Partida Rol por web

Sam y Dino se hicieron a un lado para dejar trabajar a los siete enanos, quienes rápidamente se distribuyeron en dos equipos y de forma eficiente y coordinada, cargaron con los dos matones inconscientes. Los colocaron en el amplio maletero de Sleipnir, y poco después desaparecieron entre la bruma, que se coló entre las páginas del Libro de Robert.

Robert se preguntó si alguien estaría mirando desde su casa, o desde alguna de las tiendas. Sabía por experiencia que la gente que no era como ellos no percibía la realidad de lo que salía de su Libro, pero tampoco sabía qué excusa pondría el cerebro de cualquier espectador ante aquel espectáculo.

El dependiente de la licorería dejó el libro que estaba leyendo sobre el mostrador, le sirvió la botella de Jim Beam a Izzy, y guardó el dinero en la caja.

Igual que Robert antes que ella, Izzy intentó entablar conversación con el tipo. Y de igual manera que Robert, no obtuvo más respuesta que una mirada fija por parte del coreano.

- He visto lo que habéis hecho, así que podría parecer que estáis de nuestra parte.- dijo finalmente, cuando el silencio empezaba a hacerse insoportable.- Pero ya me he equivocado antes, así que no tengo nada que decirte. En este barrio no te puedes fiar de nadie, ni siquiera de la policía. Especialmente de la policía.

- Gracias por la compra. Ahora por favor, si quieres abandonar mi tienda...

Izzy levantó la botella y le dio otro trago, encogiéndose de hombros.

— Claro, hombre. Estás en tu derecho... — Se dio la vuelta y se quedó pensando un momento. Al final, sacó una tarjeta de su propia cartera, se volvió a girar y la dejó sobre el mostrador. — Por si cambias de opinión. Tal vez no seas el único del barrio que recurre a mí, de todas formas.

Se acercó finalmente a la puerta y, mientras la abría, miró al coreano. — Y tú, ¿eres el rebelde roto o el caballero andante? — Obviamente sabía que el hombre no la iba a entender, pero tampoco era en realidad una pregunta dirigida a él. Probablemente estaba hablando con el viento.

Salió a la calle con la familiar sensación del ardiente bourbon haciéndole cosquillas en la garganta. No había estado mucho tiempo en la licorería, pero parpadeó un momento al ver a 7 figuras pequeñas ayudando a Dino y Sam a llevar a los dos tipos al coche. «¡Robert!», pensó sonriendo. «¿Me pregunto quién será Gruñón y quién Mudito?» se dijo, pensando en sus dos enanos favoritos en la adaptación de Disney. Pero claro, los cuentos de verdad poco tenían que ver con las películas de la multinacional.

— ¿No a vuelto Ary? — Preguntó, acercándose a Robert. Había desaparecido persiguiendo al tipo que se escapaba, así que no era buena señal que no hubiera dicho nada. — Joder... Voy a buscarla. Sujétame esto. — Con las dos pistolas y las carteras de los matones no tenía espacio para guardar la botella, así que le dio una de las armas a Robert, que seguramente se habría sentido más cómodo si le hubiera dejado el bourbon en su lugar, y, tomando la velocidad del viento, salió despedida hacia el callejón por el que se había ido su compañera.

Logré recomponerme lo suficiente para limpiarme la boca con unos pañuelos de papel que lancé al suelo junto al resto de lo que había sido mi pizza y la coca-cola.

- Tío, yo solo estaba comiéndome una pizza hace unos minutos – señalando brevemente a la pizza que estaba esparcida por todo el suelo – y cuando salí os vi que queríais darle una paliza a ese pobre viejo. Tan solo quería evitar que os lo cargarais porque os calentarais. ¿Cómo iba yo a saber que ese viejo era Charlie que venía con sus malditos ángeles? – tratando de poner su mejor cara de chica inocente – Venga, tío, deja al chaval que no tiene nada que ver en esto. Es tan sólo un puto crío. – le imploraba de todo corazón. Una cosa era arriesgarse ella misma a sufrir daño, o alguno de sus amigos, que sabían en lo que se metían, pero Willie no era más que un niño… aunque para ser un niño lo estaba aguantando como un campeón…

Vi al fondo llegar a Izzy. Buff, meno mal… la línea temporal se estaba reparando… y quizás entre las dos pudieran acabar con aquel matón… mejor dicho, quizás Izzy pudiera acabar con él mientras yo me pelaba el culo por evitar que Willie sufriera daño colateral en aquel follón.

- Venga, tío, deja al crío conmigo y lárgate corriendo antes de que esos cabrones quieran seguirte el rastro. Ya has visto lo que les han hecho a tus colegas. A mí solo me interesa que el crío esté bien, ¿vale? – siguió dándole coba para distraerlo de Izzy y quizás con la amenaza de los refuerzos asustarle lo suficiente para que dejara marchar a Willie.

Viendo a Dino cargando al matón inconsciente, Sam ni siquiera se planteó ayudar a cargarlo. No poseía fuerza física suficiente como para poder mover a aquellos hombretones. Cuando vio a los enanos aparecer, se giró para agradecer a Robert su ayuda pero fue entonces cuando notó algo raro en su postura. Sujetaba el libro contra la cadera en lugar de abrirlo con ambas manos como hubiera sido mucho más cómodo. Su otro brazo colgaba casi inerte a su lado.

- Robert, ¿estás bien? Pareces dolorido. - preguntó con preocupación no fingida.

Se acercó a él con intención de comprobar su estado mientras que los enanos cargaban a esos pobres desgraciados en el coche. Sam llegó a la conclusión de que las películas de animación no solían hacer justicia a los antiguos relatos.

- Tienes razón. - respondió al comentario del bibliotecario. - Tenemos que llevarlo a otro sitio. Llevarlos al Valhalla sería demasiado peligroso. ¿Alguna idea? Yo tengo algunas pero son terribles.

-Podría...- dijo Dino respondiendo a Robert.

Lo cierto es que hubo un tiempo que había contratado a dos guardespaldas, pero después se dio cuenta que no era digno del Dios de la Guerra.

Agradeció la ayuda de esos enanos, que no dejaba de sorprenderse de la versatilidad que tenía ese hombre, en ese libro.

-¡Cuidado! ¡Que no lo rayen!- dijo el viejo, mientras intentaba seguir los movimientos de los enanos -No es necesario que los llevemos al Valhalla, pero los muelles siempre son un buen lugar- respondió dirigiéndose al auto para encenderlo -¿Vienes?- le dijo a Robert -¿Samantha? ¿Dónde piensas que los podríamos llevar?-

De todas formas, cuando se subió al lujoso automóvil, miraba por el espejo retrovisor, dudando de si dirigirse hacia el callejón hacia el cual se había encaminado... medio volando, Elizabeth.

Elisabeth no tardó demasiado en salir de la licorería, aunque secretamente Robert deseaba que hubiera tenido más suerte que él con el propietario. A cambio, salió corriendo dejándole una pistola que sujetó aterrorizado con dos dedos, cediéndosela inmediatamente a Dino— Tú estás más acostumbrado a estas cosas.

- Robert, ¿estás bien? Pareces dolorido. - preguntó con preocupación no fingida.

—No es nada —respondió secamente, visiblemente herido en su orgullo. Inmediatamente se dio cuenta que había pagado su frustración con una compañera que sólo se preocupaba por él. Inspiró profundamente y alzó la mano para pedir disculpas—. Disculpa, ha sido un día largo. Es el hombro, pero no te preocupes. Me pondré hielo cuando llegue a casa.

Lo que seguramente haría sería darse un largo y regenerador baño en el agua de la fuente del cuento, pero sólo si el dolor no remitía con el hielo.

—¿Dónde demonios se han metido estas dos? —preguntó a la lluvia, pidiéndole a Dino que esperara y sacando su teléfono para llamar de Amanda.

"Quizá tenga razón, puede que esté paranoico. Además, el chivatazo decía un abuelo acompañado de dos chicas. Puede que esta sea solamente una imbécil que pasaba..."

Empezó a recular, aún sin soltar al chico.

- Está bien, me voy de aquí. No te muevas de donde estás, y más te vale no seguirme. Cuando vea que te portas bien soltaré al chaval.

Izzy llegó como una exhalación al callejón posterior de la pizzería, aunque se paró en una esquina en sombras al ver la escena. El tercer matón se retiraba poco a poco, caminando de espaldas, mientras cogía a un niño con el brazo y lo amenazaba con una navaja.

Amanda parecía estar a la espera, así que Izzy hizo lo propio. Después de retroceder una manzana, hasta la siguiente esquina, el matón empujó con fuerza al niño, lanzándolo de cara al asfalto. Acto seguido, torció la esquina y echó a correr.

El smartwatch de Amanda indicaba una llamada entrante de Robert... Y finalmente, parecía que la lluvia empezaba a amainar.

En cuanto el matón soltó al crío, Izzy estuvo tentada de hacerle volar por los aires, para comprobar qué tal aguantaba la caída. Pero su instinto duró sólo un momento. Después de todo, había tenido un motivo para no perseguirle en un primer momento y, después de todo, nada de eso había cambiado. Creó un muro de aire en la salida del callejón, para evitar que el hombre les disparase desde lejos, pues no sabía que Ary había hecho desaparecer su pistola.

En vez de eso, se acercó al chico que estaba en el suelo y le ayudó a levantarse.

— ¿Te has hecho daño? — Le preguntó. — Déjame ver... — A penas tenía un arañazo, pero la mujer sonrió y sopló con cuidado sobre él. — Ahora dejará de picar y sanará — dijo con una sonrisa.

Hizo un gesto hacia Ary, confirmando que se encontraba bien.

— Tardarán en volver. Y, si no lo hacen, estaremos cerca para pararles de nuevo. — Dijo más para el niño que para su compañera. Se agachó de nuevo a su lado y, con la mano que tenía libre buscó en el bolsillo de su cazadora para sacar la carta que le había escrito el chico. — Creo que esto me lo mandaste tú esta tarde... Y creo que esa gente trabaja para los tiburones que mencionas, ¿no es así? Como creo que te dijeron antes, hemos venido a ayudar, pero vamos a necesitar un poco más de información que unos recortes de periódico...

- Gra, gra, gracias. Creo que estoy bien.-dijo, mientras se levantaba y empezaba a caminar de nuevo hasta la pizzería. Intentaba que no se le vieran las lágrimas que había derramado.

Al llegar a la puerta trasera, se detuvo un momento antes de entrar.

- No sé mucho más que lo que ya os he dicho. Mi hermano tiene problemas con el dinero, y oí que una vez hablaba con el sr. Saddle sobre un prestamista, al que todos llaman "Labios de Seda"

- Yo quería ayudar, así que fui a la tienda de empeños a vender mis cómics, pero Mike no quiso coger el dinero. Volvió a la tienda a recuperar mis cómics y creo que le costaron mucho más... Mike no quiere aceptar ayuda de nadie, sólo escucha a ese tal Labios de Seda. Siempre está al teléfono con él.

Amanda e Izzy se despidieron de Willie, quien se alegró de volver a la seguridad de la pizzería. Las chicas volvieron a la plaza Miller para reunirse con el resto del grupo.

Era noche cerrada, y estaban solos en la calle. La lluvia finalmente había parado, y estaban empapados. La plaza Miller tenía un aspecto gris y melancólico, siendo la única nota de color la cinta amarilla de la policía en el colmado de Sam Saddle. Un vecindario triste y silencioso.

Quedaron en volver a su base en los muelles para recopilar todo lo que habían averiguado y planear sus próximos pasos. Amanda y Sam volvieron a subir en la moto. Amanda estaba más callada que de costumbre, y se limitó a arrancar y salir a toda velocidad. Izzy, como siempre, viajaría en alas del viento. Además, eso le permitiría secarse mejor.

Dino y Robert, por su parte, preferían secarse en los asientos de cuero con calefacción de Sleipnir. Cuando Robert se sentó en el asiento del copiloto, un politono de los 90 le indicó que había recibido un mensaje. Abrió la tapa de su móvil: un SMS escrito todo en mayúsculas, era de su hija.

“HOLA PAPI, QE ACES. HOY E TENIDO UN SUEÑO MUY RARO, UN ESQELETO CON CAPA ME DABA UN REGALO. TE EXO DE MENOS, 1 BESITO”