"¿Que dios maligno, que aciago destino impulsó a nuestro rey a ordenar tal tropelía? Oh, madre mía, ¿porque me engendraste sólo para ver como desaparecía de mi tierra el pueblo del alba?".
De la crónica de Sygmus Raedian, bardo y poeta.
Son tiempos malos para el reino de Taldor. Tiempos peores no se han visto en muchos siglos.
Aunque en su día fue el mayor imperio del Mar Interior, ahora ha perdido casi todas sus colonias a manos de sus enemigos. La actual guerra contra Qadira, en el sur, es un desastre, un sumidero que engulle el oro y la sangre de los más valientes caballeros, pero el orgullo y el honor real impiden detenerla. El pueblo gime bajo los elevados impuestos. Y por si fuera poco, una plaga de insectos (no sólo lagostas, sino ankhegs y stirges) asolan los campos.
Los consejeros del rey han dado con una respuesta a la crísis: tienen el enemigo dentro del reino. ¡Hay que expulsar la iglesia de Sarenrae y prohibir su culto!
Aunque Sarenrae es una diosa del bien y de la luz, es también la diosa nacional de Qadira, el enemigo. Sin duda esos malditos estan aliados con los malditos sureños y son quienes informan de nuestros planes, envenenan nuestras cosechas y atraen a los monstruos.
El rey Stavian I duda, pero todos los rumores de la Corte parecen indicar que se adoptará una decisión al respecto inmediatamente (eso en tiempo "Real", significa varias semanas).