Partida Rol por web

Erikand escuchó con temple aquella historia. Había pasado mucho tiempo y muchas cosas desde el principio al final de la historia, y ese resumen era demasiado escueto. Sin ningún detalle, sin nada que explicase por todo lo que habían pasado. Y sin embargo era correcto. Era simple, conciso y perfecto para explicar la situación en la que estaban ahora.

Garnath escucha las palabras de su hermano y guarda silencio, como asimilando todo lo que acaba de oír; la venas de su cuello se hinchan y aprieta tanto su mandíbula que parece que sus dientes vayan a romperse en pedazos en cualquier momento. Todos alrededor temen que Garnath estalle de cólera y cometa alguna locura, pero en lugar de eso veis como sus ojos enrojecen y su voz se quiebra.
-Asi que... La pequeña por la que su madre dió la vida y a la que crié para convertirse en una orlanthi de fuertes convicciones nos ha abandonado. ¿Habrá olvidado todo lo que le ensñé durante todos esos años? -El caudillo se pasa la manaza por la cara y por un momento parece que vaya a echarse a llorar.

(Se dice que Garnath sólo ha llorado dos veces en su vida: La primera fué el dia de su nacimiento y la segunda el dia en que falleció su esposa, dando a luz a Ahrrya. Para un caudillo guerrero como él, el llanto e sun símbolo de debilidad y él mismo juró ante la estátua de Orlanth que preside el templo d elos vientos que si volvía a derramar una lágrmima, cedería su puesto a su hermano menor* y se retiraría de su posición privilegiada.)

Con voz firme y calmada prosigue sin que una lágrima llegue a recorrer su rostro.
-Confié en esas profecías que hablaban de la liberación de Brolia por medio de mi descendiente y decidí no tener más hijos confiando plenamente en Ahrrya. No sé si los dioses nos han abandonado o solo ha sido una treta de Ermual, pero ya es tarde para arrepentirse. Si los lunares vienen a por nosotros les recibiremos como se merecen, con hierro y sangre, diga lo que diga esa profecía.
Parece que los aldeanos se relajan al ver a su lider seguro y firme, por lo que recuperan un poco la compostura y se apresuran a saludaros con abrazos y vítores por haber regresado después de tanto tiempo. Incluso Vehexa, siendo una total desconocida, es alabada por su evidente fuerza y supuesto valor. Garnath concluye:
-Sé que habréis hecho un largo camino y tendréis mucho que contarnos. Habeis hecho bien volviendo aquí. Celebraremos vuestro regreso como merecéis. Bienvenidos a casa.

Una vez acomodados cada uno en el espacio que el clan les asigna Swen se acerca a Kenvent.

- Quiero mostrarte algo en un lugar retirado. Quizá podamos averiguar que pretende tu sobrina o que pretendían los lunares de ella -su mirada brilla en una mezcla de orgullo y odio-. La zorra lunar está bajo mi control. Pero nadie más debe saberlo.

Swen niega con la cabeza como si discutiera sus últimas palabras, aunque finalmente asiente con resignación.

- Como mucho tú y tu hermano.

Le doy un fuerte y prolongado abrazo a mi hermano. La noticia debe haber sido tan dura para él como lo fue para nosotros, o incluso más. Luego abrazo y saludo al resto de familiares y gente de la aldea, sin que la alegría del reencuentro logre arrancarme más allá de una leve sonrisa.

Más tarde, le explico a Garnath todas nuestras peripecias con mayor detalle: cómo luchamos contra las wyvernas, cómo vencimos a los muertos vivientes de la torre y después nuestro misterioso viaje hacia el desierto y la travesía por las tierras de los trolls y más allá. Le cuento lo último que nos dijo Arrhya al traicionarnos, el hecho de que lideraría al ejército de la Luna Roja.

Le cuento cómo cada uno de mis compañeros hizo todo lo posible para recuperar a Arrhya. Y le cuento cómo Loranda nos salvó la vida a todos al frustrar los planes de Felkenna; cómo Aldar acabó con ella con un certero disparo de flecha; cómo Kilder liquidó a varios soldados lunares con su magia del fuego; cómo Vehexa combatió ferozmente en inferioridad numérica, cómo gracias a los escarabajos de Erikand nos hicimos invencibles y cómo Swen nos protegió a todos con sus espíritus.

También les pido a Loranda, a Kilder y a Vehexa que le cuenten a mi hermano cómo les fue en el ejército lunar.

Al principio sonrío al oír las palabras de Swen, creyendo que es otra de sus conversaciones sin sentido con el aire. Sin embargo, su mirada fija y el respeto que se ha ganado con su habilidad mágica, me hacen dudar de inmediato.

-¿Qué? ¿Qué... qué quieres decir con que tienes a la zorra bajo control? Pero si Loranda le cortó la cabeza... Un momento -digo empezando a comprender-. ¿Te refieres a su espíritu? -exclamo asombrado.

Swen sonríe con malicia mientras percibe como Kenvent va dándose cuenta de que es lo que le ha dicho.

- Sí -la respuesta es rotunda-. Y está bajo mi control.

Su gesto delata algo de vergüenza antes de continuar.

- Reconozco que al principio me llevó sólo la rabia, quería haber permitido que Randan destrozara su alma en la lucha pero Loranda se me adelantó. Luego, aún ardiendo la frustración en mí, dediqué mi primera excursión al otro mundo a buscarla... ¡y la encontré! Su captura me obligó a perder parte de mi fuerza en favor de mi otro yo, ¡pero lo hize con gusto! Al principio sólo pensaba usarla en combate contra sus propios aliados, usar su magia a nuestro favor y a ella misma como hice con el pozo de miedo. Pero el viaje me ha hecho ver que tenerla en mi poder abría un abanico de posibilidades impensado. Más aún cuando logré saber gracias a ella que pretendía Kilder al acercársele: congraciarse con una hembra, como sucede siempre con todas las que están cerca de él -sonríe-. ¡¿Imaginate si supiera que la tengo en mi poder?! ¡Ardería por dentro! -su rostro muestra enorme disfrute de pensar en ello-

Mira al líder orlanthi esperando su reconocimiento y aprobación.

- Ahora es cuestión de decidir que necesitamos de ella, retirarnos a un lugar apartado y formularle las cuestiones que se nos planteen. Con o sin tu hermano, esa elección te la dejo a ti.

Swen asiste en silencio al relato de Kenvent. Sólo en un momento cambia su gesto: cuando mencionan cual era la verdadera mercancía que Joh Mith trasportaba para los trolls -escupe al suelo y suelta una maldición-. Finalmente se retira, no sin dedicarle antes una mirada a Garnath -un implícito "te lo advertí" se lee en ella-.

Erikand saca la "photox" durante la parte del relato que toca. Es sin duda una gran magia la que hicieron esos renacuajos. Conforme la historia va avanzando Erikand va asintiendo y ayudando a Kenvent cuando le falta algún detalle. Finalmente, Erikand se calla y se ruboriza un poco durante el relato del "combate final". Lo único que hizo fue darles los escarabajos...

Relato brevemente como nos ha ido en el ejercito, la fase de entrenamiento y las pruebas que tuvimos que realizar para demostrar que eramos competentes. Las misiones que nos encargaron y como finalmente nos ganamos la confianza y el reconcimiento de nuestros superiores, menciono tambien que Kilder fue ascendido y que se convirtio en nuestro lider y guia. Tras el breve resumen doy las gracias a Garnath por acogernos y le transmito mi sentimiento de pesar por no haberle devuelto a Arryha. Finalmente entrego al jefe del clan la bolsa que contiene la cabeza de Felkenna y le prometo que no sera ella quien perturbe de nuevo la paz de la aldea. 

Mientras el resto pone al día a Garnath, me mantengo un poco detrás, apuntando alguna cosa al relato de Kenvent, pero mi cara deja traslucir la profunda amargura que siento al haber fracasado en nuestra misión. Soy más fuerte, mejor cazador que nunca, pero eso no me conforta ¿Qué ocurrirá cuando vuelva la niña?

Guardé silencio todo el rato, simplemente escuchaba como hablaban los demás.

A decir verdad, no tenía ninguna gana de explicar lo que había conseguido, y mucho menos, mis pequeños desengaños. El volver allí era un pequeño fracaso más en mi vida.

Ver que como mínimo me loaban en alguna de mis proezas me llenaba de cierto orgullo al igual que haber cuidado bien de las chicas, al igual que ellas de mi.

Salí en silencia y me dirigí a mi antigua choza, a descubrir como estaba, y si seguir sin ser habitada por nadie.