El incidente con los jaguares se saldó, afortunadamente, sin heridos. O afortunadamente para algunos, especialmente para Tyag. Otros hubieran apreciado la ironía de que las bestias se hubieran comido al druida. Y aún otros habían comido y bebido tanto la noche anterior que roncaban en la bodega a pleno pulmón.
El caso es que la barca siguió deslizándose por la tranquila superficie del río gracias al esfuerzo de los remeros chardaukanos, cortando las aguas doradas que reflejaban los últimos rayos del sol. El paisaje que se extendía a lo largo de la orilla del río era el de una inmensa sabana dorada, donde las hierbas altas ondeaban suavemente con la brisa vespertina. A lo lejos, las copas de árboles aromáticos se recortaban contra el cielo anaranjado como siluetas oscuras, ofreciendo refugio en pequeños bosquecillos a criaturas desconocidas. El aire estaba lleno del zumbido de insectos y el eco lejano de aves exóticas. Tyag corría ágilmente por la orilla, apenas rozando la hierba dorada mientras mantenía el ritmo de la barca.
El sol se sumergió lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos de naranja y morado. La tripulación estaba pensando en detenerse para cenar y descansar en tierra firme cuando, a lo lejos, divisasteis una columna de humo que emergía de las ruinas de una torre que se alzaba en una colina que dominaba el río.
—Diría que es la torre de Equilacocha —rumió Ancaullo, con la vista fija en la ennegrecida construcción—. Un mago-renegado de la espesura y un habilidoso alquimista según mi hermana, pero que con los años abandonó el interés en convertirse en un señor de la guerra. Parece más interesado en sus investigaciones, sean cuales fueren, y si uno atiende a los rumores de los Barrios Bajos, en administrar pociones de amor a jovencitas. Se dice que así se ganó el favor de Viraquil, mucho más joven que él.
Manesdag de la cuarta semana de Yule, nueve de la noche. Temperatura: 25 °C. Lluvia: no.
Nueva localización descubierta: 04.03. La ruina ennegrecida de la Torre de Equilacocha.
Rozáis ya las 10 horas de viaje, estáis en 04.03 habiendo acumulado otras 3 millas de viaje en dirección a 03.04. Los remeros tienen que descansar. Debéis elegir un lugar para acampar y si exploráis o no la localización que acabáis de descubrir.
El barco era más cómodo que viajar a pie, o a lomos de Edel, pero Arin se alegraba de poder bajar a tener tierra bajo sus pies por la noche. Estaba ayudando a bajar los animales para asentarlos durante la noche cuando vio la columna de humo. ¿Un incendio en la torre? Escuchó lo que decía Ancaullo mientras intentaba calcular cuanto llevaría llegar allí. El tal Equilacocha parecía bastante despreciable, pero no significaba que fuera a dejar morir a alguien entre llamas por unos rumores, mucho menos a otra gente que pudiese haber en la torre. Anocheciendo, no era el mejor momento para ir a ningún sitio en la selva, y también era posible que poco pudiesen hacer, pero si había alguien aún allí, necesitarían ayuda cuanto antes. Y estaba lo bastante cerca como para que no fuese a llevar mucho tiempo echar un vistazo.
-A lo mejor hay gente herida que necesita ayuda, o cobijo, ¿nos acercamos a echar una mano?-le dijo a los demás.
Miró a la Señorita Sigyl, y a punto estuvo de decirle que era mejor que ella se quedase allí, pero se contuvo. Desde que les había contado lo de la voz de aquel dios, y cómo la llamaba, le ponía nervioso el verla cerca de cualquier llama. Pero ella le había dicho que no debía preocuparse por eso, y la señorita Sigyl sabía mejor que nadie lo que había que hacer. No podía evitar preocuparse, pero tenía que recordar que el conocimiento y experiencia de Sigyl pesaban más que su nerviosismo en decidir qué hacer.
Tyag alcanzó al grupo algo después de que desembarcaran. Salió de la espesura con una sonrisa en los labios, sintiéndose pleno, purificado tras la estancia en la urbe: no era suficiente, pero tendría que bastar por ahora. Al percibir cierto revuelo, se acercó a los demás con las orejas erguidas y los músculos tensos.
—¿Ocurre algo? —preguntó al joven explorador, cuyas palabras no había alcanzado a oír.
Los renegados eran mala cosa; incluso si este había abandonado sus intentos por hacerse con el poder, no tenía muy claro que fuera lo mejor acercarse a sus dominios. El problema, por supuesto... Era que los magos eran mala cosa también. Por suerte, llegó Tyag para tomar una decisión.
—Allí, mira —señaló en la distancia, hacia la columna de humo, mientras le explicaba lo que había contado Ancaullo—. Arin quiere ir a ver —terminó—. ¿Qué hace...? —Se cortó. Era instintivo para Azzuri buscar la guía del druida, pero cada vez se estaba dando más cuenta de que su compañero pensaba más en sí mismo que en nadie más (ni siquiera en ellos); empezaba a pensar que, tal vez, no era el indicado para liderar. Se contuvo de regañarle por lo que había hecho, como se le había pasado por la cabeza, pero dejó que esa rabia tomara otra dirección: no iba a obedecer ciegamente, solo le tomaría en consideración—. Mmm. ¿Qué opinas tú?
Cuando Tyag apareció, Kajsa se cruzó de brazos y miró hacia otro lado.
Estaba molesta, y decidida a hacérselo notar. Quizás por ello, al escucharle hablar, bufó sonoramente. Respecto a lo de ir o no a la torre del mago, cuando Azzuri hizo la pregunta a Tyag, ella se interpuso en la respuesta y dio su opinión sin esperar al druida.
—Deberíamos ir —se limitó a decir.
Sin embargo, la joven no pensaba tanto en la gente herida, sino en los secretos que podrían descubrir de aquella torre. Después de todo, era la torre de un mago... y, hasta donde llegaba el conocimiento de Kajsa, sólo los magos poderosos podían permitirse tener torres propias.
Se quedó observando la columna de humo con curiosidad, ignorando al nacalt porque no había sido devorado por los jaguares y seguía vivo. Sygil no tenía ni idea de quién era Equilacocha y el humo de la torre era más interesante que dar de comer a peligrosos gatos salvajes.
-Sí, vayamos. Puede que tenga problemas o puede que le haya explotado alguna poción alquímica, en cualquier caso si no esta interesado en ser un señor de la guerra, es posible que cuente con algo de conocimiento sobre nuestra amiga la señora de los murciélagos hambrientos. Lo que nos puede resultar de interés.
Se deslizó por la barca hasta el otro lado para buscar sus cosas y prepararse para desembarcar.
Motivo: Saber local
Tirada: 1d20
Resultado: 7(+6)=13 [7]
Tyag ni reparó en la reacción de quienes poco antes se le pegaban como lapas o rémoras. De hecho, creyó que en verdad le pedían consejo, lo cual le hizo soltar un bufido: ¡es que siempre iban a depender de él! A su modo de ver, sí, eran necesarios los líderes, pero solo en momentos cruciales, como cuando el pueblo debía reunirse o, aunque le pesara, en ocasiones como aquella en la que cada cual tenía unos intereses distintos. El resto del tiempo, cada cual debería liderarse a sí mismo. Si la gente recorriere la senda junto con quienes la tuvieren también como propia, al final el destino sería el mismo y no se necesitarían tantas órdenes y todo sería más fluido.
—¿Es importante? —preguntó a Ancaullo, pues creyó que sabría más que el resto. —¿Podría tener que ver con nuestra misión? —inquirió al resto.
No, él estaba para equilibrar, no para liderar. Por eso intentaba hacer las preguntas adecuadas y medir siempre que podía sus respuestas, aunque no siempre era fácil, a veces...
Motivo: Averiguar intenciones
Tirada: 1d20
Resultado: 1(+3)=4 [1]
¡Me encantan los dados! :D
Kajsa se había lanzado a responder directamente, mostrando algo más que decisión: quería mostrar su desagrado con Tyag y había tenido el aplomo para hacerlo sin vueltas. Eso es lo que él tenía que haber hecho también, en vez de haber preguntado; la bruja le había ganado la zarpa y encima le había dejado como que, incluso molesto, seguía haciendo lo que decía el druida. ¡Pues no! Aún estaba a tiempo de mostrar que estaba enfadado.
—No creo que tenga nada que ver con la misión. Y no se si será importante —respondió—. Aún así deberíamos ir igual —dijo cruzándose de brazos. Luego se dio cuenta de que estaba de acuerdo con la nórdica y entrecerró los ojos—. Pero no porque lo diga ella. Quería ir antes de que lo dijera —añadió, de algún modo ofendido.