Muchas eran las puertas cerradas con gruñidos u ojos puestos en blanco, y más todavía aquellas que ni siquiera se dignaban a abrirse, algunas por no tener quién las abriera, otras por fingir esa misma condición y otras menos decorosas dejaban que se filtrara un grito con la fuerte recomendación de no volver.
Muchas eran las veces que una madre había recordado a su hija que no debía abrir la puerta cuando no hubiese nadie en casa. Y más todavía las veces que la hija había llegado a la conclusión de que ella era alguien, y que con su presencia bastaba para atender a quién llamase a su puerta si así se le antojaba.
Así como ninguna de esas puertas cerradas llegó a golpear el ánimo del chico, ninguna de esas advertencias se interpuso en el camino de ella para encontrarse.
Y aunque en aquel momento ninguno de los dos lo sabía, ese verano de 2006*, no solo se conocieron dos vecinos, sino que una piel encontró a su pincel, y dos almas opuestas, una amistad.
* si os he entendido bien.
Las primeras cuatro puertas no habían sido suficientes para cansarme, y tampoco lo habrían sido cuatrocientas. Todo el mundo sabía lo que un nuevo vecino debía hacer, y algunas personas ocupadas o pilladas en mal momento no iban a quitarme las ganas. En mi piso me esperaban un colchón en el suelo, una maleta y una caja y tampoco tenía prisa por volver. No estaba dispuesto a perderme ni un minuto de esta nueva vida que al parecer me esperaba.
Al llamar a ese nuevo timbre lo hago usando la mano libre. En la otra hay una fuente metálica cubierta por papel de plata. La ropa que llevo es cómoda y podría pasar por vieja para los ojos de la mayoría, pero probablemente le queden aún varios años más de uso. Pantalones grises y una camiseta amplia. El calzado son unas deportivas tan oscuras como mis ojeras. Tras presionar el botón observo con atención la mirilla buscando cualquier cambio de luz mientras voy pasando el peso de una pierna a la otra, expectante y con ganas de conocer a uno más de estos adorables vecinos.
Correr me despeja la mente, me gusta agotar mi cuerpo, mientras la música resuenan en mis oídos, haciendo que todo se empape entre sudor, el eco de mi respiración y el volumen de la música, que me permite acelerar el ritmo en el clímax de algunas canciones. Quiero correr hasta la extenuación, tengo una decisión tomada, que quiero hablar con Madre, y sé que no le va a gustar, pero es lo que yo he elegido, no puedo retrasarlo más, quiero tomar ese sendero y no quiero que me odie por ello.
La carrera me ayuda aunque no soluciona mi problema; a pesar de los pesares las endorfinas corretean por mi cuerpo hiperactivo. Subo las escaleras corriendo, con el chándal, cantando.
- For the life that I take, I'm going to hell! For the laws that I break, I'm going to hell! For the love that I hate, I'm going to hell! For the lies that I make, I'm going to hell!
Grito con los ojos cerrados, la llaves en la mano… ¡Ups! cuando los abro casi me doy de bruces contra un chico que está ¿llamando a mi puerta?
- ¡¡HOLA!!!! – grito, más alto.
Abro mucho los ojos, en ese momento me doy cuenta de que la música en mis cascos está altísima y le he pegado un grito horrible al chico ¡eh! ¿De qué me suena? Me quito los cascos enseguida.
- Coño, perdóname, soy una inútil de cojones, llevo la música a toda hostia.
Me quedo como un pasmarote, con las llaves en la mano, la respiración acelerada por el ejercicio, sudorosa. En serio ¿Por qué me suena tanto?
Me encuentro a punto de marcharme, dando por hecho que esa es otra puerta tras la que no hay nadie a esta hora y apuntándola mentalmente para volver más tarde, cuando el ruido de alguien acercándose me hace desviar la mirada. Y es al encontrar a esa chica dirigiéndose hacia mí que me aparto un par de pasos, deseando por un momento que la persiga la policía, o algo así de genial.
Al recibir aquel grito de saludo le dedico una sonrisa, que se amplía aún más con sus siguientes palabras. Qué natural. Mola.
—No hay nada que perdonar —le digo entonces, agradeciendo que alguien me dedique tantas palabras seguidas. Vale, al menos tres de ellas son tacos, pero eso es lo de menos.
Dicho aquello guardo silencio un instante, y al fijarme en sus llaves termino de entender por qué se dirigía a mí. O, bueno, no a mí, sino a su propia puerta. Doy un paso más al lado, dejándole espacio para abrir si quiere. Mirándola bien la chica me resulta familiar, pero es algo que me pasa con frecuencia, así que no digo nada al respecto.
—Soy Austin, vecino del quinto —me presento como si aquel fuera mi apellido. Entonces extiendo la bandeja hacia el frente con naturalidad, como si conociera a la chica desde hace años—. ¿Galletas?
La música sigue sonando alta desde los casos, se escucha claramente aún sin ellos, miro un momento mi móvil ¿Tan alta la llevo? Pauso la música. Sonrío examinándolo con la mirada tranquilamente, aun echando el pulmón por la boca de la carrera.
- Encantada VecinoDelQuinto, yo soy Areli LaSorda.
Río divertida, saludando automáticamente con el saludo militar de llevarse la mano a la frente, pero algo más informal, y miro sorprendida la bandeja de galletitas que lleva, doy un saltito
– Qué bien huelen, coño.
Cojo una sin perder tiempo y me la llevo a la boca mientras abro el cerrojo y la puerta de par en par, indicándole que pase si quiere.
- Pasa, pasa si quieres ¡qué ricas! ¿Las has hecho tú?
Dejo tiradas las llaves en el cuenco de cristal de la entrada, y me quito la caqueta, qué calor. El piso esta perfectamente ordenado, huele a vainilla, y todo, todo, está en su sitio.
He estado ojeando Airbnb para el pisos en NY, y yo calculo que esa lata de sardinas la e va bien xDDD como estamos en el mismo edifico, mira a ver si te gusta porque serán parecidos! =)
Al escuchar la presentación de la chica ladeo un poco la cabeza, dedicándole una sonrisa tras su chiste y respondo a su saludo de una forma similar y efusiva. A lo mejor lo que pasa con la otra gente del edificio es que esta chica les ha chupado toda la energía.
En cuanto me invita a pasar hago lo propio sin plantearme siquiera que ella pudiera ser una asesina o yo su nuevo ingrediente para las comidas. Observo la estancia a la que da la puerta y la repaso con los ojos, midiéndola sin pensarlo con mi piso.
—Yo creo que el mío es más grande—valoro, llevando la vista al fondo—. ¿Eso es una terraza? —pregunto, acercándome a mirar como si aquella fuera mi casa—. Sí, claro, las he hecho yo, ¿te gustan? —digo antes de volver a mirarla, y no tardo en aclarar algo sin que quede claro si lo que digo me parece bueno o malo—. Y no llevan maría.
—La verdad es que está chulo el sitio, muy bien aprovechado —enuncio sentándome en la encimera de la cocina, echado hacia adelante para no darme en la cabeza con los armarios superiores. Mis movimientos son cómodos y ágiles, y mi actitud parece casi la de alguien que visita una casa por primera vez—. ¿Vives sola? —pregunto al final, con la naturalidad de quien ni se plantea que pueda sonar como algún tipo de pervertido.
Me quito las zapatillas nada más entrar y las dejo en el zapatero, perfectamente ordenadas. Luego me dirijo a la nevera para beber agua, casi un litro de trago, no reparo en el chico, es decir, es un desconocido, que he invitado a entrar en mi casa como si nada. Madre me echaría una bronca del quince, pero estamos en verano, siempre me dejan un par de semanas sola en casa y se piran de vacaciones los pocos meses que padre tiene permiso.
Una vez termino casi asfixiándome bebiendo agua de trago, paro para respirar, y sonrío mientras el chico examina la casa y se sienta sobre la encimera.
- Con mi madre – murmuro, con la boca llena de galleta – mi padre nunca está. Joder, están de puta madre – me meto otra galleta en la boca, llenándola de nuevo - ¿Las haces con maría también? – Pregunto curiosa.
Me dejo caer sobre el sofá, cansada, resoplo, necesito una ducha.
- ¿Has ido puerta por puerta con las galletas? Pobre de ti, los putos vecinos son gente muy rancia, este edificio es un cementerio. ¿Eres nuevo en Nueva York?
Cierto, me había olvidado de sus padres xDD Añadimso un cuarto más a la casa diminuta xDD
Al ver que ella se ha quitado las zapatillas me siento tentado de hacer lo mismo. No sólo por comodidad, sino porque sé que hay gente que prefiere que todo el mundo esté descalzo en su casa. A lo mejor son de esos. Y de ser la mía, a mí tampoco me importaría. Sin embargo me quedo esperando un instante, intentando saber lo que se espera de mí.
Sin embargo ese instante pasa mientras la veo beber. Y otro. Y otro. Y cuando parece que va a terminar con el agua de la ciudad se detiene y le dedico una sonrisa.
—Claro —respondo a su primera pregunta—. Pero no mola irlas dando puerta por puerta sin saber si hay algún alérgico —explico, como si de verdad ese fuera el motivo para evitarlas—. Tengo hechas en casa, súbete luego si quieres —ofrezco con naturalidad.
Dicho eso asiento a su pregunta sobre lo de ir puerta con puerta y me encojo de hombros.
—Bueno, tampoco me han amenazado de muerte, o no demasiado —bromeo—. Pero bueno, de todas formas la mayoría no estaban en casa. Y no, soy de aquí de toda la vida, pero de la otra punta. Ahora me han dado una especie de beca para hacer unas cosas aquí cerca, y mi hermana ha insistido en que tenía que aprovechar para irme de casa -explico antes de hacer un gesto con la cabeza—. ¿Y tú? ¿De aquí de siempre?
El chico sonríe con naturalidad, mientras yo lo miro, algo extasiada ya después de todo el ejercicio, llega la paz.
- ¡De puta madre! Nunca he probado galletas con alegría, – lo miro curiosa, es raro el motivo que ha dado por lo de las galletas, pero mola – si me hago adicta tendrás tú la culpa.
Lo señalo, sonriente, evidentemente es una broma, bruta, directa, como un gancho de derecha, pero joder, yo soy así siempre. Si se tiene que asustar, como todos mis colegas, que ya casi no me queda ninguno, pues coño, que se asuste ya.
- A mí me has pillado de milagro, si no me coges entrando, me coges en la ducha, que debería yo ducharme, huelo como un puto horco de Mordor – me encojo de hombros, capaz soy de abrir con la toalla medio puesta, chorreando... sonrío ante el pensamiento - ¿Una beca? ¿De qué? – pregunto curiosa, - así que vives solo… joder, qué suerte, a mí no me queda mucho tiempo ya viviendo aquí, si tengo suerte me largaré en nada, y a saber dónde coño me mandan luego, pero así es la vida… - parloteo incesantemente, dando por sabidas cosas que Austin no tiene por qué saber, pero yo ni caigo, inmersa como estoy, en mi diarrea verbal – oye, si quieres podemos hacer algo luego, no sé, te enseño el barrio, aunque es una mierda de barrio, pero tiene sus cosas. ¡O si quieres ir al cine! No sé ¿Qué te gusta hacer a ti? - creo que lo estoy avasallando.
Perdón T__T ¡Que se me han acumulado muchas estos días! D=
Río con naturalidad al escuchar cómo llama a las galletas. Galletas con alegría. Sí, bueno, es una buena manera de decirlo. Quizá podría hacer varias hornadas, ponerlas en cajas de metal con ese nombre y venderlas por el barrio. Triunfarían fijo.
Luego, cuando dice eso de que su adicción sería culpa mía, me encojo de hombros, asumiendo un problema que tampoco me preocupa demasiado. Y si la alternativa es que no pruebe algo como eso, mejor que sea mi culpa a que no sea de nadie.
Acto seguido, cuando me señala indicando que era una broma, sonrío contento más por su vitalidad y entusiasmo que por otra cosa. Escucho su retahíla de información inconexa y la sigo, dejando que cada uno de mis hilos de pensamiento se ate a un retazo de sus palabras, atrapándolo.
—La beca es de unos trabajos con material reciclado —explico sin darle mucha importancia—. Cuadros, esculturas, cosas así —le digo antes de saltar a otra de las cosas que ha comentado—. Y yo encantado de que me enseñes el barrio, o de ir al cine, o al teatro —expongo antes de mirarla unos segundos, con los ojos brillantes—. ¿Tenéis teatro por aquí? Yo invito, que con la beca esa no sé ni en qué gastarme la pasta.
Después de esa oferta no dejo demasiado tiempo para que responda. En lugar de eso sigo tirando de esos hilos, recogiéndolos uno a uno para no dejar nada pendiente ahora que conozco a esta chica tan particular. Sus comentarios sobre el tiempo en el sitio y adónde la mandarían después dejan pocas opciones, algunas más interesantes que otras.
—¿Eres de acogida? —pregunto genuinamente interesado antes de que el cambio de mi tono acompañe al de tema—. Y no creo que huelas mal. Todavía —expongo antes de compartir uno de esas cosas que uno aprende y se quedan quién sabe cómo en la memoria—. Hasta que las bacterias de tu piel no empiecen a comerse los desechos de tu sudor olerá prácticamente sólo a feromonas —digo antes de encogerme una vez más de hombros y dedicarle una pequeña sonrisa, casi cómplice a pesar del poco tiempo que hace que nos conocemos—. Dale una media hora o tres cuartos —estimo. Luego me digo algo más como si fuera lo más normal del mundo—. Así que tenemos tiempo de que me cuentes tu historia. La mía no —me excuso bromeando, por no decir que la mía a mis oídos les aburre más que la suya—, porque está claro que soy más viejo, nos pasaríamos de tiempo y al final el olor nos mataría a ambos.
Sonrío ilusionada, lo cierto es que entre estudiar y entrenar, bueno vale, y que mis capacidades sociales son una puta basura, pues… digamos que no tengo muchos amigos, así que cuando correspondo el plan, y me sigue el rollo a mí me hace ilusión, coño… ¿Cómo no? Alguien con quien hablar, mola...
- En el barrio de al lado hay uno, sino podemos ir al centro, joder, estamos en NY, hay buenos teatros, si me das quince minutos me ducho y nos piramos.
Me levanto, entusiasmada, llena de energía a pesar de la carrera, y en ello estoy, pensando dónde he dejado tirado el móvil, para poner música mientras me voy a ducharme, cuando escucho su pregunta.
- ¿De acogida? – lo miro extrañada, no entiendo - ¡Ah! ¡Cooooño! Noooo, no… soy normal, vivo con mi madre, mi padre casi nunca está, es militar y siempre está en alguna que otra misión. – Lo digo en un tono de voz neutro, como torgando honor a mis palabras, no meto ninguna palabrota ni ningún palabro raro en esa frase, admiro a mi padre por encima de todo, aunque nunca esté y a penas lo conozca - ¿cómo es que has pensado que soy adoptada? ¡Eh! ¡Yo quiero conocer tu historia! Hostia, a ver, organización, vale… no quiero esperar media hora a empezar a oler a coño sucio, tú te quedas ahí, me vas dando palique, no me creo que seas más viejo que yo, yo me ducho… si hablas así con un poco de vida, yo te escucharé desde el baño. Me visto y nos damos una vuelta, joder, que has sido oportuno tú. ¡No tardo nada!
Confiada, digo todo eso como si no fuera raro ducharme mientras una persona desconocida está en mi salón. No tengo ningún problema, parezco lo suficientemente segura como para tener una solución rápida y eficaz en caso de que algo malo pasara, pero, la verdad, mirando al chico, no sé, me transmite confianza.
Me quedo sentado en la encimera mientras la chica va hablando, y asiento con la cabeza y con los ojos cuando da distintas opciones para el teatro, sin decantarme por ninguna de momento. Ya habrá tiempo de eso más tarde. Luego, cuando parece decidida a irse a la ducha mis pupilas se desvían un instante hacia la puerta, pensando si debería marcharme o algo. Pero ella misma corrige en voz alta es idea, y la acepto con naturaliad.
—Miltiar —digo asintiendo, claramente impresionado. Me plantearía si preguntar si era militar de los buenos o de los malos, pero el tono de Areli LaSorda lo dice todo—. Mola.
Acto seguido, cuando pregunta por lo de pensar que era adoptada, me encojo de hombros.
—Por lo de que ojalá te pires pronto de aquí —digo haciendo un gesto para abarcar la casa—, y lo de no saber adónde te mandarán luego.
Después de eso me echo un poco hacia atrás, apoyando mis manos en la propia encimera, mientras espero a que ella se vaya al baño o lo que sea. Entonces vuelvo a hablar alzando la voz.
—Mi historia tampoco tiene mucho —le digo—. Escribo cosas, pinto... Todo ese rollo. Hasta el año pasado estaba en el instituto de la treinta y uno, pero eso no era para mí —expongo antes de encogerme de hombros a pesar de que ella no pueda verme—. Así que después de repetir un par de veces, acabé por dejarlo.
—¿Y tú? —pregunto subiendo más el volumen—. ¿Ya has terminado?
He plazo de las escenas paralelas ya ha expirado. Voy a cerrar, si queréis terminar de cerrar asuntos entre vosotros podéis hablar por off topic o por la escena de fichas.