Partida Rol por web

Tal vez no sea tan bueno como asesino o mafioso como persona gris. Simplemente a veces es cuestión de saber mantener la calma y esperar. Me lleva quince minutos llegar a la parada de metro más cercana, pero allí podré tratarme mejor la herida, sin la presión de tener que hacerlo a contrarreloj, o con el miedo de que alguien me vea.

Me encierro en el lavabo, dispuesto a tratarme las heridas con más tino que antes, a pesar de la oscuridad y el mal olor reinante.

Estás a punto de entrar en la boca del metro, cuando escuchas que alguien grita a tus espaldas.

- ¡Eh! ¡Usted!

Ignoro al que habla, y sigo bajando, un poquito más deprisa. Sé que esto no va a servir de nada contra un policía, pero prefiero que se presente él mientras yo estoy poniendo tierra de por medio.

Los pasos a tus espaldas se apresuran. El hombre te empieza a perseguir.

¡Mecagoenlaleche!

Aprieto a correr.

Esperando que de un momento a otro lance el tópico "¡Alto, policía!" prefiero estar lo bastante lejos de él como para se líe a perseguirme por el metro. También podría ser el pistolero de antes u otro matón de Don Benedetto, pero no voy a girarme para averiguarlo. Lo importante es que no me detenga nadie hasta Berlín.

- ¡Joder! ¡Alto, policía!

El policía intenta seguir a Mario, pero los nervios de traicionan y pierde un tiempo precioso tratando de desenfundar su arma sin quitarle el seguro a la funda.

Entretanto, Mario llega a los tornos de la entrada del metro.

¡El torno! ¡¡¡Mierda!!!

Demasiado rápido para pararme, salto con los dos brazos por delante, como si hiciera un placaje a una persona invisible encima del torno. Es sólo cuestión de suerte que no me parta el cuello en el torno, y vuelo por encima de él, para caer dando tumbos al otro lado. Aún desorientado y dolorido por el rebozado, vuelvo a ponerme en pie dando bandazos y sigo por el pasillo mientras recobro mi sentido de la orientación.

El policía italiano logra saltar el torno, pero cuando ya lo ha pasado, la porra se le engancha en una de las barras metálicas. La distancia respecto a Mario aumenta un poco más.

Entretanto, en los pasillos del metro la gente no se da cuenta de lo que está ocurriendo, Mario pasa como una exhalación, escogiendo un pasillo al azar.

No puedo dejar que me atrape. ¡No puedo dejar que me atrape! ¡¡¡NO PUEDO DEJAR QUE ME ATRAPE!!!

Intento no ir golpeando a la gente mientras corro para que los transeúntes no indiquen al policía por donde voy. No es gran cosa, pero tengo a favor que estoy en una hora bastante cercana a la hora punta, y si consigo confundirme con los que corren para no perder el convoy puedo perderlo de vista. Las venas en la frente se hinchan y palpitan como si tuviera corazones en las sienes, pero no puedo perder la calma ahora. No tan cerca de mi escapatoria.

Cuando llegas al andén del metro justo ves que hay un tren parado, del que suben y bajan algunas personas.

¡Menuda suerte! ¡Un tren!

Con un suspiro leve de satisfacción, e intentando que el temblor de piernas no se haga evidente subo al convoy sin pensármelo dos veces. Ya veré luego si tengo que dar media vuelta o no.

Subes al tren, que se pone en marcha al cabo de unos instantes. Al principio pasas desapercibido, pero muy pronto notas que los otros pasajeros te miran de reojo, con aspecto de estar alarmados.

Por más que te esfuerzas en ocultarlo, la mancha de sangre que llevas es muy escandalosa. Además, las heridas te duelen horriblemente. Debes tener un aspecto espantoso.