Las clases del mediodía tenía infinitos inconvenientes, empezando por la banda sonora de tripas enfurruñadas que acompañaban las explicaciones del profesor O'Neil y terminando por la incompatibilidad de su horario con el momento álgido de las mentes de aquellos que se atrevían a adentrarse al mundo de la filosofía.
Pero esas clases tenían dos ventajas, la primera, que en sus últimos quince minutos depuraba a los estudiantes entregados de los calientasillas; y la segunda, que siempre había alguien dispuesto a demostrar que los pensadores no se habían extinguido.
El último viernes de primavera de 2015, el aula 390 del Campus Este de la universidad de Nueva York se vació con la llegada de las tres menos cuarto de la tarde, dejando solas a dos personas: la voz y los oídos de los pensamientos de Descartes.
- Muy bien, el martes quiero quinientas palabras sobre qué condujo al señor René a esa necesidad por presentarnos su apabullante verdad acerca del conocimiento - dijo en voz alta sin apartar la mirada de sus hojas.
Jason ya había terminado la clase, se le habia hecho un poco más lenta de lo habitual. Estaba en pie, apoyado con las palmas de las manos sobre la mesa y entre ellas un libreta en la que tenía preparada la clase. - ¿Por qué no hay nada más antiguo que la verdad? ¿En qué pudo estar pen... Cuando levantó la mirada estaba terminando sus últimas palabras que darían por finalizada la lección. Para su sorpresa solo quedaba un estudiante por recoger, y suspiró al ver lo rápidos que eran aquellos canallas cuando se trataba de marcharse. - ...sando.
- Se equivocaba, no hay nada más antiguo que la necesidad de un adolescente por salir antes un viernes - susurró mientras giraba el rostro pero antes se fijó en que restaba uno. Lo miró, después sonrió mientras negaba con el rostro, se erguió y empezó a recoger sus cosas en su maletín.
Al venir a hacer una visitilla a Rupert había venido dando por hecho que luego nos tomaríamos algo, o que se vendría a casa, pero al parecer tenía clase. No me habían puesto problemas para entrar en el recinto, así que no tardé en decidir que si él tenía clase yo, bueno... Pues yo también podía tenerla.
Tras dar un paseo con curiosidad por la zona me había colado en una que parecía a punto de empezar, e interesante. Había entrado, me había sentado en un lugar libre y había permanecido atento a todo lo que el profesor había dicho.
Sin embargo es ahora, cuando veo cómo todos los demás se marchan dejándole con la palabra en la boca, cuando frunzo un poco el ceño. Mis ojos se desvían hacia el reloj de la clase, queriendo comprobar si mi sentido del tiempo se ha trastocado, y al ver que aún faltan quince minutos y que el profesor está recogiendo no tardo en alzar la voz. Supongo que en esta situación no será necesario levantar la mano, ¿no?
—Disculpe —le digo, sin usar su apellido. Más que nada porque lo desconozco—. ¿Hemos terminado ya? —pregunto sin rodeos antes de llevar de nuevo la vista al reloj. En mi rostro hay una media sonrisa tras ese chiste que sólo yo he podido oír—. Yo no tengo nada mejor que hacer, y estaba interesante.
Delante de mi, en la mesa, no hay absolutamente nada. Ni libros, ni portátil con el que tomar notas... Nada. Voy vestido con una camiseta desgastada y pantalones cómodos, aprovechando el buen tiempo para pasar del jersey, y no aparento ni de coña más de veinte años.
Volví a sonreir al tiempo que desviaba de nuevo la mirada de mis libros al chico que esperaba en el pupitre. - Si - asentí algo desconcertado, me gustaban los alumnos entusiastas pero no podía dar una clase solo para uno. - No puedo avanzar mucho si el resto no está, ¿no crees? - pregunté al sonriente chico. Entonces dice que no le importa continuar y eso despierta mi curiosidad por el chico. Yo tampoco tengo mejores cosas que hacer así que me puedo permitir ver quien es.
Dejé estar el maletín, fui hasta la parte delantera de mi mesa y me apoyé en ella de brazos cruzados. La americana azul que llevaba era un poco ajustada y quedaba ciertamente estirada cuando crucé los brazos, los pantalones de tela color mostaza y zapatos completaban mi indumentaria.
- No tomas apuntes, eso está bien, me gusta que se escuche y piense en el tema de la clase - dije levantando una brazo en gesto de gratitud. - ¿Cómo te llamas? No puedo acordarme de todas las caras por desgracia.
Escucho las palabras del profesor, y mi ceño se frunce un poco. ¿Avanzar? No era del todo consciente de que, en una asignatura como esta, hubiera más meta que las propias clases. Aunque pensándolo bien, seguro que tienen un programa que cumplir. Una pena.
Cuando se dirige a mí para hacerme un par de cumplidos a punto estoy de decirle que me habría encantado apuntarlo todo, pero que simplemente no tenía material. Sin embargo su siguiente palabra llevó el hilo plateado de mi pensamiento hacia otro lugar. Formé una media sonrisa, cómodo con no saber lo que iba a pasar a continuación.
—Me llamo Austin, señor —le informo—. Austin Garret-Jolley —expongo antes de explicar el por qué no recuerda mi cara—. Pero la verdad es que no estoy exactamente matriculado —digo, marcando un poco más esa palabra con mi expresión. No estar exactamente matriculado equivale de forma clara a no estarlo en absoluto. Entonces me doy cuenta de que puede ser el momento para que una incógnita presente deje de serlo.
—¿Y usted?
- Jason O'Neill - le dijo sin descruzar los brazos y manteniéndose en la misma postura. - ¿Y cómo es eso? ¿Estas decidiendo qué asignaturas tomar? - preguntó de nuevo sin saber exactamente qué responder. No estaba seguro de cual era la política de la universidad al respecto.
Escucho la respuesta del profesor, y asiento al escuchar su nombre, grabándolo en mi memoria. Luego recibo sus preguntas y me encojo de hombros.
—Qué va —le digo de buen rollo, consciente de que él no tiene la culpa de lo que voy a decir—, no dejan matricularse si no has acabado el instituto —explico, y entonces me dispongo a dar más detalle—. Vine a por maría y luego vi una clase de filosofía con la puerta abierta y que no había empezado —expongo antes de señalar lo evidente—. Así que me metí.
—Oiga, sobre la clase... —comienzo antes de lanzar mi pregunta—. Descartes está guay, decía cosas interesantes, y eso, ¿pero por qué estudian lo que decían otros en lugar de hacer filosofía ellos? —digo refiriéndome a los alumnos.
Vaya - dijo el sorprendido Jason abriendo la boca. - No me esperaba tanta honestidad - explicó entre suspiros antes de descruzar los brazos y empezar a sonreir un poco. Bueno, la universidad se financia con fondos federales que obligan a seguir un programa para adherirse a esas subvenciones. Jason se encogió de hombros solo un momento antes de volver al chico. - Pero fomentar el pensamiento propio es algo que hago a menudo, preparo actividades y les invito a participar en ellas después de las clases.
- ¿A quien le compras maria? - preguntó curioso de saber quien era el camello de la universidad.
Me encojo de hombros cuando el profesor dice que no esperaba tanta honestidad, dando por hecho que lo dice como algo bueno. Luego escucho su respuesta, atento, y algo en ella no termina de convencerme del todo.
—Entonces el estado paga para que estudien lo que ellos quieren —deduzco antes de formar una media sonrisa, resumiendo mi conclusión en dos palabras más—. Qué listos.
Luego, cuando dice lo de las actividades después de clase no me corto en mirar alrededor por si me hubiera perdido algo. Si se saltan trozos de clase, como para quedarse después. Aunque bien mirado, peor para ellos. Y quizá hoy se han ido justamente porque no tenían nada más tarde.
—Tienen suerte con usted entonces —resumo—. La última vez que yo fui a clase creo que el mayor pensamiento propio que intentaban darnos era cómo entender que estaba bien ser igual que los demás.
Después de eso escucho su pregunta y ladeo la cabeza un instante, pensándome si debería delatar a Rupert.
—No se moleste —respondo tras decidir—, pero no estaría bien decirle su nombre sin preguntarle antes a él —expongo antes de formar una sonrisa que es más misteriosa de lo que pretendo—. O ella.
—Pero si quiere hierba yo le puedo dar —ofrezco después, llevándome la mano al bolsillo para sacarla con naturalidad—. No se preocupe, tengo de sobra para unas semanas. Considérelo un pago por la clase.
- La sociedad tiende a ser déspota con aquellos que marcan la diferencia – dijo el profesor alzando la mano para responder a su experiencia educativa. Asintió también y después frunció un poco el ceño cuando no le reveló el nombre del camello.
- Guárdala, no será necesario – dijo volviendo a cruzarse de brazos.
Escucho la respuesta del profesor, sin decidir si es grandilocuente o sólo redonda. En cualquier caso, mola.
—Gracias, supongo —le digo, para acto seguido guardar la hierba al recibir su negativa.
—¿Y usted por qué da clase en la universidad? —pregunto con genuino interés—. ¿Qué es, por los chavales o por la materia? —enuncio, aunque en mi tono se adivina que no cierro la puerta a otras opciones.
El profesor de filosofía no sabía exactamente como posicionarse ante las preguntas del chico. No eran disparatadas pero no creyó que hubiera la confianza necesaria con un alumno, o en ese caso un aspirante a camello.
- Me pareció interesante en su momento, y debo decir que es gratificante enseñar a otras personas - dijo con una sonrisa, y después se dio la vuelta para empezar a recoger los dosieres. Solo faltaba uno así que rápidamente devolvió la mirada al chico. - Pareces un chico muy despierto, ¿cómo es que no acabaste el instituto? - preguntó con la misma curiosidad tratando de parecer agradable y aguantar un par de minutos más la charla.
—Sí lo es —respondo con sinceridad y una sonrisa a las palabras del profesor, dándole por completo la razón.
Luego, cuando sigue hablando, me llama la atención que se dirija a mí como «chico», pero no me disgusta. Además, son cosas que me pasan a menudo.
—La sociedad tiende a ser déspota con aquellos que son diferentes —le cité a medias, con complicidad. Sin embargo luego tomé aire, sin llegar a ponerme todavía en pie, para explicarme un poco más.
—Lo intenté tres años, pero no conseguía centrarme. La mayoría de asignaturas eran demasiado infumables, y los profesores se preocupaban más de que supiéramos memorizar que de las cosas que nos inquietaban —expongo, hablando como si realmente hubiera pensado mucho en ello y esos intentos fueran reales. Entonces los hilos de mi pensamiento se dispersan un instante, y al recogerlos me encuentro ya con otras palabras en la lengua—. Creo que con otros profesores habría sido distinto —digo antes de encogerme de hombros—. Supongo que ahora podría ponerme, pero ese momento ya pasó.
Jason esbozó media sonrisa cuando le contestó con tu propia medicina, se ajustó la americana y luego agarró el maletín dando claros signos de que se terminaba la conversación. - Las escuelas dedican sus esfuerzos a conseguir que el alumno vomite todo el contenido en el exámen, ¿pero qué hay de la música o la oratoria por ejemplo? - preguntó el filosofo. - Hay un hombre llamado Howard Gardner que segregó la inteligencia en diversos campos, a lo mejor te gustaría leer algo sobre ello - dijo antes de erguirse un poco.
- Puedes acudir a mi clase si quieres, me gusta tener alumnos que me escuchan y se interesan más allá del aprobado - dijo cortes y muy amable antes de mostrarse más tajante. Pero no quiero ver ninguna droga dentro de estas cuatro paredes.
Le tendió la mano antes de desperdirse, no sabía si le volvería a ver. - El martes quiero quinientas palabras sobre lo explicado en el día de hoy - sonrió con malicia.
La sonrisa del profesor se ve devuelta por una mía, gemela y refleja de la suya, mientras asiento a sus palabras. No podría estar más de acuerdo.
—Le he leído —respondo entonces animado—. No todo lo que ha escrito, ni nada de eso, sólo Estructuras de la mente y Buen trabajo. Pero buscaré algún trabajo más suyo si le parece interesante —afirmo con disposición.
Luego, cuando me da de manera explícita permiso para acudir a sus clases, me siento satisfecho. Hago un gesto con las manos, aceptando sus condiciones. —Ninguna droga —repito en voz alta, para que vea que lo he entendido.
Luego, cuando me estrecha la mano le dedico una sonrisa. —El martes lo tendrá —prometo con los ojos brillantes.
Los días siguientes pasan rápido. Es fin de semana, y como tal cientos de planes surgen, se disipan y reaparecen, aunque al final sólo hago aquellos a los que mi pecho me lleva. Aún así más de una vez mi mente vuela al compromiso adquirido, y voy aprovechando ratos sueltos para ir trabajando en mi breve ensayo.
Para cuando llega el martes tengo tres versiones distintas del trabajo. Él dijo quinientas palabras, pero no cuáles, así que estas han bailado hasta dar lugar a distintos proyectos.
Me uno a la clase como uno más, sentándome al fondo y saludando al profesor en algún momento en que nuestras miradas se cruzan, pero espero hasta que todo termina y los chicos se marchan antes de acercarme para entregárselo.
—Ha estado muy bien la clase de hoy —le felicito antes de tenderle un folio escrito a mano de manera impoluta y con mi nombre y apellidos arriba —. Tenga. No sé si es lo que espera, pero mejoraré —prometo con una pequeña sonrisa. Sin embargo basta un vistazo al papel para darse cuenta de que probablemente sea mejor que el del resto de sus alumnos.
*Nota: eso último me lo he inventado, pero con Expresión 4 y un mérito de Agudo por las palabras lo he dado por hecho. Tómalo como algo tan cierto como quieras, yo sólo informo por si a Jason le importa para algo, pero no quiero sonar sobrado ni nada. :)
Bueno, señores, el plazo llega a su fin. Voy a cerrar el hilo y si queda algo que queráis hablar sobre vuestros Pjs podéis usar tanto el off topic como la escena de fichas.
:*