Partida Rol por web

Torlo, al ver que el ataque sorpresa no ha resultado todo lo efectivo que esperaba, procede a enarbolar su bastón a dos manos, esperando una mayor eficiencia esta vez; lanza un sonido gutural entre gruñido y grito -¡¡GÑIAAAAAAA!!.

Su criatura, ahora en la melée, se vuelve más peligrosa, se levanta sobre sus patas traseras y deja caer todo su peso con un ataque demoledor de sus miembros delanteros sobre el crustáceo, tras esto, le intenta propinar un mordisco pero fracasa.

Con la mirada fija sobre la criatura, y tan decidido que pareciera que estuviera a solas con ella en la estancia, se mueve rápidamente buscando un punto trasero desde el cual asestar un tajo que no sólo corta sino que destroza a la criatura en pedazos.

Atónitos frente a la brutalidad del impacto, tardáis un segundo en notar que la pulpa que discurría por el interior del crustáceo ahora está pegada en vuestra ropa y piel.

—Parece que no molestará más... —dice con un tono que os resulta un poco falsa modestia.— En fin, recojamos todo lo que podamos y partamos de nuevo hacia la playa... no vaya a ser que nos echen de menos.

Se acerca al cadáver del joven, picoteado y con trozos de carne desprendidos de la cara y los brazos, y con resignación cierra los párpados delicadamente. —Que los dioses le den reposo... descansa en paz, amigo.

Dirige la mirada hacia Aerys, y con una docilidad repentina le comenta. —¿Estás bien? Buscaremos algo para curarte esos rasguños...— Y comienza a rebuscar por la estancia en busca de útiles.

Antes de ponerse a rebuscar entre los restos, Torlo da varios golpecitos con uno de los extremos del bastón a la criatura muerta, por si todavia se moviese. Una vez confirmado, el gnomo exclama con alegría - ¡Haha! ¡Chúpate esa, centollo! ¡Muy bien hecho chica!- dirigiéndose a la tortuga- Ehm...si, claro, eeeh...a veeer...- dijo en lo que perdía la mirada entre los escombros- Oye, ayúdame a buscar comida y cosas así, ¡pero no te la comas!-dijo apuntandole con el dedo y esbozando una sonrisa.

Miro al gnomo con una sonrisa en la cara:

- Vos deberíais haber ido para poder anotarlo en vuestras historias, además el agua no es mi elemento y con Torlo y su criatura tendrán suficiente ayuda por lo menos para escapar.

Miro al naufragio a ver que puedo ver.

Lázaro los mira, sin inmutarse. Mira a todos lados y luego, con un suspiro, recoge sus cosas y se levanta.

— Id, anda, también es mala suerte que vaya a morirse ahora —dice—. Yo voy a avisar a los otros, que de poco os puedo servir contra serpientes gigantes.

Hace un gesto de repulsión ante la mera idea de enfrentarse a serpientes gigantes y sale corriendo hacia donde están los otros.

Asiente al alquimista, su inquietud contrasta con la calma del pelirrojo. 

Vamos bardo, guíanos!- se prepara para seguirle mientras hace un gesto a Lunizk para que haga lo propio.

De repente al escuchar las palabras de Gabriel, todo su rostro de pánico y sudores frios  se cambian, y en solo unos segundos retoma la compostura de altanería y con un rostro serio casi mostrando asco dice.

Ladea la cabeza confundido por un momento, sin saber muy bien como reaccionar a las palabras del bardo. 

- ¿A quien llamas afeminado?, no soy yo quien se pasa el día huyendo de todo, amigo- casi parece escupir la palabra. 

Pone los ojos en blanco y se dirige hacia la jungla, pendiente de las huellas de Rigodonidas. Un ligero cántico escapa de sus labios, una letanía apenas perceptible.