Partida Rol por web

Seguimos a la secretaria hacia el despacho, cuando de pronto uno de los otros personajes se interpone en mi camino, siseándome.

Hamal: ¿Pero qué hase? Contrólate.

Le miro, con los ojos muy abiertos. No sé si se me ha notado el hambre más de lo que pensaba, o este tío lee la mente. Pues espero que te hayas gastado voluntad, que soy un vampiro...

 ¿En serio puedes leerme la mente? ¿Y si te digo... no sé, el panxo li diu al pinxo vols que et pinxe en un punxó, i el pinxo li diu al panxo pinxa'm però a la panxa no?

¿Cómo sé catalán si soy de Valladolid?

Me estoy mareando. Lo cual es bastante irónico, porque se supone que los mareos son por exceso de oxígeno en la cocorota o algo así, y yo no respiro. Será... ¿cómo lo llamaban en el psiquiátrico? Somatizar. Estaré somatizando.

En cualquier caso, supongo que sólo son WOW ESE NIÑO TIENE EL BRAGUERO MÁS GRANDE DEL MUNDO. No, braguero no. Cómo se llamaban... bragueta de armar. Eso. Sí, de armar barcos, no te jode. 
No sé si quien nos dirige lo ha tenido en cuenta o simplemente ha rescatado un cuadro al azar, pero Lucio debe ser bastante antiguo si existía en la época en la que los españoles iban todos de negro y eran el referente de elegancia en Europa. Por un segundo me entra la risa imaginándome a Lucio invirtiendo sus ahorros para la armada española, y la cara que se le quedarían a él y a Felipe II después de ver el parte del tiempo en las noticias.

O sea... ya sabes.

Un movimiento rápido me saca de mis cavilaciones, y le echo un ojo a Salva. Ni me acordaba de que venía con nosotros, pero discretamente me muevo junto a él, mientras aparece de nuevo sor Ángela y nos manda que nos pongamos en marcha con esa autoridad característica de las monjas. Lo cual es pura ironía, porque se pasan toda su vida siendo sirvientas. De Dios, de los curas... Incluso la madre Superiora no es más que una esclava, así que no sé a qué vienen esos aires de grandeza.
No, céntrate. Salva. 

Me pongo de puntillas junto a él, para susurrarle al oído.

-¿Luego compartirás un poquito de eso que le has mangado a Lucio? -Murmuro, mirándole intensamente a los ojos con una sonrisa- Porque son drogas, ¿no? Dime que son drogas...

Estás mirando el cuadro cuando escuchas el rasgar de la tela de la chaqueta de Salva contra su pantalón. No estás seguro de qué ha pasado pero lo ves sacar la mano de su bolsillo muy rápido. 

Hamal hizo como si no se hubiese percatado de nada, pero a partir de ese momento disimuladamente estuvo atento a todo cuanto hizo Salva.

Hamal no extrajo mucho del cuadro salvo. Al menos ahora sabía que cara tenía. ¿Acaso no valía una fotografía?¿Acaso había algo que impedía que saliese en las fotos? ¿O acaso era algún detalle en el cuadro lo que Sor Angela quería que viesen? Hamal trató de memorizar los detalles del cuadro.

Luego se dispuso a acompañar a Sor Angela de quien esperaba algo más de información gracias al "poder de rastrear la sangre" del que había hablado antes.

-Sí, el tiempo apremia. Necesitamos encontrar refugio en una ciudad desconocida. -husmeó el aire con recelo con un gesto propio de un animal esquivo. -Esperemos no toparnos con ninguna sorpresa de última hora al rayar el alba.

Sin más no. Como os avancé tengo que entregaros algo que os ayudará a encontrar a Lucio. 

De la manga del hábito saca lo que parece ser un reloj de bolsillo, parece de hojalata y está abollado y sin lustre. Lo abre y lo sostiene en horizontal. En un primer vistazo parece una brújula común. En el centro un disco que cubre casi cuatro quintas partes del artefacto se mueve lentamente, tiene los puntos cardinales marcados y parece que el norte se dirige hacia donde debe. De un segundo vistazo rodeando el disco, en una especie de aro hueco de cristal, una gota de lo que inconfundiblemente es Vitae de desplaza con más calma aún hasta apuntar ligeramente al Noroeste. 

Este artefacto os será de ayuda una vez en Valladolid. ¿Quién ser hará cargo de él y lo protegerá para que no caiga en malas manos?

Súbitamente suelta el reloj que cae hasta la longitud de una fina cadena de plata que lo sujeta. 

El coche os está esperando. Se ha hecho tarde mientras conversabais con Adara. He dispuesto un refugio decente a las afueras de Madrid. Así podréis llegar a Valladolid mañana justo tras el ocaso. No parecéis un grupo lo suficientemente preparado como para enfrentarse a problemas contrarreloj. 

Que tengáis buen viaje. Recordad, no enfrentaros a lo que sea que se ha llevado a Lucio. Averiguad qué está pasando y contactarme. 

Andando hacia el coche, alejado y en susurros. Salva, que se ve incómodo desde que lo descubriste te responde. 

¿Qué dices? No he cogido nada del despacho. ¿Qué me iba a llevar? 

Ante tu mirada de incredulidad de he sacado cuatro aciertos a dificultad ocho se que te has metido algo en el bolsillo, le da la vuelta al mismo y te enseña todo lo que tiene:

1) Un manojo de llaves con una cruz de San Francisco como llavero, parecen la llave de una moto, y dos llaves de cerraduras normales. 

2) Una foto polaroid pequeña, en realidad son dos pegadas por el reverso. De una parte parece ser una vista de Gran Vía por la noche. De la otra un selfie de Salva riéndose tumbado sobre el grabado de la plaza de la luna. 

3) Un pequeño pendrive. 

Lo ves, nada.  

La información que tenemos ... es una puta mierda. Todo lo fiable es un artefacto de unos brujos en los que no confío. Y sin embargo, ese juguete puede ser útil como fuente de poder. Un riesgo necesario, pero útil al fin y al cabo. Antes de que ninguno de mis compañeros pueda hacer algo, lo cojo, cerrando el puño. El tipo musculoso no abre la boca, la chica parece simpática pero algo inconsciente, extraña incluso, aunque nunca sabes que puede ocultar bajo aquella sonrisa. El enmascarado... odio no verle las facciones, me cuesta hacerme una idea de lo que es él, más allá de un nosferatu posiblemente. El otro no-hombre parece al menos alguien cabal, aunque tampoco tengo una idea.

- Es difícil enfrentarnos a un problema contrarreloj cuando no hemos podido ni presentarnos adecuadamente. más allá del pequeño intercambio de palabras con el príncipe - me giro hacia mis compañeros, mientras abro las manos, intentando abarcar el aire, con las palmas hacia arriba - Aunque para ser una vampiresa de supuesta sangre azul, seamos sinceros, odio los formalismos con los compañeros, las fiestas de protocolo están muy bien para el clan, los jefes y todas esas cosas, en principio podeis llamarme Rebe... al menos en reuniones semi privadas, en publico Rebeca o señorita Aguirre- esgrimo una sonrisa afable- ¿Qué os parece si seguimos las presentaciones en el coche? Porque ser una pila de tipos carbonizados cuales guiris de playa no es buena idea.

¿Qué dices? No he cogido nada del despacho. ¿Qué me iba a llevar? 

Enarco una ceja al ver el pendrive.

-Tío, puede que esté loca, pero no soy idiota. El artículo de escritorio del siglo XXI por excelencia son los pens, ¿y casualmente llevas uno en el bolsillo? Eres un poco mangante, ¿no? ¿Qué hay dentro? Confiesa o me chivo a la monja. 

Salva resopla.

No es lo que piensas. ¿Quieres guardarlo tú? Estamos del mismo lado.

Te lanza el pen.

Me lanza el pen y lo cojo con torpeza, antes de sopesarlo unos segundos en la mano. Por un momento me nace la necesidad de devolvérselo rápidamente; al fin y al cabo, si alguien se entera del robo y me pillan con la prueba del delito, me la cargo. Pero por otro lado... ¿voy a despreciar un gancho de historia tan suculento?

Ni de coña.

-De acuerdo -resuelvo, metiéndomelo en el bolsillo del pantalón.

Tras intercambiar un par de cuchicheos con Salva, y guardarme algo en el bolsillo del pantalón, me vuelvo hacia el blablabla de la otra chica.

¿Qué os parece si seguimos las presentaciones en el coche? Porque ser una pila de tipos carbonizados cuales guiris de playa no es buena idea.

No es mala idea. Mientras abandonamos la estancia, y salimos a la calle, doy un par de pasos para ponerme frente al grupo, caminando de espaldas.

-Primero me tendréis que disculpar, porque fijo que me voy a olvidar vuestros nombres en cuanto me los digáis. De hecho, -me vuelvo a la chica- ni siquiera estaba prestando atención cuando te has presentado tú. Lo siento, no es personal. Yo soy Olivia. Mi hermano -hago una señal hacia el inquietante tipo con máscara- me llama Oli, pero sólo él lo tiene permitido porque le partí un diente jugando a tenis cuando tenía diez años. 

Hago una mueca. Ojalá un diente partido fuera su único problema físico.

-El resto os tendréis que conformar con Olivia. Me gusta porque pega para cada ocasión, incluso para dibujos animados de los años 30. -Miro al resto con atención, esperando que hayan pillado la referencia. Impaciente, me inclino hacia adelante- Popeye. Olivia. Ya sabéis.

Decepcionada, regreso a mi lugar en el grupo, junto a mi hermano, y le susurro:

-Lo he buscado en Wikipedia mientras veníamos en la furgo, estaba esperando este momento. Aunque creo que podría haber preparado mejor el chiste...

Sor Ángela vuelve a salir. 

¡Marco! Acércate. El príncipe te reclama. Parece que hoy no irás a ninguna parte. 

Marco se acerca a Sor Ángela,  con la que intercambia un par de palabras y vuelve dentro del edificio con ella. 

—Jacobo —dije yo en cuanto Oli me señaló.

¿Popeye? Solté una risilla aguda, que se transformó en una especie de ronroneo lento y pesado al atravesar el filtro de mi máscara. Después medité acerca de lo que había dicho Rebeca: supuesta sangre azul. Que pena no disponer de mi microscopio. Un frotis, y podría haberla ayudado a salir de dudas.

Si detestaba algo de la Camarilla era toda esa jerarquía tan rimbombante y absurda. De hecho, era el principal motivo por el que me había mantenido al margen de la mayoría de los vampiros con los que me había cruzado en mi corta no-vida. Sin embargo, ahora que me habían lanzado al ruedo, no tenía más opción que tragar con la gente así. Por suerte, pensé, hay un moro en el grupo. Al menos no voy a ser el último eslabón.

Volví a reír. Entonces la monja llamó a Marco, y sentí una punzada de envidia. Los hay con suerte. 

¡Marco! Acércate. El príncipe te reclama. Parece que hoy no irás a ninguna parte. 

-A lo mejor se va a los Andes a buscar a su mamá -comento, mientras observo al hombre desapareciendo tras la monja. Tras mis palabras, me vuelvo hacia el resto del grupo, buscando al menos una sonrisa entre sus expresiones- ¿No? ¿Tampoco? No sois de dibujos animados, eh...

Mientras continuamos nuestro camino hacia la calle, no puedo evitar pensar qué habrá ocurrido para que, tan pronto, el tal Marco nos haya dejado. Me pregunto si desaparecerá completamente en cuanto vayamos a Valladolid. O si resurgirá dentro de un tiempo, en otra aventura; quizás con el mismo rostro pero una historia ligeramente diferente.
¿Qué pasa con todos nosotros, cuando Dios no soporta el peso de nuestras acciones? ¿A dónde vamos, los que somos sólo personajes de ficción? Con todo lo que sufrimos, todo lo que nos hacen pasar... ¿y ni siquiera podemos ganarnos el Cielo? Y si alguien lo escribiera, nuestra redención, ¿la haría tan real como todas las torturas, las desavenencias y el dolor?

Por un instante me sobreviene una sensación de miedo, y alargo la mano para entrelazar los dedos con el guante frío de mi hermano. Menos mal que existes todavía, Jacobo...