado del tunel. 

Mientras camino, le digo a Silbido que me sigue - gracias por avisarnos... estamos de suerte, gracias a Bronas - entonces, le digo a Bronas tras Ark en voz alta para que me oiga y cuando hablo suena con eco debido al tunel - gracias Bronas, quizás ahora tengamos un punto de partida para encontrar al inventor.        

Oigo el ruido del agua del molino y entiendo por qué lo hicieron aqui quienes fueran, pienso en plural, supongo que por qué para excavar un pasadizo así se necesitarían muchas manos, aunque era un túnel tosco, me fijo en la humedad del suelo, ya que estamos cerca del río, es un suelo blando, luego, miro las raices de algún arbol que afloran por el techo.

Y, de repente, algo le ocurre a Bronas, que va en cabeza, se ha caido - qué ha ocurrido? algo le ha pasado a Bronas - y grito - es una trampa... - y corro hacia él sin pensarlo para ayudarle, adelanto a Ark y a Ugdush y veo que ha caido en un foso de tres metros, y una vez estoy ahí, me tiro al suelo y estiro el brazo para ayudar a Bronas a sacarlo de la trampa desde el borde y le digo - estás bien?.

Al ver que no llego con mi brazo pues son muchos metros de profundidad, suelto la cuerda con la que ato a mi perro mientras este no para de ladrar y le digo - calma chica, que te ocurre? calma, quieta ahora, no te muevas - agarro un extremo de la cuerda y lo echo dentro del foso para que Bronas pueda alcanzar el otro extremo y si se logra agarrar, pueda sacarlo mientras digo - debimos fijarnos que podía haber una trampa, no caí en la cuen...ta... - me estiro tumbada en el borde del foso. 

Y, de pronto, mientras estoy intentando ayudar a Bronas acto seguido unos esqueletos se empiezan a formar de la nada tras Nailo y miro hacia los esqueletos tumbada en el suelo.

- Maldición¡ qué hago? - miro a Bronas en peligro y grito - venga Bronas agarrate a la cuerda, unos esqueletos están a punto de atacarnos... tienes que salir, estamos en peligro pero tú más.

  Bronas abría la marcha, valiente ante la oscuridad húmeda que devoraba la titilante luz de la lámpara de aceite. El norteño andaba con paso firme a través del lodoso suelo de aquel túnel que, a juzgar por las filtraciones de agua, no pasarían muchas semanas antes de que se colapsara. 

 - No hay de qué...- Dudo un instante antes de recordar el nombre de la joven.- ¿Mideidel? Ese es tu nombre, ver...

  Andaba seguro, confiado, sin miedo hacia el destino cuando de repente siente como el suelo cede bajo su peso. Wwoooo...

 Fue todo lo que alcanzó a decir mientras veía como el mundo giraba a su alrededor, cayendo pesadamente en el suelo encharcado, por suerte sus ropas y pelo se mojaron al caer y por ese motivo no prendieron al romperse la maldita lámpara de aceite. Tras incorporarse, con sus más de dos mentros, vió sorprendido la reacción de aquella hemosa y disestra elfa que el día anterior logró dejar fuera de combate a dos de aquellas sabandijas, ofreciéndole la mano para salir del hueco.

 - Sí, estoy bien, espera que sal... - Unas mudas exclamaciones le cortaron, al parecer algo había aparecido en el túnel, tras su posición.

 Din dudarlo el hombretón se impulsó hacia arriba con un salto y sus largos brazos usando el hacha para aferrarse en la parte superior, para terminar de auparse a un lado de la muchacha.

Mientras Bronas abría la marcha el semiorco se dedicaba a mirar de un lado a otro, cuando tenía a mano alguna raíz del techo no dudaba en arrancarla para metérsela en la boca y masticarla, eso le distraía y a veces te encontrabas alguna que era sabrosa. Seguía con una gran incertidumbre sobre qué depararía el final del camino pero aquellos pensamientos no llegaron a mucho más en cuanto observó como Bronas fue "engullido" por la tierra.

- ¡¡Aibá!! - exclamó ante la sorpresa del percance que se había producido.

- Buen trabajo Uthgard, así era justo como te esperaba tarde o temprano, enterrado en un foso - mientras poco a poco se burlaba de la mala fortuna de su compañero escuchó el sonido del alzamiento de aquellos cuatro esqueletos reanimados, eso provocó que inmediatamente dejase de preocuparse por Bronas.

- Por los mares revueltos del abismo ¿qué está pasando aquí? - observó como sus compañeros intentaban socorrer al bárbaro ¿para qué? el sabría arreglárselas perfectamente, no era una "nenaza".

- ¡¡Apartad de mi camino carnaza!! tengo ganas de roer huesos - decía a la vez que avanzaba torpemente entre sus compañeros, aquello era un suplicio para él, tener que pasar a toda prisa con la cimitarra desenfundada para poder aplacar a los enemigos pero no hacían más que estorbarle y para colmo al ser un espacio subterráneo no es que se sintiera cómodo, hasta estaba empezando a agobiarse...

El pasadizo es oscuro, y la iluminación que proporciona la lámpara de aceite, exigua. En cuanto han recorrido unos metros, Silbido ya se lamenta de no haber planificado mejor la expedición. Conseguir más lámparas, o antorchas; comprobar desde el exterior la dirección del túnel; proveerse de cueras y equipo de escalada, por si acaso. O llevar herramientas para cavar, si yo hubiera hecho un túnel y no quisiera que nadie me siguiera a la vuelta, lo hubiera derrumbado tras de mí. No está acostumbrada a trabajar en equipo, y no le parece que los demás tengan más idea que ella. Esto va a ser un desastre.

Pese a ser la primera vez que se encuentra en un túnel excavado, reconoce su naturaleza improvisada. Cada pocos metros se alzan grandes maderos, que aparentemente tienen como objetivo evitar que el techo se derrumbe por peso de los metros de tierra que lo deben separar de la superficie. Si los excavadores hubieran deseado conservar el túnel, probablemente no hubieran utilizado un sistema tan tosco.

La tierra del túnel es blanda y arcillosa, muy diferente de la de Cormanthyr o la de las calles de la ciudad. Quizá se deba a la humedad del río, que se filtra entre las rocas y reblandece la tierra. Conforme avanzan, puede ver raíces asomando sus zarcillos por las paredes y el techo. Espero que no sea el bosque de Arch...

Con la mirada puesta en el techo, se entera del accidente de Bronas por el estruendo. El ruido de madera partiéndose en pedazos bajo el peso del enorme bárbaro, el grito de sorpresa y el choque de la carne contra el duro suelo. El semiogro se burla del accidentado, y Mitheitel, que ha reaccionado rápidamente, está tratando de ayudar al hombre a salir del hoyo. Más te vale que no acepte tu ayuda, piensa Silbido, o acabarás ahí abajo, con el brazo fuera del hombro. Es evidente que, en todo caso, puede salir por su propia fuerza.

Y mientras el bárbaro trata de salir del agujero, otra amenaza surge del suelo. Todos se dan la vuelta al escucharlo. Madera golpeando madera, y crujidos, como los de las articulaciones tras pasar un buen rato sin cambiar de postura. No, no es madera. Ante sus ojos, huesos humanos se alzan del suelo, se elevan en el aire y se conectan como un puzzle, tomando la forma de patéticas caricaturas descarnadas de lo que una vez debieron ser hombres.

El semiorco grita, pidiendo paso. Silbido, con las piernas paralizadas, contiene la respiración y mira a derecha e izquierda. No parece que los demás estén aterrorizados, o siquiera demasiado sorprendidos, debe ser algo normal. Algo que no ha experimentado por su forma de vida. Seguro que, de haber tenido una vida normal, hubiera estado acostumbrada a ver cadáveres recomponerse y moverse. Sin duda los habría visto acercarse desde sus tumbas, con los escudos levantados y las armas a punto, en formación, como soldados de los libros de historia. No te asustes, Silbido, no son más que esqueletos, un flechazo a esta distancia bastaría para arrancarles el cráneo, o el brazo. No son peores que un jabalí, o que un oso. O que un hombre. Son solamente huesos.

La niña aprieta los dientes, da un paso atrás para dejar ocupar su posición al semiorco, coloca una flecha en el arco, y suelta la cuerda.

Tras escuchar aquel sonido me giré por propio instinto. De pronto vi como unos esqueletos comenzaban a armarse bajo mis pies y quedaban muy pegados a mi. Realmente me preocupó la situación. Nunca había visto ninguna criatura de aquel estilo, y sin duda, mi preparación me había dificultado en gran modo hacerme cargo de ellos. Además, me había explicado que aquellas criaturas tenían pocos puntos débiles.

Por suerte había sido previsor y hace tiempo me hice con una maza bien pesada que me ayudaría en estos casos. Su doble naturaleza me facilitaría el trabajo de acabar con ese montón de huesos, así que gritando tan sólo "Cuidado" para advertir a mis compañeros me abalancé sobre las criaturas tratando de discernir parte de su anatomía.

Por mucho que lo intentaba no tuve suerte, tan solo eran un saco de huesos, pero lograban esquivar mis movimientos con una gran soltura y habilidad. Quizá sería mejor dar un paso hacia detrás y dejar paso a los mayores.

La elfa actúa a toda velocidad, y en cuanto Bronas desaparece tragado por la tierra, se dirige hacia allí con su familiar esquivando las piernas de Ark y de Ugdush, y ladrando hasta que la tranquiliza. Viendo a Bronas levantarse del fangoso fondo de la trampa de foso, saca una útil cuerda de su mochila. Y viendo que no hay roca ni estalacmita a la que fijarla, ata con ella a la perra, aunque difícilmente podría un animal de treinta y cinco kilos jalar el enorme peso del bárbaro.

Detrás, Heian alarma al grupo del espantoso comité de bienvenida que sale de entre la tierra; "¡Cuidado!". Luego, con gran agilidad, saca un arma pesada y roma de su funda y se dispone a atacar a una de las criaturas. Sin embargo, el monstruo carga con un escudo herrumboso que rechaza fácilmente su embite.

La luz ténue del aceite que arde ilumina a Silbido, que se dispone a usar su arco a quemarropa contra los no muertos. Cuando se echa atrás para conseguir ángulo choca con el inmenso pecho de Ugdush, pero afortunadamente para ella el medio orco la aparta sin contemplaciones, ocupando su lugar. Sin pensarlo dos veces, mientras es arrastrada hacia atrás, apunta y suelta la flecha.

Con un crugido, el proyectil se inserta en el cráneo de uno de los monstruosos atacantes, entrando por la cuenca ocular y saliendo por el cogote. Y se queda ahí, tan pancha. El esqueleto reacciona levantando la cimitarra para asestar un golpe, pero cuando echa el brazo atrás éste se desprende de su cuerpo, seguido por la cabeza, que rueda por el suelo, y finalmente el resto de la estructura. Deshecha la magia que unía al no muerto, el esqueleto se convierte sólo en simples huesos desparramados.

Pero la criatura no está sola, y ahora Heian y Ugdush están ocupando el ancho del conducto. El que estaba detrás del primer eliminado se lanza con la cimitarra por delante, pero el experimentado guerrero medio orco la aparta con su propia espada sin dificultad. El otro, que está luchando con Heian, lanza un ataque con un resultado todavía más patético. El suelo se encuentra embarrado, y es un poco triste ver al monstruo resbalar y bailotear como si fuera a caer de un momento a otro, con todos sus huesitos resonando (penalizador de -2 a CA el siguiente asalto).

Mientras, al fondo, Bronas consigue subir sin recurrir apenas a la ayuda de Mitheithel y su perra, y su mole imponente se levanta por encima de los demás. Algo manchada de barro y con un gracioso chichón, eso sí.

Ugdush, en su turno y después de haber parado el golpe del esqueleto, lanza un revés con su propia cimitarra, que éste desvía haciendo resbalar la hoja sobre su arma.

Los tres monstruos restantes se preparan para volver a atacar tomando impulso, (menos uno que está haciendo el gilipollas y bailoteando cómicamente), pero no tienen oportunidad de seguir luchando. De repente, una voz llena de determinación y de voluntad resuena en el túnel, y Ark avanza entre Silbido, Ugdush y Heian con su símbolo sagrado en la mano, apuntando a los engendros.

"Me envuelvo y ato a mí la fuerza del Selune, su luz guía mis pasos en la oscuridad, pues yo no temo a la noche, ella me protege, tú nada puedes hacerme. Huye, ser impío, pues yo soy el vehículo de su fuerza. Prepárate para seguir tu camino, alma desgraciada, yo te librero para que puedas seguir hacia el Juicio de Eternidad".

Los huesos tiemblan, y las criaturas se echan atrás cubriéndose las calaveras con sus cúbitos y sus radios, intentando apartarse de la influencia de la diosa Selune. Finalmente, incapaces de soportar la imponente presencia de su servidor, echan a correr como locos hasta el final del túnel, y huyen hacia el exterior precipitándose a través de la salida, penetrando en el taller del inventor y perdiéndose de vista.

Dos segundos después, escuchais los alarmados gritos de los guardias que vigilaban la puerta, y algunos gritos más, seguramente de los ciudadanos que ven salir corriendo a los esqueletos.

(Sigue...)

Podéis perseguir a los esqueletos y acabar con ellos fuera, o dejar el asunto a la guardia, comentádmelo; en todo caso no será difícil, una vez han sido expulsados por Ark.

Una vez solucionada la emboscada con un saldo de un chichón para Bronas, podéis seguir adelante por el túnel colocando algunas tablas del taller sobre el foso; no es difícil. La formación que llevéis ahora no es importante, porque no hay más trampas.

Descubrís que el túnel no es largo. Tiene unos doce metros de longitud, antes de terminar en una cuesta que sube y que desemboca en un almacén abandonado.

El primero que entre puede observar el interior diáfano de una gran nave de madera con la puerta cerrada. En algún momento debió ser un almacén de mercancías, pero ahora sólo veis algunos fardos pequeños envueltos en tela sobre el suelo de madera, polvoriento y sucio.

También hay algunos instrumentos para cavar, (palas y picos), y un impresionante montón de tierra que se alza como una montaña, casi tocando el techo del lugar.

Está claro que fue desde aquí desde donde cavaron el túnel hasta el taller del inventor, y fuera quien fuera dejó la trampa para "recompensar" a quien descubriera la estratagema. Podéis buscar para encontrar pistas, y evidentemente se abren algunas incógnitas más.

¿Registraréis el almacén?. ¿Abriréis sus puertas?. Sin duda se trata del lugar abandonado que se encontraba a uno de los lados del molino, ¿preguntaréis algo a los vecinos?. Y no olvidéis decir si habéis perseguido y destruido a los esqueletos, o los habéis dejado huir.

Próximo turno, el viernes que viene. Sed buenos y comed mucho pescado.

Me quedo de pie mirando a los esqueletos que tras la lucha y el poder del monje escapan, mira a Ark de reojo emocionada - vaya, interesante su poder, luego, le preguntaré, apenas le conozco - dejando que se vayan los esqueletos y se alejen de nosotros, pero en seguida miro hacia adelante, ato a mi perra con la cuerda sujetándola y digo - sigamos adelante, yo no volveria atras... - con unas tablas hicimos un puente así que paso por el por encima del foso en primer lugar.

Tras un rato caminando llego al final del túnel - al fin... la salida, no ha sido un túnel muy largo - subo la cuesta y entro en un almacén que parece abandonado, intento abrir la puerta del almacén pero está cerrada y pienso alguna manera de acceder al almacén, miro a mis compañeros - parece que está cerrada la puerta... voy a buscar alguna pista - busco con mi perra por la zona, la entrada, los fardos, los aperos y todo por alrededor y dejo que la perra olfatee y tire de mí por todas partes en busca de pistas. Me acerco a mi perra, la acaricio y le digo sonriente - busca Naesse.

 El norteño vió como los esqueletos huyeron hacia el molino... y que habían escapado a juzgara por los gritos de los ciudadanos.

 - Esta es su ciudad, que se ocupen los guardias de ellos, que parecían muy aburridos.

 Dicho lo cual montó una pasarela con aalgunos tableros del almacén del molino para poder cruzar y así fue como llegaron al almacén vecino del molino.

 Miró las herramientas tiradas a un lado y la enorme pila de tierra almacenada, también comprobó que la puerta estaba cerrada. Mientras el resto usmeaban por los alrededores, él sacó su manta de lana y empezó a quitarse la mayor parte del lodo que manchaba su armadura y ropas, maldiciendo por lo bajo mientras examinaba la puerta.

La puerta, de madera recia aunque algo apolillada, tiene tres metros de alto y otros tres de ancho y parece pensada para permitir el paso de carros y carretillas. Tiene una cerradura oxidada pero funcional, y la llave está echada. Como no la tenéis, solo podéis abrir la puerta de dos formas; echándola abajo a golpes, o forzando la cerradura, (Dificultad 10 debido a lo deteriorada que está).

Para el semiorco el combate contra los esqueletos prometía ser algo excitante, en el momento que chocó su hoja contra la del enemigo sintió más y más fervor por la batalla, sin embargo el tipo que les acompañaba, ese adorador de Selune lo estropeó todo a ojos de Ugdush, con sus salmos provocó que las monstruosas criaturas se retiraran presas del pavor de un devoto, pero aquello significaba menos diversión.

- ¡Eh, eh! ¡¡volved!! ¡aún no he acabado con vosotros, quiero mi hueso! - gritó en vano, puesto que no tenía ánimos ni especial interés en perseguir a todo un grupo de esqueletos que terminarían siendo abatidos por la guardia de la ciudad, y para colmo no recibirían ningún extra. Continuó caminando siguiendo a sus compañeros.

- Para tener como aliados a esos roñosos - dijo refiriéndose a los esqueletos - creo que el que buscaba a nuestro hombre puede ser alguien peligroso - finalmente se detuvo en cuanto encontró la salida de aquel túnel, se estaba logrando avanzar en la investigación más rápido de lo que creía, los picos y la tierra amontonada en el suelo dio lógica al túnel que acababan de cruzar, pero lo último que se le apetecía hacer es pasar más tiempo bajo techo, en cuanto to tuvo la oportunidad procuró salir al exterior para saber exactamente donde estaban, respirar aire fresco y ya de paso buscar algún indicio de donde pudieron ir los secuestradores, pero se encontró con la puerta cerrada, la cual no dudó en intentar abatir a mamporrazos.

 Terminando de quitarse el lodo, o en su defecto la mayor parte de ese, el norteño ve como Ugdush intenta abatir la puerta.

 - ¿Que pretendes? Creo que sería mejor que no se supiera que hemos encontrado hasta donde llegó el artista, con suerte crean que los esqueletos y el foso nos disuadieron en la búsqueda. Así tal vez tengamos un poco de margen para ampliar la búsqueda.- Mirando hacia el resto del almacén añade.- Además, tal vez haya algún rastro interesante en este almacén que nos de más información. Por ejemplo ¿Quién trajo la carreta para llevarse el cacharro ese?

 Siendo o no unos razonamientos acertados, lo que sí sorprende es que los haga un tipo como el norteño, que siendo tan grandote y fuerte parece más una bestia que un humano. Tal vez sepa más cosas que las que parecen a simple vista...

El semiorco se detuvo unos instantes para escuchar a Bronas, le miraba directamente a los ojos y aunque parecía que su razonamiento era lógico y coherente, para Ugdush aquello no eran más que palabras que entorpecían su manera de buscar la libertad

- O ayudas o me dejas en paz - gritó claramente mientras volvía a aporrear.

- Tampoco creo que pase nada por que de un poco el aire, me estoy comenzando a agobiar ¿entiendes? agobiar, y quiero salir de este sitio, a estas alturas no creo que pase nada porque sepan de este lugar, dudo mucho que afecte a esta investigación, vosotros mientras tanto seguid husmeando cual ratitas, seguid seguid - acto seguido siguió centrándose en la puerta.

 El norteño tiró a un lado la manta hecha un asco de lodo.

 - Pues si te agobia el estar encerrado aquí... haberte lavado JAAJAJajaja, por todos los dioses un perro muerto hace dos semanas huele mejor que tú. En fin, mejor intento disuadir a la pared que a tu dura mollera.

 Dicho esto el norteño se quedó miranado al mestizo, esperando ver su reacción.

Ugdush se detuvo de nuevo y gimió, parecía que no le gustaba que le interrumpieran pero a fin de cuentas siempre terminaba cediendo y dando atención a las fuentes externas.

- ¿Que no me lavo? - dijo mientras alzaba su brazo derecho y después el izquierdo, olisqueando cual can sus axilas. Por unos instantes hasta en su rostro se pudo contemplar repugnancia, quizás había pasado mucho tiempo antes de que hiciera ese gesto por última vez.

- Pues puede que tengas razón ¿y qué? una cosa no quita a la otra, ¡quiero salir de aquí! - siguió aporreando.

 El ilushkano desentendió del mestizo, mientras se fue a dar un vistazo por el almacén en busca de alguna cosa que le pudiera ser de utilidad para la búsqueda que tenían entre manos.

Contemplo orgulloso , como los esqueletos huyen despavoridos. Mi Diosa esta una vez mas conmigo envolviéndome y cuidándome de todos los males que me acechan. Rezo una plegaria de agradecimiento en silencio mientras dejo que lo que me rodea se difumine. Después de esos breves instantes de comunión , vuelvo a la realidad para contemplar como mis compañeros han seguido avanzando por el estrecho túnel hasta lo que parece ser una nueva cámara, así que voy tras ellos.

Antes de lograr entrar en la sala el ruido de unos golpes me recibe así como el inicio de una discusión entre el bárbaro y la mole de carne del semi orco.
-Muchachos , no se apuren , si quieren puedo oficiar la ceremonia de matrimonio , mi diosa es de mentalidad muy abierta y seguro que le enternece ver como un humano y un semi orco se quieren tanto y bendice la unión.- digo en tocno jocoso cunado entro a la sala.