Partida Rol por web

La ráfaga de fuego impactó contra el señor de las tinieblas; Ecris pudo comprobar como la criatura era muy vulnerable a su poder mágico con lo cual no dudó en seguir lanzando más y más ráfagas mientras contemplaba como Dracula retrocedía hacia un final inevitable.

En un grito ahogado la criatura comenzó a tambalearse, como si estuviese drogada ¿era efecto de las quemaduras tan intensas?

Tan solo cuando se vieron sus horrendas piernas inclinarse se supo que la victoria estaba cerca.

Los primeros rayos de la mañana comenzaron a asomarse por el hueco que había en el techo derruido. La batalla había durado más de lo que pareció a simple vista, una batalla intensa, una batalla concluida

En cuanto el haz de luz rozó el cuerpo moribundo del engendro, éste comenzó a deshacerse en un suspiro de ceniza, el cual se dejó llevar por la brisa del alba anunciando la llegada de un nuevo día.

Aún sintiendo el calor en sus manos, Ecris, totalmente agotada se dejó caer contra la pared cercana dejando que su cuerpo resbalase hasta el suelo, quedándose sentada en él. No podía creer que todo hubiese terminado, al menos, con ella viva. 

- Ha sido un milagro, no tiene otra explicación - murmuró mientras observaba sus manos. Cerró los ojos un instante y tomó aire, dejando que las primeras luces del alba la bañasen poco a poco. 

Con energías renovadas se alzó lentamente y se acercó hasta donde reposaba el ataúd de aquel poderoso ser, observándolo como si lo viese por primera vez. ¿Qué habría sido de la mujer de Edward? ¿Debería buscarla y cuidar de ella en el caso que siguiese viva? Tenía que recuperar el cuerpo de Belmont, no podía dejarlo ahí tirado, pero claro, el de Edward sería imposible... Los pensamientos se agolpaban en su mente, que funcionaba más rápido de lo que su cuerpo podía soportar y en ese preciso instante, sobresaltada, recordó que había dejado de Alucard abajo luchando por su vida. Automáticamente salió corriendo hacia la puerta y se asomó, desando con toda su alma que todo estuviese bien, no creía que tuviese más fuerzas para seguir luchando, ni en esa batalla ni en ninguna otra. 

El castillo se desmoronaba y había que salir de allí. Cargando los cuerpos de los caídos como buenamente pudo, Ecris salió adelante atravesando las mismas estancias que ahora permanecían desiertas tras haber perdido el vínculo con su señor oscuro.

Una tremenda humareda azotó la espalda de Ecris mientras daba los últimos brincos hasta lograr salir de lo que quedaba del castillo. Con el cuerpo repleto de polvo y algunas magulladuras por los escombros, la hechicera había logrado abandonar aquellos dominios que estaban preparados para regentar al príncipe de las tinieblas.

No había sido una tarea sencilla y los sacrificios formaron parte del proceso. Atrás quedó Alucard, cuyo paradero es actualmente desconocido.

En cuanto se llegó al Poblado, las Hermanas de la Caridad no dudaron en cobijarla en la iglesia para atender sus heridas. Fueron días muy duros pero la recompensa fue exquisita: el mal había sido derrotado.

Nadie en el pueblo quiso volver a hablar del castillo y del mal que había encerrado en él, eso era ya parte del pasado.

Ecris regresó con su familia, meses más tarde y ya totalmente recuperada. Orgullosamente la honraron en una celebración privada para toda la dinastía.

 La hechicera nunca llegó a pensar en aquel momento que el futuro de los Belmont recaería en ella, puesto que el látigo alquímico de su fallecido compañero pasó a su poder, y con él una gran responsabilidad.

La cuestión era... ¿hasta cuándo durará esta victoria?

Mientras tanto, una figura encapuchada vigilaba desde la oscuridad que la humanidad estuviese preparada para un futuro donde su padre regresaría.

Pero esa sinfonía de la noche forma parte de otra historia…

~~~ FIN ~~~