-Gracias, Vehexa -le digo a mi compañera sin apartar la mirada de mi adversaria.
-Arrhya, estaba deseando enfrentarme a ti -digo con rabia apenas contenida-. No solo has traicionado a tu padre y a tus amigos, también has traicionado a tu pueblo y has tratado de borrarlo del mapa con trucos sucios, usando las fuerzas del Caos. Aun así, hemos derrotado a tu ejército y ahora me toca a mí darte una buena zurra. Es hora de que pagues por todo lo que nos has hecho.
Dicho esto, trato de despertar el espíritu de mi espada, sin éxito. Luego alzo los brazos hacia el aire e invoco la ayuda de Orlanth, para me que proteja en este combate. Un pequeño vendaval de aire mágico me rodea y sé que el Rey del Trueno me observa con atención. Después, aprieto con fuerza la empuñadura de la espada, me afianzo bien el escudo, y me preparo para acabar con Arrhya para siempre.
-¡Uaaaaaarrrrh! -grito al lanzarme al ataque.
Motivo: Cuchilla Afilada-2
Tirada: 1d100
Dificultad: 28-
Resultado: 43 (Fracaso)
Motivo: Cuchilla Afilada-2
Tirada: 1d100
Dificultad: 28-
Resultado: 85 (Fracaso)
Motivo: Escudo-II
Tirada: 1d100
Dificultad: 74-
Resultado: 5 (Exito)
Motivo: Ataque con espada
Tirada: 1d100
Dificultad: 102-
Resultado: 92 (Exito)
Motivo: Daño de espada
Tirada: 1d10
Resultado: 7(+3)=10
Motivo: Localización
Tirada: 1d20
Resultado: 17
Motivo: Detención con escudo
Tirada: 1d100
Dificultad: 93-
Resultado: 75 (Exito)
¡Por Loranda!
Ahrrya espera el movimiento de Kenvent para abrir su guardia y sin ningún tipo de defensa, se lanza contra la espada de su tio, que se clava irremediablemente el el lado derecho de su pecho. Tal movimiento deja perplejos a los presentes, especialmente a Kenvent que suelta su espada mientras Ahrrya cae de rodillas, herida de muerte. Cuando mira a Kenvent sonríe y sus ojos vuelven a ser los de la niña que antaño conocisteis.
-Tio.. tio Kenvent... Siento que te haya tocado a ti... Pero debía ser de este modo.
Ahrrya sostiene la espada con ambas manos para evitar que se mueva y poder seguir hablando.
-Las profecías... Mi padre tenía razón... Y también Felkenna. No eran dos profecías opuestas, sino dos partes de la misma... Ambas eran ciertas... Y lo descubrí cuando estuve en la universidad. Yo debía liderar al ejército lunar... y liberar a Brolia con mi derrota. Esta era la única forma. Siento haberos engañado...
Ahrrya tose y sus labios se tiñen de rojo. Con esfuerzo se acuesta en el suelo y se arranca la espada del pecho.
-Con esta sangre libero a mi tierra... Me marcho sabiendo que lo he hecho bien... Os agradezco ...(toses)... lo que habéis hecho por mi... Habéis recorrido un largo camino y... (más toses)... Os agradezco lo bien que me habéis cuidado... Todos vosotros... Loranda, Aldar, Vehexa, Erikand, Swen, Kilder... y tu Tio Kenvent... Muchas gracias a todos.
Ahrrya expira y la lluvia cae con mas fuerza. Miráis al cielo y el victorioso guerrero se desvanece lentamente, pero antes de desaparecer podéis ver que sus ojos son los mismos que los de Ahrrya.
El caudillo aparece justo detrás de Kenvent con la aparencia de un demonio cubierto de sangre. Arroja sus espadas al suelo y se arrodilla ante el cadáver de su hija.
-Ahrrya. ¿Por qué los dioses han depositado una losa tan pesada sobre tí? ¿Por qué has tenido que arrastrar semejante peso durante toda tu corta vida?
Garnath abraza a su hija y podéis ver las lágrimas resbalando por su cara a pesar de la lluvia y la sangre que le cubren. Después levanta la vista hacia el tormentoso cielo y exclama.
-¡Yo reniego de vosotros, dioses! ¡Ni los vientos ni las tormentas, ni todas las tierras del mundo merecen decidir sobre la vida de alguien!
Dicho esto se levanta y se dirige a los presentes.
-Enterrad a Ahrrya como se merece. Yo voy a marcharme de aquí. Kenvent, hermano, cuida de Brolia y de sus gentes. Mi camino ya ha terminado.
Y así regresáis a la aldea, entre los gritos de los heridos y de aquellos que todavía son asesinados bajo la lluvia. Cientos de cuerpos se amontonan por todas partes y no podéis distinguir quiénes lucharon en vuestro lado y quiénes contra vosotros; solo veis hombres valientes que dieron su vida siguiendo las órdenes de sus superiores y que nunca tendrán una tumba.
A pesar de la victoria la aldea ha sido arrasada, sus empalizadas derribadas en algunos puntos y casi todas sus casas incendiadas, incluyendo el templo de Orlanth, que los aldeanos se apresuran a apagar ayudados por la lluvia.
Aldar se ha marchado, ha regresado al lugar donde nació; Kilder se ha marchado también, guardando en su poder algo que Swen le entregó; y Loranda, a pesar de haber perdido los dos brazos, sigue con vida, gracias a la magia del mago que siempre la ha acompañado.
Loranda, Erikand, Kenvent y Vehexa, podéis despedir la partida com creáis conveniente. Los otros dos tendréis que hacerlo en el off topic, pero no os cortéis.
A lo largo de estos dias iré subiendo el epílogo para vuestro goce y disfrute.
Mientras regreso a la aldea con Vehexa, la escena se desarrolla ante mis ojos una y otra vez. La veo muriendo lentamente, mi mirada perdida, a través de las aberturas del yelmo, en los ojos de Arrhya.
-No... no... a... Arrhya... -balbuceo con el ceño fruncido, mientras doy un paso atrás y el escudo se desliza de mi mano y cae pesadamente al suelo.
Todo el odio que había acumulado contra mi sobrina, todo el esfuerzo del entrenamiento de los últimos cuatro años, todo el ímpetu que había reservado para ese combate, deja paso repentinamente a un extraño vacío. El aire parece haber desaparecido de mi pecho, mientras en mi cabeza, sigo intentando comprender lo que acabo de ver y oír.
Oigo gritos de alegría y otros de agonía, pero todos parecen lejanos. Vehexa me dice algo y asiento, sin decir nada. Veo a Erikand, ensangrentado y fatigado, y le doy un abrazo casi sin apretar. Más tarde, al encontrar a Loranda, le doy también un abrazo y entro en la aldea con Vehexa y los demás. Pero Aldar, Swen y Kilder ya no están. Mi hermano se ha marchado. Arrhya está muerta. Ya nada volverá a ser igual.
- Dioses juegan con humanos de forma cruel - dice Vehexa con cara de tristeza. Cogiendo la mano de Kenvent, vuelven juntos a la aldea, en busca de los demás. Ver a Loranda le produce sorpresa y tristeza, pero rápidamente una sonrisa melancólica se dibuja en su casa: al menos su amiga está viva.